Documento 175 - El último discurso en el templo

   
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El libro de Urantia

Documento 175

El último discurso en el templo

175:0.1 (1905.1) POCO después de las dos de la tarde de ese martes, Jesús llegó al templo acompañado de once apóstoles, José de Arimatea, los treinta griegos y algunos otros discípulos, y empezó a pronunciar su última alocución en los patios del edificio sagrado. Jesús quiso hacer de este discurso su último llamamiento al pueblo judío y la acusación final contra los vehementes enemigos dispuestos a acabar con él: escribas, fariseos, saduceos y los máximos dirigentes de Israel. Durante toda la mañana los diversos grupos habían tenido la oportunidad de hacer preguntas a Jesús; esa tarde nadie le preguntó nada.

175:0.2 (1905.2) Cuando el Maestro empezó a hablar el patio del templo estaba tranquilo y en orden. Ni los comerciantes ni los cambistas se habían atrevido a volver al templo después de ser expulsados la víspera por Jesús y la multitud enardecida. Antes de empezar su discurso de despedida Jesús miró con ternura al auditorio que estaba a punto de recibir su mensaje público de misericordia a la humanidad. Sería también su última denuncia contra los falsos maestros y contra el sectarismo de los dirigentes de los judíos.

1. El discurso

175:1.1 (1905.3) «He estado con vosotros durante todo este tiempo y he recorrido todo el país proclamando el amor del Padre por los hijos de los hombres. Muchos han visto la luz y han entrado por la fe en el reino de los cielos. Junto con esta predicación y esta enseñanza, el Padre ha hecho muchas obras maravillosas, incluso hasta resucitar a los muertos. Muchos enfermos y afligidos se han recuperado porque han creído. Pero todas estas proclamaciones de la verdad y todas estas curaciones no han abierto los ojos de los que se niegan a ver la luz, de los que están decididos a rechazar este evangelio del reino.

175:1.2 (1905.4) «Mis apóstoles y yo nos hemos esforzado, en todo lo compatible con hacer la voluntad de mi Padre, por vivir en paz con nuestros hermanos, por cumplir con las exigencias razonables de las leyes de Moisés y de las tradiciones de Israel. Hemos buscado incansablemente la paz, pero los líderes de Israel no la quieren. Al rechazar la verdad de Dios y la luz del cielo se ponen del lado del error y de la oscuridad. No puede haber paz entre la luz y la oscuridad, entre la vida y la muerte, entre la verdad y el error.

175:1.3 (1905.5) «Muchos de vosotros os habéis atrevido a creer en mis enseñanzas y habéis entrado ya en el gozo y la libertad de la consciencia de vuestra filiación con Dios. Y sois testigos de que he ofrecido esta misma filiación con Dios a toda la nación judía, incluso a los propios hombres que ahora me quieren destruir. Incluso ahora recibiría mi Padre a esos maestros ciegos y a esos líderes hipócritas solo con que se volvieran hacia él y aceptaran su misericordia. Incluso ahora no es demasiado tarde para que este pueblo reciba la palabra del cielo y dé la bienvenida al Hijo del Hombre.

175:1.4 (1906.1) «Mi Padre ha tratado a este pueblo con misericordia durante mucho tiempo. Generación tras generación hemos enviado a nuestros profetas a enseñarles y advertirles, y generación tras generación han matado a estos maestros enviados por el cielo. Y ahora vuestros sumos sacerdotes y dirigentes, tercos y obstinados, siguen haciendo exactamente lo mismo. Igual que Herodes provocó la muerte de Juan, os estáis preparando vosotros para acabar con el Hijo del Hombre.

175:1.5 (1906.2) «Mientras haya una posibilidad de que los judíos se vuelvan hacia mi Padre y busquen la salvación, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob mantendrá extendidas hacia vosotros sus manos de misericordia, pero una vez que hayáis colmado vuestra copa de impenitencia y hayáis rechazado definitivamente la misericordia de mi Padre, esta nación será abandonada a sí misma y llegará rápidamente a un final ignominioso. Este pueblo estaba llamado a convertirse en la luz del mundo, a presentar al mundo la gloria espiritual de una raza conocedora de Dios, pero os habéis alejado tanto de corresponder a vuestros privilegios divinos que vuestros líderes se disponen a cometer la locura suprema de todos los tiempos. Están a punto de rechazar definitivamente el regalo de Dios a todos los hombres y para todos los tiempos: la revelación del amor del Padre del cielo por todas sus criaturas de la tierra.

175:1.6 (1906.3) «Y cuando hayáis rechazado esta revelación de Dios al hombre, el reino de los cielos será entregado a otros pueblos, a aquellos que lo reciban con gozo y alegría. En nombre del Padre que me envió os advierto solemnemente que estáis a punto de perder vuestra posición en el mundo como portaestandartes de la verdad eterna y custodios de la ley divina. Os estoy ofreciendo vuestra última oportunidad de dar un paso adelante y arrepentiros, de manifestar vuestra intención de buscar a Dios con todo vuestro corazón y entrar como niños pequeños mediante la fe sincera en la seguridad y la salvación del reino de los cielos.

175:1.7 (1906.4) «Mi Padre se ha esforzado durante mucho tiempo por vuestra salvación, y yo he bajado a vivir entre vosotros para mostraros personalmente el camino. Muchos judíos y samaritanos, e incluso gentiles, han creído en el evangelio del reino, pero los que deberían haber sido los primeros en dar un paso adelante y aceptar la luz del cielo se han negado obstinadamente a creer en la revelación de la verdad de Dios: Dios revelado en el hombre y el hombre elevado hasta Dios.

175:1.8 (1906.5) «Mis apóstoles están aquí esta tarde ante vosotros en silencio, pero pronto oiréis resonar sus voces con la llamada a la salvación y la exhortación a formar parte del reino celestial como hijos del Dios vivo. Y ahora pongo por testigos a estos discípulos míos y a estos creyentes en el evangelio del reino, así como a los mensajeros invisibles que están junto a ellos, de que he ofrecido una vez más a Israel y a sus dirigentes la liberación y la salvación. Pero todos podéis comprobar que la misericordia del Padre es desdeñada y los mensajeros de la verdad son rechazados. Os recuerdo, sin embargo, que estos escribas y fariseos siguen sentados en la cátedra de Moisés y por lo tanto, hasta que los Altísimos que rigen los reinos de los hombres hayan derrocado finalmente a esta nación y destruido el lugar de estos dirigentes, os pido que cooperéis con los ancianos de Israel. No se os pide que os unáis a ellos en sus planes para destruir al Hijo del Hombre, pero en todo lo relacionado con la paz de Israel habéis de someteros a ellos. En todas estas cuestiones haced todo lo que os digan y cumplid con la esencia de la ley, pero no imitéis sus malas obras. Recordad que el pecado de estos dirigentes es que dicen lo que está bien pero no lo hacen. Bien sabéis que atan cargas pesadas y difíciles de llevar sobre vuestros hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para ayudaros a llevarlas. Os han oprimido con ceremonias y esclavizado con tradiciones.

175:1.9 (1907.1) «Además, estos dirigentes pagados de sí mismos se deleitan en hacer sus buenas obras para ser vistos por los hombres. Ensanchan sus filacterias y agrandan las orlas de sus vestiduras. Codician el lugar de honor en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas; aman los saludos elogiosos en las plazas y ser llamados por los hombres rabí. Y mientras buscan ser honrados así por los hombres, se apoderan en secreto de las casas de las viudas y sacan provecho de los servicios del templo sagrado. Estos hipócritas fingen hacer largas oraciones en público y dan limosnas para llamar la atención de sus semejantes.

175:1.10 (1907.2) «Aunque debéis honrar a vuestros dirigentes y respetar a vuestros maestros, no llaméis Padre a ningún hombre en sentido espiritual, porque uno es vuestro Padre, y ese es Dios. Tampoco busquéis imponeros sobre vuestros hermanos en el reino. Recordad que os he enseñado que quien quiera ser el más grande entre vosotros sea el servidor de todos. Si os atrevéis a exaltaros ante Dios, sin duda seréis humillados, pero el que se humilla sinceramente será exaltado con toda seguridad. En vuestra vida diaria no busquéis vuestra propia glorificación sino la gloria de Dios. Subordinad inteligentemente vuestra propia voluntad a la voluntad del Padre del cielo.

175:1.11 (1907.3) «No interpretéis mal mis palabras. No guardo ningún rencor a los jefes de los sacerdotes ni a los dirigentes que están buscando mi destrucción en este momento; no siento ninguna enemistad por los escribas y fariseos que rechazan mis enseñanzas. Sé que muchos de vosotros creéis en secreto y sé que profesaréis abiertamente vuestra lealtad al reino cuando llegue mi hora. ¿Pero cómo se justificarán vuestros rabinos que se precian de hablar con Dios y luego se atreven a rechazar y destruir a aquel que viene a revelar al Padre a los mundos?

175:1.12 (1907.4) «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Queréis cerrar las puertas del reino de los cielos a los hombres sinceros solo porque desconocen el contenido de vuestra enseñanza. Os negáis a entrar en el reino y hacéis todo lo posible para impedir que entren los demás. Os ponéis de espaldas a las puertas de la salvación y lucháis contra todos los que quieren entrar.

175:1.13 (1907.5) «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos! Sois tan hipócritas que recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando ya lo tenéis, no os conformáis hasta que conseguís que sea dos veces peor que cuando era hijo de los paganos.

175:1.14 (1907.6) «¡Ay de vosotros, dirigentes y jefes de los sacerdotes, que os apoderáis de los bienes de los pobres y exigís tasas costosas a los que desean servir a Dios como creen que ordenó Moisés! Vosotros que os negáis a mostrar misericordia, ¿podéis esperar misericordia en los mundos venideros?

175:1.15 (1907.7) «¡Ay de vosotros, falsos maestros, guías ciegos! ¿Qué se puede esperar de una nación en la que el ciego conduce al ciego? Ambos tropezarán y caerán en el abismo de la destrucción.

175:1.16 (1907.8) «¡Ay de vosotros que fingís cuando prestáis juramento! Sois unos falsarios que enseñáis que un hombre puede jurar por el templo y quebrantar su juramento, pero cualquiera que jure por el oro del templo contrae obligación. Sois todos ciegos e insensatos. Ni siquiera tiene lógica vuestra falsedad, pues ¿qué es más grande, el oro o el templo que se supone que santificó al oro? También decís que no es nada que un hombre jure por el altar, pero si alguno jura por la ofrenda que está sobre el altar contrae obligación. Y una vez más estáis ciegos ante la verdad, pues ¿qué es más grande, la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda? ¿Cómo podéis justificar tanta hipocresía y tanta falsedad ante los ojos del Dios del cielo?

175:1.17 (1908.1) «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos y todos los demás hipócritas que os aseguráis de pagar el diezmo de la menta, el eneldo y el comino, pero habéis descuidado lo más importante de la ley: la fe, la misericordia y el juicio! Está bien hacer lo primero dentro de lo razonable, pero sin dejar de hacer lo segundo. Sois en verdad guías ciegos y maestros necios; coláis el mosquito y os tragáis el camello.

175:1.18 (1908.2) «¡Ay de vosotros, escribas, fariseos e hipócritas! Limpiáis escrupulosamente el exterior de la copa y del plato, pero dejáis dentro la mugre de la extorsión, los excesos y el engaño. Estáis ciegos espiritualmente. ¿No veis cuánto mejor sería limpiar primero la copa por dentro para que se limpie por fuera con lo que rebosa? ¡Réprobos malvados! ajustáis las prácticas externas de vuestra religión a la letra de vuestra interpretación de la ley de Moisés, mientras vuestras almas están sumidas en la iniquidad y llenas de intenciones asesinas.

175:1.19 (1908.3) «¡Ay de todos los que rechazáis la verdad y desdeñáis la misericordia! Muchos sois como sepulcros blanqueados que parecen hermosos por fuera pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Y así vosotros, que rechazáis a sabiendas los consejos de Dios, aparecéis exteriormente ante los hombres como santos y rectos pero estáis llenos de hipocresía e iniquidad en vuestros corazones.

175:1.20 (1908.4) «¡Ay de vosotros, guías falsos de una nación! Habéis levantado allí un monumento a los profetas mártires de antaño mientras conspiráis para destruir a Aquel de quien ellos hablaban. Adornáis las tumbas de los justos y os jactáis de que si hubierais vivido en los tiempos de vuestros padres no habríais matado a los profetas; y luego, llenos de autocomplacencia, os disponéis a asesinar a aquel de quien hablaron los profetas, al Hijo del Hombre. En la medida en que hacéis estas cosas dais testimonio contra vosotros mismos de que sois los hijos malvados de aquellos que asesinaron a los profetas. ¡Id pues y colmad la copa de vuestra condenación!

175:1.21 (1908.5) «¡Ay de vosotros, hijos del mal! Juan os llamó con razón camada de víboras, y yo os pregunto: ¿cómo podréis escapar al juicio que Juan emitió contra vosotros?

175:1.22 (1908.6) «Pero todavía os sigo ofreciendo misericordia y perdón en nombre de mi Padre; incluso ahora mismo os tiendo la mano amorosa de la comunión eterna. Mi Padre os ha enviado a sabios y profetas; habéis perseguido a unos y matado a otros. Después apareció Juan proclamando la venida del Hijo del Hombre y muchos creyeron en sus enseñanzas, pero acabasteis con él. Y ahora os disponéis a derramar más sangre inocente. ¿No comprendéis que llegará el día terrible de la rendición de cuentas, cuando el Juez de toda la tierra pida explicaciones a este pueblo por la forma en que ha rechazado, perseguido y eliminado a estos mensajeros del cielo? ¿No entendéis que tendréis que rendir cuentas de toda esa sangre justa, desde el primer profeta asesinado hasta los tiempos de Zacarías, que fue asesinado entre el santuario y el altar? Y si seguís por vuestros caminos malvados, puede que sea llamada a rendir cuentas esta misma generación.

175:1.23 (1908.7) «¡Oh Jerusalén, oh hijos de Abraham, que apedreáis a los profetas y matáis a los maestros que os son enviados! Incluso ahora mismo quisiera reunir a vuestros hijos como la gallina junta a sus polluelos bajo sus alas, pero no queréis.

175:1.24 (1908.8) «Y ahora me despido de vosotros. Habéis escuchado mi mensaje y habéis tomado vuestra decisión. Los que han creído en mi evangelio están ya a salvo en el reino de Dios. A los que habéis optado por rechazar el regalo de Dios os digo que ya no volveréis a verme enseñar en el templo. Mi obra por vosotros ya está hecha. ¡Ved que ahora me marcho con mis hijos y vuestra casa queda desolada!».

175:1.25 (1908.9) Entonces el Maestro hizo una seña a sus seguidores para que salieran del templo.

2. El estatus individual de los judíos

175:2.1 (1909.1) El hecho de que los líderes espirituales y los maestros religiosos de la nación judía rechazaran en su día las enseñanzas de Jesús y conspiraran para provocar su muerte cruel no afecta en modo alguno al estatus individual de ningún judío ante Dios. Este hecho no es motivo para que los que se precian de ser seguidores de Cristo sientan predisposición contra los judíos como compañeros mortales. Los judíos como nación, como grupo sociopolítico, pagaron íntegramente el precio terrible de haber rechazado al Príncipe de la Paz. Hace mucho tiempo que dejaron de ser los abanderados espirituales de la verdad divina para las razas de la humanidad, pero eso no justifica de ninguna manera las persecuciones que han sufrido los descendientes individuales de aquellos judíos de antaño a manos de pretendidos seguidores intolerantes, indignos y sectarios de Jesús de Nazaret, que era judío de nacimiento.

175:2.2 (1909.2) Este odio y esta persecución tan irracionales y tan opuestos al espíritu de Cristo contra los judíos modernos han acarreado mucha muerte y sufrimiento a judíos inocentes e inofensivos cuyos antepasados coetáneos de Jesús aceptaron con entusiasmo su evangelio y no vacilaron en morir por esa verdad en la que creían de todo corazón. ¡Qué estremecimiento de horror recorre a los seres celestiales que os observan cuando ven a quienes se declaran seguidores de Jesús perseguir, acosar e incluso asesinar a los descendientes de Pedro, Felipe y Mateo, y de otros judíos palestinos que tan gloriosamente entregaron sus vidas como primeros mártires del evangelio del reino celestial!

175:2.3 (1909.3) ¡Qué cruel e irracional es hacer sufrir a hijos inocentes por los pecados de sus padres, por delitos que desconocen por completo y de los que no pueden ser responsables de ninguna manera! ¡Y estas perversidades las hacen en nombre de quien enseñó a sus discípulos a amar incluso a sus enemigos! En este relato de la vida de Jesús ha sido necesario describir la manera en que algunos de sus compatriotas judíos lo rechazaron y conspiraron para provocar su ignominiosa muerte, pero queremos advertir a todos los que lo lean que la presentación de ese relato histórico no justifica en modo alguno el odio ni los prejuicios injustos que tantos que se declaran cristianos han mantenido durante muchos siglos contra las personas judías. Los creyentes en el reino, los que siguen las enseñanzas de Jesús, deben dejar de maltratar a las personas judías como si fueran culpables de rechazar y crucificar a Jesús. El Padre y su Hijo Creador nunca han dejado de amar a los judíos. Dios no hace acepción de personas y la salvación es para todos: judíos y gentiles.

3. La reunión decisiva del Sanedrín

175:3.1 (1909.4) La reunión decisiva del Sanedrín se abrió aquel martes a las ocho de la tarde. Esta corte suprema de la nación judía había decretado ya muchas veces de forma oficiosa la muerte de Jesús. Este augusto cuerpo rector estaba decidido a poner fin a la obra del Maestro, pero fue en esa sesión cuando resolvió terminantemente detenerlo y matarlo a toda costa. Poco antes de la medianoche del martes 4 de abril del año 30 d. C., el Sanedrín, tal como estaba constituido en ese momento, votó oficialmente y por unanimidad imponer la sentencia de muerte tanto a Jesús como a Lázaro. Esa fue la respuesta al último llamamiento que había hecho el Maestro unas horas antes en el templo a los dirigentes de los judíos. Era la reacción de amargo rencor por la última y enérgica acusación de Jesús contra esos mismos jefes religiosos, fariseos y saduceos impenitentes. La sentencia de muerte al Hijo de Dios (antes de ser juzgado) fue la respuesta del Sanedrín a la última oferta de misericordia celestial presentada a la nación judía como tal.

175:3.2 (1910.1) A partir de ese momento los judíos fueron dejados a su estatus puramente humano entre las naciones de Urantia durante el poco tiempo de vida nacional que les quedaba. Israel había repudiado al Hijo del Dios de la alianza con Abraham, y se había hecho añicos el plan de que los hijos de Abraham fueran los abanderados de la verdad en el mundo. La alianza divina había sido abrogada y el final de la nación hebrea se acercaba rápidamente.

175:3.3 (1910.2) A primera hora de la mañana siguiente los funcionarios del Sanedrín recibieron instrucciones de arrestar a Jesús, pero con cuidado de no hacerlo en público. El objetivo era capturarlo en secreto, a poder ser de noche y por sorpresa. Como sospechaban que no volvería a enseñar en el templo ese día (miércoles), los rectores del Sanedrín dieron la orden de «hacer comparecer a Jesús ante el alto tribunal judío antes del jueves a medianoche».

4. La situación en Jerusalén

175:4.1 (1910.3) El último discurso de Jesús en el templo volvió a dejar confusos y consternados a los apóstoles. Judas había vuelto al templo antes de que el Maestro empezara su terrible denuncia contra los dirigentes judíos, de modo que los doce escucharon todos la segunda mitad del último discurso de Jesús en el templo. Fue una pena que Judas Iscariote no escuchara la primera mitad de esta despedida en la que Jesús ofrecía misericordia. No pudo oír esta última oferta de misericordia a los dirigentes judíos porque se había reunido a almorzar con un grupo de parientes y amigos saduceos y seguía hablando con ellos en ese momento sobre la mejor manera de separarse de Jesús y de sus compañeros apóstoles. Cuando Judas oyó la acusación final del Maestro contra los líderes y dirigentes judíos decidió definitivamente abandonar el movimiento evangélico y lavarse las manos de todo el asunto. A pesar de eso, salió del templo en compañía de los doce y fue con ellos al monte Olivete donde escuchó con los demás apóstoles el discurso fatídico sobre la destrucción de Jerusalén y el fin de la nación judía. Ese martes pasó la noche con ellos en el nuevo campamento cerca de Getsemaní.

175:4.2 (1910.4) La multitud quedó atónita y desconcertada cuando oyó a Jesús pasar repentinamente de su llamamiento misericordioso a los líderes judíos a una mordaz reprimenda, cuando no implacable acusación. Esa noche, mientras el Sanedrín emitía su sentencia de muerte contra Jesús y mientras el Maestro, reunido con sus apóstoles y algunos de sus discípulos en el monte de los Olivos, predecía la muerte de la nación judía, todo Jerusalén se hacía discreta y seriamente una única pregunta: «¿Qué van a hacer con Jesús?».

175:4.3 (1910.5) Más de treinta notables judíos que creían secretamente en el reino se reunieron en casa de Nicodemo para decidir la actitud a adoptar en caso de ruptura abierta con el Sanedrín. Todos los presentes acordaron que reconocerían abiertamente su lealtad al Maestro en el momento mismo en que tuvieran noticia de su arresto. Y eso fue exactamente lo que hicieron.

175:4.4 (1911.1) Los saduceos, que controlaban y dominaban el Sanedrín en ese momento, estaban decididos a eliminar a Jesús por las razones siguientes:

175:4.5 (1911.2) 1. Temían que el creciente favor popular de la multitud hacia Jesús pusiera en peligro la existencia de la nación judía por posibles complicaciones con las autoridades romanas.

175:4.6 (1911.3) 2. El celo de Jesús por la reforma del templo reducía directamente sus ingresos; la limpia del templo afectaba a sus bolsillos.

175:4.7 (1911.4) 3. Se sentían responsables de preservar el orden social y temían las consecuencias de una mayor difusión de la nueva y extraña doctrina de Jesús sobre la hermandad de los hombres.

175:4.8 (1911.5) Los fariseos tenían otros motivos para querer ver muerto a Jesús. Le tenían miedo porque:

175:4.9 (1911.6) 1. Se había opuesto abiertamente a su tradicional control sobre el pueblo. Los fariseos eran ultraconservadores y les indignaban esos ataques supuestamente radicales contra su consagrado prestigio como maestros religiosos.

175:4.10 (1911.7) 2. Consideraban que Jesús infringía la ley, pues había mostrado un desprecio total por el sabbat y por muchos otros requisitos legales y ceremoniales.

175:4.11 (1911.8) 3. Lo acusaban de blasfemo porque aludía a Dios como su Padre.

175:4.12 (1911.9) 4. Y además estaban furiosos con él por haber terminado su discurso de despedida en el templo con una implacable acusación contra ellos ese mismo día.

175:4.13 (1911.10) El Sanedrín levantó la sesión cerca de la medianoche de ese martes después de decretar formalmente la muerte de Jesús y ordenar su arresto. La siguiente sesión quedó convocada para las diez de la mañana del día siguiente en casa del sumo sacerdote Caifás con objeto de formular los cargos por los que Jesús había de ser juzgado.

175:4.14 (1911.11) Algunos saduceos eran partidarios de eliminar a Jesús por asesinato directo, pero los fariseos se negaron terminantemente a aprobar ese procedimiento.

175:4.15 (1911.12) Esta era la situación en Jerusalén y entre los hombres aquel azaroso día. Sobre la escena trascendental que se estaba desarrollando en el planeta planeaba una vasta multitud de seres celestiales deseando hacer algo por ayudar a su amado Soberano, pero sin poder intervenir por prohibición expresa de sus superiores.

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