Documento 97 - La evolución del concepto de Dios entre los hebreos

   
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El libro de Urantia

Documento 97

La evolución del concepto de Dios entre los hebreos

97:0.1 (1062.1) LOS líderes espirituales de los hebreos hicieron lo que hasta entonces no había logrado hacer nadie: desantropomorfizar su concepto de Dios sin convertirlo en una abstracción de la Deidad comprensible solo para los filósofos. En este concepto maduro de Yahvé, incluso la gente corriente podía ver en él a un Padre, si no del individuo, al menos de la raza.

97:0.2 (1062.2) El concepto de la personalidad de Dios había sido enseñado con claridad en Salem en tiempos de Melquisedec, pero era vago y confuso cuando huyeron de Egipto y solo fue evolucionando en la mente hebraica de generación en generación como respuesta a las enseñanzas de sus líderes espirituales. La percepción de la personalidad de Yahvé evolucionó progresivamente de forma mucho más continua que la de otros muchos atributos de la Deidad. Desde Moisés hasta Malaquías se produjo un crecimiento ideacional casi ininterrumpido de la personalidad de Dios en la mente hebrea, y este concepto fue realzado y glorificado finalmente por las enseñanzas de Jesús sobre el Padre del cielo.

1. Samuel, el primer profeta hebreo

97:1.1 (1062.3) Ante las hostilidades de los pueblos palestinos circundantes los jeques hebreos comprendieron enseguida que no podían esperar sobrevivir si no confederaban sus organizaciones tribales en un gobierno centralizado. Esta centralización de la autoridad administrativa facilitó la labor de Samuel como maestro y reformador.

97:1.2 (1062.4) Samuel procedía de una larga línea de maestros salemitas que habían preservado las verdades de Melquisedec como parte de sus formas de culto. Este maestro era un hombre resuelto y vigoroso. Solo por su gran dedicación, unida a su extraordinaria determinación, pudo superar el rechazo casi universal que provocó su campaña por reconducir a Israel al culto al Yahvé supremo de los tiempos mosaicos. Con todo, logró parcialmente su objetivo, pues recuperó a la mitad más inteligente de los hebreos para el concepto superior de Yahvé mientras la otra mitad seguía adorando a los dioses tribales del país y apegada a los conceptos inferiores de Yahvé.

97:1.3 (1062.5) Samuel era un hombre rudo pero eficaz, un reformador práctico que podía salir un día cualquiera con sus compañeros y derribar una veintena de santuarios de Baal. Lograba sus objetivos por pura coacción; predicaba poco y enseñaba menos, pero actuaba mucho. Un día se burlaba del sacerdote de Baal y al siguiente cortaba en pedazos a un rey cautivo. Creía con devoción en el Dios único y tenía un concepto claro de ese Dios único como creador del cielo y de la tierra: «Del Señor son las columnas de la tierra, y sobre ellas asentó el mundo».

97:1.4 (1063.1) Pero la mayor contribución de Samuel al desarrollo del concepto de la Deidad fue su declaración rotunda de que Yahvé era invariable, de que personificaba por siempre la misma perfección y divinidad infalible. En aquella época se concebía a Yahvé como un Dios voluble, caprichoso y envidioso que se lamentaba siempre de haber hecho esto o aquello. Pero ahora, por primera vez desde su huida de Egipto, los hebreos oyeron estas palabras impactantes: «La Fuerza de Israel no mentirá ni se arrepentirá, porque él no es hombre para que se arrepienta». Quedó así proclamada la estabilidad en las relaciones con la divinidad. Samuel reiteró la alianza de Melquisedec con Abraham y declaró que el Señor Dios de Israel era la fuente de toda verdad, toda estabilidad y toda constancia. Los hebreos habían considerado siempre a su Dios como un hombre, un superhombre, un espíritu ensalzado de origen desconocido, pero ahora el que fuera espíritu del Horeb era exaltado ante ellos como un Dios inmutable de perfección creadora. En la evolución del concepto de Dios, Samuel estaba contribuyendo a elevarlo a una altura situada por encima del estado cambiante de la mente humana y de las vicisitudes de la existencia mortal. Bajo su enseñanza, el Dios de los hebreos empezaba a ascender desde una idea propia de los dioses tribales hasta el ideal de un Creador y Supervisor todopoderoso e invariable de toda la creación.

97:1.5 (1063.2) Predicaba una y otra vez sobre la sinceridad de Dios y su fidelidad a sus alianzas. Dijo Samuel: «El Señor no abandonará a su pueblo». «Él ha hecho con nosotros un pacto eterno, ordenado en todo y seguro.» Y así resonó en toda Palestina la llamada a adorar de nuevo al Yahvé supremo. Este maestro lleno de energía proclamaba sin cesar: «Tú eres grande, oh Señor Dios, pues no hay nadie como tú, ni hay Dios fuera de ti».

97:1.6 (1063.3) Hasta ese momento los hebreos habían relacionado el favor de Yahvé sobre todo con la prosperidad material. Causó gran impacto en Israel, y casi le cuesta la vida a Samuel, que se atreviera a proclamar: «El Señor enriquece y empobrece; abate y enaltece. Levanta del polvo al pobre y eleva a los mendigos para sentarlos con los príncipes y hacerles heredar el trono de gloria». Desde Moisés no se habían proclamado promesas tan reconfortantes para los humildes y los menos afortunados, y miles de desesperados de entre los pobres empezaron a despertar a la esperanza de mejorar su estatus espiritual.

97:1.7 (1063.4) Pero Samuel no progresó mucho más allá del concepto de un dios tribal. Proclamó a un Yahvé que había creado a todos los hombres pero que se ocupaba principalmente de los hebreos, su pueblo elegido. Aun así, el concepto de Dios volvía a representar, como en los días de Moisés, a una Deidad santa y recta. «No hay nadie tan santo como el Señor. ¿Quién se puede comparar con este Señor Dios santo?»

97:1.8 (1063.5) Con el paso de los años el viejo líder ya canoso progresó en su comprensión de Dios, pues declaró: «El Señor es Dios de sabiduría, y por él son pesadas las acciones. El Señor juzgará los confines de la tierra, con el benigno se muestra benigno, y con el hombre íntegro se muestra íntegro». Aquí alborea ya la misericordia, aunque limitada a aquellos que son misericordiosos. Más tarde dio un paso más cuando exhortó a su pueblo en la adversidad: «Caigamos ahora en manos del Señor, porque grandes son sus misericordias». «El Señor no está limitado a salvar a muchos o a pocos.»

97:1.9 (1063.6) Este desarrollo gradual del concepto del carácter de Yahvé continuó bajo el ministerio de los sucesores de Samuel. Intentaron presentar a Yahvé como un Dios que mantenía sus alianzas, pero no pudieron avanzar al ritmo marcado por Samuel; no lograron desarrollar la idea de la misericordia de Dios tal como Samuel la había concebido en sus últimos años. Hubo un retroceso constante hacia el reconocimiento de otros dioses, aunque se mantuvo a Yahvé por encima de todos ellos. «Tuyo es el reino, oh Señor, y tú eres exaltado como cabeza sobre todos.»

97:1.10 (1064.1) La idea clave de esta época era el poder divino; los profetas de entonces predicaron una religión destinada a favorecer al rey que estaba en el trono hebreo. «Tuya, oh Señor, es la grandeza y el poder y la gloria y la victoria y la majestad. En tu mano están el poder y la fortaleza, y en tu mano está engrandecer y fortalecer a todos.» Este era el concepto de Dios en tiempos de Samuel y sus inmediatos sucesores.

2. Elías y Eliseo

97:2.1 (1064.2) En el siglo décimo antes de Cristo, la nación hebrea se dividió en dos reinos. En estas dos divisiones políticas muchos maestros de la verdad se esforzaron por contener la creciente marea reaccionaria de decadencia espiritual que seguía avanzando desastrosamente tras la guerra de separación, pero sus esfuerzos por hacer progresar la religión hebraica no prosperaron hasta que Elías emprendió su enseñanza. Este paladín valiente y audaz de la rectitud restableció en el reino del norte un concepto de Dios comparable al de los días de Samuel. Elías tuvo pocas oportunidades de presentar un concepto avanzado de Dios. Estaba demasiado ocupado, como lo estuvo Samuel antes que él, en derribar los altares de Baal y destruir los ídolos de los falsos dioses, y consiguió sacar adelante sus reformas frente a la oposición de un monarca idólatra. Su tarea fue incluso más difícil y gigantesca que la de Samuel.

97:2.2 (1064.3) Cuando Elías fue llamado de este mundo, su fiel compañero Eliseo se hizo cargo de su labor, y con la ayuda inestimable de Miqueas, un profeta menos conocido, mantuvo viva la luz de la verdad en Palestina.

97:2.3 (1064.4) Pero en esa época el concepto de la Deidad no progresó y los hebreos no llegaron ni siquiera al nivel del ideal mosaico. Al final del periodo de Elías y Eliseo las clases mejores volvieron a la adoración del Yahvé supremo y se restableció la idea del Creador Universal en el punto aproximado donde la había dejado Samuel.

3. Yahvé y Baal

97:3.1 (1064.5) La controversia interminable entre los creyentes en Yahvé y los seguidores de Baal fue un choque socioeconómico de ideologías más que una diferencia de creencias religiosas.

97:3.2 (1064.6) Los habitantes de Palestina tenían actitudes diferentes en cuanto a la propiedad privada de la tierra. Las tribus errantes del sur o de Arabia (los yahveítas) consideraban la tierra como algo inalienable, como un don de la Deidad al clan. Sostenían que la tierra no se podía vender ni hipotecar. «Yahvé habló y dijo: ‘La tierra no se venderá, porque la tierra es mía’.»

97:3.3 (1064.7) Los cananeos del norte, más asentados, (los baalitas) compraban, vendían e hipotecaban libremente sus tierras. La palabra baal significa propietario. El culto a Baal estaba fundamentado en dos doctrinas principales. La primera era la validez de los intercambios, contratos y pactos relativos a la propiedad (el derecho a comprar y vender tierras). La segunda daba por hecho que Baal enviaba la lluvia, pues era un dios de la fertilidad del suelo. Las buenas cosechas dependían del favor de Baal. Su culto estaba relacionado principalmente con la tierra, con su posesión y su fertilidad.

97:3.4 (1065.1) En general los baalitas poseían casas, tierras y esclavos. Eran los terratenientes aristócratas y vivían en las ciudades. Cada Baal tenía su lugar sagrado, su clero y sus «mujeres sagradas», las prostitutas rituales.

97:3.5 (1065.2) A partir de esta diferencia básica en la consideración de la tierra se desarrollaron los enconados antagonismos sociales, económicos, morales y religiosos que enfrentaron a hebreos y cananeos. Esta controversia socioeconómica no se convirtió en un asunto claramente religioso hasta los tiempos de Elías. A partir de la época de este dinámico profeta, el asunto se dirimió en un terreno más estrictamente religioso —Yahvé contra Baal— y terminó con el triunfo de Yahvé y el impulso posterior hacia el monoteísmo.

97:3.6 (1065.3) Elías trasladó la controversia Yahvé-Baal de la tenencia del suelo al aspecto religioso de las ideologías hebrea y cananea. Cuando Acab asesinó a los Nabot en una oscura maniobra por apropiarse de sus tierras, Elías convirtió en cuestión moral los antiguos usos y costumbres sobre la tierra y lanzó una enérgica campaña contra los baalitas. Fue también una lucha de la gente del campo contra la dominación de las ciudades. Fue entonces cuando Yahvé se convirtió en Elohim principalmente por la influencia de Elías. El profeta empezó como reformador agrario y acabó exaltando a la Deidad: Baales había muchos, Yahvé era uno. El monoteísmo triunfó sobre el politeísmo.

4. Amós y Oseas

97:4.1 (1065.4) Amós dio un gran paso en la transición del dios tribal —el dios al que habían servido durante tanto tiempo con sacrificios y ceremonias, el Yahvé de los primeros hebreos—a un Dios que castigaría el crimen y la inmoralidad incluso entre su propio pueblo. Este profeta salió de sus colinas natales del sur para denunciar la criminalidad, la embriaguez, la opresión y la inmoralidad de las tribus del norte. No se habían proclamado en Palestina verdades tan rotundas desde los tiempos de Moisés.

97:4.2 (1065.5) Amós no fue un mero restaurador o reformador; fue un descubridor de nuevos conceptos de la Deidad. Proclamó muchas cosas sobre Dios que habían anunciado sus predecesores e impugnó valientemente la creencia en un Ser Divino tolerante con el pecado de su propio pueblo llamado elegido. Por primera vez desde los tiempos de Melquisedec los oídos del hombre escucharon la denuncia del doble rasero en materia de justicia y moralidad nacional. Por primera vez en su historia oídos hebreos oyeron que su propio Dios, Yahvé, no toleraría el crimen y el pecado en sus vidas, como no lo haría con ningún otro pueblo. Amós presentaba al Dios severo y justo de Samuel y Elías, pero era además un Dios que no consideraba a los hebreos de forma diferente a cualquier otra nación a la hora de castigar la maldad. Era un ataque directo contra la doctrina egoísta del «pueblo elegido» y ofendió imperdonablemente a muchos hebreos de la época.

97:4.3 (1065.6) Dijo Amós: «He aquí el que forma los montes y crea el viento. Buscad al que hizo las siete estrellas y el Orión, el que cambia las densas tinieblas en aurora y hace oscurecer el día en noche». Y al denunciar a sus paisanos semirreligiosos, oportunistas y a veces inmorales, intentaba describir la justicia inexorable de un Yahvé inmutable diciendo de los malhechores: «Aunque caven hasta el infierno, de allá los tomará mi mano; aunque suban hasta el cielo, de allá los haré descender». «Y aunque vayan al cautiverio delante de sus enemigos, allí ordenaré a la espada que los mate.» Amós asustaba aún más a sus oyentes cuando apuntaba hacia ellos con un dedo acusador y declaraba en nombre de Yahvé: «Ciertamente nunca me olvidaré de ninguna de vuestras obras». «Y cribaré a la casa de Israel entre todas las naciones como se criba el grano en el cedazo.»

97:4.4 (1066.1) Amós proclamó a Yahvé «Dios de todas las naciones» y advirtió a los israelitas de que el rito no debe sustituir a la rectitud. Antes de morir apedreado, este valiente maestro había difundido suficiente levadura de la verdad como para salvar la doctrina del Yahvé supremo; había asegurado la evolución posterior de la revelación de Melquisedec.

97:4.5 (1066.2) Oseas siguió a Amós y su doctrina de un Dios universal de justicia, y resucitó el concepto mosaico de un Dios de amor. Oseas predicó el perdón por el arrepentimiento, no por los sacrificios. Proclamó un evangelio de bondad amorosa y misericordia divina diciendo: «Yo te desposaré conmigo para siempre; sí, te desposaré conmigo en justicia y juicio, en compasión y en misericordias. Incluso te desposaré conmigo en fidelidad». «Los amaré de voluntad, pues mi ira se ha apartado de ellos.»

97:4.6 (1066.3) Oseas sostuvo fielmente las advertencias morales de Amós diciendo de Dios: «Los castigaré como deseo». Pero para los israelitas era una crueldad rayana en la traición que dijera: «Diré al que no era mi pueblo: ‘tú eres mi pueblo’; y él dirá: ‘tú eres mi Dios’». Siguió predicando el arrepentimiento y el perdón, diciendo: «Yo sanaré su apostasía; yo los amaré de voluntad, pues mi ira se ha apartado de ellos». Oseas proclamaba constantemente la esperanza y el perdón. La esencia de su mensaje era siempre: «Tendré misericordia de mi pueblo. No reconocerás a otro Dios fuera de mí, pues no hay más salvador que yo».

97:4.7 (1066.4) Amós despertó la consciencia nacional de los hebreos al reconocimiento de que Yahvé no condonaría sus crímenes ni sus pecados por su supuesta condición de pueblo elegido, mientras que Oseas hizo resonar las primeras notas de los acordes misericordiosos de la compasión de Dios y su bondad amorosa que Isaías y sus compañeros cantarían más tarde con exquisita belleza.

5. El primer Isaías

97:5.1 (1066.5) En aquellos días unos amenazaban a los clanes del norte con castigos para sus crímenes nacionales y sus pecados personales, mientras que otros vaticinaban calamidades en represalia por las transgresiones del reino del sur. Fue en la estela de este despertar de la conciencia y la consciencia de las naciones hebreas cuando hizo su aparición el primer Isaías.

97:5.2 (1066.6) Isaías siguió predicando la naturaleza eterna de Dios, su sabiduría infinita, su carácter perfecta e inalterablemente fidedigno. Representó al Dios de Israel diciendo: «Ajustaré el juicio a cordel y a nivel la justicia». «El Señor te dará descanso de tu dolor y de tu temor y de la dura servidumbre a la que fuiste sometido.» «Y tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: ‘este es el camino, andad por él’.» «Contemplad, Dios es mi salvación; confiaré y no temeré, porque mi fortaleza y mi canción es el Señor.» «’Venid ahora y razonemos’, dice el Señor, ‘aunque vuestros pecados sean como la grana, se harán tan blancos como la nieve; aunque sean rojos como el carmesí, quedarán como la lana’.»

97:5.3 (1066.7) Este profeta se dirigió a las almas hambrientas de los hebreos oprimidos por el miedo y les dijo: «Levántate, resplandece, porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor ha amanecido sobre ti». «El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido el Señor para traer buenas nuevas a los humildes; me ha enviado a vendar a los quebrantados de corazón, a proclamar libertad a los cautivos y a los presos apertura de la cárcel.» «En gran manera me gozaré en el Señor, mi alma se alegrará en mi Dios, porque él me ha vestido con ropas de salvación, me ha envuelto en manto de justicia.» «En todas sus angustias, él estuvo afligido, y el ángel de su presencia los salvó. En su amor y en su compasión los redimió.»

97:5.4 (1067.1) Este Isaías fue seguido por Miqueas y Abdías, que confirmaron y embellecieron su evangelio tan satisfactorio para el alma. Estos dos valientes mensajeros denunciaron sin miedo los ritos hebreos dominados por los sacerdotes e impugnaron audazmente todo el sistema de sacrificios.

97:5.5 (1067.2) Miqueas denunció «a los jefes que juzgan por soborno, a los sacerdotes que enseñan por precio y a los profetas que adivinan por dinero». Enseñó que llegaría un día en el que vivirían libres de sacerdotes y supersticiones, diciendo: «Cada uno se sentará bajo su parra y no habrá quien los atemorice, pues cada cual vivirá según su comprensión de Dios».

97:5.6 (1067.3) La esencia del mensaje de Miqueas fue siempre: «¿Me presentaré ante Dios con holocaustos? ¿Se complacerá el Señor con mil carneros o diez mil ríos de aceite? ¿Daré a mi primogénito por mi rebeldía, el fruto de mi cuerpo por el pecado de mi alma? Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno; ¿y qué pide el Señor de ti sino solo obrar con justicia, amar la misericordia y caminar humildemente con tu Dios?». Hace más de dos mil quinientos años la época de Miqueas fue una gran época; sus mensajes emancipadores eran realmente estimulantes para los mortales e incluso algunos llegaron a creer en ellos. Y de no haber sido por la obstinada resistencia de los sacerdotes, estos maestros habrían conseguido abolir todo el ceremonial sangriento del culto hebreo.

6. Jeremías el intrépido

97:6.1 (1067.4) Mientras otros maestros seguían exponiendo el evangelio de Isaías, Jeremías tuvo la audacia de dar el siguiente paso en la internacionalización de Yahvé, el Dios de los hebreos.

97:6.2 (1067.5) Jeremías osó declarar que Yahvé no estaba del lado de los hebreos en sus guerras con otras naciones. Afirmó que Yahvé era el Dios de toda la tierra, de todas las naciones y de todos los pueblos. La enseñanza de Jeremías fue la cresta de la creciente ola de internacionalización del Dios de Israel. Este intrépido predicador proclamó de una vez por todas que Yahvé era el Dios de todas las naciones, y que no existía ni Osiris para los egipcios, ni Bel para los babilonios, ni Asur para los asirios ni Dagón para los filisteos. La religión de los hebreos participó así en el renacimiento del monoteísmo a nivel mundial que se produjo en torno a esta época y la siguiente; el concepto de Yahvé se elevó por fin a una dignidad planetaria e incluso cósmica de Deidad. Pero a muchos compañeros de Jeremías les costaba concebir a Yahvé fuera de la nación hebrea.

97:6.3 (1067.6) Jeremías predicaba también sobre el Dios justo y amoroso descrito por Isaías cuando dijo: «Con un amor eterno te he amado, por eso te he atraído con misericordia». «Pues él no aflige por gusto a los hijos de los hombres.»

97:6.4 (1067.7) Este valiente profeta dijo: «Recto es nuestro Señor, grande en consejo y poderoso en obras. Sus ojos están abiertos sobre todos los caminos de los hijos de los hombres, para dar a cada uno según sus caminos y según el fruto de sus obras». Pero se consideró una traición blasfema que dijera durante el sitio de Jerusalén: «Y ahora yo he puesto todas estas tierras en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi siervo». Y cuando Jeremías aconsejó la rendición de la ciudad, los sacerdotes y dirigentes civiles lo arrojaron al hoyo cenagoso de una lúgubre mazmorra.

7. El segundo Isaías

97:7.1 (1068.1) La destrucción de la nación hebrea y su cautiverio en Mesopotamia podrían haber sido muy provechosos para la expansión de su teología de no haber sido por el tenaz empeño de su clero. Su nación había caído ante los ejércitos de Babilonia y el nacionalismo de su Yahvé había sido cuestionado por las predicaciones internacionales de los líderes espirituales. Fue el resentimiento por la pérdida de su dios nacional lo que indujo a los sacerdotes judíos a inventar tantas fábulas en la historia hebrea y hacer proliferar tantos acontecimientos de apariencia milagrosa, en un esfuerzo por restablecer a los judíos como pueblo elegido incluso dentro del nuevo concepto ampliado de un Dios internacionalizado de todas las naciones.

97:7.2 (1068.2) Durante el cautiverio los judíos estuvieron muy influidos por las tradiciones y leyendas babilónicas, y cabe señalar que elevaron siempre el tono moral y la relevancia espiritual de las historias caldeas que adoptaron, a pesar de que distorsionaron sistemáticamente estas leyendas para mayor honor y gloria de la historia y la ascendencia de Israel.

97:7.3 (1068.3) Aquellos sacerdotes y escribas hebreos tenían una idea fija consistente en rehabilitar la nación judía, glorificar las tradiciones hebreas y exaltar su historia racial. Si alguien se siente inclinado a reprochar a esos sacerdotes que impusieran sus ideas erróneas a una parte tan grande del mundo occidental, debe considerar que no lo hicieron intencionadamente. Ellos nunca declararon que escribían por inspiración ni que su libro fuera sagrado. Se limitaron a preparar un manual destinado a levantar el ánimo menguante de sus compañeros de cautiverio con el objetivo concreto de reforzar el espíritu nacional y la moral de sus compatriotas. El compendio de estos y otros escritos en un libro guía de enseñanzas supuestamente infalibles se debe a autores posteriores.

97:7.4 (1068.4) El sacerdocio judío haría un amplio uso de estos escritos después del cautiverio, en cambio durante el exilio su influencia sobre sus compatriotas cautivos se vio muy mermada por la presencia de Isaías segundo, un joven e indómito profeta plenamente convertido al Dios de justicia, amor, rectitud y misericordia del primer Isaías. Creía también, con Jeremías, que Yahvé se había convertido en el Dios de todas las naciones. Predicó estas teorías sobre la naturaleza de Dios con un efecto tan contundente que hizo conversos por igual entre los judíos y sus captores. Isaías dejó escritas sus enseñanzas, pero los hostiles e implacables sacerdotes hicieron todo lo posible por negar la autoría del joven predicador. Sin embargo, por puro respeto a su belleza y su grandeza, esta obra fue incorporada a los escritos del primer Isaías. Y así, los escritos del segundo Isaías constituyen los capítulos cuarenta al cincuenta y cinco inclusive del libro que lleva su mismo nombre.

97:7.5 (1068.5) Entre los tiempos de Maquiventa y los de Jesús, ningún profeta o maestro religioso alcanzó el alto concepto de Dios proclamado por Isaías segundo durante el cautiverio. El dios que proclamó este líder espiritual no era pequeño ni antropomorfo ni hecho por el hombre. «Contemplad, él levanta las islas como el polvo fino.» «Y como los cielos son más altos que la tierra, así son más altos mis caminos que vuestros caminos, y mis pensamientos más altos que vuestros pensamientos.»

97:7.6 (1069.1) Por fin pudo Maquiventa Melquisedec contemplar a maestros humanos que presentaban un Dios real a los mortales. Como hizo en su día el primer Isaías, este líder proclamaba a un Dios creador y sostenedor universal. «Yo hice la tierra y puse sobre ella al hombre. No la creé en vano; para que fuese habitada la creé.» «Yo soy el primero y yo soy el último, y fuera de mí no hay Dios.» Hablando del Señor Dios de Israel, este nuevo profeta dijo: «Los cielos se desvanecerán y la tierra envejecerá, pero mi justicia será para siempre y mi salvación, de generación en generación». «No temas porque yo estoy contigo; no desmayes porque yo soy tu Dios.» «No hay más Dios que yo; un Dios justo y un Salvador.»

97:7.7 (1069.2) Los cautivos judíos se sentían reconfortados, como se han sentido miles y miles de personas desde entonces, al escuchar palabras como: «Así dice el Señor: ‘'Yo te he creado, yo te he redimido, yo te he llamado por tu nombre; eres mío’». «Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo, ya que eres precioso a mis ojos.» «¿Puede una mujer olvidar a su niño de pecho sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Sí, ella puede olvidar, pero yo no olvidaré a mis hijos, pues he aquí que los he grabado en las palmas de mis manos; con la sombra de mi mano los he cubierto.» «Abandone el impío su camino y el hombre inicuo sus pensamientos; y vuélvase al Señor, que tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, que será amplio en perdonar.»

97:7.8 (1069.3) Escuchad otra vez el evangelio de esta nueva revelación del Dios de Salem: «Como un pastor apacentará su rebaño, en su brazo recogerá a los corderos, y en su seno los llevará. Él da fuerzas al fatigado, y al que no tiene fuerzas aumenta el vigor. Los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas; se remontarán con alas como las águilas; correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán».

97:7.9 (1069.4) Este Isaías propagó a gran escala un evangelio que ampliaba el concepto de un Yahvé supremo. Rivalizó con Moisés en la elocuencia con que describió al Señor Dios de Israel como Creador Universal. Fue poético en su descripción de los atributos infinitos del Padre Universal. Jamás se han vuelto a hacer declaraciones tan bellas sobre el Padre celestial. Junto con los salmos, los escritos de Isaías figuran entre las exposiciones más sublimes y verdaderas del concepto espiritual de Dios que hayan llegado nunca a oídos del hombre mortal antes de la venida de Miguel a Urantia. Ved su retrato de la Deidad: «Yo soy el alto y el sublime que habita la eternidad». «Yo soy el primero y yo soy el último, y fuera de mí no hay Dios.» «La mano del Señor no se ha acortado para salvar, ni se ha endurecido su oído para oír.» Este profeta benigno pero lleno de autoridad predicaba insistentemente sobre la constancia divina y la fidelidad de Dios, una doctrina nueva en el judaísmo. Declaró que «Dios no olvidaría, no abandonaría».

97:7.10 (1069.5) Este maestro audaz proclamó que el hombre estaba muy estrechamente relacionado con Dios cuando dijo: «A todos los llamados por mi nombre para gloria mía los creé, y proclamarán mi alabanza. Yo, yo soy el que borro tus transgresiones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados».

97:7.11 (1069.6) Ved cómo este gran hebreo echa por tierra el concepto de un Dios nacional mientras proclama gloriosamente la divinidad del Padre Universal, de quien dice: «Los cielos son mi trono y la tierra es mi escabel». El Dios de Isaías es santo, majestuoso, justo e inescrutable. El concepto del Yahvé airado, vengativo y celoso de los beduinos del desierto casi se ha desvanecido. En la mente del hombre mortal ha aparecido un concepto nuevo del Yahvé supremo y universal que ya nunca perderá de vista. Cuando cae en la cuenta de la existencia de una justicia divina empieza la destrucción de la magia primitiva y el miedo biológico. Por fin aparece ante el hombre un universo de ley y orden y un Dios universal de atributos fiables y finales.

97:7.12 (1070.1) Este predicador de un Dios superno no dejó nunca de proclamar al Dios de amor. «Habito en la altura y la santidad, también con el contrito y humilde de espíritu.» Este gran maestro dedicaba continuamente palabras de consuelo a sus contemporáneos: «Y el Señor te guiará continuamente y saciará tu alma. Serás como huerto regado y como manantial cuyas aguas nunca faltan. Cuando llegue el enemigo como torrente impetuoso, el espíritu del Señor levantará bandera contra él». Y volvieron a brillar una vez más el evangelio de Melquisedec destructor del miedo y la religión de Salem generadora de confianza para bendición de la humanidad.

97:7.13 (1070.2) Con su valentía y su amplitud de miras, Isaías logró eclipsar eficazmente al Yahvé nacionalista cuando describió de forma sublime la majestad y la omnipotencia universal del supremo Yahvé, Dios de amor, regidor del universo y Padre afectuoso de toda la humanidad. Desde aquellos días memorables el concepto más elevado de Dios en Occidente ha estado compuesto de justicia universal, misericordia divina y rectitud eterna. Con lenguaje elocuente y elegancia incomparable, este gran maestro retrató al Creador todopoderoso como Padre amantísimo.

97:7.14 (1070.3) Este profeta del cautiverio predicó a sus compatriotas y a gentes de muchas naciones junto al río de Babilonia. Este segundo Isaías hizo mucho por contrarrestar los numerosos conceptos equivocados y racialmente egoístas sobre la misión del Mesías prometido, aunque no lo logró del todo. Si los sacerdotes no se hubieran dedicado a cultivar un nacionalismo mal entendido, las enseñanzas de los dos Isaías habrían preparado el camino para reconocer y recibir al Mesías prometido.

8. La historia sagrada y la historia profana

97:8.1 (1070.4) La costumbre de considerar los anales de los hebreos como historia sagrada y los del resto del mundo como historia profana es responsable de mucha de la confusión que existe en la mente humana en cuanto a la interpretación de la historia. El problema radica en que no hay una historia secular de los judíos. Durante el exilio en Babilonia los sacerdotes construyeron su nuevo relato de las relaciones supuestamente milagrosas de Dios con los hebreos, la historia sagrada de Israel tal como figura en el Antiguo Testamento, y procedieron luego a la destrucción completa y sistemática de los archivos existentes sobre asuntos hebreos —libros como «Los Hechos de los Reyes de Israel» y «Los Hechos de los Reyes de Judá»— junto con varios otros documentos más o menos precisos de la historia hebrea.

97:8.2 (1070.5) Para entender por qué la presión abrumadora y la carga ineludible de la historia secular aterrorizaban a los judíos cautivos y gobernados por extranjeros hasta el punto de intentar reescribir y refundir completamente su historia, debemos examinar brevemente el relato de su desconcertante experiencia nacional. Cabe recordar que los judíos no lograron desarrollar una adecuada filosofía no teológica de la vida. Luchaban contra su concepto egipcio original de recompensas divinas por la rectitud unidas a atroces castigos por el pecado. La dramática historia de Job fue en cierto modo una protesta contra esa filosofía errónea. El claro pesimismo del Eclesiastés fue una reacción astuta ante esas creencias excesivamente optimistas en la Providencia.

97:8.3 (1071.1) Pero quinientos años de dominación por los gobernantes extranjeros eran demasiado incluso para los pacientes y sufridos judíos. Los profetas y los sacerdotes empezaron a clamar: «¿Hasta cuándo, oh Señor, hasta cuándo?». Cuando el judío honrado indagaba en las Escrituras su confusión iba en aumento. Un antiguo vidente prometía que Dios protegería y liberaría a su «pueblo elegido». Amós había amenazado con que Dios abandonaría a Israel a menos que se restablecieran los principios de rectitud nacional. El escriba del Deuteronomio había descrito la Gran Elección entre el bien y el mal, entre la bendición y la maldición. El primer Isaías había predicado sobre un rey libertador y bienhechor. Jeremías había proclamado una era de rectitud interior: la alianza escrita en las tablillas del corazón. El segundo Isaías habló de salvación por el sacrificio y la redención. Ezequiel proclamó la liberación mediante el servicio de la entrega y Esdras prometió prosperidad mediante la observancia de la ley. Pero a pesar de todo esto seguían cautivos y su liberación se aplazaba. Entonces Daniel presentó el drama de la «crisis» inminente: el derribo de la gran imagen y el establecimiento inmediato del reinado sempiterno de la rectitud, el reino mesiánico.

97:8.4 (1071.2) Todas esas falsas esperanzas provocaron tal grado de decepción y frustración racial en los judíos que sus líderes se obnubilaron hasta el punto de no lograr reconocer y aceptar poco después la misión y el ministerio de un Hijo divino del Paraíso cuando este vino a ellos a semejanza de carne mortal encarnado como Hijo del Hombre.

97:8.5 (1071.3) Todas las religiones modernas se han equivocado gravemente en sus intentos de dar una interpretación milagrosa a ciertas épocas de la historia humana. Aunque es cierto que Dios ha tendido muchas veces una mano paternal para intervenir providencialmente en la corriente de los asuntos humanos, es un error considerar los dogmas teológicos y las supersticiones religiosas como una sedimentación sobrenatural que aparece por intervención milagrosa en esta corriente de la historia humana. El hecho de que «los Altísimos rigen en los reinos de los hombres» no convierte la historia secular en lo que se ha dado en llamar historia sagrada.

97:8.6 (1071.4) Los autores del Nuevo Testamento y los escritores cristianos posteriores complicaron aún más la tergiversación de la historia hebrea con sus intentos bienintencionados de conferir trascendencia a los profetas judíos. Así, la historia hebrea ha sido explotada desastrosamente tanto por los escritores judíos como por los cristianos. La historia hebrea secular ha sido completamente dogmatizada. Se ha convertido en una ficción de historia sagrada y se ha vinculado inextricablemente a los conceptos morales y las enseñanzas religiosas de las llamadas naciones cristianas.

97:8.7 (1071.5) Una breve enumeración de los puntos destacados de la historia hebrea ilustrará cómo los sacerdotes judíos alteraron en Babilonia los hechos contenidos en los archivos hasta el punto de convertir la historia secular corriente de su pueblo en una historia sagrada ficticia.

9. La historia hebrea

97:9.1 (1071.6) Nunca hubo doce tribus de israelitas; solo tres o cuatro tribus se asentaron en Palestina. La nación hebrea nació como resultado de la unión de los llamados israelitas y los cananeos. «Y los hijos de Israel habitaron entre los cananeos. Tomaron a sus hijas por esposas y dieron a sus hijas a los hijos de ellos.» Los hebreos nunca expulsaron a los cananeos de Palestina, y sin embargo los sacerdotes no vacilaron en afirmar que lo hicieron en sus crónicas sobre estos hechos.

97:9.2 (1071.7) La consciencia israelita tuvo su origen en la región montañosa de Efraín; la consciencia judía se originó más tarde en el clan meridional de Judá. Los judíos (los judaítas) buscaron siempre denigrar y ennegrecer el historial de los israelitas del norte (los efrainitas).

97:9.3 (1072.1) La pretenciosa historia hebrea comienza cuando Saúl reunió a los clanes del norte para resistir a un ataque de los amonitas contra los galaaditas, una tribu hermana, al este del Jordán. Con poco más de tres mil hombres derrotó al enemigo, y tras esta hazaña fue proclamado rey por las tribus de las colinas. Cuando los sacerdotes exiliados reescribieron esta historia elevaron el ejército de Saúl a 330 000 y añadieron «Judá» a la lista de tribus que participaron en la batalla.

97:9.4 (1072.2) Tras la victoria sobre los amonitas Saúl fue elegido rey en el acto por aclamación popular de sus tropas. Ningún sacerdote ni profeta intervino en este asunto. Sin embargo los sacerdotes dejaron constancia en las crónicas posteriores de que Saúl había sido coronado rey por el profeta Samuel siguiendo instrucciones divinas. Hicieron esto con vistas a establecer una «línea divina de ascendencia» para el reinado judaíta de David.

97:9.5 (1072.3) Pero la mayor tergiversación de la historia judía se centró en torno a David. La victoria de Saúl sobre los amonitas (que él atribuyó a Yahvé) alarmó a los filisteos, que empezaron a atacar a los clanes del norte. David y Saúl nunca pudieron ponerse de acuerdo. David se incorporó con seiscientos hombres a la alianza filistea y subió por la costa hacia Esdraelón. En Gat los filisteos lo expulsaron de su bando por miedo a que se pasara a las filas de Saúl. David se retiró; los filisteos atacaron y derrotaron a Saúl, cosa que no habría ocurrido si David hubiera sido leal a Israel. El ejército de David era una cuadrilla políglota de descontentos compuesta mayoritariamente por inadaptados sociales y fugitivos de la justicia.

97:9.6 (1072.4) La trágica derrota de Saúl en Gilboa a manos de los filisteos rebajó la categoría de Yahvé entre los dioses a ojos de los vecinos cananeos. Semejante derrota se habría achacado normalmente a una apostasía de Yahvé por parte de Saúl, pero esta vez los redactores judaítas la atribuyeron a errores de ritual. Necesitaban la tradición de Saúl y Samuel como antecedente del reinado de David.

97:9.7 (1072.5) David estableció el cuartel general de su pequeño ejército en la ciudad no hebrea de Hebrón. Sus compatriotas no tardaron en proclamarlo rey de Judá. El nuevo reino de Judá estaba formado principalmente por elementos no hebreos: kenitas, calebitas, jebuseos y otros cananeos. Eran nómadas —pastores— y por lo tanto partidarios del concepto hebreo de la propiedad de la tierra. Su ideología era la de los clanes del desierto.

97:9.8 (1072.6) La diferencia entre la historia sagrada y la profana queda bien ilustrada en los dos relatos diferentes sobre la entronización de David que aparecen en el Antiguo Testamento. Los sacerdotes se olvidaron de borrar una parte del relato secular que describe cómo fue elegido rey por sus seguidores inmediatos (su ejército) y elaboraron seguidamente la larga versión convencional de la historia sagrada. Esta segunda versión describe cómo el profeta Samuel, por indicación divina, seleccionó a David entre sus hermanos, procedió formalmente a ungirlo rey de los hebreos mediante elaboradas y solemnes ceremonias y luego lo proclamó sucesor de Saúl.

97:9.9 (1072.7) Más de una vez los sacerdotes, después de fabricar sus narraciones ficticias sobre las relaciones milagrosas de Dios con Israel, se olvidaban de borrar del todo los hechos simples y objetivos recogidos en las crónicas anteriores.

97:9.10 (1072.8) David buscó ascender políticamente casándose primero con la hija de Saúl, luego con la viuda de Nabal, el rico edomita, y luego con la hija de Talmai, el rey de Geshur. Tomó seis esposas entre las mujeres de Jebús, sin contar a Betsabé, la esposa del hitita.

97:9.11 (1073.1) Por esos métodos y con esa gente, David construyó la ficción de un reino divino en Judá como sucesor de la herencia y las tradiciones del reino del norte del Israel efraimita que estaba en vías de desaparición. La tribu de Judá de David era cosmopolita, más gentil que judía; sin embargo los ancianos oprimidos de Efraín bajaron y «lo ungieron rey de Israel». A raíz de una amenaza militar, David hizo un pacto con los jebuseos y estableció su capital del reino unido en Jebús (Jerusalén), una ciudad fuertemente amurallada situada a medio camino entre Judá e Israel. Esto provocó a los filisteos, que no tardaron en atacar a David y fueron derrotados tras una feroz batalla. Así quedó restablecido Yahvé como «el Señor Dios de los ejércitos».

97:9.12 (1073.2) Pero Yahvé tenía que compartir forzosamente algo de esta gloria con los dioses cananeos puesto que el grueso del ejército de David no era hebreo. Por eso aparece en vuestras escrituras esta declaración reveladora que los redactores judaítas pasaron por alto: «Irrumpió Yahvé contra mis enemigos delante de mí. Por eso llamó a aquel lugar Baal-Perazim». Se hizo así porque el ochenta por ciento de los soldados de David eran baalitas.

97:9.13 (1073.3) David sostenía que Saúl había sido derrotado en Gilboa por haber atacado la ciudad cananea de Gabaón, cuyo pueblo tenía un tratado de paz con los efrainitas, y que por este motivo lo había abandonado Yahvé. Ya en los tiempos de Saúl, David había defendido la ciudad cananea de Keila contra los filisteos, y luego estableció su capital en una ciudad cananea. Como parte de su política contemporizadora con los cananeos, David entregó a siete de los descendientes de Saúl a los gabaonitas para que los ahorcaran.

97:9.14 (1073.4) Después de derrotar a los filisteos David tomó posesión del «arca de Yahvé», la trajo a Jerusalén e instauró oficialmente el culto a Yahvé en su reino. Acto seguido impuso gravosos tributos a las tribus vecinas: edomitas, moabitas, amonitas y sirios.

97:9.15 (1073.5) La corrupta maquinaria política de David empezó a tomar posesión personal de las tierras del norte en contra de lo establecido por los usos y costumbres hebreos, y no tardó en adjudicarse el control de los aranceles de las caravanas recaudados anteriormente por los filisteos. Luego se sucedieron una serie de atrocidades que culminaron en el asesinato de Urías. Todas las apelaciones judiciales se fallaban en Jerusalén; «los ancianos» ya no podían administrar justicia. No es de extrañar que estallara una rebelión. Hoy en día muchos llamarían demagogo a Absalón; su madre era cananea. Había media docena de aspirantes al trono además de Salomón, el hijo de Betsabé.

97:9.16 (1073.6) Tras la muerte de David Salomón purgó la maquinaria política de todas las influencias del norte, pero mantuvo la tiranía y los impuestos del régimen de su padre. Salomón arruinó a la nación con su fastuosa corte y su ambicioso programa de edificaciones, entre ellas la casa del Líbano, el palacio de la hija del faraón, el templo de Yahvé, el palacio del rey y la restauración de las murallas de muchas ciudades. Salomón creó una importante flota hebrea manejada por marineros sirios que comerciaba con todo el mundo. Tenía un harén de casi mil mujeres.

97:9.17 (1073.7) Para entonces el templo de Yahvé en Silo estaba desacreditado y todo el culto de la nación se centraba en la espléndida capilla real de Jebús. El reino del norte se inclinaba cada vez más por volver a adorar a Elohim. Gozaban del favor de los faraones, que esclavizarían más tarde a Judá y pondrían el reino del sur bajo tributo.

97:9.18 (1073.8) Hubo altibajos, guerras entre Israel y Judá. Tras cuatro años de guerra civil y tres dinastías, Israel cayó bajo el dominio de los déspotas de la ciudad que empezaron a comerciar con la tierra. Incluso el rey Omri intentó comprar la hacienda de Sémer. Cuando Salmanasar III decidió controlar la costa mediterránea, el final era inminente. El rey Acab de Efraín reunió a otros diez grupos y resistió en Karkar. La batalla quedó en tablas: se detuvo al asirio pero los aliados quedaron diezmados. Esta gran contienda ni siquiera se menciona en el Antiguo Testamento.

97:9.19 (1074.1) Surgieron nuevas dificultades cuando el rey Acab intentó comprar tierras a Nabot. Su esposa fenicia falsificó el nombre de Acab en los documentos que ordenaban la confiscación de las tierras de Nabot, acusado de blasfemar contra los nombres «de Elohim y del rey». Él y sus hijos fueron ejecutados en el acto. Entonces entró Elías en escena para denunciar enérgicamente a Acab por el asesinato de los Nabot. Así fue como Elías, uno de los profetas más grandes, se erigió en defensor de los viejos usos y costumbres sobre la tierra frente a la práctica baalita de comerciar con las tierras y frente a los intentos de las ciudades por dominar el campo. Pero la reforma no tuvo éxito hasta que el terrateniente Jehú se alió con el cacique gitano Jonadab para destruir a los profetas (agentes inmobiliarios) de Baal en Samaria.

97:9.20 (1074.2) Hubo un resurgir cuando Joás y su hijo Jeroboán liberaron Israel de sus enemigos. Imperaba por entonces en Samaria una aristocracia de bandidos cuyos expolios rivalizaban con los de la dinastía davídica de antaño. El Estado y la Iglesia iban juntos de la mano. Ante sus intentos de abolir la libertad de expresión, Elías, Amós y Oseas empezaron a escribir en secreto, y este fue el comienzo real de las Biblias judía y cristiana.

97:9.21 (1074.3) El reino del norte no desapareció de la historia hasta que el rey de Israel conspiró con el rey de Egipto y se negó a seguir pagando tributos a Asiria. Empezó entonces un asedio de tres años seguido por la dispersión total del reino del norte. Así desapareció Efraín (Israel). Judá —los judíos, los «restos de Israel»— había empezado a concentrar tierras en manos de unos pocos «sumando casa con casa y campo con campo», como decía Isaías. Muy pronto hubo en Jerusalén un templo de Baal junto al templo de Yahvé. Este reinado del terror terminó con una revuelta monoteísta liderada por el rey niño Joás, que hizo campaña en favor de Yahvé durante treinta y cinco años.

97:9.22 (1074.4) El siguiente rey, Amasías, tuvo conflictos con los contribuyentes edomitas rebeldes y sus vecinos. Después de una señalada victoria decidió atacar a sus vecinos del norte y fue derrotado con la misma contundencia. Entonces la gente del campo se sublevó; asesinaron al rey y pusieron en el trono a su hijo de dieciséis años. Este fue Azarías, llamado Uzías por Isaías. Después de Uzías las cosas fueron de mal en peor, y Judá subsistió durante cien años a base de pagar tributos a los reyes de Asiria. El primer Isaías les dijo que Jerusalén, por ser la ciudad de Yahvé, jamás caería. Pero Jeremías no dudó en anunciar su caída.

97:9.23 (1074.5) La verdadera ruina de Judá la provocó una red corrupta de políticos ricos durante el reinado del rey niño Manasés. Los cambios económicos favorecieron el retorno al culto a Baal, cuyas transacciones privadas con las tierras eran contrarias a la ideología de Yahvé. La caída de Asiria y el ascendiente de Egipto contribuyeron a la liberación temporal de Judá, y la gente del campo se hizo con el poder. Bajo el reinado de Josías desmantelaron la red de políticos corruptos de Jerusalén.

97:9.24 (1074.6) Pero esta era terminó en tragedia cuando Josías tuvo el atrevimiento de salir a interceptar al poderoso ejército de Necao que subía por la costa desde Egipto para ayudar a Asiria contra Babilonia. Fue aniquilado, y Judá quedó bajo tributo a Egipto. El partido político Baal volvió al poder en Jerusalén y así empezó la verdadera esclavitud egipcia. Seguidamente los políticos baalitas se hicieron con el control del clero y de los tribunales. El culto a Baal era un sistema económico y social centrado en los derechos de propiedad y relacionado también con la fertilidad del suelo.

97:9.25 (1075.1) Tras el derrocamiento de Necao por Nabucodonosor, Judá cayó bajo el dominio de Babilonia, y aunque le concedieron diez años de gracia, no tardó en rebelarse. Ante el ataque inminente de Nabucodonosor, los judaítas pusieron en marcha reformas sociales (como la liberación de esclavos) para influir en Yahvé. Cuando el ejército babilonio se retiró temporalmente los hebreos se felicitaron creyendo que la virtud mágica de las reformas los había salvado. Fue entonces cuando Jeremías les anunció la catástrofe que se avecinaba, y poco después volvía Nabucodonosor.

97:9.26 (1075.2) Así llegó Judá a su repentino final. La ciudad fue destruida y la población deportada a Babilonia. El cautiverio puso fin a la lucha entre Yahvé y Baal, y la conmoción de la cautividad condujo al resto de Israel al monoteísmo.

97:9.27 (1075.3) En Babilonia los judíos llegaron a la conclusión de que no podían subsistir en Palestina como un pequeño colectivo con costumbres sociales y económicas propias y peculiares, y comprendieron que para hacer prevalecer su ideología tenían que convertir a los gentiles. Surgió así su nuevo concepto del destino: la idea de que los judíos debían convertirse en los servidores elegidos de Yahvé. La religión judía del Antiguo Testamento evolucionó realmente en Babilonia durante el cautiverio.

97:9.28 (1075.4) La doctrina de la inmortalidad también se formó en Babilonia. Los judíos habían considerado hasta entonces que la idea de una vida futura restaba fuerza a su evangelio de justicia social. En Babilonia la teología desplazó por primera vez a la economía y la sociología. La religión empezaba a tomar forma como sistema de pensamiento y comportamiento humano cada vez más independiente de la política, la sociología y la economía.

97:9.29 (1075.5) Y así, la verdad sobre el pueblo judío demuestra que mucho de lo que se ha dado en llamar historia sagrada resulta ser poco más que la crónica de una historia profana común y corriente. El judaísmo fue el terreno donde brotó el cristianismo, pero los judíos no fueron ningún pueblo milagroso.

10. La religión hebrea

97:10.1 (1075.6) Los líderes de los israelitas les habían enseñado que eran un pueblo elegido, no como privilegio ni monopolio del favor divino sino para el servicio especial de llevar la verdad del Dios único y supremo a todas las naciones. Y habían prometido a los judíos que si cumplían con este destino se convertirían en los líderes espirituales de todos los pueblos y que el Mesías venidero reinaría sobre ellos y sobre todo el mundo como Príncipe de la Paz.

97:10.2 (1075.7) Cuando los judíos fueron liberados por los persas, regresaron a Palestina para caer en la esclavitud de su propio código de leyes, sacrificios y ritos dominado por los sacerdotes. Igual que los clanes hebreos rechazaron la maravillosa historia de Dios presentada por Moisés en su alocución de despedida y prefirieron los ritos de sacrificio y penitencia, estos supervivientes de la nación hebrea rechazaron el magnífico concepto del segundo Isaías y prefirieron las reglas, reglamentos y ritos de su creciente clero.

97:10.3 (1075.8) El egotismo nacional, la fe falsa en un concepto errado del Mesías prometido y la creciente esclavización por parte de un clero tiránico silenciaron para siempre las voces de los líderes espirituales (excepto Daniel, Ezequiel, Hageo y Malaquías). A partir de entonces y hasta los tiempos de Juan el Bautista, el retroceso espiritual fue constante en todo Israel. Pero los judíos no perdieron nunca el concepto del Padre Universal; han mantenido esta concepción de la Deidad incluso hasta el siglo veinte después de Cristo.

97:10.4 (1076.1) Desde Moisés hasta Juan el Bautista, una línea ininterrumpida de fieles maestros pasó la antorcha de la luz monoteísta de generación en generación, al tiempo que reprendían sin cesar a los dirigentes sin escrúpulos, denunciaban la comercialización del clero y exhortaban a todos a adorar al Yahvé supremo, el Señor Dios de Israel.

97:10.5 (1076.2) Los judíos perdieron con el tiempo su identidad política como nación, pero la religión hebrea de creencia sincera en el Dios único y universal sigue viva en el corazón de los exiliados dispersos. Y esta religión sobrevive porque ha cumplido eficazmente su función de conservar los valores más altos de sus seguidores. La religión judía preservó los ideales de un pueblo, aunque no logró fomentar el progreso ni estimular el descubrimiento filosófico creativo en los ámbitos de la verdad. La religión judía tenía muchos defectos —era deficiente en filosofía y pobre en cualidades estéticas— pero conservó los valores morales y por eso perduró. El Yahvé supremo, comparado con otros conceptos de la Deidad, era claro, vívido, personal y moral.

97:10.6 (1076.3) Los judíos amaban la justicia, la sabiduría, la verdad y la rectitud como pocos pueblos, pero fueron los que menos contribuyeron a la comprensión intelectual y espiritual de estas cualidades divinas. Aunque la teología hebrea se negó a crecer, desempeñó un papel importante en el desarrollo de otras dos religiones mundiales: el cristianismo y el mahometismo.

97:10.7 (1076.4) La religión judía perduró también gracias a sus instituciones. Es difícil que una religión sobreviva como práctica privada de individuos aislados. Los líderes religiosos han cometido siempre el mismo error: al ver los males de la religión institucionalizada intentan destruir las técnicas de funcionamiento grupal. En lugar de destruir todo el ritual harían mejor en reformarlo. Ezequiel fue más sabio que sus contemporáneos en este sentido, pues predicaba la responsabilidad moral personal igual que ellos pero insitía al mismo tiempo en la observancia fiel de un ritual purificado y superior.

97:10.8 (1076.5) Y así, los sucesivos maestros de Israel realizaron la mayor hazaña de la historia de la evolución de la religión en Urantia: la transformación gradual pero continua del concepto bárbaro de Yahvé como demonio salvaje —el dios espíritu celoso y cruel del fulminante volcán del Sinaí— en el posterior concepto sublime y superno del Yahvé supremo, creador de todas las cosas y Padre amoroso y misericordioso de toda la humanidad. Este concepto hebraico de Dios constituyó la imagen humana más elevada del Padre Universal durante mucho tiempo, hasta que fue ampliada y desarrollada con singular excelencia por las enseñanzas personales y el ejemplo de vida de su Hijo, Miguel de Nebadon.

97:10.9 (1076.6) [Presentado por un Melquisedec de Nebadon.]

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