Documento 88 - Los fetiches, los amuletos y la magia

   
   Números de párrafo: Activar | Desactivar
Versión para imprimirVersión para imprimir

El libro de Urantia

Documento 88

Los fetiches, los amuletos y la magia

88:0.1 (967.1) EL concepto de un espíritu que se introduce en un objeto inanimado, en un animal o en un ser humano es una creencia muy antigua y respetable que ha prevalecido desde que empezó a evolucionar la religión. Esta doctrina de la posesión por los espíritus no es ni más ni menos que el fetichismo. El salvaje no adora necesariamente al fetiche; como es lógico, adora y venera al espíritu que reside en él.

88:0.2 (967.2) Al principio se creía que el espíritu de un fetiche era el fantasma de un hombre muerto; más tarde, se supuso que en los fetiches residían espíritus superiores. Y así, todas las ideas primitivas sobre fantasmas, almas, espíritus y posesión diabólica acabaron por incorporarse al culto a los fetiches.

1. La creencia en los fetiches

88:1.1 (967.3) El hombre primitivo tenía tendencia a convertir todo lo extraordinario en fetiche, de modo que el azar dio origen a muchos fetiches. Un hombre está enfermo, pasa algo y se cura. Ocurre lo mismo con la reputación de muchos medicamentos y métodos casuales de tratar las enfermedades. Los objetos relacionados con los sueños podían acabar convirtiéndose en fetiches. Se convirtieron en fetiches los volcanes pero no las montañas, los cometas pero no las estrellas. Los primeros hombres consideraban que las estrellas fugaces y los meteoritos señalaban la llegada de espíritus visitantes especiales al planeta.

88:1.2 (967.4) Los primeros fetiches fueron guijarros con marcas peculiares, y el hombre lleva buscando «piedras sagradas» desde entonces. Un collar de cuentas era en otro tiempo una colección de piedras sagradas, una sarta de amuletos. Muchas tribus tenían piedras fetiche, pero pocas han sobrevivido como lo han hecho la Kaaba y la Piedra de Scone. Entre los primeros fetiches estaban también el fuego y el agua, y aún sobreviven el culto al fuego y la creencia en el agua bendita.

88:1.3 (967.5) Los árboles fetiche aparecieron más tarde, pero entre algunas tribus estaba tan arraigado el culto a la naturaleza que condujo a la creencia en amuletos habitados por algún tipo de espíritu de la naturaleza. Cuando las plantas y las frutas se convertían en fetiches eran tabú como comida. La manzana fue una de las primeras frutas que entró en esa categoría; los pueblos levantinos no la comían jamás.

88:1.4 (967.6) Si un animal comía carne humana se convertía en fetiche. Así fue como el perro llegó a ser el animal sagrado de los parsis. Si el fetiche es un animal y el fantasma reside en él de forma permanente, el fetichismo puede rayar en la reencarnación. Los salvajes envidiaban a los animales en muchos aspectos; no se sentían superiores a ellos y se ponían muchas veces el nombre de su animal favorito.

88:1.5 (967.7) Cuando los animales se convirtieron en fetiches aparecieron los tabúes sobre comer carne de animal fetiche. Por su semejanza con el hombre, los simios y los monos se volvieron pronto animales fetiche; más tarde recibieron la misma consideración las serpientes, los pájaros y los cerdos. En un momento dado fue fetiche la vaca, su leche era tabú y sus excrementos muy estimados. La serpiente fue venerada en Palestina sobre todo por los fenicios que, junto con los judíos, consideraban que era la portavoz de los espíritus malignos. Incluso muchos modernos creen en los poderes de encantamiento de los reptiles. La serpiente ha sido venerada desde Arabia, pasando por la India, hasta la danza de la serpiente de los hombres rojos de la tribu moqui.

88:1.6 (968.1) Ciertos días de la semana eran fetiche. Durante mucho tiempo se ha considerado el viernes como el día de la mala suerte y el trece como número nefasto. La consideración del tres y el siete como números afortunados procede de revelaciones posteriores. El número de la suerte de los hombres primitivos era el cuatro porque reconocieron desde muy pronto los cuatro puntos cardinales. Se consideraba que contar el ganado u otras posesiones traía mala suerte; los antiguos se oponían siempre a los censos, a «numerar a la gente».

88:1.7 (968.2) El hombre primitivo no estableció un fetichismo indebido en torno al sexo y solo prestó una atención limitada a la función reproductora. El salvaje tenía una mentalidad natural, ni obscena ni lasciva.

88:1.8 (968.3) La saliva era un fetiche muy potente; se podía expulsar a los demonios de una persona escupiendo sobre ella. Que un anciano o un superior le escupiera a uno era el mayor cumplido. Algunas partes del cuerpo humano se consideraban fetiches potenciales, sobre todo el pelo y las uñas. Las largas uñas que se dejaban crecer los jefes eran muy valoradas, y sus recortes se convertían en poderosos fetiches. También eran fetiche las calaveras, y esta creencia explica gran parte de la actividad posterior de los cazadores de cabezas. El cordón umbilical era un fetiche muy apreciado y sigue siéndolo en África a día de hoy. El primer juguete de la humanidad fue un cordón umbilical conservado. Engarzado con perlas según la costumbre de entonces, fue el primer collar del hombre.

88:1.9 (968.4) Los niños jorobados y tullidos eran considerados como fetiches. Se creía que los lunáticos estaban afectados por la luna. Los hombres primitivos eran incapaces de distinguir entre locura y genialidad; a los idiotas o bien los mataban a golpes o bien los veneraban como personalidades fetiche. La histeria confirmó cada vez más la creencia popular en la brujería; a menudo los epilépticos eran sacerdotes y curanderos. La embriaguez se interpretaba como una forma de posesión por los espíritus; cuando el salvaje se iba de juerga se ponía una hoja en el pelo para indicar que no era responsable de sus actos. Los venenos y las sustancias embriagantes se convirtieron en fetiches; se consideraba que estaban poseídos.

88:1.10 (968.5) Mucha gente consideraba a los genios como personalidades fetiche poseídas por un espíritu sabio. Esos hombres de talento aprendieron pronto a recurrir al fraude y el engaño para promover sus intereses egoístas. Se creía que un hombre fetiche era más que humano; era divino, incluso infalible. Así fue como los jefes, los reyes, los sacerdotes, los profetas y los dirigentes de la Iglesia fueron acumulando un gran poder y acabaron ejerciendo una autoridad sin límites.

2. La evolución del fetichismo

88:2.1 (968.6) Se suponía que los fantasmas preferían morar dentro de un objeto que les había pertenecido cuando vivían en la carne. Esta creencia explica la eficacia de muchas reliquias modernas. Los antiguos veneraban siempre los huesos de sus líderes, y muchos siguen mostrando hoy en día un supersticioso respeto hacia los restos óseos de los héroes y los santos. Incluso siguen peregrinando a las tumbas de los grandes hombres.

88:2.2 (968.7) La creencia en las reliquias es producto del antiguo culto a los fetiches. Las reliquias de las religiones modernas representan un intento de racionalizar los fetiches del salvaje y elevarlos a un lugar digno y respetable dentro de los sistemas religiosos modernos. Se considera paganismo creer en la magia y los fetiches, en cambio las reliquias y los milagros están bien vistos.

88:2.3 (969.1) El hogar —la chimenea— adquirió cierto carácter de fetiche y se convirtió en un lugar sagrado. Los santuarios y los templos fueron al principio lugares fetiche porque en ellos se enterraba a los muertos. Moisés elevó de categoría la cabaña fetiche de los hebreos al convertirla en el lugar donde se alojaba un superfetiche: el concepto que existía entonces de la ley de Dios. Pero los israelitas no abandonaron nunca la peculiar creencia cananea en los altares de piedra: «Y esta piedra que he erigido como pilar será la casa de Dios». Creían verdaderamente que el espíritu de su Dios moraba en esos altares de piedra que eran en realidad fetiches.

88:2.4 (969.2) Las primeras imágenes se fabricaron para conservar el aspecto y la memoria de los muertos ilustres; eran en realidad monumentos. Los ídolos fueron un refinamiento del fetichismo. Los primitivos creían que una ceremonia de consagración hacía que el espíritu se introdujera en la imagen; del mismo modo, ciertos objetos se convertían en amuletos cuando se bendecían.

88:2.5 (969.3) Cuando Moisés añadió el segundo mandamiento al antiguo código moral de Dalamatia, intentaba controlar la adoración a los fetiches entre los hebreos. Les ordenó cuidadosamente que no fabricaran ningún tipo de imagen que se pudiera consagrar como fetiche y lo dejó muy claro: «No haréis imágenes talladas ni ningún retrato de nada que esté arriba en el cielo, o abajo en la tierra o en las aguas de la tierra». Este mandamiento contribuyó mucho a retrasar el arte entre los judíos, pero redujo efectivamente el culto a los fetiches. Moisés era demasiado sabio para intentar abolir repentinamente los fetiches de antaño, y por eso consintió en que se colocaran ciertas reliquias junto a la ley en esa combinación de altar de guerra y santuario religioso que era el arca.

88:2.6 (969.4) Las palabras acabaron por convertirse en fetiches, sobre todo las consideradas como palabras de Dios. Y así, los libros sagrados de muchas religiones se han convertido en prisiones fetichistas que encarcelan la imaginación espiritual del hombre. El propio esfuerzo de Moisés contra el fetichismo se convirtió en un fetiche supremo; su mandamiento se utilizó más tarde para anquilosar el arte y retrasar la adoración y el disfrute de lo bello.

88:2.7 (969.5) En tiempos pasados la autoridad de la palabra fetiche era una doctrina que inspiraba miedo, era el más terrible de todos los tiranos que esclavizan a los hombres. Un fetiche doctrinal conducirá al hombre mortal a arrojarse a las garras de la intolerancia, el fanatismo, la superstición, la intransigencia y las crueldades bárbaras más atroces. El respeto moderno por la sabiduría y la verdad no es más que una huida reciente desde la tendencia a fabricar fetiches hacia niveles superiores de pensamiento y razonamiento. En cuanto a las recopilaciones de escritos fetiche que diversas personas religiosas consideran como libros sagrados, no solo se cree que lo que está en el libro es verdad, sino también que todas las verdades están contenidas en el libro. Si da la casualidad de que uno de esos libros sagrados afirma que el planeta es plano, muchas generaciones de hombres y mujeres por lo demás sensatos se negarán a aceptar las pruebas concluyentes de que el planeta es redondo.

88:2.8 (969.6) La costumbre de abrir uno de esos libros sagrados y leer un pasaje al azar cuya interpretación pudiera condicionar importantes decisiones o proyectos de vida no es ni más ni menos que puro fetichismo. Prestar juramento sobre un «libro sagrado» o jurar por algún objeto de veneración suprema es una forma de fetichismo refinado.

88:2.9 (969.7) Sin embargo supone un progreso evolutivo real haber avanzado desde el miedo fetichista a los recortes de uñas de un jefe salvaje hasta la adoración a una espléndida colección de cartas, leyes, leyendas, alegorías, mitos, poemas y crónicas que reflejan al fin y al cabo la sabiduría moral cribada de muchos siglos, al menos hasta el momento de su recopilación como «libro sagrado».

88:2.10 (970.1) Para convertirse en fetiches las palabras tenían que ser consideradas como inspiradas. Invocar escritos supuestamente inspirados por la divinidad condujo directamente a establecer la autoridad de la Iglesia, mientras que la evolución de las formas civiles cristalizó en la autoridad del Estado.

3. El totemismo

88:3.1 (970.2) El fetichismo formó parte de todos los cultos primitivos desde las primeras creencias en piedras sagradas, pasando por la idolatría, el canibalismo y la adoración a la naturaleza, hasta el totemismo.

88:3.2 (970.3) El totemismo es una combinación de prácticas sociales y religiosas. Se creyó inicialmente que al honrar al animal totémico que era el supuesto antecesor biológico del grupo la provisión de alimentos quedaba asegurada. Los tótems eran al mismo tiempo símbolos del grupo y de su dios. Dicho dios era el clan personificado. El totemismo fue una fase del intento de socializar una religión que por lo demás era personal. El tótem se transformó con el tiempo en la bandera o el símbolo nacional de los diversos pueblos modernos.

88:3.3 (970.4) Una bolsa fetiche o bolsa medicinal era un saquito que contenía un surtido acreditado de artículos impregnados por fantasmas. El curandero de antaño no permitía nunca que su bolsa, el símbolo de su poder, tocara el suelo. Los pueblos civilizados del siglo veinte se aseguran de que su bandera, el emblema de la consciencia nacional, tampoco toque nunca el suelo.

88:3.4 (970.5) Las insignias de los cargos sacerdotales y reales se consideraron a la larga como fetiches. El fetiche del Estado supremo ha pasado por muchas etapas de desarrollo, del clan a la tribu, del feudalismo a la soberanía, del tótem a la bandera. Los reyes fetiche han regido por «derecho divino», y han prevalecido otras muchas formas de gobierno. El hombre ha hecho también un fetiche de la democracia, de la exaltación y adoración de las ideas del hombre común cuando se llaman colectivamente «opinión pública». La opinión aislada de un hombre no se valora gran cosa, pero cuando muchos hombres funcionan colectivamente como democracia, ese mismo juicio mediocre se tiene por árbitro de la justicia y referente de la rectitud.

4. La magia

88:4.1 (970.6) El hombre civilizado afronta los problemas de un entorno real a través de su ciencia. El hombre salvaje intentaba solucionar los problemas reales de un entorno ilusorio de fantasmas mediante la magia. La magia era la técnica de manipulación de un supuesto entorno de espíritus cuyas maquinaciones explicaban constantemente lo inexplicable; era el arte de conseguir la cooperación voluntaria de los espíritus y de forzar su ayuda involuntaria mediante la utilización de fetiches o de otros espíritus más poderosos.

88:4.2 (970.7) El objetivo de la magia, la hechicería y la nigromancia era doble:

88:4.3 (970.8) 1. Conseguir una mejor visión del futuro.

88:4.4 (970.9) 2. Influir favorablemente en el entorno.

88:4.5 (970.10) Los objetivos de la ciencia son idénticos a los de la magia. La humanidad está progresando de la magia a la ciencia no mediante la razón y la meditación, sino más bien a través de una larga experiencia gradual y dolorosa. El hombre va caminando marcha atrás hacia la verdad: empieza en el error, progresa en el error y alcanza finalmente el umbral de la verdad. Solo se ha puesto a mirar hacia adelante con la llegada del método científico. Pero el hombre primitivo tenía que experimentar o perecer.

88:4.6 (970.11) La fascinación de las primeras supersticiones fue la madre de la curiosidad científica posterior. Había una emoción dinámica progresiva —mezcla de miedo y curiosidad— en las supersticiones primitivas; había un poder impulsor progresivo en la magia de antaño. Aquellas supersticiones reflejaban la aparición del deseo humano de conocer y controlar el entorno planetario.

88:4.7 (971.1) La magia adquirió un control tan fuerte sobre el salvaje porque este no podía captar el concepto de muerte natural. La idea posterior del pecado original contribuyó mucho a debilitar el dominio de la magia sobre la raza porque explicaba la muerte natural. No era raro en su día que diez personas inocentes fueran ejecutadas por su supuesta responsabilidad en una muerte natural. Esta fue una de las causas de que los pueblos antiguos no crecieran más rápido, y sigue ocurriendo en algunas tribus africanas. El individuo acusado solía confesarse culpable aun sabiendo que se enfrentaba a la muerte.

88:4.8 (971.2) La magia es natural para el salvaje. Cree que se puede matar realmente a un enemigo practicando hechicerías sobre recortes de su pelo o de sus uñas. Las muertes por mordedura de serpiente se atribuían a la magia del hechicero. La dificultad para combatir la magia radica en el hecho de que el miedo puede matar. Los primitivos temían tanto a la magia que esta llegaba a matar, y esos resultados eran suficientes para confirmarlos en su creencia errónea. En caso de fracaso había siempre alguna explicación plausible; cuando la magia fallaba, el remedio era más magia.

5. Los amuletos mágicos

88:5.1 (971.3) Puesto que todo lo relacionado con el cuerpo se podía convertir en fetiche, la magia más primitiva utilizó mucho el pelo y las uñas. El secreto que acompaña a todo lo que el cuerpo elimina nació del miedo a que un enemigo pudiera apoderarse de algo proveniente del cuerpo y emplearlo en magia perjudicial, por eso se enterraban cuidadosamente todos los excrementos del cuerpo. Se evitaba escupir en público por miedo a que la saliva fuera utilizada para hacer magia dañina; la saliva se tapaba siempre. Incluso los restos de comida, la ropa y los adornos se podían convertir en instrumentos de magia. El salvaje no dejaba nunca restos de su comida en la mesa. Y todo esto se hacía por miedo a que los enemigos utilizaran estas cosas en ritos mágicos, no porque se apreciara el valor higiénico de estas costumbres.

88:5.2 (971.4) Los amuletos mágicos se fabricaban a partir de una gran diversidad de cosas como carne humana, zarpas de tigre, dientes de cocodrilo, semillas de plantas venenosas, veneno de serpiente o cabello humano. Los huesos de los muertos eran muy mágicos. Incluso el polvo de las pisadas se podía usar para hacer magia. Los antiguos creían mucho en los amuletos de amor. La sangre y otras secreciones corporales eran capaces de asegurar la influencia mágica del amor.

88:5.3 (971.5) Se suponía que las imágenes tenían eficacia mágica. Se fabricaban efigies y se creía que la persona real experimentaría los efectos de los malos o buenos tratos que se dieran a su imagen. Cuando las personas supersticiosas iban a comprar algo, masticaban un trozo de madera dura para ablandar el corazón del vendedor.

88:5.4 (971.6) La leche de una vaca negra era sumamente mágica, igual que los gatos negros. El bastón o la varita eran mágicos, junto con los tambores, las campanas y los nudos. Todos los objetos antiguos eran amuletos mágicos. Las prácticas de una civilización nueva o más avanzada eran vistas con malos ojos por su supuesta naturaleza mágica maligna. Así se consideraron durante mucho tiempo la escritura, la imprenta y las imágenes.

88:5.5 (971.7) El hombre primitivo creía que los nombres debían ser tratados con respeto, especialmente los nombres de los dioses. El nombre era considerado como una entidad, una influencia bien diferenciada de la personalidad física e igual de valorada que el alma y la sombra. El nombre se entregaba como prenda de un préstamo y su dueño no podía volver a utilizarlo hasta haber cancelado su deuda. Hoy en día se firma con el nombre en un pagaré. El nombre del individuo pronto adquirió un valor importante para los ritos mágicos. El salvaje tenía dos nombres; el principal se consideraba demasiado sagrado para ser utilizado en la vida ordinaria, de ahí que tuviera un segundo nombre o nombre de diario, un apodo. El salvaje no daba nunca su verdadero nombre a los extraños. Cualquier experiencia que se saliera de lo normal le hacía cambiar de nombre; a veces era para intentar curar una enfermedad o detener la mala suerte. El salvaje podía conseguir un nuevo nombre comprándoselo al jefe de la tribu, y los hombres de hoy en día siguen invirtiendo en títulos y diplomas. Pero entre las tribus más primitivas como los bosquimanos africanos, los nombres individuales no existen.

6. La práctica de la magia

88:6.1 (972.1) La magia se practicaba mediante el uso de varitas, ritos «medicinales» y conjuros, y era costumbre que el practicante trabajara desnudo. Las mujeres superaban en número a los hombres entre los magos primitivos. En magia, «medicina» significa misterio, no tratamiento. El salvaje nunca se medicaba a sí mismo; no utilizaba ningún remedio a no ser por consejo de los especialistas en magia. Los doctores vudú del siglo veinte son un ejemplo típico de los magos de antaño.

88:6.2 (972.2) La magia tenía una doble faceta: pública y privada. Se suponía que la practicada por el curandero, el chamán o el sacerdote era para el bien general de la tribu. Los brujos, los hechiceros y los magos ofrecían magia privada, magia personal y egoísta que se empleaba como método coercitivo para perjudicar a los enemigos particulares. El concepto de espiritualismo dual, espíritus buenos y malos, dio lugar a las creencias posteriores en la magia blanca y la magia negra. A medida que fue evolucionando la religión, se llamó magia a las operaciones del espíritu ajenas al culto propio, y las viejas creencias en fantasmas se designaron también con este nombre.

88:6.3 (972.3) Las combinaciones de palabras, los ritos de conjuros y salmodias, eran sumamente mágicos. Algunos de los primeros conjuros se acabaron transformando en oraciones. La magia imitativa se practicó desde muy pronto; las oraciones se representaban; las danzas mágicas no fueron otra cosa que oraciones dramatizadas. La oración sustituyó gradualmente a la magia como asociada a los sacrificios.

88:6.4 (972.4) El gesto, al ser más antiguo que el habla, era más sagrado y más mágico, y se creía que la mímica tenía un fuerte poder mágico. Los hombres rojos escenificaban a menudo una danza del búfalo en la que uno de ellos interpretaba el papel del búfalo que al ser capturado aseguraba el éxito de la próxima caza. Las festividades sexuales del Primero de Mayo eran simplemente magia imitativa, un sugestivo llamamiento a las pasiones sexuales del mundo vegetal. En un principio las muñecas eran empleadas como talismanes mágicos por las esposas estériles.

88:6.5 (972.5) La magia fue la rama del árbol religioso evolutivo que terminó produciendo el fruto de la edad científica. La creencia en la astrología condujo al desarrollo de la astronomía, la creencia en una piedra filosofal condujo al conocimiento de los metales y la creencia en los números mágicos fundó la ciencia de las matemáticas.

88:6.6 (972.6) Pero un mundo tan lleno de amuletos contribuyó mucho a destruir toda iniciativa y ambición personal. Los frutos de trabajar más o mejor eran considerados mágicos. Si un hombre producía más grano en su campo que su vecino menos trabajador, podía ser arrastrado ante el jefe y acusado de utilizar malas artes para sacar el exceso de grano del terreno del vecino y atraerlo hacia el suyo. En los tiempos de la barbarie era realmente peligroso saber demasiado; cabía siempre la posibilidad de ser ejecutado como practicante de la magia negra.

88:6.7 (972.7) La ciencia está eliminando gradualmente el factor suerte de la vida. Pero si fracasaran los métodos de educación modernos habría una reversión casi inmediata a las creencias de la magia primitiva. Aquellas supersticiones siguen vivas en la mente de mucha de la gente llamada civilizada. El lenguaje contiene muchos fósiles que atestiguan que la raza ha estado sumida durante mucho tiempo en la superstición mágica, expresiones como embelesado, malhadado, posesión, inspiración, hacer desaparecer por encanto, ingeniosidad, fascinante, atónito o pasmado. Y hay seres humanos inteligentes que siguen creyendo en la buena suerte, el mal de ojo y la astrología.

88:6.8 (973.1) La magia antigua fue la crisálida de la ciencia moderna, indispensable en su momento pero ya inútil. Y así, los fantasmas de la superstición ignorante agitaron la mente primitiva de los hombres hasta que pudieron nacer los conceptos de la ciencia. Hoy Urantia está en la zona crepuscular de esa evolución intelectual. La mitad del mundo se aferra con entusiasmo a la luz de la verdad y a los hechos del descubrimiento científico, mientras que la otra mitad languidece en brazos de la antigua superstición y de una magia solo apenas disfrazada.

88:6.9 (973.2) [Presentado por una Brillante Estrella Vespertina de Nebadon.]

INFORMACIÓN SOBRE LA FUNDACIÓN

Versión para imprimirVersión para imprimir

Urantia Foundation, 533 W. Diversey Parkway, Chicago, IL 60614, USA
Teléfono: (fuera de EUA y Canada) +1-773-525-3319
© Urantia Foundation. Reservados todos los derechos