Documento 154 - Los últimos días en Cafarnaúm

   
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El libro de Urantia

Documento 154

Los últimos días en Cafarnaúm

154:0.1 (1717.1) ESA NOCHE memorable del sábado 30 de abril, mientras Jesús consolaba y animaba a sus abatidos y desconcertados discípulos, Herodes Antipas recibía en Tiberiades a un grupo de comisionados especiales que representaban al Sanedrín de Jerusalén. Estos escribas y fariseos urgieron a Herodes a arrestar a Jesús. Intentaron convencerlo por todos los medios de que Jesús estaba incitando al pueblo a la disensión e incluso a la rebelión, pero Herodes se negó a emprender ninguna acción contra él como transgresor político. Los consejeros de Herodes le habían informado correctamente de los hechos ocurridos al otro lado del lago, cuando la gente quiso proclamar rey a Jesús y él no aceptó.

154:0.2 (1717.2) Un miembro de la familia oficial de Herodes llamado Chuza, cuya esposa pertenecía al cuerpo ministrante de mujeres, le había informado de que Jesús no se proponía entrometerse en cuestiones de gobierno terrenal y solo estaba interesado por establecer la hermandad espiritual de sus creyentes, una hermandad que él llamaba el reino de los cielos. Herodes se fiaba de la información de Chuza, de modo que se negó a interferir en las actividades de Jesús. También influyó en la actitud de Herodes su miedo supersticioso a Juan el Bautista. Herodes era uno de esos judíos apóstatas que no creía en nada pero tenía miedo a todo. Tenía mala conciencia por haber matado a Juan y no quería enredarse en esas intrigas contra Jesús. Había oído hablar de muchos enfermos curados aparentemente por Jesús, y lo consideraba como un profeta o un fanático religioso relativamente inofensivo.

154:0.3 (1717.3) Cuando los judíos lo amenazaron con informar al César de que estaba amparando a un súbdito traidor, Herodes los expulsó de su cámara de consejos. Así quedaron las cosas durante una semana, y en ese tiempo Jesús preparó a sus seguidores para una dispersión inminente.

1. Una semana de consultas

154:1.1 (1717.4) Del 1 al 7 de mayo Jesús se reunió en privado con sus seguidores en casa de Zebedeo. A esas reuniones solo fueron admitidos los discípulos de probada confianza. En ese momento solo unos cien discípulos tenían el valor moral de hacer frente a la oposición de los fariseos y declarar abiertamente su adhesión al Maestro. Jesús se reunió con ellos por la mañana, por la tarde y por la noche. Todas las tardes acudían pequeños grupos de personas interesadas a la orilla del mar, donde alguno de los apóstoles o de los evangelistas les hablaba. Estos grupos no solían ser de más de cincuenta.

154:1.2 (1717.5) El viernes de esa semana los dirigentes de la sinagoga de Cafarnaúm, instigados por los fariseos de Jerusalén, tomaron medidas oficiales para cerrar la casa de Dios a Jesús y a todos sus seguidores. Jairo dimitió como dirigente principal y se alineó abiertamente con Jesús.

154:1.3 (1718.1) La última de las reuniones a la orilla del mar tuvo lugar la tarde del sabbat del 7 de mayo. Jesús habló a menos de ciento cincuenta personas congregadas en aquel momento. Ese sábado la estimación popular hacia Jesús y sus enseñanzas tocó fondo. A partir de entonces los sentimientos favorables fueron creciendo continuamente de forma lenta pero más segura y fiable. Se formó un nuevo grupo de seguidores mejor fundamentado en la fe espiritual y en la experiencia religiosa verdadera. Se había cerrado la etapa mixta y más o menos acomodaticia de transición entre los conceptos materialistas de los seguidores del Maestro sobre el reino y los conceptos más idealistas y espirituales que Jesús enseñaba. En adelante se proclamaría más abiertamente el evangelio del reino en su alcance más amplio y con sus vastas implicaciones espirituales.

2. Una semana de descanso

154:2.1 (1718.2) El domingo 8 de mayo del año 29 d. C. el Sanedrín aprobó en Jerusalén un decreto que cerraba todas las sinagogas de Palestina a Jesús y a sus seguidores. Fue una usurpación de autoridad nueva y sin precedentes por parte del Sanedrín de Jerusalén. Hasta ese momento cada sinagoga había existido y funcionado como una congregación independiente de fieles sujeta al gobierno y la dirección de su propia junta rectora. Solo estaban sujetas a la autoridad del Sanedrín las sinagogas de Jerusalén. Esta acción sumaria del Sanedrín provocó la dimisión inmediata de cinco de sus miembros. Acto seguido se enviaron cien mensajeros para transmitir e imponer este decreto. En el corto espacio de dos semanas todas las sinagogas de Palestina se habían plegado a esta decisión del Sanedrín, excepto la de Hebrón. Los dirigentes de la sinagoga de Hebrón rechazaron el derecho del Sanedrín a ejercer semejante jurisdicción sobre su asamblea. Esta negativa a aceptar el decreto de Jerusalén era una defensa de la autonomía de su congregación más que una manifestación de simpatía por la causa de Jesús. La sinagoga de Hebrón fue destruida por un incendio al poco tiempo.

154:2.2 (1718.3) Ese mismo domingo por la mañana Jesús decretó una semana de vacaciones y animó a todos sus discípulos a volver con sus familias o sus amigos para dar descanso a sus almas atribuladas y decir palabras de aliento a sus seres queridos. Les dijo: «Id a vuestras casas para distraeros o pescar mientras oráis por la extensión del reino».

154:2.3 (1718.4) Jesús aprovechó esta semana de descanso para visitar a muchas familias y grupos de personas por la zona de la costa. Aparte de salir a pescar varias veces con David Zebedeo, anduvo solo la mayor parte del tiempo aunque siempre vigilado de cerca por dos o tres de los mensajeros de mayor confianza de David, que tenían órdenes precisas de su jefe de velar por la seguridad de Jesús. No hubo ningún tipo de enseñanza pública durante esta semana de descanso.

154:2.4 (1718.5) Esa misma semana Natanael y Santiago Zebedeo tuvieron un trastorno digestivo agudo y estuvieron postrados durante tres días y tres noches con fuertes dolores. La tercera noche Jesús mandó a descansar a Salomé, la madre de Santiago, mientras él atendía a sus apóstoles. Por supuesto, Jesús podría haber curado instantáneamente a los dos hombres, pero este no es el procedimiento que emplean ni el Hijo ni el Padre para tratar las dolencias y dificultades comunes de los hijos de los hombres en los mundos evolutivos del tiempo y el espacio. Durante toda su intensa vida en la carne, Jesús no recurrió ni una sola vez a ningún tipo de ministración sobrenatural para beneficiar a ningún miembro de su familia terrenal ni a ninguno de sus seguidores directos.

154:2.5 (1719.1) Afrontar las dificultades del universo y aprender a superar los obstáculos planetarios es parte de la formación experiencial necesaria para el crecimiento y el desarrollo, para la perfección progresiva, del alma en vías de evolución de las criaturas mortales. La espiritualización del alma humana requiere una experiencia íntima del proceso educativo de resolver un amplio abanico de problemas reales del universo. La naturaleza animal y los tipos inferiores de criaturas volitivas no progresan favorablemente en un entorno fácil. Las situaciones problemáticas combinadas con los estímulos al esfuerzo se asocian para desencadenar las actividades de la mente, del alma y del espíritu que contribuyen poderosamente a lograr objetivos valiosos de progresión del mortal y alcanzar niveles superiores de destino espiritual.

3. La segunda audiencia en Tiberiades

154:3.1 (1719.2) El 16 de mayo se convocó en Tiberiades la segunda audiencia de Herodes Antipas a las autoridades de Jerusalén. Asistieron tanto los líderes religiosos como políticos de Jerusalén. Los líderes judíos pudieron informar a Herodes de que prácticamente todas las sinagogas de Galilea y Judea estaban cerradas a las enseñanzas de Jesús. Volvieron a esforzarse por convencer a Herodes de arrestar a Jesús, pero él se negó a acceder a esta petición. En cambio, el 18 de mayo Herodes aprobó un plan que permitía a las autoridades del Sanedrín detener a Jesús y llevarlo a Jerusalén para ser juzgado por delitos religiosos, siempre y cuando el gobernador romano de Judea estuviera de acuerdo. Mientras tanto, los enemigos de Jesús no perdieron tiempo en propagar por toda Galilea el rumor de que Herodes se había vuelto hostil a Jesús y tenía la intención de exterminar a todos los que creían en sus enseñanzas.

154:3.2 (1719.3) El sábado 21 de mayo por la noche llegó a Tiberiades la noticia de que las autoridades civiles de Jerusalén no ponían ninguna objeción al acuerdo entre Herodes y los fariseos que les permitía apresar a Jesús y llevarlo a Jerusalén para ser juzgado ante el Sanedrín por desacato abierto a las leyes sagradas de la nación judía. Ese mismo día Herodes firmó justo antes de medianoche el decreto que autorizaba a los agentes del Sanedrín a detener a Jesús dentro de los dominios de Herodes y llevarlo a Jerusalén por la fuerza para ser juzgado. Herodes había recibido fuertes presiones desde muchos sectores antes de decidirse a conceder este permiso, y sabía muy bien que Jesús no podía esperar un juicio justo de sus encarnizados enemigos de Jerusalén.

4. El sábado por la noche en Cafarnaúm

154:4.1 (1719.4) Ese mismo sábado por la noche se reunió en la sinagoga de Cafarnaúm un grupo de cincuenta destacados ciudadanos para tratar sobre la importante cuestión: «¿Qué haremos con Jesús?». Hablaron y debatieron hasta pasada la medianoche, pero no pudieron encontrar ningún terreno de consenso. Aparte de unos pocos que se inclinaban a pensar que Jesús podría ser el Mesías o al menos un hombre santo, o quizás un profeta, los reunidos estaban divididos en cuatro grupos casi iguales que sostenían las siguientes opiniones sobre Jesús:

154:4.2 (1719.5) 1. Que era un fanático religioso iluso e inofensivo.

154:4.3 (1719.6) 2. Que era un agitador peligroso e intrigante, capaz de incitar a la rebelión.

154:4.4 (1720.1) 3. Que estaba aliado con los demonios, y que podía ser incluso un príncipe de los demonios.

154:4.5 (1720.2) 4. Que era un demente, un loco, un desequilibrado mental.

154:4.6 (1720.3) Se habló mucho sobre las doctrinas que Jesús predicaba y su efecto perturbador sobre la gente corriente. Sus enemigos sostenían que sus enseñanzas eran impracticables, que todo saltaría en pedazos si todo el mundo se esforzara realmente por vivir según esas ideas. Y lo mismo se ha dicho en muchas generaciones posteriores. Incluso en la época más ilustrada de estas revelaciones, muchos hombres inteligentes sostienen con la mejor intención que la civilización moderna no podría haberse construido sobre las enseñanzas de Jesús, y en parte tienen razón. Pero todos estos escépticos olvidan que se podría haber construido una civilización mucho mejor sobre sus enseñanzas, y que en algún momento se construirá. Este mundo no ha intentado nunca seriamente poner en práctica a gran escala las enseñanzas de Jesús, aunque haya habido muchos intentos a medias de seguir las doctrinas del llamado cristianismo.

5. La azarosa mañana del domingo

154:5.1 (1720.4) El domingo 22 de mayo fue un día muy movido en la vida de Jesús. Antes del amanecer uno de los mensajeros de David llegó a toda prisa de Tiberiades con la noticia de que Herodes había autorizado, o estaba a punto de autorizar, la detención de Jesús por los agentes del Sanedrín. En cuanto David Zebedeo se enteró del inminente peligro despertó a sus mensajeros y los envió a todos los grupos locales de discípulos para convocarlos a un consejo de emergencia a las siete de esa misma mañana. Cuando la cuñada de Judá (el hermano de Jesús) oyó la alarmante noticia avisó rápidamente a todos los miembros de la familia de Jesús que vivían por la zona para que se reunieran inmediatamente en casa de Zebedeo. María, Santiago, José, Judá y Rut no tardaron en responder a la urgente llamada.

154:5.2 (1720.5) En esta reunión matutina Jesús dio sus instrucciones de despedida a los discípulos reunidos y se despidió de ellos temporalmente, pues sabía que pronto se dispersarían y serían expulsados de Cafarnaúm. Recomendó a todos que buscaran la guía de Dios y siguieran trabajando por el reino fueran las que fueran las consecuencias. Pidió a los evangelistas que hicieran su labor como creyeran conveniente hasta que llegara el momento de llamarlos. Eligió a doce evangelistas para que lo acompañaran y ordenó a los doce apóstoles que se quedaran con él pasara lo que pasara. Indicó a las doce mujeres que permanecieran en las casas de Zebedeo y Pedro hasta que mandara a buscarlas.

154:5.3 (1720.6) Jesús autorizó a David Zebedeo a mantener su organización de mensajeros en todo el país. David se despidió del Maestro diciendo: «Ve a hacer tu obra, Maestro. No te dejes atrapar por los fanáticos y no dudes nunca de que los mensajeros seguirán tus pasos. Mis hombres no perderán nunca contacto contigo; sabrás por ellos cómo va el reino en otras partes, y por ellos todos sabremos de ti. Nada que pueda ocurrirme interrumpirá este servicio porque he nombrado un primer, un segundo e incluso un tercer jefe. Yo no soy ni maestro ni predicador, pero el corazón me pide que haga esto y nada ni nadie podrá impedirlo».

154:5.4 (1720.7) Hacia las siete y media de esa mañana Jesús empezó su alocución de despedida al casi centenar de creyentes que se había aglomerado dentro de la casa para escucharlo. Fue una ocasión solemne para todos los presentes, pero Jesús parecía especialmente alegre; una vez más volvía a ser el mismo de siempre. La seriedad de las últimas semanas había desaparecido, y sus palabras de fe, valor y esperanza fueron una inspiración para todos.

6. Llega la familia de Jesús

154:6.1 (1721.1) Sobre las ocho de la mañana de ese domingo llegaron los cinco miembros de la familia terrenal de Jesús en respuesta al llamamiento urgente de la cuñada de Judá. De todos los miembros de su familia en la carne, solo Rut había creído siempre y de todo corazón en la divinidad de su misión en la tierra. Judá y Santiago, e incluso José, seguían conservando gran parte de su fe en Jesús, pero habían permitido que el orgullo interfiriera con su mejor criterio y sus verdaderas inclinaciones espirituales. María estaba desgarrada por igual entre el amor y el miedo, entre el amor de madre y el orgullo de la familia. Aunque acosada por las dudas, no había olvidado del todo la visita de Gabriel antes de nacer Jesús. Los fariseos habían intentado por todos los medios convencer a María de que Jesús había perdido el juicio, de que era un demente. Le insistían en que fuera con sus hijos a disuadirlo de seguir enseñando en público. Aseguraban a María que la salud de Jesús estaba a punto de quebrantarse y que si se le permitía seguir por ese camino, el deshonor y la ignominia acabarían recayendo sobre toda la familia. Y así, cuando llegó el aviso de la cuñada de Judá, los cinco salieron inmediatamente hacia la casa de Zebedeo desde la casa de María, donde se encontraban todos porque se habían reunido allí con los fariseos la víspera. La conversación con los dirigentes de Jerusalén se había prolongado hasta muy entrada la noche, y todos estaban más o menos convencidos de que Jesús estaba actuando de manera extraña y llevaba así algún tiempo. Aunque Rut no podía explicar todas sus actuaciones, insistió en que Jesús siempre se había portado bien con su familia y se opuso al plan de intentar que abandonara su obra.

154:6.2 (1721.2) De camino hacia la casa de Zebedeo fueron hablando de estas cosas y decidieron intentar persuadir a Jesús de volver a casa con ellos, porque María decía: «Sé que podría influir en mi hijo solo con que viniera a casa y me escuchara». Santiago y Judá habían oído rumores sobre los planes para arrestar a Jesús y llevarlo a Jerusalén para juzgarlo, y temían además por su propia seguridad. Mientras Jesús fue una figura popular para la gente, su familia había dejado que las cosas siguieran su curso, pero ahora que la población de Cafarnaúm y los líderes de Jerusalén se habían vuelto contra él, empezaban a sentir en lo más vivo la supuesta ignominia de su incómoda situación.

154:6.3 (1721.3) Esperaban encontrarse con Jesús, llevarlo aparte e insistir en que volviera a casa con ellos. Pensaban asegurarle que olvidarían su desatención hacia ellos —que perdonarían y olvidarían— solo con que renunciara a la insensatez de intentar predicar una nueva religión que solo traería problemas para él y deshonor para su familia. En cambio Rut no se cansaba de repetir: «Le diré a mi hermano que pienso que es un hombre de Dios y espero que esté dispuesto a morir antes que permitir que esos malvados fariseos le impidan predicar». José prometió mantener callada a Rut mientras los demás trataban de convencer a Jesús.

154:6.4 (1721.4) Cuando llegaron a casa de Zebedeo Jesús estaba en plena alocución de despedida a los discípulos. La casa estaba tan desbordada de gente que no pudieron entrar, así que se instalaron en el pórtico trasero y pasaron a Jesús de boca en boca la noticia de su llegada. Cuando Simón Pedro la recibió, interrumpió el discurso de Jesús y le dijo al oído: «Tu madre y tus hermanos están fuera, y están deseando hablar contigo». A su madre no se le había ocurrido pensar en la importancia de ese mensaje de despedida a sus seguidores, ni tampoco sabía que podía ser interrumpido en cualquier momento por la llegada de sus captores. María estaba convencida de que después de un distanciamiento tan largo y evidente, y en vista del gesto que habían tenido ella y sus hermanos de llegar hasta él, Jesús pararía de hablar e iría hacia ellos en cuanto recibiera el aviso de que lo estaban esperando.

154:6.5 (1722.1) Este fue otro de los casos en los que su familia terrenal no pudo comprender que Jesús debía ocuparse de los asuntos de su Padre. Y así, María y sus hermanos se sintieron profundamente heridos cuando Jesús hizo una pausa en su discurso para recibir el mensaje, y en vez de correr a saludarlos, oyeron su melodiosa voz que decía en tono más alto: «Decid a mi madre y a mis hermanos que no teman por mí. El Padre que me ha enviado al mundo no me abandonará, ni tampoco caerá ningún daño sobre mi familia. Pedidles que tengan buen ánimo y que pongan su confianza en el Padre del reino. Pero en realidad, ¿quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y extendiendo las manos hacia todos sus discípulos reunidos en la sala, dijo: «No tengo madre, no tengo hermanos. ¡He aquí mi madre y he aquí mis hermanos! Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre».

154:6.6 (1722.2) Al oír estas palabras, María se desplomó en los brazos de Judá. La sacaron al jardín para reanimarla mientras Jesús concluía su mensaje de despedida. Tenía la intención de salir después a encontrarse con su madre y sus hermanos, pero entonces llegó a toda prisa un mensajero desde Tiberiades con la noticia de que los agentes del Sanedrín estaban de camino con autoridad para arrestarlo y llevarlo a Jerusalén. Andrés recibió este mensaje e interrumpió a Jesús para decírselo.

154:6.7 (1722.3) Andrés no recordaba que David había apostado unos veinticinco centinelas alrededor de la casa de Zebedeo y que nadie podía tomarlos por sorpresa, así que preguntó a Jesús qué debían hacer. El Maestro se quedó callado mientras su madre, que le había oído decir «No tengo madre», se recuperaba de la conmoción en el jardín. En ese preciso momento se levantó una mujer entre el público y exclamó: «Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron». Jesús interrumpió un momento su conversación con Andrés para responder a esta mujer: «Antes bienaventurado es el que oye la palabra de Dios y se atreve a obedecerla».

154:6.8 (1722.4) María y los hermanos de Jesús pensaban que Jesús no los comprendía, que ya no se interesaba por ellos, sin darse cuenta de que eran ellos los que no lograban comprenderlo. Jesús entendía perfectamente lo difícil que es para los hombres romper con su pasado. Sabía cómo arrastra a los seres humanos la elocuencia de un predicador, y cómo responde la conciencia humana a la llamada emocional igual que responde su mente a la lógica y la razón, y sabía, en cambio, que es muchísimo más difícil persuadir a los hombres de que repudien su pasado.

154:6.9 (1722.5) Es por siempre cierto que todo el que se sienta mal apreciado o incomprendido tiene en Jesús a un amigo compasivo y un consejero comprensivo. Había advertido a sus apóstoles que los enemigos de un hombre pueden ser los de su propia casa, pero no sospechaba cuánto llegaría a acercarse esta predicción a su propia experiencia. Jesús no abandonó a su familia de la tierra para hacer el trabajo de su Padre, fueron ellos quienes lo abandonaron. Cuando más adelante Santiago se unió al movimiento cristiano primitivo tras la muerte y resurrección del Maestro, sufrió enormemente por no haber sabido disfrutar de esa primera asociación con Jesús y sus discípulos.

154:6.10 (1723.1) En el transcurso de estos acontecimientos, Jesús eligió dejarse guiar por el conocimiento limitado de su mente humana. Quería vivir esa experiencia con sus compañeros como un hombre más. La idea humana de Jesús era ver a su familia antes de irse. No quiso pararse en pleno discurso para no convertir en espectáculo público su primer encuentro después de una separación tan larga. Pensaba terminar el discurso y luego ir a hablar con ellos antes de marcharse, pero las circunstancias lo impidieron.

154:6.11 (1723.2) La llegada de un grupo de mensajeros de David a la puerta trasera de la casa de Zebedeo precipitó la huida. Los apóstoles se asustaron por el revuelo que se formó, y temiendo que fueran sus perseguidores, se precipitaron por la puerta delantera hacia la embarcación preparada para la fuga. Todo esto explica por qué Jesús no pudo ver a su familia que lo esperaba en el pórtico trasero.

154:6.12 (1723.3) Pero al subir a la embarcación para huir, dijo a David Zebedeo: «Di a mi madre y a mis hermanos que les agradezco que hayan venido y que tenía la intención de verlos. Aconséjales que no vean ofensa en mí, sino que busquen más bien conocer la voluntad de Dios y la gracia y el valor necesarios para cumplir esa voluntad».

7. La huida precipitada

154:7.1 (1723.4) Y así fue como el 22 de mayo del año 29 d. C. Jesús, con sus doce apóstoles y los doce evangelistas, huyó de los agentes del Sanedrín que se dirigían a Betsaida con autorización de Herodes Antipas para arrestarlo y llevarlo a Jerusalén para ser juzgado por blasfemia y otras violaciones de las leyes sagradas de los judíos. Eran casi las ocho y media de aquella hermosa mañana de domingo cuando los veinticinco salieron a remo hacia la costa oriental del mar de Galilea.

154:7.2 (1723.5) Seis mensajeros de David seguían de cerca al barco del Maestro en otro más pequeño con instrucciones de no perder contacto con el grupo de Jesús y de enviar regularmente información sobre su paradero y su seguridad a la casa de Zebedeo en Betsaida, que había servido durante algún tiempo como cuartel general para la obra del reino. Pero Jesús no volvería a vivir en la casa de Zebedeo. A partir de entonces y durante el resto de su vida en la tierra, el Maestro no tuvo en verdad «dónde recostar la cabeza». No volvió a tener nada parecido a un domicilio estable.

154:7.3 (1723.6) Remaron hasta cerca de la aldea de Queresa, dejaron su barca al cuidado de unos amigos y empezaron las andanzas de este último y memorable año de la vida del Maestro en la tierra. Se quedaron algún tiempo en los dominios de Felipe, entre Queresa y Cesarea de Filipo, y desde allí se dirigieron hacia la costa de Fenicia.

154:7.4 (1723.7) La muchedumbre se quedó mirando cerca de la casa de Zebedeo hasta que las dos embarcaciones desaparecieron de su vista hacia la orilla este del lago, y ya estaban lejos cuando los agentes de Jerusalén llegaron a toda prisa y se pusieron a buscar a Jesús. Se negaron a admitir que se les había escapado, y mientras Jesús y los suyos viajaban hacia el norte por Batanea, los fariseos y sus secuaces pasaron casi una semana buscándolo en vano por los alrededores de Cafarnaúm.

154:7.5 (1724.1) La familia de Jesús volvió a su casa de Cafarnaúm donde pasaron casi una semana hablando, discutiendo y orando. Estaban confusos y consternados. No recobraron la tranquilidad hasta que Rut fue a casa de Zebedeo el jueves por la tarde, donde supo por David que su hermano-padre estaba sano y salvo de camino hacia la costa fenicia.

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