Documento 148 - La formación de evangelistas en Betsaida

   
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El libro de Urantia

Documento 148

La formación de evangelistas en Betsaida

148:0.1 (1657.1) ENTRE el 3 de mayo y el 3 de octubre del año 28 d. C. Jesús y sus apóstoles se alojaron en la casa de Zebedeo en Betsaida, que se había ampliado considerablemente para acomodar a la creciente familia de Jesús. Durante este periodo de cinco meses de estación seca se montó un enorme campamento a la orilla del mar cerca de la residencia de Zebedeo. Este campamento, ocupado por una población muy volátil de buscadores de la verdad, candidatos a la curación y adictos a la curiosidad, alojó desde quinientas hasta mil quinientas personas. Esta ciudad de tiendas estaba bajo la supervisión general de David Zebedeo asistido por los gemelos Alfeo. El campamento era un modelo de orden, salubridad y buena administración general. Los distintos tipos de enfermos estaban segregados en grupos y supervisados por un médico sirio creyente llamado Elman.

148:0.2 (1657.2) Durante todo este periodo los apóstoles salían a pescar al menos un día por semana y vendían sus capturas a David para el consumo del campamento. Los fondos obtenidos se destinaban a la tesorería del grupo. Los doce tenían permiso para pasar una semana al mes con sus familiares o amigos.

148:0.3 (1657.3) Aunque Andrés seguía siendo el responsable general de la actividad apostólica, la escuela de los evangelistas era plena competencia de Pedro. Por las mañanas todos los apóstoles colaboraban a la instrucción de los grupos de evangelistas, y por las tardes tanto los maestros como los alumnos enseñaban a la gente. Los apóstoles organizaban coloquios de preguntas y respuestas para instrucción de los evangelistas cinco noches por semana después de la cena. Una vez por semana Jesús presidía este coloquio y contestaba a las preguntas que habían quedado pendientes en las sesiones anteriores.

148:0.4 (1657.4) En cinco meses pasaron por este campamento varios miles de personas. Muchos de los asistentes procedían de todos los rincones del Imperio Romano y de las tierras situadas al este del Éufrates. Este fue el periodo más largo de la actividad de enseñanza del Maestro con un marco estable y bien organizado. La familia directa de Jesús pasó la mayor parte de este tiempo en Nazaret o en Caná.

148:0.5 (1657.5) El campamento no estaba organizado como una colectividad de intereses comunes al modo de la familia apostólica. David Zebedeo gestionó esta gran ciudad de tiendas de forma que se convirtió en una empresa capaz de autoabastecerse, pese a que nunca se rechazó a nadie. Este campamento en continuo cambio fue un elemento indispensable de la escuela de formación evangélica de Pedro.

1. Una nueva escuela de profetas

148:1.1 (1657.6) Pedro, Santiago y Andrés formaban el comité designado por Jesús para evaluar a los candidatos a la escuela de evangelistas. Todas las razas y nacionalidades del mundo romano y de oriente, incluso hasta la India, estaban representadas entre los estudiantes de esta nueva escuela de profetas. El método de esta escuela era aprender y hacer. Lo que los alumnos aprendían por la mañana lo enseñaban por la tarde al público reunido a la orilla del mar. Después de la cena debatían libremente sobre lo que habían aprendido por la mañana y lo que habían enseñado por la tarde.

148:1.2 (1658.1) Cada uno de los maestros apostólicos enseñaba su propio punto de vista sobre el evangelio del reino. No hacían ningún esfuerzo por igualar sus enseñanzas; no había una formulación uniformizada o dogmática de las doctrinas teológicas. Aunque todos enseñaban la misma verdad, cada apóstol presentaba su propia interpretación personal de las enseñanzas del Maestro. Jesús respaldaba esta representación de la diversidad de experiencias personales en las cosas del reino, y en las sesiones semanales de preguntas armonizaba y coordinaba siempre las múltiples visiones divergentes del evangelio. A pesar de este alto grado de libertad personal en materia de enseñanza, la teología de la escuela de evangelistas tendía a estar dominada por Simón Pedro. Santiago Zebedeo era el que más influencia personal ejercía después de Pedro.

148:1.3 (1658.2) Los más de cien evangelistas formados durante estos cinco meses a la orilla del mar constituyeron (junto con Abner y los apóstoles de Juan) la cantera de donde saldrían más tarde los setenta maestros y predicadores del evangelio. En la escuela de evangelistas no se ponía todo en común en el mismo grado que entre los doce.

148:1.4 (1658.3) Estos evangelistas, aunque enseñaban y predicaban el evangelio, no bautizaron creyentes hasta más tarde, cuando fueron ordenados por Jesús y enviados como los setenta mensajeros del reino. Entre los muchos enfermos que fueron sanados un memorable sabbat al caer el sol en este mismo lugar, solo siete se convirtieron en aspirantes a evangelistas tras su curación. El hijo del noble de Cafarnaúm fue uno de los que se formaron para el servicio evangélico en la escuela de Pedro.

2. El hospital de Betsaida

148:2.1 (1658.4) Como complemento del campamento junto al mar, el médico sirio Elman organizó y dirigió durante cuatro meses lo que se puede considerar como el primer hospital del reino, con la colaboración de un equipo de veinticinco mujeres jóvenes y doce hombres. En esta enfermería situada cerca del límite sur de la ciudad principal de tiendas, los enfermos eran atendidos con todos los métodos materiales conocidos, además de las prácticas espirituales de la oración y el aliento de la fe. Jesús visitaba a los enfermos de este campamento no menos de tres veces por semana y tenía contacto personal con cada uno de ellos. Que nosotros sepamos, no ocurrió ningún supuesto milagro de curación sobrenatural entre las mil personas dolientes que salieron curadas o mejoradas de esta enfermería, y sin embargo la inmensa mayoría de los beneficiados no dejaba de proclamar que Jesús los había sanado.

148:2.2 (1658.5) Muchas de las curaciones que hizo Jesús en su ministerio a los pacientes de Elman parecían verdaderos milagros, pero según nuestras informaciones solo se trataba de transformaciones de la mente y del espíritu como pueden darse a veces en personas llenas de esperanza y dominadas por la fe cuando se encuentran bajo la influencia directa e inspiradora de una personalidad fuerte, positiva y benéfica cuyo ministerio elimina el miedo y destruye la ansiedad.

148:2.3 (1658.6) Elman y sus colaboradores procuraron enseñar a estos enfermos la verdad sobre la «posesión por espíritus malignos», aunque con poco éxito. La creencia de que las enfermedades físicas y los desórdenes mentales podían ser causados por la presencia de uno de los llamados espíritus impuros en la mente o en el cuerpo de la persona afectada era casi universal.

148:2.4 (1659.1) En todos sus contactos con los enfermos y afligidos, a la hora de aplicar el tratamiento o de revelar las causas desconocidas de una enfermedad, Jesús se atenía a las instrucciones que le había dado su hermano paradisiaco Emmanuel justo antes de iniciar la aventura de su encarnación en Urantia. A pesar de esto, los que atendían a los enfermos aprendieron muchas lecciones útiles observando la manera en que Jesús inspiraba fe y confianza a los enfermos y dolientes.

148:2.5 (1659.2) El campamento se desmontó poco antes de la llegada de la estación más propensa a las fiebres y los resfriados.

3. Los asuntos del Padre

148:3.1 (1659.3) Durante todo este periodo Jesús dirigió menos de una docena de ceremonias públicas en el campamento y habló una sola vez en la sinagoga de Cafarnaúm. Hizo esta intervención en la sinagoga el segundo sabbat antes de iniciar su segunda gira de predicación pública por Galilea con los evangelistas recién instruidos.

148:3.2 (1659.4) Desde su bautismo, el Maestro no había pasado tanto tiempo solo como durante este periodo de formación de los evangelistas en el campamento de Betsaida. Cada vez que uno de los apóstoles se aventuraba a preguntarle por qué se ausentaba tanto, Jesús contestaba invariablemente que estaba «ocupado en los asuntos del Padre».

148:3.3 (1659.5) Durante estos periodos de ausencia Jesús iba acompañado solo por dos apóstoles. Había liberado temporalmente a Pedro, Santiago y Juan de su función de acompañantes personales para que ellos también pudieran participar en la formación de los nuevos candidatos a evangelistas, que ya superaban los cien. Cuando el Maestro quería ir a las colinas para ocuparse de los asuntos del Padre, llamaba como acompañantes a dos apóstoles cualquiera que estuvieran libres. Y así, cada uno de los doce tuvo la oportunidad de disfrutar de una asociación estrecha y un contacto íntimo con Jesús.

148:3.4 (1659.6) Aunque no nos ha sido revelado a efectos de esta narración, hemos llegado a la conclusión de que en la soledad de las colinas el Maestro estuvo muchas veces en asociación directa y ejecutiva con muchos de los principales directores de los asuntos de su universo. Desde la época de su bautismo este Soberano encarnado de nuestro universo había empezado a tomar conscientemente una parte cada vez más activa en la dirección de ciertos aspectos de la administración del universo. Siempre hemos creído que durante estas semanas de menor participación en los asuntos de la tierra, y de alguna manera no revelada a sus colaboradores directos, se dedicó a dirigir a las altas inteligencias de espíritu que estaban a cargo del funcionamiento de un vasto universo, y que el Jesús humano eligió referirse a esas actividades suyas como «ocuparse de los asuntos de su Padre».

148:3.5 (1659.7) Durante esas largas horas de soledad, los dos apóstoles acompañantes pudieron observar muchas veces una infinidad de rápidos cambios en su rostro, aunque nunca le oyeron decir una palabra. Tampoco observaron ninguna manifestación visible de seres celestiales que pudieran haber estado en comunicación con su Maestro, como la que algunos apóstoles presenciarían más adelante.

4. El mal, el pecado y la iniquidad

148:4.1 (1659.8) En un rincón aislado y protegido del jardín de Zebedeo, Jesús solía reservar dos noches por semana para personas que deseaban hablar con él en privado. En una de estas conversaciones vespertinas Tomás hizo esta pregunta al Maestro: «¿Por qué es necesario que los hombres nazcan del espíritu para entrar en el reino? ¿Es necesario renacer para escapar del control del maligno? Maestro, ¿qué es el mal?». Jesús respondió así a las preguntas de Tomás:

148:4.2 (1660.1) «No cometas el error de confundir el mal con el maligno, mejor llamado el inicuo. Aquel a quien llamas el maligno es hijo del amor a sí mismo, el alto administrador que con pleno conocimiento se rebeló deliberadamente contra el gobierno de mi Padre y de sus Hijos leales. Pero yo ya he vencido a estos rebeldes pecadores. Debes discernir con claridad estas actitudes diferentes hacia el Padre y su universo. No olvides nunca las leyes siguientes que regulan las relaciones con la voluntad del Padre:

148:4.3 (1660.2) «El mal es la transgresión inconsciente o involuntaria de la ley divina, de la voluntad del Padre. El mal es asimismo la medida de la imperfección con que se obedece a la voluntad del Padre.

148:4.4 (1660.3) «El pecado es la transgresión consciente, a sabiendas y deliberada de la ley divina, de la voluntad del Padre. El pecado es la medida de la negativa a dejarse conducir divinamente y dirigir espiritualmente.

148:4.5 (1660.4) «La iniquidad es la transgresión deliberada, decidida y persistente de la ley divina, de la voluntad del Padre. La iniquidad es la medida del rechazo continuo del plan amoroso del Padre para la supervivencia de la personalidad y del ministerio misericordioso de salvación de los Hijos.

148:4.6 (1660.5) «Antes de renacer del espíritu, el hombre mortal está sujeto por naturaleza a sus malas tendencias inherentes, pero esas imperfecciones naturales del comportamiento no son ni pecado ni iniquidad. El hombre mortal acaba de empezar su largo ascenso hacia la perfección del Padre que está en el Paraíso. Tener una dotación natural imperfecta o parcial no es pecado. Es cierto que el hombre está sujeto al mal, pero no es hijo del maligno en ningún sentido, a menos que haya elegido a sabiendas y deliberadamente seguir la senda del pecado y vivir en la iniquidad. El mal es inherente al orden natural de este mundo, en cambio el pecado es una actitud de rebelión consciente que fue traída a este mundo por los que cayeron desde la luz espiritual hasta la más negra oscuridad.

148:4.7 (1660.6) «Tú, Tomás, estás confundido por las doctrinas de los griegos y los errores de los persas. No comprendes las relaciones entre el mal y el pecado porque consideras que la humanidad empezó en la tierra con un Adán perfecto y fue degenerando rápidamente por el pecado hasta el deplorable estado presente del hombre. ¿Por qué te niegas a comprender el significado del relato donde Caín, el hijo de Adán, fue a la tierra de Nod y eligió allí esposa? ¿Y por qué te niegas a interpretar el significado del escrito que describe cómo los hijos de Dios encontraron esposas entre las hijas de los hombres?

148:4.8 (1660.7) «Es cierto que los hombres son malos por naturaleza, pero no necesariamente pecadores. El nuevo nacimiento —el bautismo del espíritu— es esencial para liberarse del mal y necesario para entrar en el reino de los cielos, pero nada de esto resta valor al hecho de que el hombre es hijo de Dios. La presencia inherente del mal potencial tampoco significa que el hombre esté misteriosamente distanciado del Padre del cielo hasta el punto de tener que buscar la manera de que el Padre lo adopte legalmente como si fuera un extraño, un extranjero o un hijastro. Todas estas nociones han nacido, primero, de vuestra comprensión deficiente del Padre, y segundo, de vuestra ignorancia sobre el origen, la naturaleza y el destino del hombre.

148:4.9 (1660.8) «Los griegos y otros os han enseñado que el hombre va decayendo imparablemente desde la perfección divina hacia el olvido o la destrucción. Yo he venido a mostrar que cuando el hombre entra en el reino asciende de manera cierta y segura hacia Dios y la perfección divina. Todo ser que no alcance de algún modo los ideales divinos y espirituales de la voluntad del Padre eterno es potencialmente malo, pero esos seres no son en ningún sentido pecadores, y mucho menos inicuos.

148:4.10 (1661.1) «Tomás, ¿no has leído sobre esto en las Escrituras donde está escrito: ‘Sois hijos del Señor vuestro Dios’. ‘Yo seré su Padre y él será mi hijo.’ ‘Lo he elegido para que sea mi hijo, yo seré su Padre.’ ‘Trae a mis hijos desde lejos y a mis hijas desde los confines de la tierra, y a todos los que son llamados por mi nombre, pues los he creado para gloria mía.’ ‘Sois hijos del Dios vivo.’ ‘Los que tienen el espíritu de Dios son en verdad hijos de Dios’? De la misma manera que hay una parte material del padre humano en el hijo engendrado, hay una parte espiritual del Padre celestial en cada hijo por la fe del reino.»

148:4.11 (1661.2) Jesús dijo todo esto y mucho más a Tomás, y el apóstol lo comprendió en buena parte, aunque Jesús le advirtió: «no hables con los demás sobre estos asuntos hasta que yo haya regresado al Padre». Y Tomás nunca mencionó esta conversación hasta después de que el Maestro dejara este mundo.

5. El propósito de la aflicción

148:5.1 (1661.3) En otra de estas entrevistas privadas en el jardín, Natanael preguntó a Jesús: «Maestro, aunque empiezo a comprender por qué te niegas a hacer curaciones indiscriminadas, sigo siendo incapaz de concebir cómo puede permitir el Padre amoroso del cielo que tantos hijos suyos de la tierra sufran tantas aflicciones». El Maestro respondió así a Natanael:

148:5.2 (1661.4) «Natanael, tú y muchos otros estáis tan confusos porque no comprendéis que el orden natural de este mundo ha sido alterado repetidas veces por las aventuras pecaminosas de ciertos traidores rebeldes a la voluntad del Padre. Yo he venido a empezar a poner en orden estas cosas, pero serán necesarias muchas edades para reconducir esta parte del universo por sus antiguos caminos y liberar así a los hijos de los hombres de las cargas añadidas del pecado y la rebelión. La mera presencia del mal es suficiente para poner a prueba al hombre en su ascensión; el pecado no es esencial para la supervivencia.

148:5.3 (1661.5) «Pero hijo mío, deberías saber que el Padre no aflige intencionadamente a sus hijos. El hombre atrae sobre sí aflicciones innecesarias por su obstinada negativa a seguir el buen camino de la voluntad divina. La aflicción está en potencia en el mal, pero gran parte de ella es fruto del pecado y la iniquidad. En este mundo han ocurrido muchos acontecimientos anormales, y no es de extrañar que cualquiera que se ponga a pensar se sienta confundido ante tantas escenas de sufrimiento y aflicción. Pero puedes estar seguro de una cosa: el Padre no envía la aflicción como castigo arbitrario por haber obrado mal. Las imperfecciones y los obstáculos del mal son inherentes; los castigos del pecado son inevitables; las consecuencias destructivas de la iniquidad son inexorables. El hombre no debería culpar a Dios de las aflicciones que son el resultado natural de la vida que elige vivir; el hombre tampoco debería quejarse de las experiencias que forman parte de la vida tal como se vive en este mundo. Es voluntad del Padre que el hombre mortal trabaje con firmeza y perseverancia para mejorar su situación en la tierra. Mediante una dedicación inteligente el hombre debería ser capaz de superar gran parte de su miseria terrenal.

148:5.4 (1662.1) «Natanael, nuestra misión es ayudar a los hombres a resolver sus problemas espirituales y así avivar sus mentes de manera que se encuentren mejor preparados y más motivados para resolver sus múltiples problemas materiales. Sé que estás confundido después de haber leído las Escrituras, pues en ellas prevalece una tendencia excesiva a atribuir a Dios la responsabilidad de todo lo que el hombre ignorante no alcanza a comprender. El Padre no es personalmente responsable de todo lo que no podéis comprender. No dudes del amor del Padre solo porque te veas penalizado por haber transgredido, inocente o deliberadamente, alguna ley justa y sabia decretada por él.

148:5.5 (1662.2) «Pero Natanael, hay muchas cosas en las Escrituras que te habrían instruido si hubieras leído con discernimiento. ¿No recuerdas que está escrito: ‘No deseches, hijo mío, el castigo del Señor ni aborrezcas su reprensión, porque el Señor reprende a quien ama, como un padre al hijo en quien se deleita.’? ‘El Señor no castiga de buen grado.’ ‘Antes de que fuera afligido, yo me descarrié, pero ahora cumplo la ley. Bueno es para mí ser afligido, para que aprenda los estatutos divinos.’ ‘Conozco tus pesares. El eterno Dios es tu refugio, y debajo están los brazos eternos.’ ‘Será también el Señor refugio para el oprimido, puerto de descanso para el tiempo de angustia.’ ‘El Señor lo sustentará sobre el lecho del dolor; el Señor no olvidará a los enfermos.’ ‘Como un padre se compadece de sus hijos, así se compadece el Señor de los que lo temen. Él conoce vuestro cuerpo; él se acuerda de que sois polvo.’ ‘Sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas.’ ‘Es la esperanza del pobre, la fuerza del necesitado en su angustia, un refugio en la tormenta y una sombra contra el calor sofocante.’ ‘Da fuerzas al fatigado y aumenta el vigor del que no tiene fuerzas.’ ‘No quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha que humea.’ ‘Cuando pases por las aguas de la aflicción, yo estaré contigo, y cuando los ríos de la adversidad te aneguen, no te abandonaré.’ ‘Él me ha enviado para vendar a los quebrantados de corazón, para proclamar la libertad a los cautivos y consolar a todos los que están de luto.’ ‘Hay enmienda en el sufrimiento; la aflicción no brota del polvo.’»

6. La malinterpretación del sufrimiento, la disertación sobre Job

148:6.1 (1662.3) Esa misma tarde en Betsaida, Juan también preguntó a Jesús por qué tantas personas aparentemente inocentes sufrían tantas enfermedades y aflicciones. El Maestro le respondió entre muchas otras cosas:

148:6.2 (1662.4) «Hijo, no comprendes el significado de la adversidad ni la misión del sufrimiento. ¿No has leído la historia de las aflicciones de Job, esa obra maestra de la literatura semita que está en las Escrituras? ¿No recuerdas que esta maravillosa parábola empieza con el relato de la prosperidad material del servidor del Señor? Como bien sabes, Job fue bendecido con hijos, riquezas, dignidad, posición, salud y todas las demás cosas que los hombres valoran en esta vida temporal. Según las enseñanzas tradicionales de los hijos de Abraham, esa prosperidad material era prueba indiscutible del favor divino. Sin embargo, la prosperidad temporal y las posesiones materiales no son ninguna prueba del favor de Dios. Mi Padre del cielo ama a los pobres tanto como a los ricos; él no hace acepción de personas.

148:6.3 (1663.1) «Aunque la transgresión de la ley divina recibe tarde o temprano su castigo, y aunque los hombres terminan ciertamente por recolectar lo que han sembrado, deberías saber que el sufrimiento humano no siempre es el castigo de un pecado anterior. Tanto Job como sus amigos se encontraron sin una verdadera respuesta a sus perplejidades. Y a la luz de los conocimientos que ahora tienes, sería difícil asignar a Satanás o a Dios los papeles que desempeñan en esta parábola única. Job no encontró la solución de sus problemas intelectuales ni de sus dificultades filosóficas a través del sufrimiento, aunque consiguió grandes victorias. Ante el derrumbamiento de sus defensas teológicas, ascendió a unas alturas espirituales en las que pudo decir sinceramente: ‘Me aborrezco’, y entonces le fue concedida la salvación de una visión de Dios. Así, incluso a través de un sufrimiento mal entendido, Job ascendió a un plano sobrehumano de comprensión moral y visión interior espiritual. Cuando el siervo que sufre recibe una visión de Dios, se produce en el alma una paz que sobrepasa todo entendimiento humano.

148:6.4 (1663.2) «El primer amigo del atribulado Job, Elifaz, le exhortó a mostrar la misma entereza en la aflicción que él había recomendado a otros en sus tiempos de prosperidad. Este falso consolador le dijo: ‘Confía en tu religión, Job; recuerda que los que sufren no son los justos sino los malvados. Si no hubieras merecido este castigo, no habría caído sobre ti. Bien sabes que ningún hombre puede ser justo a los ojos de Dios. Sabes que los malvados nunca prosperan de verdad. En cualquier caso, parece que el hombre está predestinado a sufrir, y puede que el Señor te esté castigando por tu propio bien’. Esta interpretación del problema del sufrimiento humano debió de ser un flaco consuelo para el pobre Job.

148:6.5 (1663.3) «El consejo de su segundo amigo, Bildad, aunque impecable desde el punto de vista de la teología aceptada en aquella época, fue aun más deprimente. Bildad le dijo: ‘Dios no puede ser injusto. Tus hijos tienen que haber pecado puesto que han perecido; tienes que estar errado, pues de lo contrario no estarías tan afligido. Y si de verdad eres justo, Dios te liberará seguro de tu sufrimiento. La historia de las relaciones de Dios con el hombre debe enseñarte que el Todopoderoso solo destruye a los malvados’.

148:6.6 (1663.4) «Sin duda recordarás que Job respondió así a sus amigos: ‘Bien sé que Dios no escucha mi grito de auxilio. ¿Cómo puede Dios ser justo y al mismo tiempo despreciar por completo mi inocencia? Me estoy dando cuenta de que no puedo obtener satisfacción apelando al Todopoderoso. ¿Acaso no veis que Dios tolera que los malvados persigan a los buenos? Y puesto que el hombre es tan débil, ¿qué posibilidades tiene de que un Dios omnipotente lo tome en cuenta? Dios me ha hecho tal como soy, y cuando se vuelve así contra mí no tengo defensa. ¿Por qué me ha creado Dios solo para sufrir tan miserablemente?’.

148:6.7 (1663.5) «¿Quién podría cuestionar la actitud de Job a la vista de los consejos de sus amigos y de sus propias ideas erróneas sobre Dios? ¿No ves que Job ansiaba un Dios humano, que tenía sed de estar en comunicación con un Ser divino que conociera el estado mortal del hombre y comprendiera que el sufrimiento de los justos, aun siendo inocentes, forma parte muchas veces de esta primera vida del largo ascenso al Paraíso? Por eso el Hijo del Hombre ha venido del Padre a vivir en la carne, para poder consolar y socorrer a todos los que han de ser llamados a partir de ahora a soportar las aflicciones de Job.

148:6.8 (1663.6) «El tercer amigo de Job, Zofar, dijo entonces unas palabras aún menos reconfortantes: ‘Con todo lo que estás sufriendo, eres necio si te declaras justo, aunque admito que es imposible entender los caminos de Dios. Quizás haya un propósito oculto en todos tus sufrimientos’. Después de escuchar a sus tres amigos, Job pidió a Dios directamente que acudiera en su ayuda, alegando que ‘el hombre, nacido de mujer, vive pocos días y llenos de tribulaciones’.

148:6.9 (1664.1) «Job tuvo después una segunda conversación con sus amigos. Elifaz se puso más severo, acusador y sarcástico. Bildad se indignó por el desprecio de Job hacia sus amigos. Zofar reiteró sus consejos melancólicos. Para entonces Job se había hartado de sus amigos y apeló de nuevo a Dios; esta vez apeló a un Dios justo contra el Dios de injusticia personificado en la filosofía de sus amigos e incluso consagrado en la actitud religiosa del propio Job. A continuación buscó refugio en el consuelo de una vida futura en la que las desigualdades de la existencia mortal pudieran ser rectificadas con más justicia. El hecho de no encontrar ayuda entre los hombres empuja a Job hacia Dios. Luego viene la gran lucha de su corazón entre la fe y la duda. El humano que sufre empieza por fin a percibir la luz de la vida; su alma torturada asciende a nuevas alturas de esperanza y de valor. Puede que siga sufriendo e incluso que muera, pero su alma iluminada lanza ahora este grito de triunfo: ‘¡Mi Vindicador vive!’.

148:6.10 (1664.2) «Job tenía toda la razón al cuestionar la doctrina de que Dios aflige a los hijos para castigar a sus padres. Job estaba siempre dispuesto a admitir que Dios es recto, pero anhelaba una revelación del carácter personal del Eterno que satisficiera su alma. Y esa es nuestra misión en la tierra. No se debe seguir negando a los mortales el consuelo de conocer el amor de Dios y comprender la misericordia del Padre del cielo. Es cierto que el discurso de Dios desde el torbellino era un concepto majestuoso para la época en que se pronunció, pero vosotros habéis aprendido ya que el Padre no se revela de esa manera sino que habla dentro del corazón humano como una vocecita suave que dice: ‘Este es el camino, síguelo’. ¡¿No comprendes que Dios habita dentro de ti, que se ha convertido en lo que tú eres para poder hacer de ti lo que él es?!»

148:6.11 (1664.3) Jesús hizo entonces su declaración final: «El Padre del cielo no aflige de buen grado a los hijos de los hombres. El hombre sufre en primer lugar por los accidentes del tiempo y las imperfecciones del mal de una existencia física inmadura. En segundo lugar sufre las consecuencias inexorables del pecado, de la transgresión de las leyes de vida y luz. Y finalmente, el hombre recolecta la cosecha de su inicuo empeño en rebelarse contra el recto gobierno del cielo en la tierra. Pero las miserias del hombre no son un escarmiento personal del juicio divino. El hombre puede hacer y hará mucho por reducir sus sufrimientos temporales. Debes liberarte de una vez para siempre de la superstición de que Dios aflige al hombre a instancias del maligno. Estudia el Libro de Job y descubrirás cuántas ideas equivocadas sobre Dios pueden concebir honradamente incluso los hombres de bien; luego comprobarás cómo el propio el Job, tan dolorosamente atribulado, encontró al Dios del consuelo y de la salvación a pesar de esas enseñanzas erróneas. Al final su fe traspasó las nubes del sufrimiento para percibir la luz de la vida derramada por el Padre como misericordia curativa y rectitud sempiterna».

148:6.12 (1664.4) Juan consideró estas palabras en su corazón durante muchos días. Esta conversación con el Maestro en el jardín cambió su vida para siempre, y más adelante el propio Juan contribuyó mucho a cambiar el punto de vista de los demás apóstoles sobre el origen, la naturaleza y el propósito del sufrimiento humano ordinario. Pero Juan no habló nunca de esta entrevista antes de que el Maestro dejara este mundo.

7. El hombre de la mano seca

148:7.1 (1664.5) El segundo sabbat antes de iniciar su segunda gira de predicación pública por Galilea con los apóstoles y el nuevo cuerpo de evangelistas, Jesús habló en la sinagoga de Cafarnaúm sobre «Las alegrías de la vida recta». Cuando Jesús hubo terminado de hablar, un grupo grande de mutilados, lisiados, enfermos y afligidos en busca de curación se agolpó a su alrededor. Entre ellos estaban también los apóstoles, muchos de los nuevos evangelistas y los espías fariseos de Jerusalén. Fuera donde fuera Jesús (excepto cuando estaba en las colinas con los asuntos del Padre) no podían faltar los seis espías de Jerusalén.

148:7.2 (1665.1) Mientras Jesús hablaba con la gente, el líder de los espías fariseos incitó a un hombre que tenía una mano seca a dirigirse al Maestro para preguntarle si era lícito ser curado el día del sabbat o si debía pedir ayuda otro día. Cuando Jesús vio al hombre, oyó sus palabras y se dio cuenta de que había sido enviado por los fariseos, le dijo: «Ven, quiero hacerte una pregunta. Si tuvieras una oveja y se cayera a un hoyo el día del sabbat, ¿le echarías mano para sacarla? ¿Es lícito hacer eso el día del sabbat?». El hombre contestó: «Sí, Maestro, sería lícito hacer esa buena acción el día del sabbat». Entonces Jesús se dirigió a todos ellos diciendo: «Sé por qué me habéis enviado a este hombre. Intentáis tentarme a ejercer misericordia el día del sabbat para encontrar un motivo de acusación contra mí. Todos habéis admitido con vuestro silencio que es lícito sacar del hoyo a la pobre oveja aunque sea sabbat, y yo os pongo por testigos de que es lícito mostrar bondad el día del sabbat no solo hacia los animales, sino también hacia los hombres. ¡Cuánto más vale un hombre que una oveja! Proclamo que es lícito hacer el bien a los hombres el día del sabbat». Y mientras todos permanecían callados delante de él, Jesús se dirigió al hombre de la mano seca y le dijo: «Ponte aquí a mi lado para que todos puedan verte. Y ahora, para que sepas que es voluntad de mi Padre que hagas el bien el día del sabbat, y si tienes fe para ser curado, te pido que extiendas la mano».

148:7.3 (1665.2) Entonces el hombre extendió su mano seca y quedó curada. La gente estuvo a punto de volverse contra los fariseos, pero Jesús les pidió calma diciendo: «Acabo de deciros que es lícito hacer el bien en día de sabbat, salvar una vida, pero no os he dicho que hagáis daño ni cedáis al deseo de matar». Los fariseos se marcharon furiosos, y a pesar de ser día de sabbat, salieron inmediatamente hacia Tiberiades para pedir consejo a Herodes. Intentaron por todos los medios despertar sus inquietudes para conseguir la alianza de los herodianos contra Jesús, pero Herodes se negó a tomar medidas contra él, y les aconsejó que llevaran sus quejas a Jerusalén.

148:7.4 (1665.3) Este fue el primer caso de un milagro obrado por Jesús en respuesta al reto de sus enemigos. El Maestro hizo este llamado milagro, no como demostración de su poder sanador, sino como protesta efectiva contra la interpretación del descanso religioso del sabbat como una auténtica esclavitud de restricciones sin sentido para toda la humanidad. Este hombre retomó su trabajo de albañil y vivió una vida de rectitud y acción de gracias tras su curación.

8. La última semana en Betsaida

148:8.1 (1665.4) Durante la última semana en Betsaida hubo división de opiniones entre los espías de Jerusalén respecto a Jesús y sus enseñanzas. Tres de estos fariseos estaban enormemente impresionados por lo que habían visto y oído. Mientras tanto en Jerusalén, un joven miembro muy influyente del Sanedrín llamado Abraham abrazó públicamente las enseñanzas de Jesús y fue bautizado por Abner en el estanque de Siloam. En todo Jerusalén no se hablaba de otra cosa, y se enviaron inmediatamente mensajeros a Betsaida para llamar de vuelta a los seis espías fariseos.

148:8.2 (1666.1) El filósofo griego que había creído en el reino durante la gira anterior por Galilea volvió con ciertos judíos ricos de Alejandría. Una vez más, invitaron a Jesús a su ciudad para establecer allí una escuela conjunta de filosofía y religión, así como un hospital para los enfermos, pero Jesús declinó cortésmente la invitación.

148:8.3 (1666.2) Hacia esta época llegó al campamento de Betsaida procedente de Bagdad un tal Kirmeth que profetizaba en estado de trance. Este supuesto profeta tenía visiones peculiares cuando estaba en trance y sueños fantásticos cuando se perturbaba su descanso. Creó un revuelo considerable en el campamento, y Simón Zelotes era partidario de tratar con cierta rudeza a este pretendido profeta que se engañaba a sí mismo, pero intervino Jesús y le concedió plena libertad de acción durante unos días. Todos los que escucharon su predicación se dieron cuenta enseguida de que su enseñanza no estaba bien fundada a la luz del evangelio del reino. Al poco tiempo regresó a Bagdad seguido solo por media docena de almas erráticas e inestables. Pero antes de que Jesús intercediera por el profeta de Bagdad, David Zebedeo había llevado a Kirmeth al lago ayudado por un comité de voluntarios, y después de sumergirlo varias veces en el agua, le habían aconsejado que se fuera de allí y organizara su propio campamento en otro sitio.

148:8.4 (1666.3) Ese mismo día una mujer fenicia llamada Bet-Marión se volvió tan fanática que perdió la cabeza, y después de casi ahogarse al intentar caminar sobre el agua, fue expulsada por sus amigos.

148:8.5 (1666.4) Abraham el fariseo, el nuevo converso de Jerusalén, había donado todos sus bienes materiales al tesoro apostólico, y gracias a esta contribución los cien evangelistas recién instruidos pudieron emprender inmediatamente su misión. Andrés había anunciado ya el cierre del campamento, y todos se prepararon para irse a sus casas o para acompañar a los evangelistas a Galilea.

9. La curación del paralítico

148:9.1 (1666.5) El viernes 1 de octubre por la tarde, durante la última reunión de Jesús con los apóstoles, los evangelistas y otros líderes del campamento en fase de disolución, ocurrió uno de los episodios más extraños y singulares de toda la vida de Jesús en la tierra. La asamblea se celebraba en la espaciosa habitación delantera de la casa de Zebedeo, que había sido ampliada para acoger estas reuniones durante la estación lluviosa. El Maestro hablaba de pie en el centro de la gran habitación, los seis fariseos de Jerusalén estaban sentados en primera fila, y la casa estaba totalmente rodeada por una multitud de personas que aguzaban el oído para captar algo del discurso de Jesús.

148:9.2 (1666.6) Estando así la casa abarrotada de gente y enteramente rodeada por una expectante masa de oyentes, un hombre que llevaba paralizado mucho tiempo llegó en una pequeña litera transportada por sus amigos desde Cafarnaúm. Este paralítico había oído que Jesús estaba a punto de marcharse de Betsaida, y después de hablar con Aarón, el albañil recién sanado, decidió acudir a Jesús en busca de curación. Sus amigos intentaron entrar en la casa de Zebedeo por la puerta de delante y por la de atrás, pero había demasiada gente aglomerada. Lejos de darse por vencido, el paralítico pidió a sus amigos que consiguieran unas escaleras con las que subieron al tejado de la habitación en la que Jesús estaba hablando, y después de aflojar las tejas, bajaron audazmente al enfermo en su litera con unas cuerdas hasta depositarla en el suelo justo delante del Maestro. Jesús paró de hablar al verlo, y los que estaban con él en la habitación se maravillaron de la perseverancia del enfermo y de sus amigos. El paralítico dijo a Jesús: «Maestro, lamento interrumpirte, pero estoy decidido a curarme. Yo no soy como los que fueron sanados y se olvidaron inmediatamente de tus enseñanzas. Quisiera ser curado para poder servir en el reino de los cielos». Y aunque la situación de ese hombre era consecuencia de su propia vida disipada, Jesús, al ver su fe, dijo al paralítico: «Hijo, no temas, tus pecados están perdonados. Tu fe te salvará».

148:9.3 (1667.1) Cuando los fariseos de Jerusalén, junto con otros escribas y hombres de leyes que estaban sentados con ellos, oyeron esta declaración de Jesús, empezaron a decirse entre ellos: «¿Cómo se atreve este hombre a hablar así? ¿No ve que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados sino Dios?». Jesús, conociendo en su espíritu que razonaban de esta manera dentro de sí mismos y entre ellos, les dijo: «¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Quiénes sois vosotros para juzgarme? ¿Cuál es la diferencia entre decirle a este paralítico: ‘Tus pecados están perdonados’ o decirle ‘Levántate, toma tu camilla y anda’? Pues para que vosotros que sois testigos de todo esto sepáis definitivamente que el Hijo del Hombre tiene autoridad y poder en la tierra para perdonar los pecados, le diré a este inválido: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». En cuanto Jesús dijo esto el paralítico se levantó, el público le abrió camino y salió pasando por delante de todos ellos. Los que vieron estas cosas se quedaron atónitos. Pedro despidió la asamblea mientras muchos rezaban y glorificaban a Dios confesando que nunca habían visto tan extraños acontecimientos.

148:9.4 (1667.2) Hacia ese momento llegaron los mensajeros del Sanedrín para ordenar a los seis espías que regresaran a Jerusalén. Cuando recibieron este mensaje se pusieron a hablar muy seriamente entre ellos, y al final del debate el líder y dos de sus compañeros volvieron a Jerusalén con los mensajeros. Los otros tres espías fariseos confesaron su fe en Jesús y se dirigieron inmediatamente al lago, donde fueron bautizados por Pedro y admitidos por los apóstoles como hijos del reino.

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