Documento 178 - El último día en el campamento

   
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El libro de Urantia

Documento 178

El último día en el campamento

178:0.1 (1929.1) JESÚS había planeado pasar ese jueves, su último día de libertad en la tierra como Hijo divino encarnado, con sus apóstoles y unos pocos discípulos fervientes y leales. Hacía una hermosa mañana, y poco después del desayuno el Maestro los llevó a un lugar solitario situado un poco por encima del campamento donde les enseñó muchas verdades nuevas. El Maestro dirigió otros discursos a los apóstoles durante las primeras horas de la tarde del jueves, pero el de la mañana fue su despedida a todo el grupo del campamento compuesto por los apóstoles y una serie de discípulos elegidos, tanto judíos como gentiles. Los apóstoles estaban todos menos Judas, y Pedro y varios de los apóstoles advirtieron su ausencia. Algunos pensaron que Jesús lo habría enviado a la ciudad para ocuparse de algo relacionado probablemente con la celebración de la Pascua. Judas no volvió al campamento hasta media tarde, poco antes de que Jesús saliera hacia Jerusalén con los doce para compartir la Última Cena.

1. El discurso sobre la filiación y la ciudadanía

178:1.1 (1929.2) Jesús estuvo hablando durante casi dos horas a unos cincuenta seguidores de confianza y respondió a una veintena de preguntas sobre la relación entre el reino de los cielos y los reinos de este mundo, y sobre la relación entre la filiación con Dios y la ciudadanía en los gobiernos terrenales. Este discurso, junto con sus respuestas a las preguntas, se puede resumir en lenguaje moderno como sigue:

178:1.2 (1929.3) Los reinos de este mundo, al ser materiales, pueden verse muchas veces en la necesidad de emplear la fuerza física para hacer cumplir sus leyes y mantener el orden. En el reino de los cielos los verdaderos creyentes no han de recurrir al empleo de la fuerza física. El reino de los cielos, al ser una hermandad espiritual de hijos de Dios nacidos del espíritu, solo puede ser promulgado por el poder del espíritu. Esta diferencia de procedimiento se refiere a las relaciones entre el reino de los creyentes y los reinos de gobierno secular, y no anula el derecho de los colectivos de creyentes a mantener su propio orden interno y administrar disciplina a sus miembros indignos o ingobernables.

178:1.3 (1929.4) No hay nada incompatible entre la filiación en el reino espiritual y la ciudadanía en un gobierno civil o secular. Es deber del creyente dar al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios. No puede haber ningún conflicto entre estos dos deberes puesto que uno es material y el otro espiritual, a menos que un césar se atreva a usurpar las prerrogativas de Dios y exija para sí homenaje espiritual y culto supremo. En tal caso debéis adorar solo a Dios e intentar iluminar al mismo tiempo a esos dirigentes terrenales errados para que reconozcan también ellos al Padre del cielo. No daréis culto espiritual a los dirigentes terrenales. Tampoco emplearéis la fuerza física de los gobiernos terrenales, cuyos dirigentes pueden volverse creyentes algún día, en la tarea de promover la misión del reino espiritual.

178:1.4 (1930.1) Desde el punto de vista de una civilización que progresa, la filiación en el reino os debería ayudar a convertiros en los ciudadanos ideales de los reinos de este mundo, puesto que la hermandad y el servicio son las piedras angulares del evangelio del reino. La llamada al amor del reino espiritual debería llegar a ser el antídoto efectivo contra la tendencia al odio de los ciudadanos belicosos y descreídos de los reinos terrenales. Pero esos hijos materialistas que viven en las tinieblas no tendrán conocimiento de vuestra luz espiritual de la verdad a menos que os acerquéis mucho a ellos mediante el servicio social desinteresado que es la consecuencia natural del desarrollo de los frutos del espíritu en la experiencia de vida de cada creyente individual.

178:1.5 (1930.2) Como hombres mortales y materiales sois de hecho ciudadanos de los reinos terrenales y deberíais ser buenos ciudadanos, sobre todo después de haberos convertido en hijos del reino celestial renacidos en el espíritu. Como hijos del reino de los cielos iluminados por la fe y liberados por el espíritu, afrontáis la doble responsabilidad del deber hacia los hombres y el deber hacia Dios, y asumís voluntariamente al mismo tiempo una tercera obligación sagrada: servir a la hermandad de los creyentes conocedores de Dios.

178:1.6 (1930.3) No debéis adorar a vuestros gobernantes temporales y no debéis emplear el poder temporal para promover el reino espiritual, pero debéis dispensar el mismo recto servicio por amor tanto a creyentes como a no creyentes. El poderoso Espíritu de la Verdad reside en el evangelio del reino, y dentro de poco yo derramaré este mismo espíritu sobre toda carne. Los frutos del espíritu —vuestro servicio sincero por amor— son la poderosa palanca social que eleva a las razas que están en las tinieblas, y este Espíritu de la Verdad se convertirá en el fulcro que multiplicará vuestro poder.

178:1.7 (1930.4) En vuestras relaciones con los dirigentes civiles no creyentes comportaos con inteligencia y sagacidad. Mostrad con vuestra discreción que sois expertos en allanar desacuerdos menores y deshacer malentendidos sin importancia. En todo lo que no sea vuestra lealtad espiritual a los dirigentes del universo, intentad por todos los medios vivir en paz con todos los hombres. Sed siempre prudentes como serpientes e inocentes como palomas.

178:1.8 (1930.5) Vuestra condición de hijos esclarecidos del reino debería convertiros en ciudadanos mucho mejores de un estado secular. Del mismo modo, los dirigentes de los estados terrenales gestionarán mucho mejor los asuntos civiles por el hecho de creer en este evangelio del reino celestial. La actitud de servicio desinteresado a los hombres y de adoración inteligente a Dios debería convertir a todos los que creen en el reino en mejores ciudadanos del mundo. Por otra parte, el hecho de ser un ciudadano honrado y entregado sinceramente a sus deberes temporales debería hacer a ese ciudadano más receptivo a la llamada del espíritu a la filiación en el reino celestial.

178:1.9 (1930.6) Mientras los dirigentes de los gobiernos terrenales pretendan ejercer la autoridad de dictadores religiosos, vosotros que creéis en este evangelio solo podéis esperar dificultades, persecuciones e incluso la muerte. Pero la luz que lleváis al mundo e incluso la manera en que sufriréis y moriréis por este evangelio del reino iluminarán a la larga por sí mismas al mundo entero y acabarán separando gradualmente la política de la religión. La predicación perseverante de este evangelio del reino traerá algún día a todas las naciones una nueva e increíble liberación: la independencia intelectual y la libertad religiosa.

178:1.10 (1931.1) Bajo las persecuciones que os esperan por parte de los que odian este evangelio de alegría y libertad, vosotros floreceréis y el reino prosperará. Pero más adelante correréis graves peligros cuando la mayoría de la gente hable bien de los que creen en el reino y muchos altos cargos acepten formalmente el evangelio del reino celestial. Aprended a ser fieles al reino incluso en tiempos de paz y prosperidad. No incitéis a las ángeles que os supervisan a enviaros tribulaciones como disciplina amorosa para salvar vuestra alma indolente.

178:1.11 (1931.2) Recordad que se os ha encomendado predicar este evangelio del reino —el deseo supremo de hacer la voluntad del Padre unido a la alegría suprema de comprender por la fe que sois hijos de Dios— y no debéis permitir que nada desvíe vuestra entrega a este único deber. Que toda la humanidad se beneficie del desbordamiento de vuestro ministerio espiritual amoroso, de vuestra comunión intelectual iluminadora y de vuestro servicio social edificante. Pero no permitáis que ninguna de estas labores humanitarias, ni todas ellas, sustituyan a la proclamación del evangelio. Estas poderosas ministraciones son subproductos sociales de las aún más poderosas y sublimes ministraciones y transformaciones obradas en el corazón de los que creen en el reino por el Espíritu vivo de la Verdad y por la comprensión personal de que la fe de un hombre nacido del espíritu confiere la seguridad de una comunión viva con el Dios eterno.

178:1.12 (1931.3) No busquéis divulgar la verdad ni establecer la rectitud mediante el poder de gobiernos civiles ni la promulgación de leyes seculares. Podéis esforzaros siempre por convencer mentalmente a los hombres, pero no os atreváis nunca a forzarlos. No olvidéis la gran ley de la equidad humana que os he enseñado en su forma positiva: todo lo que queráis que los hombres hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos.

178:1.13 (1931.4) Cuando un creyente en el reino sea llamado a servir al gobierno civil, que preste ese servicio como ciudadano temporal de dicho gobierno. Ese creyente debería mostrar en su labor civil todas las características normales de la ciudadanía, pero realzadas por la iluminación espiritual de la asociación ennoblecedora de la mente del hombre mortal con el espíritu del Dios eterno que mora en su interior. Si un no creyente puede ser calificado funcionario público superior, deberíais preguntaros seriamente si las raíces de la verdad se han secado en vuestro corazón por carecer de las aguas vivas de la comunión espiritual combinada con el servicio a la sociedad. La consciencia de la filiación con Dios debería avivar toda la vida de servicio de cada hombre, mujer y niño que posea este gran estimulante de todos los poderes inherentes a la personalidad humana.

178:1.14 (1931.5) No seáis místicos pasivos ni ascetas desabridos; no os convirtáis en soñadores ni vagabundeéis por la vida confiando lánguidamente en que una Providencia ficticia os resuelva incluso las necesidades básicas. Debéis sin duda ser dulces en vuestras relaciones con los mortales errados, pacientes en vuestro trato con los ignorantes y serenos ante la provocación; pero también debéis ser valientes en la defensa de la rectitud, convincentes en la promulgación de la verdad y enérgicos en la predicación de este evangelio del reino hasta los confines de la tierra.

178:1.15 (1931.6) Este evangelio del reino es una verdad viva. Os he dicho que es como la levadura en la masa, como el grano de la semilla de mostaza. Y ahora declaro que es como la semilla del ser vivo que sigue siendo la misma semilla viva de generación en generación, pero se despliega indefectiblemente en nuevas manifestaciones y crece aceptablemente por nuevas vías de adaptación a las condiciones y necesidades propias de cada generación sucesiva. La revelación que os he hecho es una revelación viva, y deseo que produzca los frutos apropiados en cada individuo y en cada generación conforme a las leyes del crecimiento espiritual, del aumento y del desarrollo adaptativo. De generación en generación este evangelio debe mostrar una vitalidad creciente y un poder espiritual cada vez más profundo. No hay que permitir que se convierta en un simple recuerdo sagrado, una mera tradición acerca de mí y de la época que estamos viviendo.

178:1.16 (1932.1) Y no olvidéis que no hemos atacado directamente a las personas que se sientan en la cátedra de Moisés ni hemos impugnado su autoridad, solo les hemos ofrecido la nueva luz que han rechazado tan rotundamente. Los hemos atacado solo para denunciar su deslealtad espiritual hacia las mismas verdades que se precian de enseñar y salvaguardar. Hemos chocado con estos jefes y dirigentes establecidos y reconocidos solo cuando se han opuesto directamente a la predicación del evangelio del reino a los hijos de los hombres. E incluso ahora no somos nosotros los que los atacamos sino ellos los que quieren destruirnos. No olvidéis que vuestro mandato se limita a salir a predicar la buena nueva. No debéis atacar las viejas costumbres sino poner hábilmente la levadura de la nueva verdad en medio de las antiguas creencias. Dejad que el Espíritu de la Verdad haga su propio trabajo. No os metáis en controversias más que si os veis forzados a hacerlo por los que desprecian la verdad, y cuando os ataque el no creyente obstinado no dudéis en defender con todas vuestras fuerzas la verdad que os ha salvado y santificado.

178:1.17 (1932.2) En todas las vicisitudes de la vida recordad siempre que debéis amaros los unos a los otros. No luchéis contra los hombres, ni siquiera contra los no creyentes. Mostrad misericordia incluso con los que os maltratan vilmente. Sed ciudadanos leales, artesanos honorables, buenos vecinos, parientes fieles, padres comprensivos y creyentes sinceros en la hermandad del reino del Padre. Y mi espíritu estará con vosotros ahora y hasta el fin del mundo.

178:1.18 (1932.3) Era casi la una cuando Jesús terminó su enseñanza así que volvieron inmediatamente al campamento donde David y sus compañeros les habían preparado el almuerzo.

2. Después de la comida del mediodía

178:2.1 (1932.4) Muy pocos oyentes del Maestro fueron capaces de asimilar, ni siquiera en parte, su instrucción de la mañana. De todos los que la escucharon, los griegos fueron quienes mejor la entendieron. Incluso los once apóstoles se sintieron desorientados por sus alusiones a futuros reinos políticos y a generaciones sucesivas de creyentes en el reino. Los seguidores más fervientes de Jesús no podían conciliar el final inminente de su ministerio terrenal con esas referencias a un largo futuro de actividades evangélicas. Algunos de estos creyentes judíos empezaban a sentir que estaba a punto de desencadenarse la tragedia más grande de la tierra, pero no podían conciliar ese desastre inminente con la actitud alegre e indiferente del Maestro ni con su discurso de la mañana, en el que había aludido repetidas veces a actividades futuras del reino celestial muy extendidas en el tiempo y relacionadas con muchos reinos temporales sucesivos en la tierra.

178:2.2 (1932.5) Ese mediodía todos los apóstoles y discípulos supieron que Lázaro había huido precipitadamente de Betania y empezaron a percibir la implacable resolución de los dirigentes judíos decididos a exterminar a Jesús y sus enseñanzas.

178:2.3 (1932.6) Los agentes secretos de David Zebedeo en Jerusalén informaban con todo detalle a su jefe sobre los progresos del plan para detener y matar a Jesús. David conocía perfectamente el papel de Judas en el complot, pero nunca habló de ello con los otros apóstoles ni con ninguno de los discípulos. Poco después del almuerzo llevó a Jesús aparte y se atrevió a preguntarle si sabía... pero no pudo terminar la pregunta. El Maestro levantó la mano para que callara y dijo: «Sí, David, lo sé todo y sé que tú lo sabes, pero procura no decírselo a nadie. Y nunca dudes en tu corazón de que al final prevalecerá la voluntad de Dios».

178:2.4 (1933.1) Esta conversación con David fue interrumpida por la llegada de un mensajero de Filadelfia enviado por Abner, que se había enterado del complot para matar a Jesús y preguntaba si debía acudir a Jerusalén. El mensajero volvió rápidamente a Filadelfia con este recado para Abner: «Prosigue con tu labor. Si me aparto de vosotros en la carne es solo para poder volver en el espíritu. No os abandonaré. Estaré con vosotros hasta el final».

178:2.5 (1933.2) En ese momento se acercó Felipe y preguntó al Maestro: «Maestro, ya va llegando la Pascua, ¿dónde quieres que la celebremos?». Jesús respondió así a la pregunta de Felipe: «Ve a buscar a Pedro y a Juan, y os daré instrucciones para la cena que vamos a compartir esta noche. En cuanto a la Pascua, habréis de pensarlo después de que hayamos hecho esto».

178:2.6 (1933.3) Cuando Judas oyó al Maestro hablar de estas cosas con Felipe se acercó para intentar escuchar la conversación, pero lo impidió David Zebedeo que estaba allí cerca. David se adelantó y se puso a hablar con Judas mientras Felipe, Pedro y Juan se apartaban para hablar con el Maestro.

178:2.7 (1933.4) Jesús dijo a los tres apóstoles: «Id ahora mismo a Jerusalén, y al pasar la puerta veréis a un hombre con un cántaro de agua. Él os hablará y vosotros iréis con él hasta una casa. Entrad detrás de él y preguntad al dueño de esa casa: ‘¿Dónde está la sala de invitados donde el Maestro ha de cenar con sus apóstoles?’. Entonces ese buen hombre os enseñará una gran habitación en el piso de arriba amueblada y preparada para nosotros».

178:2.8 (1933.5) Cuando los apóstoles llegaron a la ciudad encontraron al hombre con el cántaro de agua cerca de la puerta y siguieron tras él hasta la casa de Juan Marcos, donde el padre del muchacho los recibió y les enseñó la habitación de arriba preparada para la cena.

178:2.9 (1933.6) Todo esto lo habían acordado el Maestro y Juan Marcos el miércoles por la tarde cuando estuvieron solos en las colinas. Jesús lo organizó en secreto con el muchacho porque quería estar seguro de comer tranquilamente por última vez con sus apóstoles y pensaba que si Judas conocía de antemano el lugar de la reunión podría llevar a sus enemigos a apresarlo allí. De este modo Judas no se enteró del lugar de reunión hasta más tarde, cuando llegó con Jesús y los demás apóstoles.

178:2.10 (1933.7) David Zebedeo no tuvo dificultad en impedir que Judas siguiera a Pedro, Juan y Felipe, como hubiera querido, porque tenía muchos asuntos que tratar con el tesorero. Cuando Judas dio a David una suma de dinero para provisiones, David le dijo: «Judas, dadas las circunstancias ¿no convendría que me adelantaras un poco de dinero en previsión de futuras necesidades?». Judas reflexionó un momento y contestó: «Sí, David, creo que sería prudente. De hecho, en vista de la agitación que hay en Jerusalén, lo mejor sería que te entregara todo el dinero. Conspiran contra el Maestro, y así no tendrías problemas si a mí me ocurriera algo».

178:2.11 (1934.1) Acto seguido David recibió todos los fondos apostólicos en efectivo y los recibos del dinero en depósito. Los apóstoles no se enteraron de esta transacción hasta el día siguiente por la noche.

178:2.12 (1934.2) Hacia las cuatro y media volvieron los tres apóstoles y comunicaron a Jesús que todo estaba dispuesto para la cena. El Maestro se preparó inmediatamente para conducir a sus doce apóstoles por el sendero que llevaba a la calzada de Betania y desde allí hasta Jerusalén. Este fue el último desplazamiento que hizo con los doce.

3. De camino a la cena

178:3.1 (1934.3) Una vez más Jesús y los doce quisieron evitar a las multitudes que circulaban por el valle de Cedrón entre el parque de Getsemaní y Jerusalén, de modo que subieron por la cresta occidental del monte Olivete para encontrarse con la calzada que bajaba de Betania a la ciudad. Al llegar al lugar donde Jesús estuvo hablando la noche anterior sobre la destrucción de Jerusalén se pararon inconscientemente y contemplaron la ciudad en silencio. Como era un poco temprano y Jesús no quería pasar por la ciudad antes de la puesta del sol, dijo a sus compañeros:

178:3.2 (1934.4) «Sentaos y descansad mientras os hablo de lo que pronto ha de ocurrir. He vivido con vosotros todos estos años como hermanos, os he enseñado la verdad sobre el reino de los cielos y os he revelado sus misterios. Mi padre ha hecho en verdad muchas obras maravillosas relacionadas con mi misión en la tierra. Habéis sido testigos de todo esto y habéis participado en la experiencia de trabajar junto con Dios. También sois testigos de que os vengo advirtiendo desde hace algún tiempo que dentro de poco debo retornar a la obra que el Padre me ha encomendado. Os he dicho claramente que debo dejaros en el mundo para proseguir la obra del reino. Para este propósito os escogí en las colinas de Cafarnaúm, y ahora debéis prepararos para compartir con otros la experiencia que habéis tenido conmigo. Como el Padre me envió a este mundo, estoy a punto de enviaros para que me representéis y terminéis la obra que he empezado.

178:3.3 (1934.5) «Contempláis con tristeza esa ciudad ahí abajo porque me habéis oído anunciaros el final de Jerusalén. Os he prevenido para que no perezcáis en su destrucción y no se retrase así la proclamación del evangelio del reino. Os advierto también que tengáis cuidado y no os pongáis inútilmente en peligro cuando vengan a llevarse al Hijo del Hombre. Yo he de irme, pero vosotros tenéis que quedaros para dar testimonio de este evangelio cuando yo me haya ido; por eso aconsejé a Lázaro que huyera de la ira de los hombres para que pudiera vivir y dar a conocer la gloria de Dios. Si es voluntad del Padre que yo me vaya, nada de lo que hagáis podrá frustrar el plan divino. Cuidad de que no os maten a vosotros también. Que vuestras almas sean valientes en defensa del evangelio con el poder del espíritu, pero no os equivoquéis intentando defender tontamente al Hijo del Hombre. No necesito ninguna protección humana, los ejércitos del cielo están ahora mismo al alcance de mi mano. Pero estoy decidido a hacer la voluntad de mi Padre del cielo, y por eso nos hemos de someter a lo que está a punto de acaecernos.

178:3.4 (1934.6) «Cuando veáis esta ciudad destruida no olvidéis que ya habéis entrado en la vida eterna de servicio sin fin en el reino del cielo que avanza sin cesar, e incluso del cielo de los cielos. Deberíais saber que en el universo de mi Padre y en el mío hay muchas moradas, y que a los hijos de la luz les espera en ellas la revelación de ciudades cuyo constructor es Dios y de mundos cuyo hábito de vida es la rectitud y la alegría en la verdad. Os he traído el reino de los cielos aquí a la tierra, pero declaro que todos aquellos de vosotros que entren en él por la fe y permanezcan en él por el servicio vivo de la verdad ascenderán con toda seguridad a los mundos de lo alto y se sentarán conmigo en el reino de espíritu de nuestro Padre. Pero primero debéis ceñiros los cinturones y completar la obra que habéis empezado conmigo. Tenéis que pasar primero por muchas tribulaciones y soportar muchas penas —y estas pruebas están ahora mismo sobre nosotros— y cuando hayáis terminado vuestro trabajo en la tierra vendréis a mi alegría, igual que yo he terminado la obra de mi Padre en la tierra y estoy a punto de volver a su abrazo.»

178:3.5 (1935.1) Dicho esto, el Maestro se levantó y todos bajaron tras él por el Olivete hacia la ciudad. Solo tres de los apóstoles sabían a dónde iban mientras caminaban por las callejuelas al caer la noche. Los empujaba el gentío, pero nadie los reconoció ni supo que el Hijo de Dios pasaba cerca de ellos de camino a su última reunión como mortal con sus embajadores elegidos del reino. Y tampoco sabían los apóstoles que uno de ellos estaba conspirando para traicionar al Maestro y ponerlo en manos de sus enemigos.

178:3.6 (1935.2) Juan Marcos los había seguido todo el camino hasta entrar en la ciudad. En cuanto pasaron la puerta atajó corriendo por otra calle, y cuando llegaron los estaba esperando para recibirlos en casa de su padre.

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