Documento 156 - La estancia en Tiro y Sidón

   
   Números de párrafo: Activar | Desactivar
Versión para imprimirVersión para imprimir

El libro de Urantia

Documento 156

La estancia en Tiro y Sidón

156:0.1 (1734.1) EL VIERNES 10 de junio por la tarde Jesús y sus compañeros llegaron a los alrededores de Sidón, donde pararon en casa de una mujer rica que había sido paciente en el hospital de Betsaida cuando Jesús estaba en la cumbre del favor popular. Los evangelistas y los apóstoles se alojaron con amigos de ella que vivían cerca y descansaron el día del sabbat en este entorno reparador. Pasaron casi dos semanas y media en Sidón y sus alrededores antes de prepararse para visitar las ciudades costeras del norte.

156:0.2 (1734.2) Este sabbat de junio fue muy tranquilo para ellos. Los evangelistas y los apóstoles se concentraron en meditar lo que les había enseñado el Maestro sobre religión en el camino a Sidón. Todos eran capaces de entender algo de lo que les había dicho, pero ninguno captaba plenamente la trascendencia de sus enseñanzas.

1. La mujer siria

156:1.1 (1734.3) Cerca de la casa de Karuska donde se alojaba el Maestro, vivía una mujer siria que había oído hablar mucho de Jesús como gran sanador y maestro. Esta mujer decidió ir a verlo ese sabbat por la tarde con su hija de unos doce años que estaba aquejada de un grave trastorno nervioso caracterizado por convulsiones y otras manifestaciones angustiosas.

156:1.2 (1734.4) Jesús había encargado a sus compañeros que no dijeran a nadie que estaba en la casa de Karuska, y les explicó que quería descansar. Ellos habían obedecido las instrucciones de su Maestro, pero la criada de Karuska había informado a esta mujer siria, llamada Norana, de que Jesús se alojaba en la casa de su señora y había convencido a la preocupada madre de que fuera a él con su hija enferma para que la curara. La madre, por supuesto, creía que su hija estaba poseída por un demonio, un espíritu impuro.

156:1.3 (1734.5) Cuando Norana llegó con su hija, los gemelos Alfeo le explicaron a través de un intérprete que el Maestro estaba descansando y no se le podía molestar, a lo cual Norana respondió que ella y su hija esperarían ahí hasta que terminara su descanso. También Pedro intentó razonar con ella para que volviera a su casa. Le explicó que Jesús estaba agotado de tanto enseñar y curar, y que había venido a Fenicia en busca de descanso y tranquilidad, pero fue inútil; Norana no quiso irse. Se limitaba a responder a Pedro: «No me marcharé de aquí hasta que haya visto a tu Maestro. Sé que puede expulsar al demonio de mi niña, y no me iré hasta que el sanador haya visto a mi hija».

156:1.4 (1734.6) Entonces Tomás intentó echar a la mujer pero tampoco lo consiguió. Ella le dijo: «Tengo fe en que tu Maestro puede expulsar a este demonio que atormenta a mi niña. He oído hablar de sus poderosas obras en Galilea, y creo en él. ¿Qué os ha pasado a vosotros, sus discípulos, para que queráis echar a los que vienen buscando la ayuda de vuestro Maestro?». Tomás se retiró al oír esto.

156:1.5 (1735.1) Luego se adelantó Simón Zelotes para reprochar a Norana su actitud. Simón le dijo: «Mujer, eres una gentil que habla griego. No es justo que esperes que el Maestro tome el pan destinado a los hijos de la casa favorecida y se lo eche a los perros». Pero Norana no se dejó ofender por el ataque de Simón y se limitó a replicar: «Sí, maestro, entiendo tus palabras. No soy más que un perro a los ojos de los judíos, pero en lo que respecta a tu Maestro, soy un perro creyente. Estoy decidida a que vea a mi hija, porque estoy segura de que solo con mirarla la curará. Y ni siquiera tú, buen hombre, te atreverías a privar a los perros del privilegio de comer las migajas que puedan caer de la mesa de los hijos».

156:1.6 (1735.2) Justo en ese momento la niña sufrió una violenta convulsión delante de todos ellos, y la madre gritó: «Ya lo veis, mi niña está poseída por un espíritu maligno. Si nuestra necesidad no os conmueve, sí conmoverá a vuestro Maestro, que me han dicho que ama a todos los hombres y se atreve incluso a curar a los gentiles cuando creen. No sois dignos de ser sus discípulos. No me iré hasta que mi niña sea curada».

156:1.7 (1735.3) Jesús, que había oído toda la conversación por una ventana abierta, salió en ese momento a la gran sorpresa de todos y dijo: «Oh mujer, grande es tu fe, tan grande que no puedo negarte lo que deseas; vete en paz. Tu hija ya está curada». A partir de ese momento la niña se sintió bien. Cuando Norana y su hija se despidieron, Jesús les pidió encarecidamente que no contaran a nadie lo que había ocurrido, pero esto solo lo cumplieron los compañeros de Jesús. La madre y la niña no dejaron de proclamar la curación por toda la zona e incluso en Sidón, de modo que a los pocos días Jesús decidió cambiar de alojamiento.

156:1.8 (1735.4) Al día siguiente Jesús hizo este comentario a sus apóstoles sobre la curación de la hija de la mujer siria: «Así ha sido desde siempre. Habéis visto por vosotros mismos que los gentiles son capaces de ejercer la fe salvadora en las enseñanzas del evangelio del reino de los cielos. En verdad, en verdad os digo que los gentiles tomarán posesión del reino del Padre si los hijos de Abraham no están dispuestos a mostrar suficiente fe como para entrar en él».

2. La enseñanza en Sidón

156:2.1 (1735.5) Al entrar en Sidón Jesús y sus compañeros pasaron por un puente. Era el primero que muchos de ellos habían visto nunca, y mientras lo cruzaban Jesús dijo entre otras cosas: «Este mundo no es más que un puente; podéis pasar por él, pero no debéis pensar en construir sobre él una morada».

156:2.2 (1735.6) Cuando los veinticuatro empezaron su labor en Sidón, Jesús se alojó en una casa situada justo al norte de la ciudad donde vivían Justa y su madre Berenice. Jesús enseñaba todas las mañanas a los veinticuatro en casa de Justa, y por la tarde ellos salían a enseñar y predicar en Sidón hasta caer la noche.

156:2.3 (1735.7) Los apóstoles y los evangelistas se animaron mucho por la manera en que los gentiles de Sidón recibieron su mensaje; muchos se unieron al reino durante su corta estancia. Este periodo de unas seis semanas en Fenicia fue muy fructífero para ganar almas, aunque los escritores judíos que redactaron más tarde los evangelios prefirieron pasar por alto esta cálida acogida de los gentiles a las enseñanzas de Jesús en el preciso momento en que tantos de su propio pueblo se alineaban hostilmente contra él.

156:2.4 (1736.1) Estos creyentes gentiles apreciaron las enseñanzas de Jesús más plenamente que los judíos en muchos aspectos. Muchos de esos sirofenicios de habla griega no solo llegaron a saber que Jesús era como Dios, sino también que Dios era como Jesús. Esos llamados paganos alcanzaron a comprender bien las enseñanzas del Maestro sobre la uniformidad de las leyes de este mundo y de todo el universo. Captaron la enseñanza de que Dios no hace acepción de personas, razas ni naciones; de que no hay favoritismos con el Padre Universal; de que el universo es siempre perfectamente respetuoso con la ley y plenamente confiable. Esos gentiles no tuvieron miedo de Jesús; se atrevieron a aceptar su mensaje. No es que los hombres hayan sido incapaces de entender a Jesús a lo largo de los siglos, es que han tenido miedo de hacerlo.

156:2.5 (1736.2) Jesús dejó claro a los veinticuatro que no había huido de Galilea porque le faltara valor para enfrentarse a sus enemigos. Comprendieron que no estaba preparado aún para un choque abierto con la religión establecida y que no buscaba convertirse en mártir. Fue durante una de estas conversaciones en casa de Justa cuando el Maestro dijo por primera vez a sus discípulos que «aunque pasen el cielo y la tierra, mis palabras de verdad no pasarán».

156:2.6 (1736.3) El tema de la enseñanza de Jesús durante la estancia en Sidón fue la progresión espiritual. Les dijo que no podían permanecer estáticos; que tenían que avanzar en rectitud o retroceder hacia el mal y el pecado. Les recomendó que «se olvidaran de las cosas del pasado y siguieran adelante hasta abrazar las realidades más grandes del reino». Les pidió que no se contentaran con seguir siendo niños en el evangelio, sino que se esforzaran por alcanzar la plena estatura de la filiación divina en la comunión del espíritu y en la comunidad de los creyentes.

156:2.7 (1736.4) Jesús les dijo: «Mis discípulos no solo deben dejar de hacer el mal, sino aprender a hacer el bien. No solo debéis purificaros de todo pecado consciente, sino que debéis negaros a albergar sentimientos de culpa. Si confesáis vuestros pecados, están perdonados; por lo tanto debéis mantener una conciencia libre de faltas».

156:2.8 (1736.5) A Jesús le gustaba mucho el agudo sentido del humor de aquellos gentiles. Fue el sentido del humor demostrado por Norana, la mujer siria, unido a su fe grande y tenaz, lo que conmovió tanto el corazón del Maestro y atrajo su misericordia. Jesús lamentaba mucho que su pueblo —los judíos— estuvieran tan faltos de humor. Una vez comentó con Tomás: «Mi pueblo se toma a sí mismo demasiado en serio; carecen casi totalmente de aprecio por el humor. La pesada religión de los fariseos no podría haber nacido nunca en un pueblo con sentido del humor. También les falta coherencia: filtran los mosquitos y se tragan los camellos».

3. El viaje por la costa

156:3.1 (1736.6) El martes 28 de junio el Maestro y sus compañeros salieron de Sidón y llegaron a Porfireón y Heldua por la costa. Fueron bien recibidos por los gentiles, muchos de los cuales se incorporaron al reino durante esta semana de enseñanza y predicación. Los apóstoles predicaron en Porfireón y los evangelistas enseñaron en Heldua. Mientras los veinticuatro se dedicaban a su tarea, Jesús los dejó durante tres o cuatro días para ir a la ciudad costera de Beirut donde se reunió con un sirio llamado Malac que era creyente y había estado en Betsaida el año anterior.

156:3.2 (1737.1) El miércoles 6 de julio todos volvieron a Sidón y se alojaron en casa de Justa. El domingo por la mañana salieron hacia Tiro por la costa hacia el sur pasando por Sarepta. Llegaron a Tiro el lunes 11 de julio. Los apóstoles y los evangelistas ya se estaban acostumbrando a trabajar entre los llamados gentiles, que descendían de hecho en su mayoría de las primeras tribus cananeas cuyo origen semítico era aún más antiguo. Todas esas gentes hablaban la lengua griega. El entusiasmo con que estos gentiles escuchaban el evangelio y la buena disposición a creer de muchos de ellos fue una gran sorpresa para los apóstoles y los evangelistas.

4. En Tiro

156:4.1 (1737.2) Enseñaron en Tiro del 11 al 24 de julio. Cada uno de los apóstoles se llevó consigo a uno de los evangelistas y así, de dos en dos, enseñaron y predicaron en todo Tiro y sus alrededores. La población políglota de este concurrido puerto marítimo los escuchó con agrado, y muchos fueron bautizados y entraron en la comunidad externa del reino. Jesús estableció su cuartel general en casa de un judío creyente llamado José que vivía cinco o seis kilómetros al sur de Tiro, no lejos de la tumba de Hiram, que fue rey de la ciudad-estado de Tiro en tiempos de David y Salomón.

156:4.2 (1737.3) Durante este periodo de dos semanas los apóstoles y los evangelistas entraban diariamente en Tiro pasando por el malecón de Alejandro para organizar pequeñas reuniones, y casi todos volvían por la noche al campamento de la casa de José, al sur de la ciudad. Muchos creyentes salían de la ciudad todos los días para ir a hablar con Jesús a su lugar de descanso. El Maestro habló en Tiro solo una vez, el 20 de julio por la tarde, y centró su enseñanza en el amor del Padre por toda la humanidad y en la misión del Hijo de revelar al Padre a todas las razas de los hombres. Había tal interés por el evangelio del reino entre esos gentiles que le abrieron las puertas del templo de Melcart para la ocasión. Es interesante dejar constancia de que en años posteriores se construyó una iglesia cristiana en el mismo lugar de ese antiguo templo.

156:4.3 (1737.4) Muchos de los líderes de la industria manufacturera de púrpura de Tiro, el colorante que hizo famosas a Tiro y a Sidón en el mundo entero y que tanto contribuyó a su comercio mundial y a su consiguiente enriquecimiento, creyeron en el reino. Cuando al poco tiempo empezó a disminuir la población de animales marinos de los que se extraía este colorante, esos fabricantes de tinte salieron en busca de nuevos hábitats de estos mariscos. Emigraron así hasta los confines de la tierra llevando consigo el mensaje de la paternidad de Dios y la hermandad de los hombres: el evangelio del reino.

5. La enseñanza de Jesús en Tiro

156:5.1 (1737.5) Lo primero que contó Jesús a sus seguidores en su alocución de ese miércoles por la tarde fue la historia del lirio blanco que alza su cabeza pura y nevada hacia el sol mientras sus raíces están enterradas en el lodo y el estiércol del suelo tenebroso. «Del mismo modo, aunque el hombre mortal tiene las raíces de su origen y de su ser en el suelo animal de la naturaleza humana, puede alzar mediante la fe su naturaleza espiritual hacia el sol de la verdad celestial y llegar a producir los frutos nobles del espíritu».

156:5.2 (1738.1) En este mismo sermón Jesús empleó por primera y única vez una parábola relacionada con su propio oficio: la carpintería. Al hablar de «construir bien los cimientos sobre los que hacer crecer un carácter noble lleno de cualidades espirituales», dijo: «Para producir los frutos del espíritu tenéis que nacer del espíritu. El espíritu es quien debe enseñaros y el espíritu es quien debe conduciros si queréis vivir entre vuestros semejantes una vida colmada de espíritu. Pero no cometáis el error del carpintero necio que malgasta un tiempo valioso escuadrando, midiendo y puliendo un madero carcomido y podrido por dentro, y después de haber dedicado tanto trabajo a esa viga endeble tiene que rechazarla porque no sirve para los cimientos de un edificio capaz de resistir los embates del tiempo y las tormentas. Que todo hombre se asegure de que los cimientos intelectuales y morales de su carácter tengan la solidez necesaria para sostener adecuadamente la superestructura de una naturaleza espiritual que aumenta y se ennoblece, que ha de transformar así la mente mortal y luego, en asociación con esa mente recreada, ha de conseguir la evolución del alma cuyo destino es inmortal. Vuestra naturaleza de espíritu —el alma creada conjuntamente— es un brote vivo, pero la mente y la moralidad del individuo son el suelo de donde deben brotar estas manifestaciones más altas de desarrollo humano y de destino divino. El suelo del alma en vías de evolución es humano y material, pero el destino de esta criatura combinada de mente y espíritu es espiritual y divino».

156:5.3 (1738.2) Esa misma tarde Natanael preguntó a Jesús: «Maestro, ¿por qué rezamos para que Dios no nos conduzca a la tentación cuando sabemos muy bien por tu revelación del Padre que él no hace nunca esas cosas?». Jesús respondió así a Natanael:

156:5.4 (1738.3) «No me extraña que preguntes esto, puesto que estás empezando a conocer al Padre como yo lo conozco y no tan veladamente como lo veían los primeros profetas hebreos. Sabes bien que nuestros antepasados tenían tendencia a ver a Dios en casi todo lo que ocurría. Buscaban la mano de Dios en todos los acontecimientos naturales y en todos los episodios extraordinarios de la experiencia humana. Relacionaban a Dios tanto con el bien como con el mal. Pensaban que Dios había ablandado el corazón de Moisés y endurecido el del faraón. Cuando el hombre sentía una fuerte compulsión por hacer algo, bueno o malo, acostumbraba a explicarse así esas emociones extraordinarias: ‘El Señor me ha hablado para decirme: haz esto o haz aquello, ven aquí o ve allí’. Y como los hombres se topaban tantas veces con fuertes tentaciones, nuestros antepasados se acostumbraron a creer que Dios los ponía frente a la tentación para probarlos, castigarlos o fortalecerlos. Pero tú ahora sabes más que ellos. Sabes que los hombres son llevados demasiadas veces a la tentación por el tirón de su propio egoísmo y los impulsos de su naturaleza animal. Cuando te sientas tentado de esta manera, te recomiendo que identifiques sincera y honradamente la tentación como tentación y reorientes inteligentemente, hacia canales más altos y metas más idealistas, esas energías del espíritu, la mente y el cuerpo que buscan expresarse. Así podrás transformar tus tentaciones en formas superiores de servicio humano inspirador y evitar casi por completo esos conflictos inútiles y debilitantes entre la naturaleza animal y la naturaleza espiritual.

156:5.5 (1738.4) «Pero no caigas en la locura de intentar vencer la tentación a base de obligarte, por pura fuerza de voluntad humana, a sustituir un deseo por otro que consideras superior. Si quieres triunfar verdaderamente sobre las tentaciones de la naturaleza más baja e inferior, debes llegar a una posición de ventaja espiritual en la que habrás desarrollado un verdadero amor y un interés real por las formas de conducta superiores y más idealistas que tu mente quiere adoptar en lugar de los hábitos de comportamiento inferiores y menos idealistas que reconoces como tentaciones. De este modo te liberarás mediante una transformación espiritual, en vez de sobrecargarte con intentos engañosos de reprimir los deseos propios de los mortales. Lo antiguo e inferior quedarán olvidados en el amor por lo nuevo y superior. La belleza siempre triunfa sobre la fealdad en el corazón de todos los que están iluminados por el amor a la verdad. Todo afecto espiritual nuevo y sincero lleva consigo una poderosa energía expulsora. Y te lo repito, no te dejes vencer por el mal sino vence al mal con el bien.»

156:5.6 (1739.1) Los apóstoles y los evangelistas siguieron haciendo preguntas hasta muy entrada la noche. Entre las muchas respuestas de Jesús destacaremos los pensamientos siguientes expuestos en términos modernos:

156:5.7 (1739.2) Una ambición fuerte, un juicio inteligente y una sabiduría curtida son los factores esenciales del éxito material. El liderazgo es fruto de la aptitud natural, de la discreción, del poder de la voluntad y de la determinación. El destino espiritual es fruto de la fe, el amor y la entrega a la verdad —tener hambre y sed de rectitud— y del deseo de todo corazón de encontrar a Dios y ser como él.

156:5.8 (1739.3) No os dejéis desanimar por el descubrimiento de que sois humanos. La naturaleza humana puede tender hacia el mal, pero no es pecaminosa de por sí. No os sintáis abatidos por vuestra incapacidad de olvidar por completo algunas actuaciones vuestras que ahora lamentáis. Los errores que no consigáis olvidar en el tiempo serán olvidados en la eternidad. Aligeraréis las cargas de vuestra alma si adquirís rápidamente una visión de vuestro destino a largo plazo, de la expansión de vuestra carrera en el universo.

156:5.9 (1739.4) No cometáis el error de apreciar el valor del alma por las imperfecciones de la mente o por los apetitos del cuerpo. No juzguéis al alma ni evaluéis su destino sobre la base de un solo episodio humano reprobable. Vuestro destino espiritual solo está condicionado por vuestros anhelos y propósitos espirituales.

156:5.10 (1739.5) La religión es la experiencia exclusivamente espiritual del alma inmortal en vías de evolución del hombre conocedor de Dios, pero el poder moral y la energía espiritual son fuerzas poderosas que se pueden utilizar también para abordar situaciones sociales difíciles y resolver problemas económicos complejos. Estas dotes morales y espirituales enriquecen el vivir humano y aumentan su sentido a todos los niveles.

156:5.11 (1739.6) Si os limitáis a amar solo a los que os aman estáis destinados a vivir una vida estrecha y mezquina. El amor humano puede ser sin duda recíproco, pero el amor divino busca siempre satisfacerse hacia fuera. Cuanto menos amor hay en la naturaleza de una criatura más amor necesita, y más busca el amor divino satisfacer esa necesidad. El amor no se busca nunca a sí mismo y no puede ser dirigido hacia uno mismo. El amor divino no puede ser autosuficiente, necesita otorgarse generosamente.

156:5.12 (1739.7) Los que creen en el reino deberían tener fe implícita, creer con toda el alma, en el triunfo seguro de la rectitud. Los constructores del reino no deben dudar de la verdad del evangelio de eterna salvación. Los creyentes deben ir aprendiendo progresivamente a apartarse de las prisas de la vida —a escapar del acoso de la existencia material— al tiempo que van refrescando el alma, inspirando la mente y renovando el espíritu en una comunión de adoración.

156:5.13 (1739.8) Las personas que conocen a Dios no se desalientan por las desgracias ni se dejan abatir por las decepciones. Los creyentes son inmunes a las depresiones producidas por trastornos puramente materiales; los que viven en el espíritu no se inquietan por los sucesos del mundo material. Los candidatos a la vida eterna practican un modo vigorizante y constructivo de afrontar todos los acosos y vicisitudes de la vida mortal. Para el verdadero creyente es más fácil hacer lo correcto cada día que vive.

156:5.14 (1740.1) Vivir espiritualmente promueve la verdadera autoestima. Pero la autoestima no es admiración por uno mismo. La autoestima está siempre coordinada con el amor y el servicio a los semejantes. No es posible estimarse a sí mismo más de lo que se ama al prójimo; lo uno es la medida de la capacidad para lo otro.

156:5.15 (1740.2) Con el paso del tiempo todo el que cree de verdad va aprendiendo mejor a atraer a sus semejantes hacia el amor a la verdad eterna. ¿Estáis hoy mejor capacitados que ayer para revelar la bondad a la humanidad? ¿Promovéis con más eficacia la rectitud este año que el año pasado? ¿Estáis perfeccionando vuestros métodos de conducir a las almas hambrientas hacia el reino espiritual?

156:5.16 (1740.3) ¿Tenéis ideales lo bastante elevados como para asegurar vuestra salvación eterna y al mismo tiempo ideas tan prácticas como para ser ciudadanos útiles que colaboran provechosamente con sus compañeros mortales en la tierra? En el espíritu vuestra ciudadanía está en los cielos; en la carne sois todavía ciudadanos de los reinos de la tierra. Dad a los césares las cosas que son materiales y a Dios las que son espirituales.

156:5.17 (1740.4) La medida de la capacidad espiritual del alma que evoluciona es vuestra fe en la verdad y vuestro amor a los hombres, pero la medida de la fortaleza de vuestro carácter humano es vuestra capacidad de no guardar rencor y de superar la amargura ante una pena profunda. La derrota es el verdadero espejo donde podéis examinar honradamente vuestro yo real.

156:5.18 (1740.5) A medida que vais teniendo más años y más experiencia en los asuntos del reino, ¿estáis adquiriendo más tacto en el trato con mortales conflictivos y más tolerancia en la convivencia con vuestros compañeros obstinados? El tacto es el fulcro de la palanca social y la tolerancia es el distintivo de un alma grande. Si poseéis estos dones raros que cautivan a la gente, con el paso del tiempo llegaréis a ser más expertos y eficaces en vuestros valiosos esfuerzos por evitar todos los malentendidos sociales innecesarios. Esas almas prudentes son capaces de evitar muchos de los problemas que aquejan a todos los que sufren desajustes emocionales, los que se niegan a crecer y los que no saben envejecer con dignidad.

156:5.19 (1740.6) Siempre que prediquéis la verdad y proclaméis el evangelio, huid de toda injusticia o falta de honradez. No busquéis un reconocimiento no ganado y no aspiréis a una consideración inmerecida. Aceptad sin limitaciones todo el amor que os llegue tanto de fuentes divinas como humanas, aunque no lo merezcáis, y amad a cambio sin limitaciones. Pero en todo lo relacionado con honores y alabanzas, buscad solo lo que honradamente os corresponda.

156:5.20 (1740.7) El mortal consciente de Dios está seguro de salvarse; no teme a la vida; es honrado y consecuente. Sabe soportar valientemente los sufrimientos inevitables y no se queja cuando se enfrenta a penalidades ineludibles.

156:5.21 (1740.8) El verdadero creyente no se cansa de hacer el bien cuando encuentra oposición. Las dificultades inflaman el ardor de los amantes de la verdad y los obstáculos no son más que retos a superar para los esforzados constructores del reino.

156:5.22 (1740.9) Jesús les enseñó muchas otras cosas hasta que llegó el momento de marcharse de Tiro.

156:5.23 (1740.10) El día antes de salir de Tiro para regresar a la región del mar de Galilea, Jesús reunió a sus seguidores y ordenó a los doce evangelistas que fueran por un camino distinto del que pensaba tomar él con los doce apóstoles. Después de separarse de Jesús en Tiro los evangelistas no volvieron a estar nunca más tan íntimamente asociados con él.

6. El regreso de Fenicia

156:6.1 (1741.1) El domingo 24 de julio Jesús y los doce salieron hacia el mediodía de la casa de José, situada al sur de Tiro. Fueron por la costa hasta Tolemaida, donde pasaron un día y dirigieron palabras de consuelo al grupo de creyentes de esa ciudad. Pedro predicó para ellos el 25 de julio por la noche.

156:6.2 (1741.2) El martes salieron de Tolemaida hacia el este por el interior hasta cerca de Jotapata siguiendo la calzada de Tiberiades. El miércoles pararon en Jotapata donde instruyeron a los creyentes en las cosas del reino. El jueves salieron de Jotapata hacia el norte por el sendero de Nazaret al monte Líbano para ir a la aldea de Zabulón pasando por Ramá. El viernes organizaron varias reuniones en Ramá donde se quedaron a pasar el sabbat. Llegaron a Zabulón el domingo 31, tuvieron una reunión esa misma noche y siguieron viaje a la mañana siguiente.

156:6.3 (1741.3) De Zabulón llegaron hasta el cruce con la calzada de Magdala a Sidón, cerca de Giscala, y desde allí se dirigieron a Genesaret en la costa occidental del lago de Galilea, al sur de Cafarnaúm, donde se habían citado con David Zebedeo para deliberar sobre el siguiente paso en la predicación del evangelio del reino.

156:6.4 (1741.4) David no tardó en informarles de que había muchos líderes reunidos en ese momento en la orilla opuesta del lago, cerca de Queresa, de modo que esa misma noche se embarcaron hacia el otro lado. Descansaron tranquilamente en las colinas durante un día, y a la mañana siguiente se dirigieron al parque cercano donde el Maestro había alimentado a los cinco mil. Pasaron ahí tres días de descanso y se reunieron diariamente con unos cincuenta hombres y mujeres, los restos del numeroso colectivo de creyentes que hubo en su día en Cafarnaúm y sus alrededores.

156:6.5 (1741.5) Durante la estancia de Jesús en Fenicia, mientras estuvo lejos de Cafarnaúm y de Galilea, sus enemigos consideraron que todo el movimiento se había desintegrado, y llegaron a la conclusión de que Jesús había huido a toda prisa porque estaba tan asustado que probablemente no volvería a molestarlos nunca más. La oposición activa a sus enseñanzas se había calmado mucho, los creyentes empezaban a reunirse en público otra vez y se estaba produciendo una consolidación gradual pero efectiva de los supervivientes que habían demostrado su fidelidad en la gran criba por la que acababan de pasar los creyentes del evangelio.

156:6.6 (1741.6) Felipe, el hermano de Herodes, se había hecho creyente a medias en Jesús y envió recado de que el Maestro era libre de vivir y trabajar en sus dominios.

156:6.7 (1741.7) El mandato de cerrar las sinagogas de todo el mundo judío a las enseñanzas de Jesús y sus seguidores se había vuelto en contra de los escribas y fariseos. En cuanto Jesús se quitó de en medio como objeto de controversia, se produjo una reacción en todo el pueblo judío y hubo un resentimiento generalizado contra los fariseos y los líderes del Sanedrín de Jerusalén. Muchos dirigentes de las sinagogas empezaron a abrir subrepticiamente sus puertas a Abner y sus compañeros, alegando que estos maestros eran seguidores de Juan y no discípulos de Jesús.

156:6.8 (1741.8) Incluso Herodes Antipas había cambiado de sentir. Cuando se enteró de que Jesús estaba residiendo al otro lado del lago en el territorio de su hermano Felipe, le envió recado de que, a pesar de haber firmado órdenes para que lo arrestaran en Galilea, no había autorizado su arresto en Perea. Con esto Herodes quiso dejar claro que Jesús no sería molestado si se quedaba fuera de Galilea, y comunicó esta misma resolución a los judíos de Jerusalén.

156:6.9 (1742.1) Esta era la situación a principios de agosto del año 29 d. C., cuando el Maestro volvió de su misión en Fenicia y empezó a reorganizar sus fuerzas dispersas, puestas a prueba y mermadas, para el último y memorable año de su misión en la tierra.

156:6.10 (1742.2) Las cuestiones en liza están claras cuando el Maestro y sus seguidores se preparan para empezar a proclamar una nueva religión, la religión del espíritu del Dios vivo que mora en la mente de los hombres.

INFORMACIÓN SOBRE LA FUNDACIÓN

Versión para imprimirVersión para imprimir

Urantia Foundation, 533 W. Diversey Parkway, Chicago, IL 60614, USA
Teléfono: (fuera de EUA y Canada) +1-773-525-3319
© Urantia Foundation. Reservados todos los derechos