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Duane Faw: Homenaje A Un Hombre Que Sirvió A La Revelación

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Saskia Praamsma
Saskia Praamsma
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Duane Faw: Homenaje A Un Hombre Que Sirvió A La Revelación

Duane Faw
Duane Faw
Paramony
Paramony

De Saskia Praamsma

Nota de la directora:

En el número del 26 de marzo de 2008 de Mighty Messenger, Duane Faw, un lector veterano del Libro de Urantia, fue homenajeado por su contribución al movimiento Urantia. Duane y su esposa Lucile tuvieron una rica historia de estudio del Libro de Urantia. Duane fue un miembro activo de la Fellowship. Hizo carrera militar y se retiró del Cuerpo de marines como Brigadier General, se convirtió en catedrático de Derecho y fue el autor de The Paramony y de otro libro titulado Religion Ought to Make Sense (La religión ha de tener sentido)

Duane fue homenajeado también por Saskia Praamsma al incluirle en su libro How I Found the Urantia Book and How It Changed my Life (Cómo encontré El libro de Urantia y cómo cambió mi vida)

Saskia escribió esto sobre la historia de Duane respecto a cómo encontró El libro de Urantia:

Esta es una de las muchas historias que recogí para rendir homenaje a aquellos que descubrieron El libro de Urantia en los primeros años.

Había una serie de cosas que me inspiraron a recopilar las historias y a publicar How I Found The Urantia Book.

Primero, había estado fuera del movimiento durante un tiempo y cuando volví, hacia 1977, me sorprendió descubrir que los lectores estaban tomando partido unos en contra de otros. Entonces ya sabía que en el fondo todos somos hermanos y parecidos, pues hemos encontrado la misma olla de oro al final del arco iris, y quería encontrar una manera de resaltar ese aspecto.

Por aquel entonces, Norman Ingram estaba planeando su misión a África para colocar El libro de Urantia de norte a sur, y necesitaba dinero. Pensé que sería una gran idea recopilar historias de todos y publicarlas en un libro que podría venderse para financiar este viaje. Esa primera edición tuvo unos 8.000 $ de beneficio, y cada centavo fue para Norman.

También por aquella época Gabriel de Sedona aparecía en la Dateline NBC. Pensé que podríamos usar un libro que mostrara que, aunque Gabriel y su grupo sí que estudiaran El libro de Urantia, no eran de ninguna manera los líderes o el único grupo que lo hacía.

Cuando Polly Freedman compartió conmigo la veintena de historias que nuestra querida amiga Julia Fenderson había reunido, eso me inspiró a construir sobre ellas (especialmente con Internet y las nuevas tecnologías, que hicieron mucho más fácil la recopilación)

Y finalmente, pero no por eso menos importante, ¡pensé que sería divertido leer las historias de otras personas!

Tengo el placer de presentarles la historia de Duane sobre cómo encontró El libro de Urantia.

*****

En agosto de 1965 estaba volando desde Portland hacia Dallas pasando por Denver. Cuando nos acercábamos a Denver, la mujer que se sentaba a mi lado me preguntó por el libro que estaba leyendo. Le dije que era sobre Edgar Cayce y la reencarnación. Me preguntó por qué lo estaba leyendo.

Le dije que una de mis aficiones era el estudio de las religiones. Charlamos brevemente sobre la reencarnación y la vida después de la muerte.

Me preguntó si había oído hablar de un planeta llamado Urantia. Le dije que no. Me dijo que pertenecía a un grupo que creía que vivíamos en un planeta llamado Urantia, y que cuando morimos simplemente vamos a otro planeta durante una temporada, y luego a otro, y a otro, etc. Me dijo que sabía exactamente a dónde iría cuando muriera. Había sacado esa información de un libro llamado El libro de Urantia y dijo que no sabría todo lo que hay que saber sobre religión hasta que no encontrara (y leyera) El libro de Urantia.

En el aeropuerto de Denver, estaba esperando a mi vuelo de conexión en la zona de embarque cuando sentí un golpecito en mi hombro. Era la mujer del avión. Estaban con ella un hombre y dos mujeres a los que quería presentarme. Les dijo: “Este es el hombre que os dije y al que conocí en el avión. Quiere leer El Libro de Urantia”. El hombre dijo que, si estaba interesado seriamente en descubrir el papel del hombre en el universo y su relación con Dios, debía leer El libro de Urantia.

Me reuní con mi esposa Lucile en Dallas, y estuvimos unos días con su hermana antes de volar a nuestra casa en Arlington (Virginia)

Un día que estaba solo mientras se iban de compras, me decidí a buscar un ejemplar del Libro de Urantia. Busqué en las páginas amarillas y telefoneé a todas las librerías de libros nuevos y usados de la guía de Dallas. Cada conversación era más o menos así:

“¿Tiene algún ejemplar del Libro de Urantia?”

“¿De qué?”

El libro de Urantia

“¿Cómo se deletrea?”

“No sé ¿E-U-R? ¿U-R? Fonéticamente es Urantia”

“¿Quién lo escribió?”

“No lo sé”

“¿Quién lo publicó?”

“No lo sé”

“Lo sentimos, pero no tenemos la información necesaria para pedirlo”

De vuelta a casa en Virginia, llamé a todas las librerías de Washington DC y su área metropolitana con idéntico resultado. Fui a la Biblioteca del Congreso y busqué en Religión (me confundí pues, como averigüé más tarde, se encuentra en la sección de Ocultismo) Encontrar El libro de Urantia se convirtió para mí en una obsesión. Pregunté por él en todos los sitios donde veía una librería.

En otoño de 1971 me retiré de la carrera militar y nos trasladamos a California, donde enseñaba Derecho. Allí continué con mi búsqueda del libro. Un día de principios de 1972, buscaba una parte en concreto de una base de lámpara nada común. Tenía una lista de seis tiendas. No la encontré en las cinco primeras que visité, pero al salir de la quinta tienda vi una librería de libros usados. Como era mi costumbre, fui a preguntar si tenían un ejemplar del Libro de Urantia.

Un hombre en una escalera dijo, “¿que si tengo qué?”

“Olvídelo”, le respondí.

“Ey, espere un momento”, dijo. “No dije que no tuviera uno. He trabajado en esta librería durante muchos años, y nadie ha preguntado nunca por El Libro de Urantia. Hasta ayer nunca había oído hablar de él. Lo conseguí en una venta de libros y anoche los estaba clasificando. El único libro que tenía interés para mí era El libro de Urantia. Lo puse en mi mesa para leerlo, pero si quiere comprarlo puede hacerlo”.

Le di 10$ por el libro.

Cuando llegué a casa y miré los títulos y los autores de los documentos, me enfadé. Había estado buscando todo aquel tiempo lo que se había convertido en un libro de ocultismo; a mí no me interesaba lo oculto y arrojé el libro, abierto y boca abajo, a una papelera.

Mi entorno había sido el cristianismo centrado en la Biblia. Mi abuelo era un predicador presbiteriano que finalmente había sido elegido para el oficio más alto de la iglesia, el de moderador de la Asamblea General. Mi padre, ordenado en la misma denominación, organizaba iglesias. Todos querían que me convirtiera en predicador, pero yo no sentía la llamada. Sin embargo, sí que me gustaba la Biblia y siempre que íbamos al servicio organizaba clases sobre la Biblia. No estaba preparado para un libro de ocultismo. Los días siguientes me olvidé por completo del Libro de Urantia. Mi mente no tenía pensamientos de leerlo (ni siquiera curiosidad)

Cerca de una semana después, con el Reader’s Digest en mi mesita de noche para leerlo hasta la hora de dormir, descubrí que no estaba allí.

Lucile dijo que lo había dejado en la bolera. En ese momento recibí una impresión muy fuerte en mi mente. No escuché voces ni vi nada escrito, pero la intensidad de esa impresión me asustó. Era esta: “Si ese libro que encontraste lo hubiera escrito Juan Pérez o José García, lo habrías leído. Nunca juzgues a un libro por sus autores”. Por si acaso no se habían llevado la basura, salí de la cama, fui hasta mi despacho y miré en la papelera. Al fondo, boca abajo y muy manoseado, encontré El libro de Urantia.

Al volver a la cama abrí el libro por el principio. Todavía lo miraba mal por todos aquellos autores raros. Vi, sin embargo, que la última parte del libro era sobre la vida de Jesús. Ahora que había leído cosas realmente disparatadas sobre Jesús sin corromper mi pensamiento, decidí comenzar a leer por ahí. Lo que encontré me fascinó por completo. En lugar de darme sueño, me mantuvo despierto. A las 2:30 de la madrugada, Lucile dijo: “¡Apaga la luz! Necesito dormir”.

En los documentos sobre Jesús encontré al Jesús más bello, amoroso y encantador que había conocido jamás. Aún así, necesitaba leer las tres primeras partes del libro para comprender la parte IV. Tras leerlas aprendí quién es Dios, quién soy yo, lo que Dios desea de mí, mi destino final y mucho, mucho más. Mientras tanto El libro de Urantia no desplazó a la Biblia en mi consideración. Todavía quiero a la Biblia, ahora más que nunca, pues ahora sé lo que es y lo que no es.