Documento 4 - La relación de Dios con el universo

   
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El libro de Urantia

Documento 4

La relación de Dios con el universo

4:0.1 (54.1) EL Padre Universal tiene un propósito eterno que concierne a los fenómenos materiales, intelectuales y espirituales del universo de universos, y que está llevando a cabo a lo largo del tiempo. Dios creó los universos por su propia voluntad libre y soberana, y los creó de acuerdo con su propósito omnisciente y eterno. Es dudoso que nadie, excepto las Deidades del Paraíso y sus colaboradores más altos, sepa de verdad gran cosa sobre el propósito eterno de Dios. Incluso los excelsos ciudadanos del Paraíso sostienen opiniones muy diversas sobre la naturaleza del propósito eterno de las Deidades.

4:0.2 (54.2) Es fácil deducir que el propósito de la creación del perfecto universo central de Havona fue la pura satisfacción de la naturaleza divina. Havona puede servir como creación patrón para todos los demás universos y como escuela final para los peregrinos del tiempo en su camino hacia el Paraíso. Sin embargo, una creación tan celestial tiene que existir fundamentalmente para placer y satisfacción de los Creadores perfectos e infinitos.

4:0.3 (54.3) El asombroso plan de perfeccionar a los mortales evolutivos y, una vez hayan alcanzado el Paraíso y el Cuerpo de la Finalización, proporcionarles más formación para algún trabajo futuro no revelado, parece ser uno de los intereses principales de los siete superuniversos y sus muchas subdivisiones en el presente. Pero este programa de ascensión para espiritualizar y formar a los mortales del tiempo y el espacio no es en absoluto la ocupación exclusiva de las inteligencias del universo. Existen de hecho muchas otras actividades fascinantes que ocupan el tiempo y movilizan las energías de las huestes celestiales.

1. La actitud del Padre hacia el universo

4:1.1 (54.4) Los habitantes de Urantia han malinterpretado durante mucho tiempo la providencia de Dios. Hay una providencia establecida por la divinidad en vuestro mundo, pero no es el ministerio infantil, arbitrario y material concebido por muchos mortales. La providencia de Dios consiste en las actividades entrelazadas de los seres celestiales y los espíritus divinos que, de conformidad con la ley cósmica, trabajan incesantemente por el honor de Dios y por el avance espiritual de sus hijos del universo.

4:1.2 (54.5) ¿Acaso no podéis avanzar en vuestro concepto sobre el trato de Dios con el hombre hasta el nivel en el que reconozcáis que la consigna del universo es el progreso? La raza humana ha luchado durante muchísimo tiempo por alcanzar su posición presente. A lo largo de todos esos milenios, la Providencia ha estado poniendo en obra el plan de evolución progresiva. Ambos pensamientos no son opuestos en la práctica, solo en los conceptos erróneos del hombre. La providencia divina no se coloca nunca en oposición al verdadero progreso humano, ya sea temporal o espiritual. La providencia concuerda siempre con la naturaleza inmutable y perfecta del Legislador supremo.

4:1.3 (55.1) «Dios es fiel» y «todos sus mandamientos son justos». «Su fidelidad se establece en los mismos cielos.» «Tu palabra, oh Señor, se ha asentado para siempre en el cielo. Tu fidelidad es para todas las generaciones; tú has establecido la tierra, y la tierra permanece.» «Él es un Creador fiel.»

4:1.4 (55.2) No hay limitación en cuanto a las fuerzas y las personalidades que el Padre puede utilizar para mantener su propósito y sostener a sus criaturas. «El Dios eterno es nuestro refugio, y debajo están sus brazos sempiternos.» «El que mora en el lugar secreto del Altísimo permanecerá bajo la sombra del Todopoderoso.» «Mirad, el que nos guarda no se adormecerá ni se dormirá.» «Sabemos que todas las cosas trabajan unidas para el bien de los que aman a Dios», «pues los ojos del Señor están sobre los justos y sus oídos están abiertos a sus oraciones».

4:1.5 (55.3) Dios mantiene «todas las cosas por la palabra de su poder». Y cuando nacen nuevos mundos, «envía a sus Hijos y son creados». Dios no solo crea, sino que «los preserva a todos». Dios mantiene constantemente todas las cosas materiales y a todos los seres espirituales. Los universos son eternamente estables. Hay estabilidad en medio de una aparente inestabilidad. Hay un orden y una seguridad subyacentes en medio de las convulsiones de energía y de los cataclismos físicos de los dominios estelares.

4:1.6 (55.4) El Padre Universal no se ha retirado de la dirección de los universos, no es una Deidad inactiva. Si Dios dejara de ser el mantenedor de toda la creación, se produciría inmediatamente un colapso universal. Si no fuera por Dios no habría eso que se llama realidad. En este mismo momento, así como durante las remotas edades del pasado y en el futuro eterno, Dios sigue manteniendo. El alcance divino se extiende en torno al círculo de la eternidad. Al universo no se le da cuerda como a un reloj para que ande durante un tiempo y luego deje de funcionar; todas las cosas se renuevan constantemente. El Padre derrama incesantemente energía, luz y vida. La obra de Dios es literal así como espiritual. «Él extiende el norte sobre el espacio vacío y cuelga la tierra de la nada.»

4:1.7 (55.5) Un ser de mi orden puede descubrir una armonía fundamental y detectar una coordinación profunda y de gran alcance en los asuntos de rutina de la administración del universo. Mucho de lo que parece inconexo y fortuito para la mente mortal se muestra ordenado y positivo a mi entendimiento, aunque ocurren muchas cosas en el universo que no alcanzo a comprender plenamente. Desde hace mucho tiempo soy un estudioso más o menos versado de las fuerzas, las energías, las mentes, las morontias, los espíritus y las personalidades reconocidos en los universos locales y en los superuniversos. Tengo una comprensión general de cómo operan esos agentes y personalidades, y estoy íntimamente familiarizado con la actuación de las inteligencias de espíritu acreditadas del gran universo. Aun así, a pesar de mi conocimiento de los fenómenos de los universos, me enfrento constantemente a reacciones cósmicas que no puedo desentrañar del todo. Me encuentro sin cesar ante confabulaciones aparentemente fortuitas de la interasociación de fuerzas, energías, intelectos y espíritus que no logro explicar de manera satisfactoria.

4:1.8 (55.6) Soy plenamente competente para identificar y analizar la actividad de todos los fenómenos que resultan directamente de la actuación del Padre Universal, del Hijo Eterno, del Espíritu Infinito y, en gran medida, de la Isla del Paraíso. Mi perplejidad empieza cuando me encuentro con lo que parece ser la actuación de los misteriosos entes de su mismo rango, los tres Absolutos de potencialidad. Estos Absolutos parecen reemplazar la materia, trascender la mente y sobrevenir al espíritu. Me siento siempre confundido y muchas veces perplejo por mi incapacidad para comprender estas complejas operaciones que atribuyo a la presencia y la actuación del Absoluto No Cualificado, del Absoluto de Deidad y del Absoluto Universal.

4:1.9 (56.1) Estos Absolutos deben ser las presencias no plenamente reveladas que, allá fuera en el universo, en los fenómenos de la potencia del espacio y en la actuación de otros superúltimos, hacen imposible que los físicos, los filósofos o incluso las personas religiosas predigan con certeza cómo responderán exactamente los primordiales de fuerza, concepto o espíritu a las demandas hechas en una situación compleja de la realidad que suponga ajustes supremos y valores últimos.

4:1.10 (56.2) Hay también una unidad orgánica en los universos del tiempo y el espacio que parece subyacer a todo el tejido de los acontecimientos cósmicos. Esta presencia viva del Ser Supremo en evolución, esta Inmanencia del Incompleto Proyectado, se manifiesta inexplicablemente de cuando en cuando en lo que parece ser una coordinación asombrosamente fortuita de sucesos del universo que parecen no estar relacionados entre sí. Esta debe ser la función de la Providencia, el ámbito del Ser Supremo y el Actor Conjunto.

4:1.11 (56.3) Me inclino a creer que este extenso control, generalmente irreconocible, de la coordinación y la interasociación de todas las fases y formas de actividad del universo es lo que causa que una maraña tan abigarrada, tan irremediablemente confusa en apariencia, de fenómenos físicos, mentales, morales y espirituales se resuelva de modo tan infalible para la gloria de Dios y para el bien de hombres y ángeles.

4:1.12 (56.4) Pero en un sentido más amplio, los «accidentes» aparentes del cosmos son indudablemente parte del drama finito de la aventura en el espacio-tiempo del Infinito en su manipulación eterna de los Absolutos.

2. Dios y la naturaleza

4:2.1 (56.5) La naturaleza es, en un sentido limitado, el hábito físico de Dios. La conducta, o acción, de Dios se ve restringida y provisionalmente modificada por los planes experimentales y los patrones evolutivos de un universo local, una constelación, un sistema o un planeta. Dios actúa conforme a una ley bien definida, invariable e inmutable en toda la inmensa extensión del universo maestro. Sin embargo, modifica sus patrones de acción para contribuir a la conducción paritaria y equilibrada de cada universo, constelación, sistema, planeta y personalidad conforme a los objetivos, propósitos y planes locales de los proyectos finitos del despliegue evolutivo.

4:2.2 (56.6) Por consiguiente, la naturaleza, tal como la entiende el hombre mortal, presenta el fundamento subyacente y el telón de fondo fundamental de una Deidad inalterable con sus leyes inmutables. Dichas leyes sufren modificaciones, fluctuaciones y trastornos como consecuencia de los planes, propósitos, patrones y condiciones locales instaurados y ejecutados por las fuerzas y personalidades del universo local, la constelación o el sistema, y por las fuerzas y personalidades planetarias. Por ejemplo: las leyes de Dios decretadas en Nebadon son modificadas según los planes establecidos por el Hijo Creador y el Espíritu Creativo de este universo local. A esto se añade que el funcionamiento de estas leyes ha estado influido además por los errores, las faltas y las insurrecciones de ciertos seres residentes en vuestro planeta y pertenecientes a vuestro sistema planetario inmediato de Satania.

4:2.3 (56.7) La naturaleza es la resultante en el espacio-tiempo de dos factores cósmicos: primero, la inmutabilidad, perfección y rectitud de la Deidad del Paraíso, y segundo, los planes experimentales, los fallos de ejecución, los errores insurreccionales, el desarrollo incompleto y la sabiduría imperfecta de las criaturas extraparadisiacas, de la más alta a la más baja. La naturaleza, por lo tanto, lleva en sí un hilo de perfección uniforme, invariable, majestuoso y maravilloso procedente del círculo de la eternidad. Pero en cada universo, en cada planeta y en cada vida individual, esta naturaleza se ve modificada, restringida y tal vez deteriorada por los actos, equivocaciones y deslealtades de las criaturas de los sistemas y universos evolutivos. Esto hace que la naturaleza, aunque estable en el fondo, tenga siempre un humor cambiante además de caprichoso y varíe según los procedimientos operativos de un universo local.

4:2.4 (57.1) La naturaleza es la perfección del Paraíso dividida por la incompleción, el mal y el pecado de los universos inacabados. Este cociente expresa, pues, tanto lo perfecto como lo parcial, lo eterno como lo temporal. La evolución continua modifica la naturaleza aumentando el contenido de perfección paradisiaca y disminuyendo el contenido de mal, error y desarmonía de la realidad relativa.

4:2.5 (57.2) Dios no está personalmente presente ni en la naturaleza ni en ninguna de las fuerzas de la naturaleza, puesto que en el fenómeno de la naturaleza se superponen las imperfecciones de la evolución progresiva, y a veces las consecuencias de las rebeliones insurreccionales, a los fundamentos paradisiacos de la ley universal de Dios. Tal como aparece en un mundo como Urantia, la naturaleza no puede ser nunca la expresión adecuada, la representación verdadera, el retrato fiel, de un Dios omnisciente e infinito.

4:2.6 (57.3) En vuestro mundo la naturaleza es el resultado de una restricción de las leyes de la perfección por los planes evolutivos del universo local. ¡Qué parodia es adorar la naturaleza porque está permeada por Dios en un sentido limitado, restringido, porque es un aspecto del poder universal y por lo tanto, divino! La naturaleza es también una manifestación de las actividades inacabadas, incompletas e imperfectas de desarrollo, crecimiento y progreso de un experimento de evolución cósmica realizado en el universo.

4:2.7 (57.4) Los defectos aparentes del mundo natural no son indicativos de ningún defecto correspondiente en el carácter de Dios. Las imperfecciones observadas no son más que los inevitables momentos de parada en la exhibición de la película en continuo movimiento de la infinitud en imágenes. Son precisamente estas interrupciones de la continuidad de la perfección provocadas por defectos las que hacen posible que la mente finita del hombre material capte una fugaz visión de la realidad divina en el tiempo y el espacio. Las manifestaciones materiales de la divinidad parecen defectuosas a la mente evolutiva del hombre solo porque el hombre mortal persiste en ver los fenómenos de la naturaleza a través de los ojos naturales, de la visión humana sin la ayuda de la mota de la morontia o de la revelación, su sustituto compensatorio en los mundos del tiempo.

4:2.8 (57.5) Y la naturaleza está deteriorada. Su bello rostro está cubierto de cicatrices, sus rasgos están marcados por la rebelión, la mala conducta y los pensamientos equivocados de miríadas de criaturas que son parte de la naturaleza pero que han contribuido a desfigurarla en el tiempo. No, la naturaleza no es Dios. La naturaleza no es objeto de adoración.

3. El carácter inmutable de Dios

4:3.1 (57.6) El hombre ha pensado durante demasiado tiempo que Dios es alguien como él. Dios no está, nunca ha estado y nunca estará, celoso del hombre ni de ningún otro ser del universo de universos. Sabiendo que la intención del Hijo Creador era hacer del hombre la obra maestra de la creación planetaria, el regidor de toda la tierra, verlo dominado por sus mas bajas pasiones, contemplarlo doblegado ante ídolos de madera, piedra y oro, y percibir su ambición egoísta, mueven a Dios y a sus Hijos a estar celosos por el hombre, pero nunca del hombre.

4:3.2 (57.7) El Dios eterno es incapaz de albergar cólera e ira en el sentido de estas emociones humanas y tal como el hombre entiende este tipo de reacciones. Estos sentimientos son mezquinos y despreciables, apenas dignos de ser llamados humanos y mucho menos divinos. Tales actitudes son totalmente ajenas a la naturaleza perfecta y al carácter misericordioso del Padre Universal.

4:3.3 (58.1) Una parte importantísima de la dificultad que tienen los mortales de Urantia para entender a Dios se debe a las consecuencias de gran alcance de la rebelión de Lucifer y de la traición de Caligastia. En los mundos no segregados por el pecado, las razas evolutivas son capaces de formular ideas mucho mejores sobre el Padre Universal; sufren menos confusión, tergiversación y perversión de los conceptos.

4:3.4 (58.2) Dios no se arrepiente de nada de lo que ha hecho, ni de lo que hace ni de lo que hará. Él es omnisciente así como omnipotente. La sabiduría del hombre surge de las pruebas y errores de la experiencia humana; la sabiduría de Dios consiste en la perfección sin restricciones de su infinita visión del universo, y este preconocimiento divino dirige efectivamente el libre albedrío creativo.

4:3.5 (58.3) El Padre Universal no hace nunca nada que cause posteriormente pesar o arrepentimiento, pero las criaturas con voluntad formadas según los planes de sus personalidades creadoras en los universos de la periferia suscitan a veces, por sus elecciones desafortunadas, emociones de pesar divino en las personalidades de sus padres creadores. Y aunque el Padre no comete errores, ni abriga arrepentimientos ni experimenta pesares, es un ser con afecto de padre y su corazón sufre indudablemente cuando sus hijos no llegan a los niveles espirituales que son capaces de alcanzar con la asistencia que tan abundantemente se les ha proporcionado mediante los planes de logro espiritual y las políticas para la ascensión de los mortales de los universos.

4:3.6 (58.4) La bondad infinita del Padre sobrepasa la comprensión de la mente finita del tiempo. Por eso es necesario establecer siempre un contraste comparativo con el mal (no con el pecado) para poner de manifiesto de modo efectivo todos los aspectos de la bondad relativa. La visión interior imperfecta del mortal solo puede percibir la perfección de la bondad divina cuando se pone en asociación de contraste con la imperfección relativa de las relaciones del tiempo y la materia en los movimientos del espacio.

4:3.7 (58.5) El carácter de Dios es infinitamente sobrehumano. Por consiguiente, una naturaleza tal de divinidad tiene que estar personalizada, como lo está en los Hijos divinos, antes de que pueda ser captada, incluso mediante la fe, por la mente finita del hombre.

4. Comprender la realidad de Dios

4:4.1 (58.6) Dios es el único ser estacionario, autocontenido e inmutable de todo el universo de universos, sin exterior, ni más allá, ni pasado ni futuro. Dios es energía con propósito (espíritu creativo) y voluntad absoluta, y estas son autoexistentes y universales.

4:4.2 (58.7) Puesto que Dios existe por sí mismo, es absolutamente independiente. La identidad misma de Dios es adversa al cambio. «Yo, el Señor, no cambio». Dios es inmutable, pero hasta que consigáis el estatus paradisiaco no podréis ni siquiera empezar a entender cómo puede pasar Dios de la simplicidad a la complejidad, de la identidad a la variación, de la quiescencia al movimiento, de la infinitud a la finitud, de lo divino a lo humano y de la unidad a la dualidad y a la triunidad. Y Dios puede modificar de esta forma las manifestaciones de su absolutidad porque la inmutabilidad divina no implica inmovilidad. Dios tiene voluntad, él es la voluntad.

4:4.3 (58.8) Dios es el ser que posee la autodeterminación absoluta. No hay más límites a sus reacciones en el universo que los que se impone a sí mismo, y los actos de su libre albedrío están condicionados solo por las cualidades divinas y los atributos perfectos que caracterizan inherentemente a su naturaleza eterna. Por lo tanto, Dios se relaciona con el universo como el ser que posee la bondad final sumada a un libre albedrío de infinitud creativa.

4:4.4 (58.9) El Absoluto-Padre es el creador del universo central y perfecto y el Padre de todos los demás Creadores. Dios comparte con el hombre y con otros seres la personalidad, la bondad y otras numerosas características, pero la infinitud de voluntad es solo suya. Dios está limitado en sus actos creativos solo por los sentimientos de su naturaleza eterna y por los dictados de su sabiduría infinita. Dios elige personalmente solo lo que es infinitamente perfecto, de ahí la perfección celestial del universo central. Y si bien los Hijos Creadores comparten plenamente su divinidad e incluso aspectos de su absolutidad, no están limitados del todo por ese carácter final de sabiduría que dirige la voluntad infinita del Padre. Por consiguiente, en el orden de filiación de los Migueles, el libre albedrío creativo se hace aún más activo, enteramente divino y casi último, si no absoluto. El Padre es infinito y eterno, pero negar la posibilidad de su autolimitación volitiva equivale a la negación del concepto mismo de su absolutidad volitiva.

4:4.5 (59.1) La absolutidad de Dios permea los siete niveles de realidad del universo, y la totalidad de esta naturaleza absoluta está sujeta a la relación del Creador con su familia de criaturas del universo. Puede que en el universo de universos la justicia trinitaria se caracterice por su precisión, pero en todas sus vastas relaciones de familia con las criaturas del tiempo, el Dios de los universos está gobernado por el sentimiento divino. En primer y último término —eternamente— el Dios infinito es un Padre. Entre todos los títulos posibles y adecuados por los que podría ser conocido, tengo instrucciones de describir al Dios de toda la creación como el Padre Universal.

4:4.6 (59.2) En Dios Padre las actuaciones de su libre albedrío no están regidas por el poder ni guiadas por el solo intelecto. La personalidad divina se define como espíritu que se manifiesta a los universos como amor. Por lo tanto, en todas sus relaciones personales con las personalidades criatura de los universos, la Primera Fuente y Centro es siempre e invariablemente un Padre amoroso. Dios es un Padre en el sentido más alto del término. Está motivado eternamente por el idealismo perfecto del amor divino, y esta tierna naturaleza encuentra su expresión más firme y su mayor satisfacción en amar y ser amado.

4:4.7 (59.3) En la ciencia Dios es la Causa Primera; en la religión, el Padre universal y amoroso; en la filosofía, el único ser que existe por sí mismo, que no depende de ningún otro ser para existir sino que confiere benéficamente la realidad de la existencia a todas las cosas y a todos los demás seres. Pero es necesaria la revelación para mostrar que la Causa Primera de la ciencia y la Unidad autoexistente de la filosofía son el Dios de la religión, lleno de misericordia y de bondad y comprometido a llevar a cabo la supervivencia eterna de sus hijos de la tierra.

4:4.8 (59.4) Anhelamos el concepto del Infinito pero adoramos la experiencia de la idea de Dios, nuestra capacidad de captar en cualquier momento y lugar los factores de personalidad y divinidad de nuestro concepto más alto de la Deidad.

4:4.9 (59.5) La consciencia de una vida humana victoriosa en la tierra nace de esa fe de la criatura que, cuando se enfrenta al espectáculo tremendo de las limitaciones humanas, se atreve a desafiar cada episodio recurrente de la existencia declarando indefectiblemente: aunque yo no puedo hacer esto, vive en mí alguien que puede y que lo hará, una parte del Absoluto-Padre del universo de universos. Y esa es «la victoria que vence al mundo, vuestra misma fe».

5. Ideas erróneas sobre Dios

4:5.1 (59.6) La tradición religiosa es el registro imperfectamente conservado de las experiencias de los hombres conocedores de Dios de edades pasadas, pero esos registros no son fidedignos como guías para el vivir religioso ni como fuente de información verdadera sobre el Padre Universal. Esas antiguas creencias se han visto alteradas invariablemente por el hecho de que el hombre primitivo era un fabricante de mitos.

4:5.2 (60.1) Una de las mayores fuentes de confusión que hay en Urantia sobre la naturaleza de Dios proviene de que vuestros libros sagrados no supieron distinguir claramente entre las personalidades de la Trinidad del Paraíso ni entre la Deidad del Paraíso y los creadores y administradores del universo local. Durante las pasadas dispensaciones en las que la comprensión fue parcial, vuestros sacerdotes y profetas no supieron diferenciar claramente entre los Príncipes Planetarios, los Soberanos de los Sistemas, los Padres de las Constelaciones, los Hijos Creadores, los Gobernantes de los Superuniversos, el Ser Supremo y el Padre Universal. Muchos de los mensajes de las personalidades de menor rango, como los Portadores de Vida y varios órdenes de ángeles, se han presentado en vuestros escritos como procedentes del propio Dios. El pensamiento religioso urantiano sigue confundiendo a las personalidades compañeras de la Deidad con el propio Padre Universal de manera que todos se incluyen bajo una misma denominación.

4:5.3 (60.2) Las gentes de Urantia siguen sufriendo la influencia de los conceptos primitivos de Dios. Los dioses que arrasan en las tormentas, que sacuden la tierra en su cólera y abaten a los hombres en su ira, que muestran su desagrado dictaminando hambrunas e inundaciones —los dioses de la religión primitiva— no son los Dioses que viven y rigen en los universos. Tales conceptos son una reliquia de los tiempos en los que los hombres suponían que el universo estaba guiado y dominado por los caprichos de dichos dioses imaginarios. Pero el hombre mortal está empezando a darse cuenta de que vive en un mundo de ley y orden relativos en lo que concierne a las políticas y conductas administrativas de los Creadores Supremos y los Controladores Supremos.

4:5.4 (60.3) La idea bárbara de apaciguar a un Dios airado, de propiciar a un Señor ofendido, de ganar el favor de la Deidad a través de sacrificios y penitencia e incluso por el derramamiento de sangre representa una religión totalmente pueril y primitiva, una filosofía indigna de una edad ilustrada de ciencia y verdad. Tales creencias son absolutamente repulsivas para los seres celestiales y los gobernantes divinos que sirven y reinan en los universos. Es una afrenta a Dios creer, sostener o enseñar que se debe derramar sangre inocente para ganar su favor o para esquivar una ira divina ficticia.

4:5.5 (60.4) Los hebreos creían que «sin derramamiento de sangre no podía haber remisión de los pecados». No se habían liberado de la antigua idea pagana de que los Dioses solo se pueden apaciguar por la visión de la sangre, aunque Moisés dio un gran paso adelante cuando prohibió los sacrificios humanos y los sustituyó, en la mentalidad primitiva de sus infantiles seguidores beduinos, por el sacrificio ceremonial de animales.

4:5.6 (60.5) El otorgamiento de un Hijo del Paraíso a vuestro mundo era inherente a la situación de cierre de una edad planetaria. Era inevitable, y no se hizo necesario para el propósito de ganar el favor de Dios. Dio la casualidad de que este otorgamiento fue también el acto personal final de un Hijo Creador en la larga aventura de ganar la soberanía experiencial de su universo. ¡Qué parodia del carácter infinito de Dios es enseñar que a su corazón paternal, en toda su austera frialdad y dureza, no le conmovieran las desgracias y pesares de sus criaturas, que sus tiernas misericordias no se derramaran hasta que vio a su Hijo sin tacha, sangrante y moribundo en la cruz del Calvario!

4:5.7 (60.6) Pero los habitantes de Urantia han de encontrar la manera de liberarse de esos antiguos errores y esas supersticiones paganas respecto a la naturaleza del Padre Universal. Está apareciendo la revelación de la verdad sobre Dios, y la raza humana está destinada a conocer al Padre Universal en toda la belleza de su carácter y en todo el encanto de sus atributos tan magníficamente retratados por el Hijo Creador que residió en Urantia como Hijo del Hombre e Hijo de Dios.

4:5.8 (61.1) [Presentado por un Consejero Divino de Uversa.]

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