Documento 129 - Jesús prosigue su vida adulta

   
   Números de párrafo: Activar | Desactivar
Versión para imprimirVersión para imprimir

El libro de Urantia

Documento 129

Jesús prosigue su vida adulta

129:0.1 (1419.1) JESÚS se había apartado total y definitivamente de la gestión de los asuntos domésticos de la familia de Nazaret y de la dirección directa de sus miembros. Hasta el mismo día de su bautismo siguió contribuyendo a la economía familiar e interesándose personalmente por el bienestar espiritual de todos y cada uno de sus hermanos. Y estuvo siempre decidido a hacer todo lo humanamente posible por el bienestar y la felicidad de su madre viuda.

129:0.2 (1419.2) El Hijo del Hombre lo tenía ya todo preparado para su separación permanente del hogar de Nazaret, pero no le era fácil. Jesús amaba de forma natural a su gente; amaba a su familia, y ese afecto natural se había intensificado enormemente por su extraordinaria entrega hacia ellos. Cuanto más plenamente nos otorgamos a nuestros semejantes, más llegamos a amarlos, y como Jesús se había dado tanto a su familia, los amaba con afecto grande y ferviente.

129:0.3 (1419.3) Toda la familia había ido despertando lentamente a la idea de que Jesús se estaba preparando para dejarlos. La tristeza de la separación que se avecinaba solo se vio atenuada por el carácter gradual de la preparación para la despedida. Durante más de cuatro años fueron conscientes de que estaba planeando la separación final.

1. El vigesimoséptimo año (21 d. C.)

129:1.1 (1419.4) Un lluvioso domingo de enero del año 21 d. C., Jesús se despidió por la mañana de su familia sin ninguna ceremonia; solo les dijo que iba a Tiberiades y luego a visitar otras ciudades en torno al mar de Galilea. Así los dejó, y nunca más volvió a ser parte de esa casa.

129:1.2 (1419.5) Pasó una semana en Tiberiades, la nueva ciudad que pronto sucedería a Séforis como capital de Galilea. Como no encontró casi nada que le interesara, pasó sucesivamente por Magdala y Betsaida hasta llegar a Cafarnaúm donde se detuvo para visitar a Zebedeo, el amigo de su padre. Zebedeo era constructor de embarcaciones y sus hijos, pescadores. Jesús de Nazaret era un experto tanto en diseño como en construcción y un maestro trabajando la madera. Zebedeo conocía de tiempo atrás la pericia del artesano de Nazaret y llevaba años queriendo mejorar la calidad de sus embarcaciones, así que aprovechó la visita del carpintero para exponerle sus planes e invitarlo a asociarse a su proyecto. Jesús no dudó en aceptar.

129:1.3 (1419.6) Jesús solo trabajó con Zebedeo algo más de un año, pero durante ese tiempo creó un nuevo modelo de embarcación e introdujo métodos de fabricación totalmente nuevos. Mediante una técnica superior y métodos muy mejorados de tratar las tablas con vapor, Jesús y Zebedeo empezaron a fabricar embarcaciones muy superiores y mucho más seguras para navegar por el lago que los modelos antiguos. Durante los años que siguieron, la pequeña empresa de Zebedeo se vio desbordada de trabajo por el éxito del nuevo modelo, y en menos de cinco años prácticamente todos los barcos del lago habían salido del taller de Zebedeo en Cafarnaúm. Jesús se hizo famoso entre los pescadores de Galilea como el diseñador de las nuevas embarcaciones.

129:1.4 (1420.1) Zebedeo era un hombre moderadamente rico. Su astillero estaba sobre el lago al sur de Cafarnaúm y tenía su casa a orillas del lago cerca del centro de pesca de Betsaida. Jesús vivió en casa de Zebedeo durante el año largo que estuvo en Cafarnaúm. Después de haber trabajado durante tanto tiempo solo en el mundo, es decir sin padre, disfrutó mucho de esa temporada de trabajo con un socio-padre.

129:1.5 (1420.2) Salomé, la esposa de Zebedeo, era pariente de Anás, antiguo sumo sacerdote de Jerusalén que solo llevaba ocho años jubilado y seguía siendo el más influyente del grupo saduceo. Salomé se convirtió en una gran admiradora de Jesús y llegó a amarlo como a sus propios hijos, Santiago, Juan y David. Por su parte sus cuatro hijas lo consideraban como su hermano mayor. Jesús salía mucho a pescar con Santiago, Juan y David, y enseguida vieron que, además de experto constructor de embarcaciones, era un experto pescador.

129:1.6 (1420.3) Ese año Jesús envió dinero a Santiago todos los meses. En octubre fue a Nazaret para la boda de Marta, y ya no volvió hasta más de dos años después con ocasión de la doble boda de Simón y de Judá.

129:1.7 (1420.4) Jesús estuvo fabricando embarcaciones durante todo el año y siguió observando cómo vivían los hombres en la tierra. Solía visitar a menudo la parada de las caravanas, pues Cafarnaúm estaba en la ruta directa de Damasco hacia el sur. Cafarnaúm era un importante destacamento militar romano, y el oficial al mando de la guarnición era un gentil creyente en Yahvé, «un hombre piadoso», como solían llamar los judíos a estos prosélitos. Este oficial, perteneciente a una rica familia romana, se encargó de construir en Cafarnaúm una hermosa sinagoga que había sido entregada a los judíos poco antes de que Jesús fuera a vivir a casa de Zebedeo. Ese año Jesús dirigió más de la mitad de las veces los oficios en la nueva sinagoga, y cuando daba la casualidad de que asistían miembros de las caravanas, algunos reconocían en él al carpintero de Nazaret.

129:1.8 (1420.5) A la hora de pagar sus impuestos Jesús se inscribió como «artesano cualificado de Cafarnaúm». Desde ese día hasta el final de su vida en la tierra fue conocido como residente de Cafarnaúm. Nunca declaró tener más residencia legal que esa, aunque permitió por diversas razones que otros lo consideraran domiciliado en Damasco, Betania, Nazaret e incluso Alejandría.

129:1.9 (1420.6) Encontró muchos libros nuevos en las arcas de la biblioteca de la sinagoga de Cafarnaúm, y pasaba al menos cinco noches por semana estudiando intensamente. Dedicaba una noche a hacer vida social con los adultos y pasaba otra con los jóvenes. Había algo amable e inspirador en la personalidad de Jesús que atraía invariablemente a los jóvenes. Hacía que se sintieran siempre a gusto en su presencia. Puede que el gran secreto de su buena relación con ellos fuera doble: por un lado se interesaba siempre por lo que estaban haciendo, y por otro no solía darles consejos si no se los pedían.

129:1.10 (1420.7) La familia de Zebedeo casi adoraba a Jesús. Nunca dejaban de asistir a los coloquios que solía mantener a diario después de la cena y antes de irse a estudiar a la sinagoga. Los jóvenes del vecindario acudían a menudo a esas reuniones vespertinas de sobremesa donde Jesús impartía una instrucción variada y avanzada, tan avanzada como ellos eran capaces de comprender. Hablaba con ellos sin reservas y les presentaba sus ideas y sus ideales sobre política, sociología, ciencia y filosofía, pero solo se atrevía a expresarse con autoridad incuestionable cuando hablaba de religión: de la relación del hombre con Dios.

129:1.11 (1421.1) Una vez por semana se reunía con todo el personal que trabajaba en la casa, en el taller y en la ribera del lago —pues Zebedeo tenía muchos empleados— y entre estos trabajadores fue llamado por primera vez «el Maestro». Todos lo amaban. Él disfrutaba trabajando con Zebedeo en Cafarnaúm, pero echaba de menos a los niños que jugaban junto al taller de carpintería de Nazaret.

129:1.12 (1421.2) De los hijos de Zebedeo, Santiago era el que más se interesaba por Jesús como maestro y como filósofo. Juan apreciaba sobre todo sus opiniones y enseñanzas en materia de religión. David lo respetaba como artesano pero le interesaban poco sus ideas religiosas y sus enseñanzas filosóficas.

129:1.13 (1421.3) Judá iba muchos sabbat a escuchar a Jesús hablar en la sinagoga y luego se quedaba charlando con él. Cuanto más veía Judá a su hermano mayor, más se convencía de que Jesús era un hombre verdaderamente grande.

129:1.14 (1421.4) Jesús progresó mucho ese año en el dominio ascendente de su mente humana y alcanzó nuevos niveles superiores de contacto consciente con su Ajustador del Pensamiento interior.

129:1.15 (1421.5) Fue su último año de vida estable. Jesús nunca volvería a pasar un año entero en un mismo lugar o en una misma empresa. Estaba a punto de llegar el momento de sus peregrinaciones por la tierra. Le esperaban periodos de intensa actividad en un futuro no muy lejano, pero entre su vida sencilla aunque intensamente activa del pasado y su futuro ministerio público aún más intenso y agotador, dedicó unos años a viajar constantemente y a diversificar mucho su actividad personal. Necesitaba completar su formación como hombre del mundo antes de iniciar su carrera de enseñanza y predicación como el hombre-Dios perfeccionado de las fases divina y poshumana de su otorgamiento en Urantia.

2. El vigesimoctavo año (22 d. C.)

129:2.1 (1421.6) En marzo del año 22 d. C. Jesús se despidió de Zebedeo y de Cafarnaúm. Pidió una pequeña cantidad de dinero para costear sus gastos de viaje a Jerusalén. Mientras trabajó con Zebedeo solo había percibido pequeñas sumas de dinero que enviaba mensualmente a su familia de Nazaret. Unos meses iba José a Cafarnaúm a buscar el dinero y otros pasaba Judá por Cafarnaúm, recibía el dinero de Jesús y lo llevaba a Nazaret. El centro pesquero donde trabajaba Judá estaba a unos pocos kilómetros al sur de Cafarnaúm.

129:2.2 (1421.7) Cuando Jesús se despidió de la familia de Zebedeo accedió a quedarse en Jerusalén hasta la Pascua, y todos prometieron reunirse para esa ocasión. Además decidieron celebrar juntos la cena pascual. A todos les entristecía que Jesús los dejara, especialmente a las hijas de Zebedeo.

129:2.3 (1421.8) Antes de irse de Cafarnaúm Jesús tuvo una larga conversación con Juan Zebedeo, su nuevo amigo e íntimo compañero. Le dijo que pensaba viajar constantemente hasta que «llegue mi hora» y le pidió que todos los meses enviara en su lugar algún dinero a la familia de Nazaret hasta que se agotaran los fondos que se le debían. Juan le hizo esta promesa: «Maestro mío, dedícate a tus asuntos, haz tu trabajo en el mundo. Yo actuaré por ti en este y en cualquier otro asunto, y velaré por tu familia como si atendiera a mi propia madre y cuidara a mis propios hermanos. Emplearé los fondos que te guarda mi padre tal como has indicado y según se necesiten. Y cuando tu dinero se haya gastado, si no recibo más de ti y tu madre lo necesita, compartiré mis propios ingresos con ella. Sigue tu camino en paz, yo actuaré en tu lugar en todos estos asuntos».

129:2.4 (1422.1) Tras la marcha de Jesús a Jerusalén, Juan preguntó a su padre, Zebedeo, cuánto dinero se le debía y le sorprendió que fuera una cifra tan importante. Como Jesús había dejado el asunto enteramente en sus manos, decidieron invertir esos fondos en una propiedad y emplear las rentas para asistir a la familia de Nazaret. Zebedeo sabía que estaba a la venta una pequeña casa hipotecada en Cafarnaúm y aconsejó a Juan que la comprara con el dinero de Jesús y conservara el título en depósito para su amigo. Juan siguió el consejo de su padre y durante dos años se fue pagando la hipoteca con el arrendamiento de la casa. A esto se unió una importante cantidad adicional de dinero enviada a Juan por Jesús para atender a las necesidades de su familia. La suma de ambas aportaciones era casi suficiente para liquidar la deuda, y Zebedeo suplió la diferencia, de modo que Juan pudo pagar el resto de la hipoteca a su vencimiento y comprar la casa libre de gravámenes. Así se convirtió Jesús sin saberlo en propietario de una casa de dos habitaciones en Cafarnaúm.

129:2.5 (1422.2) Cuando la familia de Nazaret se enteró de que Jesús se había ido de Cafarnaúm, como no sabían nada de su acuerdo financiero con Juan, pensaron que les había llegado el momento de seguir adelante sin la ayuda de Jesús. Santiago recordó su contrato con Jesús y, con la ayuda de sus hermanos, asumió inmediatamente toda la responsabilidad de cuidar de la familia.

129:2.6 (1422.3) Pero volvamos atrás para observar a Jesús en Jerusalén. Durante casi dos meses pasó la mayor parte de su tiempo escuchando los debates del templo, con visitas ocasionales a las distintas escuelas de los rabinos. La mayoría de los sabbat los pasó en Betania.

129:2.7 (1422.4) Jesús fue a Jerusalén con una carta de Salomé dirigida al antiguo sumo sacerdote Anás en la que la esposa de Zebedeo presentaba a Jesús «como si fuera mi propio hijo». Anás le dedicó mucho tiempo y lo llevó personalmente a visitar las numerosas academias de los maestros religiosos de Jerusalén. Jesús examinó a fondo estas escuelas y observó atentamente sus métodos de enseñanza, aunque no hizo ni una sola pregunta en público. Anás se había convencido de que Jesús era un gran hombre, pero no sabía qué aconsejarle: por un lado comprendía que sería estúpido sugerirle que ingresara en alguna de las escuelas de Jerusalén como estudiante, y por otro sabía que nunca le concederían la categoría de maestro titular a no ser que se formara en una de esas escuelas.

129:2.8 (1422.5) Se acercaba la Pascua, y junto con las multitudes procedentes de todos los rincones de la tierra, llegaron a Jerusalén procedentes de Cafarnaúm Zebedeo y toda su familia. Se alojaron todos en la espaciosa casa de Anás donde celebraron la Pascua como una familia feliz.

129:2.9 (1422.6) Durante esa semana pascual y aparentemente por casualidad, Jesús conoció a un hombre muy rico procedente de la India que viajaba con su hijo de unos diecisiete años. En su camino a visitar Roma y otros lugares del Mediterráneo, habían decidido llegar a Jerusalén durante la Pascua con la esperanza de encontrar a alguien a quien pudieran contratar como intérprete para ambos y como tutor para el hijo. El padre insistió mucho en que Jesús viajara con ellos, pero Jesús le habló de su familia y de su miedo a que pasaran necesidad si él se marchaba tan lejos durante casi dos años. Entonces el viajero de Oriente le propuso adelantarle el salario de un año de modo que pudiera confiar ese dinero a sus amigos para preservar a su familia de cualquier necesidad, y Jesús aceptó hacer el viaje.

129:2.10 (1423.1) Jesús entregó esta importante suma a Juan, el hijo de Zebedeo, y ya sabéis cómo empleó Juan ese dinero para liquidar la hipoteca de la propiedad de Cafarnaúm. Jesús informó confidencialmente a Zebedeo sobre su viaje por el Mediterráneo y le encareció que no se lo dijera a nadie, ni siquiera a los de su propia sangre. Durante ese largo periodo de casi dos años, Zebedeo nunca desveló que conocía el paradero de Jesús, y la familia de Nazaret estuvo a punto de darlo por muerto. Solo las aseveraciones de Zebedeo, que acompañó varias veces a su hijo Juan a Nazaret, mantuvieron viva la esperanza en el corazón de María.

129:2.11 (1423.2) La familia de Nazaret se las arregló muy bien durante ese tiempo. Judá había aumentado considerablemente su cuota y mantuvo esta contribución adicional hasta que se casó. Aunque no parecían necesitar ayuda, Juan Zebedeo solía llevar regalos a María y Rut todos los meses conforme a las instrucciones de Jesús.

3. El vigesimonoveno año (23 d. C.)

129:3.1 (1423.3) Todo el vigesimonoveno año de la vida de Jesús transcurrió recorriendo el mundo mediterráneo. Los principales acontecimientos de este viaje están recogidos, hasta donde estamos autorizados a revelarlos, en las narraciones inmediatamente posteriores a este documento.

129:3.2 (1423.4) Durante toda su gira por el mundo romano Jesús fue conocido por muchas razones como el escriba de Damasco. Sin embargo en Corinto y en otras paradas del viaje de vuelta fue conocido como el tutor judío.

129:3.3 (1423.5) Fue un periodo lleno de acontecimientos en la vida de Jesús. Durante este viaje hizo muchos contactos con sus semejantes, pero nunca reveló este aspecto de su vida a ningún miembro de su familia ni a ninguno de los apóstoles. Jesús terminó su vida en la carne y salió de este mundo sin que nadie supiera (salvo Zebedeo de Betsaida) que había hecho este gran viaje. Algunos de sus amigos pensaron que había vuelto a Damasco, otros, que se había ido a la India. Su propia familia se inclinaba a creer que estuvo en Alejandría porque sabían que una vez le habían ofrecido allí un puesto de jazán adjunto.

129:3.4 (1423.6) A su vuelta a Palestina Jesús no hizo nada por cambiar la opinión de su familia de que había ido de Jerusalén a Alejandría. Les dejó que siguieran creyendo que había estado en ese centro de cultura y saber durante toda su ausencia de Palestina. El único que sabía la verdad sobre este asunto era Zebedeo, el constructor de embarcaciones de Betsaida, y no se lo dijo a nadie.

129:3.5 (1423.7) En todos vuestros esfuerzos por descifrar el significado de la vida de Jesús en Urantia, no perdáis de vista la motivación del otorgamiento de Miguel. Si queréis entender el sentido de muchas de sus acciones aparentemente extrañas, debéis considerar el propósito de su estancia en vuestro mundo. Evitó sistemáticamente acaparar la atención con una trayectoria personal demasiado atractiva. No quería emplear procedimientos extraordinarios o irresistibles para atraer a sus semejantes. Estaba dedicado a la obra de revelar al Padre celestial a sus semejantes mortales y consagrado al mismo tiempo a la tarea sublime de vivir su vida mortal en la tierra sometido en todo momento a la voluntad del mismo Padre del Paraíso.

129:3.6 (1424.1) Para comprender mejor la vida de Jesús en la tierra, todos los estudiantes mortales de este otorgamiento divino deben recordar siempre que, aunque vivió esta vida de encarnación en Urantia, la vivió para todo su universo. La vida que vivió en la carne de naturaleza mortal tuvo un significado especial y fue una fuente de inspiración para todas y cada una de las esferas habitadas del universo de Nebadon. Esto también es verdad para todos los mundos que se han vuelto habitables después de la época memorable de su estancia en Urantia, y será igualmente cierto para todos los mundos que lleguen a estar habitados por criaturas con voluntad en toda la historia futura de este universo local.

129:3.7 (1424.2) Durante su gira por el mundo romano y mediante esas experiencias, el Hijo del Hombre completó prácticamente su formación educativa por contacto con la diversidad de pueblos que había en el mundo en su tiempo y generación. Gracias a la formación adquirida en este viaje volvió a Nazaret sabiendo cómo vivían y sacaban adelante su existencia los hombres en Urantia.

129:3.8 (1424.3) El propósito real de este recorrido por la cuenca mediterránea era conocer a los hombres. Se acercó mucho a centenares de miembros del género humano en este viaje. Conoció y amó a toda clase de hombres, ricos y pobres, altos y bajos, negros y blancos, con educación y sin ella, cultos e incultos, animales y espirituales, religiosos y no religiosos, morales e inmorales.

129:3.9 (1424.4) En este viaje por el Mediterráneo Jesús progresó mucho en su tarea humana de dominar la mente mortal y material, y su Ajustador interior progresó mucho en la ascensión y conquista espiritual de este mismo intelecto humano. Al final de esta gira Jesús sabía prácticamente —con toda certeza humana— que era un Hijo de Dios, un Hijo Creador del Padre Universal. El Ajustador era cada vez más capaz de traer a la mente del Hijo del Hombre vagos recuerdos de su experiencia en el Paraíso en compañía de su Padre divino antes de venir a organizar y administrar este universo local de Nebadon. Y así, el Ajustador fue trayendo poco a poco a la consciencia humana de Jesús los recuerdos necesarios de su anterior existencia divina en las diversas épocas de un pasado casi eterno. El último episodio de su experiencia prehumana que le presentó el Ajustador fue su conversación de despedida con Emmanuel de Salvington inmediatamente antes de entregar su personalidad consciente para emprender su encarnación en Urantia. La imagen de este último recuerdo de su existencia prehumana apareció con toda claridad en la consciencia de Jesús el mismo día de su bautismo por Juan en el Jordán.

4. El Jesús humano

129:4.1 (1424.5) Para las inteligencias celestiales del universo local que lo observaban, este viaje por el Mediterráneo fue la experiencia más cautivadora de Jesús en la tierra, o al menos de toda su carrera hasta el acontecimiento mismo de su crucifixión y muerte física. Fue el periodo fascinante de su ministerio personal, en contraste con su ministerio público que vendría poco después. Este episodio único fue aún más apasionante porque en ese momento él era todavía el carpintero de Nazaret, el constructor de embarcaciones de Cafarnaúm, el escriba de Damasco; seguía siendo el Hijo del Hombre. No había alcanzado aún el dominio completo de su mente humana; el Ajustador no había dominado plenamente la identidad de mortal ni había hecho su duplicación completa. Seguía siendo un hombre entre los hombres.

129:4.2 (1425.1) La experiencia religiosa puramente humana del Hijo del Hombre —el crecimiento espiritual personal— alcanzó casi la cima del logro durante ese vigesimonoveno año. Esta experiencia de desarrollo espiritual fue un crecimiento gradual sistemático desde el momento en que llegó su Ajustador del Pensamiento hasta el día en que consumó y confirmó esta relación humana natural y normal entre la mente material del hombre y la dotación de mente del espíritu: el fenómeno de hacer de estas dos mentes una. Esta experiencia la alcanzó el Hijo del Hombre de forma completa y definitiva como mortal encarnado del mundo, el día de su bautismo en el Jordán.

129:4.3 (1425.2) Durante esos años no parece que tuviera muchos periodos de comunión formal con su Padre del cielo, en cambio perfeccionó métodos cada vez más eficaces de comunicación personal con la presencia espiritual del Padre del Paraíso que moraba en su interior. Vivió una vida real, una vida plena y una vida en la carne verdaderamente natural, normal y corriente. Él conoce por experiencia personal el equivalente de la actualidad de toda la esencia y sustancia de vivir la vida de los seres humanos en los mundos materiales del tiempo y el espacio.

129:4.4 (1425.3) El Hijo del Hombre experimentó la amplia gama de emociones humanas que va desde la alegría más desbordante a la pena más profunda. Fue un niño alegre y una persona que destacaba por su buen humor, pero fue también «varón de dolores y experimentado en aflicción». En el sentido espiritual atravesó la vida mortal desde lo más bajo hasta lo más alto, desde el principio hasta el fin. Desde el punto de vista material podría parecer que se libró de vivir en los dos extremos sociales de la existencia humana, pero desde el punto de vista intelectual se familiarizó plenamente con la experiencia total y completa de la humanidad.

129:4.5 (1425.4) Jesús conoce los pensamientos y los sentimientos, las necesidades y los impulsos, de los mortales evolutivos y ascendentes de los mundos desde su nacimiento hasta su muerte. Ha vivido la vida humana a partir de los principios del yo físico, intelectual y espiritual, pasando por la infancia, la niñez, la juventud y la madurez hasta incluso la experiencia humana de la muerte. No solo pasó por estos periodos humanos habituales y bien conocidos de avance intelectual y espiritual, sino que experimentó también plenamente los aspectos más altos y más avanzados de conciliación entre el humano y el Ajustador que tan pocos mortales de Urantia llegan a alcanzar. Y así experimentó la vida plena del hombre mortal no solo como se vive en vuestro mundo, sino también como se vive en todos los demás mundos evolutivos del tiempo y el espacio, incluso en los más altos y avanzados de todos los mundos asentados en luz y vida.

129:4.6 (1425.5) Aunque esta vida perfecta que vivió a imagen y semejanza de carne mortal puede no haber recibido la aprobación universal y sin reservas de sus compañeros mortales, de aquellos que coincidieron con él en la tierra, la vida encarnada que Jesús de Nazaret vivió en Urantia sí recibe la aceptación plena y sin reservas del Padre Universal, pues constituye, al mismo tiempo y en una única y misma vida de personalidad, la plenitud de la revelación del Dios eterno al hombre mortal y la presentación de una personalidad humana perfeccionada a satisfacción del Creador Infinito.

129:4.7 (1425.6) Este fue su verdadero y supremo propósito. No bajó a vivir en Urantia como ejemplo perfecto y concreto para ningún niño o adulto, para ningún hombre o mujer de aquella edad ni de cualquier otra. Es indudable que en su vida plena, rica, hermosa y noble todos podemos encontrar muchos ejemplos maravillosos y divinamente inspiradores, pero esto es porque vivió una vida verdadera y auténticamente humana. Jesús no vivió su vida en la tierra para convertirse en el ejemplo a copiar por todos los demás seres humanos. Vivió su vida encarnada mediante el mismo ministerio de misericordia con el que todos podéis vivir vuestra vida en la tierra. Tal como vivió su vida mortal en su tiempo y tal como él era, estableció el ejemplo para que todos nosotros vivamos así nuestra vida en nuestro tiempo y tal como nosotros somos. No podéis aspirar a vivir su vida, pero podéis tomar la decisión de vivir vuestra vida igual y por los mismos medios que él vivió la suya. Jesús puede no ser el ejemplo concreto y detallado para todos los mortales de todas las edades en todos los mundos de este universo local, pero será por siempre la inspiración y guía de todos los peregrinos al Paraíso procedentes de los mundos de ascensión inicial que van subiendo por un universo de universos y por Havona hasta el Paraíso. Jesús es el nuevo camino vivo que va del hombre a Dios, de lo parcial a lo perfecto, de lo terrenal a lo celestial, del tiempo a la eternidad.

129:4.8 (1426.1) A los veintinueve años Jesús de Nazaret casi había terminado de vivir la vida que se exige a los mortales como residentes en la carne. Bajó a la tierra para manifestar al hombre la plenitud de Dios, y ya casi se había convertido en la perfección del hombre que espera la ocasión de manifestarse a Dios. Y todo esto lo hizo antes de cumplir los treinta años.

INFORMACIÓN SOBRE LA FUNDACIÓN

Versión para imprimirVersión para imprimir

Urantia Foundation, 533 W. Diversey Parkway, Chicago, IL 60614, USA
Teléfono: (fuera de EUA y Canada) +1-773-525-3319
© Urantia Foundation. Reservados todos los derechos