Documento 111 - El Ajustador y el alma

   
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El libro de Urantia

Documento 111

El Ajustador y el alma

111:0.1 (1215.1) LA presencia del Ajustador divino dentro de la mente humana hace que ni la ciencia ni la filosofía puedan llegar jamás a una comprensión satisfactoria del alma que evoluciona en la personalidad humana. El alma de morontia es hija del universo y solo puede ser verdaderamente conocida por visión interior cósmica y por la vía del descubrimiento espiritual.

111:0.2 (1215.2) El concepto de alma y de espíritu que mora en el interior no es nuevo en Urantia sino bastante frecuente en los diversos sistemas de creencias del planeta. Muchas religiones orientales y algunas occidentales han percibido que el hombre posee un legado divino además de una herencia humana. El sentimiento de la presencia interna de la Deidad, añadido a su omnipresencia externa, ha formado parte de muchas religiones urantianas durante mucho tiempo. Los hombres llevan creyendo durante siglos que hay algo que crece dentro de la naturaleza humana, algo vital que está destinado a perdurar más allá del breve lapso de la vida temporal.

111:0.3 (1215.3) Antes de caer en la cuenta de que su alma evolutiva estaba engendrada por un espíritu divino, los hombres creían que residía en distintos órganos físicos: el ojo, el hígado, el riñón, el corazón y más tarde, el cerebro. El salvaje asociaba el alma con la sangre, el aliento, las sombras y con su propio reflejo en el agua.

111:0.4 (1215.4) En la concepción del atman, los maestros hindúes se aproximaron realmente a una apreciación de la naturaleza y la presencia del Ajustador, pero no supieron distinguir la presencia simultánea de un alma que evoluciona y es potencialmente inmortal. Los chinos, sin embargo, reconocieron dos aspectos del ser humano, el yang y el yin, el alma y el espíritu. Los egipcios y muchas tribus africanas creían también en dos factores, el ka y el ba. Por regla general solo se consideraba que era preexistente el espíritu, no el alma.

111:0.5 (1215.5) Los habitantes del valle del Nilo creían que todo individuo favorecido recibía al nacer o poco después un espíritu protector que llamaban el ka. Enseñaban que este espíritu guardián permanecía con el sujeto mortal durante toda la vida y pasaba antes que él al estado futuro. En los muros de un templo de Luxor, donde se describe el nacimiento de Amenhotep III, el pequeño príncipe está representado en brazos del dios Nilo y junto a él hay otro niño, de apariencia idéntica al príncipe, que simboliza a esa entidad que los egipcios llamaban el ka. Estos relieves se terminaron de esculpir en el siglo quince antes de Cristo.

111:0.6 (1215.6) Se consideraba que el ka era un genio superior de espíritu que deseaba guiar al alma mortal asociada a él por las mejores sendas de la vida temporal y, sobre todo, influir sobre la suerte del sujeto humano en el más allá. Cuando un egipcio de este periodo moría, se esperaba que su ka lo recibiría al otro lado del Gran Río. Al principio se suponía que solo los reyes tenían un ka, pero pronto se extendió su posesión a todos los hombres rectos. Un dirigente egipcio habló así del ka que tenía dentro de su corazón: «No desoí sus palabras y temía transgredir sus consejos, por eso, prosperé en gran manera. Tuve éxito gracias a las cosas que me hizo hacer. Fui distinguido bajo su guía». Muchos creían que el ka era un «oráculo de Dios dentro de cada uno». Muchos creían que iban a «pasar la eternidad con el corazón alegre en el favor del Dios que está en vosotros».

111:0.7 (1216.1) Todas las razas de mortales que evolucionan en Urantia tienen una palabra equivalente al concepto de alma. Muchos pueblos primitivos creían que el alma observaba el mundo a través de los ojos humanos, por eso tenían un miedo cerval a la malevolencia del mal de ojo. Creyeron durante mucho tiempo que «el espíritu del hombre es la lámpara del Señor». El Rigveda dice: «Mi mente habla a mi corazón».

1. La mente como escenario de elección

111:1.1 (1216.2) Aunque la labor de los Ajustadores es de naturaleza espiritual, se ven obligados a trabajar sobre un fundamento intelectual. La mente es el terreno humano a partir del cual el Monitor espíritu debe hacer evolucionar el alma de morontia con la cooperación de la personalidad en cuyo interior mora.

111:1.2 (1216.3) Hay una unidad cósmica en los diversos niveles de mente del universo de universos. El yo intelectual se origina en la mente cósmica de forma muy parecida al origen de las nebulosas en las energías cósmicas del espacio del universo. En el nivel humano (y por lo tanto personal) del yo intelectual, el potencial de evolución del espíritu se vuelve dominante con el asentimiento de la mente mortal gracias a las dotaciones espirituales de la personalidad humana junto con la presencia creativa en ese yo humano de un punto-entidad de valor absoluto. Pero este predominio del espíritu sobre la mente material está condicionado por dos experiencias: la mente tiene que haber evolucionado hacia arriba por el ministerio de los siete espíritus-mente adjutores, y el yo material (personal) tiene que elegir cooperar con el Ajustador que mora en su interior para crear y fomentar el yo de morontia, el alma evolutiva y potencialmente inmortal.

111:1.3 (1216.4) La mente material es el escenario donde las personalidades humanas viven, son conscientes de sí mismas, toman decisiones, eligen a Dios o lo abandonan, se eternizan o se destruyen.

111:1.4 (1216.5) La evolución material os ha proporcionado una máquina de vida, vuestro cuerpo. El Padre mismo os ha dotado de la realidad de espíritu más pura que se conoce en el universo, vuestro Ajustador del Pensamiento. En cambio la mente ha sido puesta en vuestras manos, sometida a vuestras propias decisiones, y por la mente vivís o morís. Dentro de esa mente y con esa mente tomáis las decisiones morales que os harán semejantes al Ajustador, es decir, semejantes a Dios.

111:1.5 (1216.6) La mente del mortal es un sistema intelectual temporal prestado a los seres humanos para que lo empleen durante una vida material, y según cómo utilicen esta mente, estarán aceptando o rechazando el potencial de existencia eterna. La mente es prácticamente todo lo que tenéis de realidad del universo sometida a vuestra voluntad. El alma —el yo de morontia— reflejará fielmente la cosecha de las decisiones temporales que tome el yo mortal. La consciencia humana descansa suavemente sobre el mecanismo electroquímico que tiene debajo y toca delicadamente el sistema de energía de morontia-espíritu que tiene encima. El ser humano nunca es enteramente consciente durante su vida mortal de ninguno de estos dos sistemas y por eso tiene que trabajar en la mente, de la que sí es consciente. Lo que asegura la supervivencia no es tanto lo que la mente comprende como lo que la mente desea comprender. Lo que constituye la identificación con el espíritu no es tanto cómo es la mente sino cómo se esfuerza por ser. Lo que conduce a la ascensión en el universo no es tanto que el hombre sea consciente de Dios sino que el hombre anhele a Dios. Lo que sois hoy no es tan importante como lo que vais siendo día tras día y en la eternidad.

111:1.6 (1217.1) La mente es el instrumento cósmico con el que una misma voluntad humana puede tocar las disonancias de la destrucción o producir las melodías exquisitas de la identificación con Dios y la consiguiente supervivencia eterna. El Ajustador otorgado al hombre es, a fin de cuentas, impermeable al mal e incapaz de pecar, pero la mente del mortal puede torcerse, deformarse y hacerse malvada y fea por las maquinaciones pecaminosas de una voluntad humana perversa y egoísta. Del mismo modo, esta mente puede hacerse noble, bella, verdadera y buena —realmente grande— si sigue los dictados de la voluntad iluminada por el espíritu de un ser humano conocedor de Dios.

111:1.7 (1217.2) La mente evolutiva solo es plenamente fiable y estable cuando se manifiesta en los dos extremos de la intelectualidad cósmica: o mecanizada por completo o espiritualizada por completo. Entre los extremos intelectuales del control mecánico puro y la verdadera naturaleza de espíritu se sitúa el inmenso colectivo de mentes en vías de evolución y ascensión cuya estabilidad y tranquilidad dependen de las elecciones de su personalidad y de su identificación con el espíritu.

111:1.8 (1217.3) Pero el hombre no entrega su voluntad al Ajustador de forma pasiva y servil. Elige más bien de forma activa, positiva y cooperativa seguir las directrices del Ajustador cuando es consciente de que esas directrices difieren de los impulsos y deseos de la mente natural del mortal. Los Ajustadores actúan sobre la mente del hombre pero nunca la dominan contra su voluntad. Para los Ajustadores la voluntad humana es suprema, y así la consideran y respetan mientras luchan por conseguir las metas espirituales de ajuste del pensamiento y transformación del carácter en el escenario casi ilimitado del intelecto humano en vías de evolución.

111:1.9 (1217.4) La mente es vuestro buque, el Ajustador es vuestro piloto, la voluntad humana es el capitán. El dueño del navío mortal debería tener la sabiduría de confiar en el piloto divino para guiar al alma ascendente hasta los puertos de la supervivencia eterna de la morontia. Solo por egoísmo, pereza y pecado puede la voluntad del hombre rechazar la guía de un piloto tan amoroso y hacer que la carrera del mortal termine naufragando en los funestos bajíos de la misericordia rechazada y contra las rocas del pecado abrazado. Con vuestro consentimiento este piloto fiel os conducirá de manera segura a través de las barreras del tiempo y los obstáculos del espacio hasta la fuente misma de la mente divina, y después incluso más allá, hasta el Padre del Paraíso de los Ajustadores.

2. La naturaleza del alma

111:2.1 (1217.5) En todas las funciones mentales de la inteligencia cósmica, la totalidad de la mente domina las diferentes partes de la función intelectual. La esencia de la mente es unidad funcional, por eso la mente no deja nunca de manifestar esta unidad constitutiva, incluso cuando se encuentra trabada y entorpecida por las acciones y elecciones insensatas de un yo errado. Esta unidad de la mente busca siempre la coordinación con el espíritu en todos los niveles de su asociación con un yo que tiene dignidad volitiva y prerrogativas de ascensión.

111:2.2 (1217.6) La mente material del hombre mortal es el telar cósmico que contiene los tejidos de morontia donde el Ajustador del Pensamiento que mora en su interior entreteje los patrones de espíritu de un carácter del universo con valores duraderos y significados divinos: un alma superviviente con destino último y carrera sin fin, un finalitario potencial.

111:2.3 (1218.1) La personalidad humana se identifica con la mente y el espíritu unidos por la vida en una relación funcional dentro de un cuerpo material. Esta relación de funcionamiento entre mente y espíritu no genera como resultado ningún tipo de combinación de las cualidades o atributos de la mente y del espíritu sino un valor del universo enteramente nuevo, original y único con potencial de perduración eterna: el alma.

111:2.4 (1218.2) Los factores de la creación evolutiva de esta alma inmortal no son dos sino tres. Estos son los tres antecedentes del alma humana de morontia:

111:2.5 (1218.3) 1. La mente humana y todas las influencias cósmicas que la preceden y que inciden en ella.

111:2.6 (1218.4) 2. El espíritu divino que mora en el interior de esta mente humana y todos los potenciales inherentes a este fragmento de espiritualidad absoluta, junto con todas las influencias y todos los factores espirituales asociados a él en la vida humana.

111:2.7 (1218.5) 3. La relación entre la mente material y el espíritu divino, que conlleva un valor y entraña un significado que no se encuentra en ninguno de los factores que conforman dicha asociación. La realidad de esta relación única no es ni material ni espiritual sino morontial. Es el alma.

111:2.8 (1218.6) Las criaturas intermedias denominan desde hace mucho tiempo intermente a esta alma humana en vías de evolución para distinguirla de la mente inferior o material y de la mente superior o cósmica. Esta intermente es realmente un fenómeno de la morontia, puesto que existe en la zona situada entre lo material y lo espiritual. El potencial de esta evolución de morontia es inherente a los dos anhelos universales de la mente: el impulso de la mente finita de la criatura de conocer a Dios y alcanzar la divinidad del Creador, y el impulso de la mente infinita del Creador de conocer al hombre y adquirir la experiencia de la criatura.

111:2.9 (1218.7) Esta operación superna de desarrollar por evolución el alma inmortal se hace posible en primer lugar porque la mente del mortal es personal y en segundo lugar porque está en contacto con realidades supranimales. Posee una dotación supramaterial de ministerio cósmico que asegura la evolución de una naturaleza moral capaz de tomar decisiones morales, y establece así un contacto creativo auténtico con los ministerios espirituales asociados y con el Ajustador del Pensamiento que mora en su interior.

111:2.10 (1218.8) El resultado inevitable de tal espiritualización por contacto de la mente humana es el nacimiento gradual de un alma, el vástago conjunto de una mente adjutora y dominada por una voluntad humana que ansía conocer a Dios, y que trabaja en unión con las fuerzas espirituales del universo que están bajo el sobrecontrol de un fragmento propiamente dicho del Dios mismo de toda creación —el Monitor de Misterio—. Y así, la realidad material y mortal del yo trasciende las limitaciones temporales de la máquina de vida física y alcanza una expresión nueva y una identificación nueva en el vehículo en evolución destinado a la continuidad de la yoidad: el alma de morontia e inmortal.

3. La evolución del alma

111:3.1 (1218.9) Los errores de la mente mortal y las equivocaciones de la conducta humana pueden retrasar claramente la evolución del alma, aunque no pueden inhibir el fenómeno de la morontia una vez que el Ajustador interior lo ha iniciado con el consentimiento de la voluntad de la criatura. Pero antes de la muerte del mortal esta misma voluntad material y humana tiene el poder de revocar en cualquier momento su elección y rechazar la supervivencia. Incluso después de haber sobrevivido, el mortal ascendente conserva su prerrogativa de rechazar la vida eterna. Antes de fusionarse con el Ajustador, la criatura ascendente en vías de evolución puede elegir en todo momento apartarse de la voluntad del Padre del Paraíso. La fusión con el Ajustador confirma el hecho de que el mortal ascendente ha elegido para siempre y sin reservas cumplir la voluntad del Padre.

111:3.2 (1219.1) Durante la vida en la carne el alma en vías de evolución está facultada para reforzar las decisiones supramateriales de la mente mortal. Al ser supramaterial, el alma no actúa por sí misma en el nivel material de la experiencia humana. Tampoco puede esta alma subespiritual actuar por encima del nivel de la morontia sin la colaboración de algún espíritu de la Deidad como el Ajustador. El alma tampoco toma decisiones finales hasta que la muerte o el traslado la separan de su asociación material con la mente del mortal, excepto cuando y en la medida en que esta mente material delega libre y voluntariamente esa autoridad en el alma de morontia asociada funcionalmente a ella. Durante la vida del mortal su voluntad, el poder de elección y decisión de la personalidad, reside en los circuitos materiales de la mente. A medida que se desarrolla el crecimiento del mortal en la tierra, este yo, con sus inestimables poderes de elección, se va identificando cada vez más con la entidad emergente del alma de morontia. Después de la muerte y tras la resurrección en los mundos mansión, la personalidad humana está totalmente identificada con el yo de morontia. El alma es así el embrión del futuro vehículo de morontia de la identidad de la personalidad.

111:3.3 (1219.2) Esta alma inmortal empieza siendo de naturaleza enteramente de morontia, pero posee tal capacidad de desarrollo que asciende invariablemente a los verdaderos niveles de espíritu susceptibles de fusión con los espíritus de la Deidad. Esta fusión se suele producir normalmente con el mismo espíritu del Padre Universal que inició el fenómeno creativo en la mente de la criatura.

111:3.4 (1219.3) Tanto la mente humana como el Ajustador divino son conscientes de la presencia y de la naturaleza diferencial del alma que evoluciona (el Ajustador plenamente, la mente parcialmente). Al ritmo de su propio crecimiento evolutivo, el alma se va haciendo cada vez más consciente de la mente y del Ajustador como identidades asociadas. El alma participa de las cualidades de la mente humana y del espíritu divino, pero evoluciona constantemente hacia un aumento del control espiritual y del predominio divino porque estimula una función de la mente cuyos significados buscan coordinarse con los verdaderos valores del espíritu.

111:3.5 (1219.4) La carrera del mortal, la evolución del alma, no es tanto un periodo de prueba como un periodo de educación. La fe en la supervivencia de los valores supremos es el núcleo de la religión. La auténtica experiencia religiosa consiste en unir los valores supremos y los significados cósmicos como realización de la realidad universal.

111:3.6 (1219.5) La mente conoce la cantidad, la realidad, los significados. En cambio la cualidad —los valores— es algo que se siente. Lo que siente es creación conjunta de la mente que conoce y el espíritu asociado que confiere realidad.

111:3.7 (1219.6) En la medida en que el alma humana de morontia en vías de evolución se impregna de verdad, belleza y bondad como realización y como valor de la consciencia de Dios, el ser resultante se vuelve indestructible. Si en el alma humana que evoluciona no hay supervivencia de valores eternos, la existencia mortal carece de significado y la vida misma es una trágica ilusión. Pero es eternamente cierto que lo que empecéis en el tiempo lo terminaréis en la eternidad... si es que merece la pena terminarlo.

4. La vida interior

111:4.1 (1219.7) El reconocimiento es el proceso intelectual de encajar las impresiones sensoriales recibidas del mundo exterior en los patrones de la memoria del individuo. La comprensión implica que esas impresiones sensoriales reconocidas y sus patrones de memoria asociados se han integrado u organizado en una red dinámica de principios.

111:4.2 (1220.1) Los significados provienen de una combinación de reconocimiento y comprensión. Los significados no existen en un mundo enteramente sensorial o material. Los significados y los valores solo se perciben en las esferas interiores o supramateriales de la experiencia humana.

111:4.3 (1220.2) Todos los avances de la verdadera civilización nacen en este mundo interior de la humanidad. Solo la vida interior es verdaderamente creativa. Mal puede progresar la civilización cuando la mayoría de la juventud de cualquier generación dedica su interés y su energía a los logros materialistas del mundo sensorial o exterior.

111:4.4 (1220.3) Los esquemas de valores del mundo interior y el mundo exterior son diferentes. Toda civilización peligra cuando las tres cuartas partes de su juventud se incorporan a profesiones materialistas y se dedican a las actividades sensoriales del mundo exterior. La civilización corre peligro cuando la juventud deja de interesarse por la ética, la sociología, la eugenesia, la filosofía, las bellas artes, la religión y la cosmología.

111:4.5 (1220.4) Solo en los niveles superiores de la mente superconsciente, y en la medida en que esta incide en el ámbito espiritual de la experiencia humana, se encuentran esos conceptos superiores asociados a patrones maestros eficaces que contribuirán a construir una civilización mejor y más duradera. La personalidad es creativa por naturaleza pero solo actúa así en la vida interior del individuo.

111:4.6 (1220.5) Los cristales de nieve tienen siempre forma hexagonal, pero nunca hay dos iguales. Los niños se ajustan a ciertos tipos, pero nunca hay dos iguales aunque sean gemelos. La personalidad se atiene a ciertos tipos, pero siempre es única.

111:4.7 (1220.6) La felicidad y la alegría nacen en la vida interior. No podéis experimentar alegría real completamente solos. Una vida solitaria es fatal para la felicidad. Incluso las familias y las naciones disfrutarán más de la vida si la comparten con otros.

111:4.8 (1220.7) No podéis controlar del todo el mundo exterior, el entorno. En cambio la creatividad del mundo interior está más sujeta a vuestra dirección porque ahí vuestra personalidad está liberada en gran medida de las cadenas de las leyes de la causalidad antecedente. La personalidad lleva asociada una soberanía limitada de la voluntad.

111:4.9 (1220.8) Dado que la vida interior del hombre es realmente creativa, toda persona tiene la responsabilidad de elegir si esta creatividad será espontánea y totalmente fortuita o más bien controlada, dirigida y constructiva. ¿Cómo puede una imaginación creativa producir frutos valiosos cuando el escenario donde actúa está ya ocupado por los prejuicios, el odio, el miedo, el resentimiento, la venganza y la intolerancia?

111:4.10 (1220.9) Las ideas pueden tener su origen en los estímulos del mundo exterior, pero los ideales solo nacen en los dominios creativos del mundo interior. Las naciones del mundo de hoy están dirigidas por personas de ideas superabundantes pero muy pobres en ideales. Esta es la explicación de la pobreza, el divorcio, la guerra y los odios raciales.

111:4.11 (1220.10) He aquí el problema: si el hombre que posee libre albedrío está dotado en su fuero interno de poder creativo, debemos reconocer que la creatividad por libre albedrío contiene en sí el potencial de la destructividad por libre albedrío. Y cuando la creatividad se vuelve destructividad os encontráis cara a cara con la devastación del mal y del pecado, con la opresión, la guerra y la destrucción. El mal es una tendencia de la creatividad hacia la desintegración y hacia la destrucción final. Todo conflicto es malo porque inhibe la función creativa de la vida interior; es una especie de guerra civil de la personalidad.

111:4.12 (1221.1) La creatividad interior contribuye a ennoblecer el carácter a través de la integración de la personalidad y de la unificación de la yoidad. Es eternamente cierto que el pasado es inalterable. Solo se puede cambiar el futuro por el ministerio de la creatividad del yo interior en el presente.

5. La consagración de la elección

111:5.1 (1221.2) Hacer la voluntad de Dios no es ni más ni menos que mostrar la disposición de la criatura a compartir su vida interior con Dios, con el mismo Dios que ha hecho posible la vida de esa criatura con sus valores-significados interiores. Compartir es asemejarse a Dios, es un acto divino. Dios lo comparte todo con el Hijo Eterno y con el Espíritu Infinito, y ellos a su vez comparten todas las cosas con los Hijos divinos y con las Hijas espíritu de los universos.

111:5.2 (1221.3) Imitar a Dios es la clave de la perfección. Hacer su voluntad es el secreto de la supervivencia y de la perfección en la supervivencia.

111:5.3 (1221.4) Los mortales viven en Dios y Dios ha querido igualmente vivir en los mortales. Del mismo modo que los hombres se encomiendan a él, él ha encomendado una parte de sí mismo a los hombres para que esté con ellos, y lo ha hecho primero. Ha consentido en vivir en los hombres y morar dentro de ellos sujeto a la voluntad humana.

111:5.4 (1221.5) La paz en esta vida, la supervivencia en la muerte, la perfección en la próxima vida, el servicio en la eternidad, todo esto se consigue (en espíritu) ahora, cuando la personalidad de la criatura consiente —elige— someter la voluntad de la criatura a la voluntad del Padre. El Padre, por su parte, ya ha elegido someter un fragmento de sí mismo a la voluntad de la personalidad de la criatura.

111:5.5 (1221.6) Esta elección de la criatura no es una rendición de la voluntad. Es una consagración de la voluntad, una expansión de la voluntad, una glorificación de la voluntad, un perfeccionamiento de la voluntad. Es una elección que eleva la voluntad de la criatura desde un nivel de alcance temporal hasta el estado superior en el que la personalidad del hijo criatura está en comunión íntima con la personalidad del Padre espíritu.

111:5.6 (1221.7) Cuando elige cumplir la voluntad del Padre el hombre mortal hace el descubrimiento espiritual del Padre espíritu, aunque tenga que transcurrir toda una edad hasta que el hijo criatura pueda encontrarse realmente en la presencia factual de Dios en el Paraíso. Esta elección no consiste tanto en la negación de la voluntad de la criatura —«Que no se haga mi voluntad sino la tuya»— como en la afirmación positiva de la criatura: «Es mi voluntad que se haga tu voluntad». Cuando se toma esta decisión, el hijo que eligió a Dios alcanzará tarde o temprano la unión interior (la fusión) con el fragmento de Dios que mora en él. A medida que se va perfeccionando, este mismo hijo encontrará la satisfacción suprema de la personalidad en una comunión adoradora entre la personalidad del hombre y la personalidad de su Hacedor, dos personalidades cuyos atributos creativos se han unido eternamente en una mutualidad de expresión deseada por ambos. Y nace así otra asociación eterna entre la voluntad del hombre y la voluntad de Dios.

6. La paradoja humana

111:6.1 (1221.8) Muchos de los problemas temporales del hombre mortal surgen de su doble relación con el cosmos. El hombre es parte de la naturaleza —existe en la naturaleza— y sin embargo es capaz de trascender la naturaleza. El hombre es finito pero mora en su interior una chispa de la infinitud. Esta situación dual no solo proporciona el potencial para el mal sino que engendra también muchas situaciones sociales y morales cargadas de angustia e incertidumbre.

111:6.2 (1222.1) El valor necesario para llevar a cabo la conquista de la naturaleza y trascenderse a uno mismo es un valor que puede sucumbir a las tentaciones del orgullo. El mortal capaz de trascender el yo podría ceder a la tentación de deificar su propia autoconsciencia. El dilema del mortal consiste en el doble hecho de que el hombre es esclavo de la naturaleza y posee al mismo tiempo una libertad única, la libertad de elección y acción espiritual. En los niveles materiales el hombre se encuentra supeditado a la naturaleza mientras que en los niveles espirituales triunfa sobre la naturaleza y sobre todas las cosas temporales y finitas. Esta paradoja está inseparablemente unida a la tentación, al mal potencial, a los errores de decisión. Y cuando el yo se vuelve orgulloso y arrogante puede aparecer el pecado.

111:6.3 (1222.2) El problema del pecado no existe por sí mismo en el mundo finito. La finitud en sí no es mala ni pecaminosa. El mundo finito fue hecho por un Creador infinito —es obra personal de sus Hijos divinos— y por lo tanto tiene que ser bueno. Lo que da origen al mal y al pecado es el mal uso, la distorsión y la perversión de lo finito.

111:6.4 (1222.3) El espíritu puede dominar a la mente igual que la mente puede controlar la energía. Pero la mente solo puede controlar la energía mediante su propia manipulación inteligente de los potenciales metamórficos inherentes al nivel matemático de las causas y los efectos de los dominios físicos. El control de la energía no es inherente a la mente de la criatura sino que es una prerrogativa de la Deidad. Sin embargo la mente de la criatura puede manipular la energía, y de hecho la manipula, justo en la medida en que ha llegado a dominar los secretos de la energía del universo físico.

111:6.5 (1222.4) Cuando el hombre desea modificar la realidad física, la suya o la de su entorno, lo consigue en la medida en que ha descubierto el modo y los medios de controlar la materia y dirigir la energía. La mente por sí sola es impotente para influir sobre lo material, salvo sobre su propio mecanismo físico al que está unida de forma inseparable. Pero cuando la mente utiliza los mecanismos del cuerpo de forma inteligente puede crear otros mecanismos, incluso relaciones de energía y relaciones vivas, que puede utilizar para controlar cada vez más e incluso dominar su nivel físico en el universo.

111:6.6 (1222.5) La ciencia es la fuente de los hechos, y la mente no puede actuar sin hechos. En la construcción de la sabiduría, los hechos son los componentes básicos cementados entre sí por la experiencia de la vida. El hombre puede encontrar el amor de Dios sin hechos y descubrir las leyes de Dios sin amor, pero no podrá empezar nunca a apreciar la simetría infinita, la armonía celestial, la repleción exquisita de la naturaleza inclusiva de la Primera Fuente y Centro hasta haber encontrado la ley divina y el amor divino y haberlos unificado experiencialmente dentro de la evolución de su propia filosofía cósmica.

111:6.7 (1222.6) La expansión del conocimiento material conlleva una mayor apreciación intelectual de los significados de las ideas y de los valores de los ideales. Un ser humano puede encontrar la verdad en su experiencia interior, pero necesita un conocimiento claro de los hechos para aplicar su descubrimiento personal de la verdad a las exigencias implacablemente prácticas de la vida cotidiana.

111:6.8 (1222.7) Es muy natural que el hombre mortal se vea acosado por sentimientos de inseguridad al encontrarse ligado indisolublemente a la naturaleza y dotado al mismo tiempo de poderes espirituales que trascienden por completo todas las cosas temporales y finitas. Solo la confianza religiosa —la fe viva— puede sostener al hombre en medio de problemas tan difíciles y desconcertantes.

111:6.9 (1223.1) De todos los peligros que acechan a la naturaleza mortal del hombre y ponen en riesgo su integridad espiritual, el orgullo es el mayor. La intrepidez es valerosa pero el egotismo es vanaglorioso y suicida. Una confianza razonable en uno mismo no es reprobable. La capacidad del hombre de trascenderse a sí mismo es la única cosa que lo distingue del reino animal.

111:6.10 (1223.2) El orgullo es engañoso, embriagador y engendra el pecado, ya sea en un individuo, en un grupo, en una raza o en una nación. Es literalmente cierto que «el orgullo precede a la caída».

7. El problema del Ajustador

111:7.1 (1223.3) La esencia de la aventura al Paraíso es incertidumbre con seguridad. Incertidumbre en el tiempo y en la mente, incertidumbre en cuanto al desarrollo de los acontecimientos del ascenso al Paraíso. Seguridad en el espíritu y en la eternidad, seguridad en la confianza sin reservas del hijo criatura en la compasión divina y el amor infinito del Padre Universal. Incertidumbre como ciudadano no experimentado del universo. Seguridad como hijo ascendente en las mansiones del universo de un Padre que todo lo puede, todo lo sabe y a todos ama.

111:7.2 (1223.4) Quisiera exhortaros a prestar atención al eco lejano de la fiel llamada del Ajustador a vuestra alma. El Ajustador que mora dentro de vosotros no puede detener, ni siquiera cambiar materialmente, la lucha de vuestra carrera en el tiempo. El Ajustador no puede aliviar las penurias de la vida mientras viajáis trabajosamente por este mundo. Vuestro divino morador interior solo puede abstenerse con paciencia mientras libráis la batalla de la vida tal como se vive en vuestro planeta. Sin embargo, en medio de vuestros trabajos y preocupaciones, de vuestras luchas y fatigas, podríais —solo con quererlo— permitir que el valiente Ajustador luchara con vosotros y para vosotros. Podríais sentiros verdaderamente reconfortados e inspirados, maravillosamente cautivados y estimulados, si permitierais que el Ajustador os presentara siempre las imágenes del motivo real, el objetivo final y el propósito eterno de la dura y penosa lucha con los problemas corrientes de vuestro presente mundo material.

111:7.3 (1223.5) ¿Por qué no ayudáis al Ajustador en su tarea de mostraros la contrapartida espiritual de vuestros duros esfuerzos materiales? ¿Por qué no permitís que el Ajustador os fortalezca con las verdades espirituales del poder cósmico mientras forcejeáis con las dificultades temporales de vuestra existencia como criaturas? ¿Por qué no animáis a este ayudante celestial a que os aliente con la visión clara de la perspectiva eterna de la vida universal ante los problemas desconcertantes del momento pasajero? ¿Por qué os negáis a ser iluminados e inspirados con el punto de vista del universo mientras os afanáis entre los obstáculos del tiempo y vais dando tumbos por el laberinto de incertidumbres de vuestro viaje en la vida mortal? ¿Por qué no permitir que el Ajustador espiritualice vuestro pensamiento, aunque vuestros pies tengan que pisar las sendas materiales del empeño terrenal?

111:7.4 (1223.6) Las razas humanas superiores de Urantia son producto de una mezcla compleja, son una combinación de muchas razas y estirpes de origen diferente. Esta naturaleza compuesta dificulta muchísimo el trabajo eficaz de los Monitores durante la vida y aumenta claramente los problemas tanto del Ajustador como de la serafín guardiana después de la muerte. No hace mucho tiempo tuve la ocasión de escuchar en Salvington la declaración formal presentada por una guardiana del destino como atenuante de las dificultades que tuvo que afrontar en su ministerio hacia su sujeto mortal. Esta serafín decía:

111:7.5 (1223.7) «Muchas de mis dificultades surgieron del conflicto interminable entre las dos naturalezas de mi sujeto: el reclamo de la ambición frente a la indolencia animal; los ideales de un pueblo superior contrariados por los instintos de una raza inferior; los altos propósitos de una gran mente opuestos a los impulsos de una herencia primitiva; la visión a largo plazo de un Monitor previsor contrarrestada por la miopía de una criatura del tiempo; los planes progresivos de un ser ascendente modificados por los anhelos de una naturaleza material; los destellos de la inteligencia del universo anulados por los mandatos de la energía química de la raza evolutiva; el urgir de los ángeles opuesto a las emociones del animal; la formación de un intelecto anulada por las tendencias del instinto; la experiencia del individuo frente a las propensiones acumuladas de la raza; los objetivos de lo mejor eclipsados por la deriva de lo peor; el vuelo del genio neutralizado por el lastre de la mediocridad; el progreso de lo bueno retrasado por la inercia de lo malo; el arte de lo hermoso mancillado por la presencia del mal; el empuje de la salud neutralizado por la debilidad de la enfermedad; la fuente de la fe contaminada por los venenos del miedo; el manantial de la alegría amargado por las aguas de la pena; la dicha de la anticipación desilusionada por la amargura de la realización; las alegrías de la vida siempre amenazadas por las penas de la muerte. ¡Qué vida y en qué planeta! Y sin embargo, gracias a la permanente ayuda y motivación del Ajustador del Pensamiento, esta alma logró un buen grado de éxito y felicidad y ha ascendido ya a las salas de juicio de mansonia».

111:7.6 (1224.1) [Presentado por un Mensajero Solitario de Orvonton.]

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