Diario de un viaje: la siembra de Libros de Urantia en el Caribe

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Share Beasley

De Share Beasley, fideicomisaria asociada, Brandon (Florida, Estados Unidos)

Como los lectores de El libro de Urantia, Jesús, a los catorce años de edad, encontró cierto libro que le interesó: El libro de Enoc. El libro de Urantia afirma que Jesús “mientras le daba vueltas a estos problemas en su cabeza, encontró en la biblioteca de la sinagoga de Nazaret, entre los libros apocalípticos que había estado estudiando, el manuscrito llamado «El Libro de Enoc».” (1390.3) 126:3.8

Ahora comienza otra aventura de colocar Libros de Urantia. El equipo de colocación en bibliotecas, que consta de cuatro miembros, puso un ejemplar del libro en inglés en una de las estanterías de la biblioteca del barco. Al día siguiente vimos a un señor que lo estaba mirando. ¡Hurra!

El domingo, nuestro equipo estaba en Gran Turco, la isla más grade del archipiélago caribeño de Islas Turcas y Caicos. La biblioteca estaba cerrada. Quizá no volvamos a pasar otra vez por allí, así que metimos el libro en la ranura de libros devueltos. “El acto es nuestro; las consecuencias, de Dios”.

¿Serendipia o…? Joseph, un señor de Nueva York, se mudó a República Dominicana para abrir una escuela para adolescentes embarazadas. Su servicio estaba motivado por el hecho de que no se permitía a estas chicas que asistieran regularmente a la escuela. Joseph pronto se encontró implicado en enseñar inglés a chicos y chicas con el fin de que pudieran ganarse la vida como guías turísticos. Esta escuela está alojada en un cobertizo con tejado de paja al aire libre en la selva, a tres horas de la capital, Santo Domingo. Tras conocer nuestra empresa, se ofreció voluntario para llevar El libro de Urantia a la biblioteca más cercana, en Santo Domingo, en su próximo viaje para adquirir suministros. Por supuesto, esperamos que la curiosidad lleve a Joseph a echarle un vistazo a sus páginas.

Nuestros siguientes puertos fueron las Antillas Holandesas. Previamente habíamos pedido a Henk Mylanus, el fideicomisario holandés de la Fundación Urantia, que escribiera una carta de presentación para los bibliotecarios de habla holandesa. Supimos que esta carta formal de presentación obtenía aprecio y respeto por nuestra donación de Het Urantia Boek. Inmediatamente, comenzamos a acompañar todas nuestras donaciones de Libros de Urantia con cartas de presentación.

Otra de nuestras experiencias con la serendipia fue nuestro encuentro con Sue, a quien conocimos mientras hacíamos una pausa para mirar un mapa. Ella reside en Bonaire (Antillas), y es una lectora voraz que nos informó de que la mayoría de habitantes de Bonaire usan una biblioteca de intercambio. Entonces, se ofreció para colocar Het Urantia Boek en esta biblioteca. ¿Le llevará su curiosidad a echar un vistazo a su contenido?

Curaçao (Antillas) tiene una librería grande, moderna y concurrida. La mayoría de clientes habituales parecían ser adolescentes y jóvenes adultos. Un oficial de seguridad telefoneó al director para que se reuniera con nosotros, y valoró la calidad de la traducción al holandés y estuvo feliz de añadirlo a los libros de la sección de religión de la librería.

Se colocó un tercer libro en holandés en una biblioteca muy concurrida y moderna de Aruba. El director aceptó gentilmente el libro, hizo que nos tomaran fotos para ponerlas en su sitio web y declaró que se escribiría un artículo en su boletín relacionado con nuestra donación de Het Urantia Boek.

Llegamos a Philipsburg (San Martín), la capital holandesa, sin ningún libro en holandés. Con decisión, tomamos nuestras reservas de libros en francés (la otra mitad de la isla de San Martín es francesa), tomamos un taxi y nos dirigimos a la capital francesa, Marigot. En una farmacia preguntamos a la dependienta sobre la ubicación de la biblioteca y nos dijo que estaba a una distancia considerable. Le dijimos que teníamos un libro que donar. Después de reflexionar durante unos momentos, ella hizo una llamada y nos dio la dirección de la oficina de la Organización Internacional para Asuntos de la Juventud, un centro cultural donde chicos y chicas jóvenes se forman en el arte del gobierno. Pricilla Bade, la directora, nos dio una calurosa bienvenida. Nos aseguró que Le Livre d’Urantia se colocaría en la biblioteca. Una vez más, la serendipia parecía seguir nuestros decididos pasos.

Nuestra llegada a Castries (Santa Lucía) coincidió con la celebración de su Día de la Independencia. Había preparativos de fiesta por todas partes. Nuestro guía “de viaje local” nos llevó a la biblioteca. Una vez más, era una biblioteca concurrida con muchos adultos jóvenes. Después de comunicar nuestro propósito de donar libros en el mostrador de la primera planta, fuimos escoltados tres tramos de escaleras arriba y nos presentaron a la administradora, que aceptó gentilmente El libro de Urantia y nos pidió una dirección adonde pudiera enviar una carta formal de agradecimiento.

De camino a la biblioteca, en Barbados, nos encontramos con una larga manifestación de chicas en edad escolar, sus madres y una banda de música. Estaban entonando consignas, cantando y llevando pancartas que reclamaban igualdad de derechos para las mujeres y el fin de la violencia contra ellas. Una vez en la biblioteca, fuimos calurosamente recibidos por el administrador tras la recepción agradecida de nuestra donación de El libro de Urantia.

En Fort de France (Martinica), la biblioteca Schoelcher es un edificio de un estilo arquitectónico magnífico. Fue construido en Francia, desmantelado y enviado pieza a pieza a finales del siglo XIX y reconstruido en Martinica. Para nuestra desolación, no teníamos más libros en francés. Para no sentirnos derrotados en nuestro propósito de sembrar El libro de Urantia en todos los puertos a los que llegábamos, conocimos al administrador de la biblioteca, conseguimos su nombre y dirección y le enviaremos un ejemplar del libro para colocar en esta histórica biblioteca, que está en la lista de imprescindibles de los viajes turísticos.

Las circunstancias fueron de tal modo que en Roseau (Dominica), la mitad de nuestro equipo, Bill Beasley y Bernie Gingra, fueron a la ciudad, encontraron la biblioteca y colocaron el libro con un bibliotecario agradecido. Ésta fue la biblioteca más pequeña que encontramos, y aún así había una docena de usuarios leyendo libros.

La siguiente parada fue Charlotte Amalia (St. Tomas). Aquí encontramos una gran y céntrica biblioteca que estaba cerrada. Había un cajón para libros junto a la puerta cerrada con cadenas. Mientras dejaba un ejemplar de El libro de Urantia en el cajón de libros, se me ocurrió pensar que quizá sería un Libro de Urantia desperdiciado. Luego recordé que esta revelación es verdaderamente el proyecto de nuestros amigos invisibles, y que sólo somos los actores privilegiados y transitorios. Ellos obrarán sus maravillas usando las herramientas que tengan disponibles, sean las que sean. Otro aspecto positivo es que nuestro taxista, una mujer mayor, nos oyó hablar de El libro de Urantia con algunos compañeros de trayecto y se interesó lo bastante como para pedir el título por escrito de modo que pudiera buscarlo en la biblioteca. ¡Vaya, verdaderamente nuestros amigos invisibles trabajan rápido!

Ahora estamos de vuelta a Ft. Lauderdale (Florida), al final de una excitante aventura de siembra de Libros de Urantia por el Caribe. Nuestro último esfuerzo en este viaje fue dejar El libro de Urantia en la biblioteca de intercambio del barco, además del que ya colocamos en la sección de referencia del barco. Este viaje nos ha sorprendido agradablemente por los muchos lectores jóvenes que vimos en las bibliotecas. La recepción entusiasta de El libro de Urantia y de sus sublimes enseñanzas trajo esperanza y alegría a nuestra alma.

Bill Beasley
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