La historia de un lector veterano de El libro de Urantia

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De Bill Martin, Niles (Michigan, EEUU)

Pasar mis años de formación como adolescente en un grupo de estudio compuesto casi en su totalidad por miembros del Foro y de estudiantes de segunda generación fue un terreno fértil para el cultivo de mi alma embrionaria. Las respuestas a mis preguntas eran profundas y a menudo muy por encima de mi nivel de comprensión, pero la perseverancia aumentó mi capacidad de comprender y ahora, cuarenta años después, todavía soy un estudiante, en esa misma sala, respondiendo a preguntas sinceras de otras almas hambrientas de verdad. Las relaciones forjadas a lo largo de los años en este grupo de estudio siempre serán parte de mí. Ellas son parte de lo que mi Controlador y Guardián del Pensamiento utilizarán en mi reensamblaje, en el primer mundo de las mansiones.

A lo largo del tiempo, he aprendido que el conocimiento conceptual no puede sustituir a los frutos espirituales de nuestra vida. Hay que “aprender a regar el jardín de vuestro corazón así como a buscar las áridas arenas del conocimiento” (554.6) 48:6.32. Debemos refrescar nuestra alma con el agua de la vida y perdonar a nuestros deudores, del mismo modo que nos han perdonado. Toda alma, aunque sea humilde, tiene una historia que contar. Nuestro Padre ama a todos Sus hijos de la misma manera incondicional, y el amor divino revela la naturaleza de Dios y nos hace más auténticos y plenos.

Una revelación personal y viviente, por encima y más allá de las páginas de un libro, ha hecho reales para mí las enseñanzas de que un alma de potencial inmortal y casi ilimitado se forja en el campo mental de la elección. “Los actos de hoy forman el destino de mañana” (557.10) 48:7.26. El Padre de las Luces ha entrado en mi mente para elevarla, transformarla y transfigurarla con un fragmento de la realidad espiritual más pura del universo, que eternizará mi identidad temporal que puedo “sincronizar” con la procesión progresiva de la eternidad.

Una cosa se ha hecho clara como el día: el trabajo desinteresado y natural para nuestros semejantes, particularmente a personas necesitadas y afligidas, es la auténtica medida de la grandeza planetaria. “Uno tiene que hacer algo, así como ser algo” (1260.1) 115:0.1.

“El servicio es la meta del tiempo y el destino del espacio” (316:4) 28:6.19.

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