Documento 85 - Los orígenes de la adoración

   
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El libro de Urantia

Documento 85

Los orígenes de la adoración

85:0.1 (944.1) LA RELIGIÓN primitiva tuvo un origen biológico, un desarrollo evolutivo natural al margen de las asociaciones morales y aparte de toda influencia espiritual. Los animales superiores tienen miedos pero no ilusiones, por eso no tienen religión. El hombre crea sus religiones primitivas a partir de sus miedos y por medio de sus ilusiones.

85:0.2 (944.2) En la evolución de la especie humana, las manifestaciones primitivas de la adoración aparecen mucho antes de que la mente del hombre sea capaz de formular conceptos más complejos de la vida, aquí y en el más allá, que merezcan el nombre de religión. Las primeras religiones eran de naturaleza exclusivamente intelectual y enteramente fundada en circunstancias asociativas. Los objetos de adoración eran siempre evocadores; consistían en las cosas de la naturaleza que tenían más a mano o que ocupaban un lugar preponderante en la experiencia común de los ingenuos urantianos primitivos.

85:0.3 (944.3) Cuando la religión evolucionó más allá de la adoración a la naturaleza adquirió raíces originadas en el espíritu, aunque siguió estando siempre condicionada por el entorno social. A medida que se desarrollaba el culto a la naturaleza, los conceptos del hombre le hicieron imaginar una división del trabajo en el mundo de los supermortales; había espíritus de la naturaleza para los lagos, los árboles, las cascadas, la lluvia y muchos otros fenómenos terrestres ordinarios.

85:0.4 (944.4) En un momento u otro el hombre mortal ha adorado todo lo que existe sobre la faz de la tierra, incluyéndose a sí mismo. Ha adorado también todo lo imaginable en el cielo y bajo la superficie terrestre. El hombre primitivo temía todas las manifestaciones de poder; adoraba todos los fenómenos naturales que no podía comprender. La observación de poderosas fuerzas de la naturaleza como las tormentas, las inundaciones, los terremotos, los desprendimientos de tierra, los volcanes, el fuego, el calor y el frío impresionaba profundamente a la mente humana en vías expansión. Las cosas inexplicables de la vida siguen calificándose de «actos de Dios» y de «dispensaciones misteriosas de la Providencia».

1. La adoración a las piedras y los montes

85:1.1 (944.5) El primer objeto que adoró el hombre en su evolución fue una piedra. A día de hoy el pueblo kateri del sur de la India sigue adorando a una piedra, igual que muchas tribus del norte de la India. Jacob durmió sobre una piedra porque la veneraba e incluso la ungió. Raquel ocultaba varias piedras sagradas en su tienda.

85:1.2 (944.6) Las piedras impresionaron en un primer momento al hombre primitivo como algo fuera de lo normal por la forma tan repentina en que aparecían sobre la superficie de los campos cultivados o de los pastizales. Aquellos hombres no las relacionaban con los efectos de la erosión ni con los resultados de alzar la tierra. Las piedras también impresionaban mucho a los primeros pueblos por su frecuente parecido con los animales. Atraen la atención del hombre civilizado numerosas montañas con formaciones rocosas que recuerdan a cabezas de animales e incluso rostros humanos. Pero lo que más impactaba al hombre primitivo eran las piedras meteoríticas en su trayectoria fulgurante por la atmósfera. Las estrellas fugaces sobrecogían a los primeros hombres, convencidos de que esas líneas de fuego marcaban el paso de un espíritu en su camino hacia el planeta. No es de extrañar que los hombres se sintieran inducidos a adorar esos fenómenos, sobre todo cuando encontraban después los meteoritos, y esto les inspiró una mayor veneración por todas las demás piedras. En Bengala muchos adoran un meteorito que cayó sobre el planeta en el año 1880 d. C.

85:1.3 (945.1) Todos los clanes y tribus antiguos tenían sus piedras sagradas, y la mayor parte de los pueblos modernos manifiestan cierto grado de veneración por ciertos tipos de piedras, sus joyas. En la India veneraban un conjunto de cinco piedras; en Grecia eran treinta; entre los hombres rojos era generalmente un círculo de piedras. Los romanos lanzaban siempre una piedra al aire cuando invocaban a Júpiter. En la India, incluso a día de hoy, se puede usar una piedra como testigo. En algunas regiones se puede emplear una piedra como talismán de la ley, y por su prestigio, un delincuente puede ser llevado a los tribunales. Pero los simples mortales no siempre identifican a la Deidad con el objeto venerado. Esos fetiches son muchas veces meros símbolos del verdadero objeto de adoración.

85:1.4 (945.2) Los antiguos tenían una consideración especial por los agujeros de las piedras. Se suponía que las rocas porosas eran especialmente eficaces para curar enfermedades. No se perforaban las orejas para colgarse piedras, sino que se ponían piedras en la oreja para mantener abierto el orificio. Incluso en los tiempos modernos las personas supersticiosas hacen agujeros en las monedas. Los nativos de África arman mucho revuelo en torno a sus piedras fetiche. De hecho, todas las tribus y pueblos atrasados conservan una veneración supersticiosa por las piedras. El culto a las piedras está muy generalizado hoy en el mundo. La lápida sepulcral es un símbolo superviviente de las imágenes y los ídolos que se esculpían en la piedra relacionados con las creencias en fantasmas y en los espíritus de los compañeros fallecidos.

85:1.5 (945.3) Tras el culto a las piedras vino el culto a los montes, y los primeros montes que se veneraron fueron las grandes formaciones rocosas. Pronto se hizo costumbre creer que los dioses habitaban en las montañas, y este fue un motivo más para adorar las grandes elevaciones de terreno. Con el paso del tiempo ciertas montañas se asociaron con ciertos dioses y se convirtieron así en sagradas. Los aborígenes ignorantes y supersticiosos creían que las cuevas conducían al inframundo, con sus espíritus y demonios malignos, en contraste con las montañas, que se identificaron con los conceptos posteriores de buenos espíritus y deidades.

2. La adoración a las plantas y a los árboles

85:2.1 (945.4) Las plantas fueron primero temidas y luego adoradas porque se extraían de ellas bebidas alcohólicas. El hombre primitivo creía que la embriaguez lo volvía divino. Se suponía que había algo sagrado y extraordinario en esas experiencias. Incluso en los tiempos modernos el alcohol se califica de «espirituoso».

85:2.2 (945.5) Los primeros hombres veían germinar las semillas con asombro y temor supersticioso. El apóstol Pablo no fue el primero en extraer profundas lecciones espirituales de la germinación y basar en ella creencias religiosas.

85:2.3 (945.6) La adoración de los árboles es uno de los cultos religiosos más antiguos. Todas las bodas primitivas se celebraban bajo los árboles, y cuando las mujeres deseaban tener hijos, a veces se las veía en el bosque cariñosamente abrazadas a un robusto roble. Muchas plantas y árboles eran venerados por sus poderes medicinales reales o imaginarios. El salvaje creía que todos los efectos químicos se debían a la actividad directa de las fuerzas sobrenaturales.

85:2.4 (945.7) Las ideas sobre los espíritus de los árboles variaban mucho entre las distintas razas y tribus. Algunos árboles estaban habitados por espíritus bondadosos, otros por espíritus engañosos y crueles. Los fineses creían que la mayoría de los árboles albergaban espíritus buenos. Los suizos desconfiaron durante mucho tiempo de los árboles, pues creían que contenían espíritus taimados. Los habitantes de la India y del este de Rusia consideran que los espíritus de los árboles son crueles. Los patagones siguen adorando a los árboles, igual que los primeros semitas. Mucho después de que los hebreos dejaran de adorar a los árboles, siguieron venerando a sus diversas deidades de las arboledas. Excepto en China, existió en su día un culto universal al árbol de la vida.

85:2.5 (946.1) La creencia de que el agua o los metales preciosos que están bajo la tierra se pueden detectar con una varilla de zahorí de madera es una reliquia de los antiguos cultos a los árboles. El mayo, el árbol de Navidad y la práctica supersticiosa de tocar madera perpetúan ciertas costumbres de la antigua adoración a los árboles y de los cultos al árbol más recientes.

85:2.6 (946.2) Muchas de estas formas iniciales de veneración de la naturaleza se mezclaron con los métodos de adoración que evolucionaron más tarde, pero los primeros tipos de adoración activados por un adjutor-mente se practicaban ya mucho antes de que la naturaleza religiosa recién despertada de la humanidad se hiciera plenamente sensible al estímulo de las influencias espirituales.

3. La adoración a los animales

85:3.1 (946.3) El hombre primitivo sentía una peculiar sintonía con los animales superiores. Sus antepasados habían vivido con ellos e incluso se habían apareado con ellos. En el sur de Asia se creía al principio que el alma de los hombres volvía al planeta en forma de animal. Esta creencia era un vestigio de la práctica aún más antigua de adorar a los animales.

85:3.2 (946.4) Los primeros hombres veneraban a los animales por su fuerza y su astucia. Atribuían el olfato agudo y la vista penetrante de ciertas criaturas a la guía de los espíritus. Todos los animales han sido adorados por una u otra raza en algún momento. Entre estos objetos de adoración había criaturas consideradas medio humanas y medio animales como los centauros y las sirenas.

85:3.3 (946.5) Los hebreos adoraron a las serpientes hasta la época del rey Ezequías y los hindúes siguen manteniendo excelentes relaciones con sus serpientes domésticas. La adoración al dragón de los chinos es un vestigio de los cultos a la serpiente. La sabiduría de la serpiente era un símbolo de la medicina griega, y los médicos modernos lo siguen empleando como emblema. El arte de encantar serpientes se ha transmitido desde los días del culto del amor a la serpiente. Las mujeres chamanes de este culto se inmunizaban a consecuencia de las mordeduras diarias de las serpientes; de hecho, se convertían en auténticas adictas al veneno y no podían prescindir de él.

85:3.4 (946.6) La adoración a los insectos y otros animales fue promovida por una malinterpretación posterior de la regla de oro: haced a los demás (a todas las formas de vida) lo que queréis que ellos os hagan. Los antiguos creyeron en un tiempo que todos los vientos eran producidos por las alas de los pájaros y por consiguiente temían y adoraban a la vez a todos las criaturas aladas. Los primeros nórdicos pensaban que los eclipses los causaba un lobo que devoraba una parte del sol o de la luna. Los hindúes muestran frecuentemente a Visnú con cabeza de caballo. Un símbolo animal representa muchas veces a un dios olvidado o a un culto desaparecido. En la religión evolutiva el cordero se convirtió muy pronto en el animal sacrificial típico y la paloma en el símbolo de la paz y el amor.

85:3.5 (946.7) El simbolismo en religión puede ser bueno o malo en la misma medida en que el símbolo suplante o no la idea original de lo que se adora. El simbolismo no se debe confundir con la idolatría directa que simplemente adora al propio objeto material.

4. La adoración a los elementos

85:4.1 (946.8) La humanidad ha adorado a la tierra, al aire, al agua y al fuego. Las razas primitivas veneraban a los manantiales y adoraban a los ríos. A día de hoy está floreciendo en Mongolia un influyente culto a los ríos. El bautismo se convirtió en un ceremonial religioso en Babilonia, y los griegos practicaban el baño ritual anual. Para los antiguos era fácil imaginar que los espíritus moraban en el borboteo de los manantiales, el manar de las fuentes, el fluir de los ríos y el rugir de los torrentes. Aquellas mentes sencillas estaban convencidas de que el agua en movimiento estaba animada por los espíritus y tenía poder sobrenatural. Incluso a veces no se socorría a alguien que se ahogaba por miedo a ofender a algún dios del río.

85:4.2 (947.1) Una gran variedad de cosas y acontecimientos ha servido de estímulo religioso a los distintos pueblos en las distintas edades. Muchas tribus de las colinas de la India siguen adorando al arco iris. Tanto en la India como en África se piensa que el arco iris es una gigantesca serpiente celestial; para los hebreos y los cristianos es «el arco de la promesa». Asimismo, hay fenómenos considerados beneficiosos en una parte del mundo que son vistos como maléficos en otras regiones. El viento del este es un dios en América del Sur porque trae lluvia; en la India es un diablo porque trae polvo y sequía. Los antiguos beduinos creían que un espíritu de la naturaleza producía los remolinos de arena, e incluso en tiempos de Moisés la creencia en los espíritus de la naturaleza fue lo bastante fuerte como para hacer que se perpetuaran en la teología hebrea bajo forma de ángeles del fuego, del agua y del aire.

85:4.3 (947.2) Las nubes, la lluvia y el granizo han sido todos temidos y adorados por numerosas tribus primitivas y por muchos de los primeros cultos de la naturaleza. Las tormentas de viento con truenos y relámpagos sobrecogían a los primeros hombres. Se impresionaban tanto con estas perturbaciones de los elementos que consideraban al trueno como la voz de un dios airado. La adoración al fuego y el miedo al relámpago estaban vinculados y muy difundidos entre los grupos primitivos.

85:4.4 (947.3) El fuego se mezclaba con la magia en la mente de los mortales primitivos dominados por el miedo. Cuando un adepto a la magia obtiene por casualidad un resultado positivo de sus fórmulas mágicas lo recuerda para siempre, pero se olvida tranquilamente de las innumerables veces que fracasa del todo. La veneración al fuego llegó a su apogeo en Persia donde perduró durante mucho tiempo. Algunas tribus adoraban al fuego como una deidad en sí misma, otras lo veneraban como símbolo llameante del espíritu purificador y expiatorio de sus deidades veneradas. Las vírgenes vestales eran las encargadas de vigilar los fuegos sagrados, y en el siglo veinte siguen ardiendo velas como parte del ritual de muchos servicios religiosos.

5. La adoración a los cuerpos celestes

85:5.1 (947.4) La adoración a las rocas, los montes, los árboles y los animales se fue transformando en una veneración temerosa por los elementos y desembocó de forma natural en la deificación del Sol, la Luna y las estrellas. En la India y en otros lugares se pensaba que las estrellas eran las almas glorificadas de los grandes hombres que habían dejado la vida en la carne. Los caldeos que practicaban el culto a las estrellas se consideraban hijos del padre cielo y la madre tierra.

85:5.2 (947.5) La adoración a la Luna precedió a la adoración al Sol. La veneración a la Luna alcanzó su apogeo durante la era de la caza, mientras que la adoración al Sol se convirtió en la ceremonia religiosa principal de las edades agrícolas posteriores. La adoración solar arraigó primero de forma generalizada en la India y es allí donde perduró más tiempo. En Persia la veneración al Sol dio origen al culto mitraico posterior. Muchos pueblos consideraban al Sol como el antepasado de sus reyes. Los caldeos pusieron al Sol en el centro de «los siete círculos del universo». Las civilizaciones posteriores honraron al Sol dando su nombre al primer día de la semana.

85:5.3 (947.6) El dios sol era considerado como el padre místico de los hijos del destino nacidos de virgen que se creía eran otorgados de vez en cuando como salvadores a las razas favorecidas. Esos bebés sobrenaturales eran abandonados siempre a la deriva en algún río sagrado de donde eran rescatados de modo extraordinario para convertirse luego en personalidades milagrosas y libertadores de sus pueblos.

6. La adoración al hombre

85:6.1 (948.1) Una vez que hubo adorado todo lo que había sobre la faz de la tierra y en lo alto del cielo, el hombre no dudó en honrarse a sí mismo con la misma adoración. El salvaje de mente sencilla no distingue claramente entre animales, hombres y dioses.

85:6.2 (948.2) Los primeros hombres consideraban sobrehumanas a todas las personas distintas de lo corriente. Temían tanto a esos seres que los trataban con respeto reverencial y, en cierta medida, los adoraban literalmente. Incluso tener mellizos se consideraba como signo de muy buena o muy mala suerte. Los lunáticos, los epilépticos y los deficientes mentales eran adorados a menudo por sus semejantes de mente normal, que creían que esos seres anormales estaban habitados por los dioses. Se adoraba a los sacerdotes, los reyes y los profetas; se pensaba que los hombres santos de la antigüedad estaban inspirados por las deidades.

85:6.3 (948.3) Los jefes tribales eran deificados al morir, y más tarde se canonizó a las almas eminentes tras su fallecimiento. La evolución por sí sola no produjo nunca dioses más altos que los espíritus glorificados, ensalzados y evolucionados de los humanos difuntos. Al principio de la evolución la religión crea a sus propios dioses. En el transcurso de la revelación los Dioses formulan la religión. La religión evolutiva crea sus dioses a imagen y semejanza del hombre mortal; la religión revelativa busca la evolución y transformación del hombre mortal a imagen y semejanza de Dios.

85:6.4 (948.4) Los dioses fantasmas, que se suponen de origen humano, se deben distinguir de los dioses de la naturaleza, ya que la adoración a la naturaleza acabó constituyendo un panteón de espíritus de la naturaleza elevados a la categoría de dioses. Los cultos de la naturaleza se siguieron desarrollando a la par con los cultos de los fantasmas de posterior aparición y se influyeron mutuamente. Muchos sistemas religiosos contenían un concepto dual de la deidad: dioses de la naturaleza y dioses fantasma. En algunas teologías estos conceptos se entrelazan confusamente como en el caso de Thor, un héroe fantasma que fue también el señor del relámpago.

85:6.5 (948.5) Pero la adoración del hombre por el hombre llegó al máximo cuando los dirigentes temporales ordenaron a sus súbditos que los veneraran de ese modo y se declararon descendientes de las deidades para justificar esta exigencia.

7. Los adjutores de la adoración y de la sabiduría

85:7.1 (948.6) Todo hace pensar que la adoración a la naturaleza surgió de forma natural y espontánea en la mente de los hombres y mujeres primitivos, y así fue, pero durante todo ese tiempo estuvo actuando en esas mismas mentes primitivas el sexto espíritu adjutor que había sido otorgado a aquellas gentes como influencia directriz de esa fase del desarrollo humano. Este espíritu estimulaba constantemente el anhelo adorador de la especie humana, por primitivas que pudieran ser sus primeras manifestaciones. El espíritu de adoración originó sin lugar a dudas el impulso humano de adorar, aunque fuera el miedo animal lo que motivó las expresiones de adoración y aunque sus primeras prácticas se centraran en los objetos de la naturaleza.

85:7.2 (948.7) Debéis recordar que la influencia que guio y controló todo el desarrollo evolutivo fue el sentir, no el pensar. Para la mente primitiva hay poca diferencia entre temer, rehuir, honrar y adorar.

85:7.3 (948.8) Cuando el impulso de adoración está dirigido y asesorado por la sabiduría —por el pensamiento meditativo y experiencial— empieza a convertirse en el fenómeno de la religión real. Cuando el séptimo espíritu adjutor, el espíritu de sabiduría, consigue ejercer su ministración de manera efectiva, la adoración del hombre empieza a apartarse de la naturaleza y los objetos naturales para volverse hacia el Dios de la naturaleza y el Creador eterno de todas las cosas naturales.

85:7.4 (949.1) [Presentado por una Brillante Estrella Vespertina de Nebadon.]

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