Documento 142 - La Pascua en Jerusalén

   
   Números de párrafo: Activar | Desactivar
Versión para imprimirVersión para imprimir

El libro de Urantia

Documento 142

La Pascua en Jerusalén

142:0.1 (1596.1) JESÚS y los apóstoles trabajaron en Jerusalén durante el mes de abril, y volvían todas las tardes a Betania para pasar la noche. Jesús, por su parte, se quedaba una o dos noches por semana en Jerusalén en casa de Flavio, un judío griego, donde iban muchos judíos prominentes para entrevistarse con él en secreto.

142:0.2 (1596.2) El primer día que pasó en Jerusalén, Jesús fue a visitar al antiguo sumo sacerdote Anás, su amigo de tiempos pasados y pariente de Salomé, la esposa de Zebedeo. Anás había oído hablar de Jesús y de sus enseñanzas, y cuando Jesús se presentó en casa del sumo sacerdote, fue recibido con mucha reserva. Al ver la frialdad de Anás, Jesús se despidió inmediatamente diciendo: «El miedo es el principal esclavizador del hombre, y el orgullo su mayor debilidad; ¿te venderás al cautiverio de estos dos destructores de la alegría y la libertad?». Pero Anás no respondió. El Maestro no volvió a verlo hasta el momento en que Anás se sentó con su yerno para juzgar al Hijo del Hombre.

1. La enseñanza en el templo

142:1.1 (1596.3) Jesús o uno de los apóstoles enseñó diariamente en el templo durante todo este mes. Cuando el gentío pascual era demasiado numeroso para poder asistir a la enseñanza dentro del templo, los apóstoles organizaban muchos grupos de instrucción fuera de los recintos sagrados. Esta era la esencia de su mensaje:

142:1.2 (1596.4) 1. El reino de los cielos está cerca.

142:1.3 (1596.5) 2. Mediante la fe en la paternidad de Dios podéis entrar en el reino de los cielos y convertiros así en hijos de Dios.

142:1.4 (1596.6) 3. El amor es la regla de vida dentro del reino: la entrega suprema a Dios mientras amáis a vuestro prójimo como a vosotros mismos.

142:1.5 (1596.7) 4. La obediencia a la voluntad del Padre, que produce los frutos del espíritu en nuestra vida personal, es la ley del reino.

142:1.6 (1596.8) Las multitudes que venían a celebrar la Pascua oían estas enseñanzas de Jesús y cientos de ellos se regocijaban con la buena nueva. Los jefes de los sacerdotes y los dirigentes de los judíos empezaron a inquietarse mucho por Jesús y sus apóstoles y discutían entre sí lo que habría que hacer con ellos.

142:1.7 (1596.9) Además de enseñar dentro y fuera del templo, los apóstoles y otros creyentes hacían también mucha labor personal entre las multitudes de la Pascua. Los hombres y mujeres que se interesaron por el mensaje de Jesús llevaron la noticia desde esta celebración pascual hasta los puntos más remotos del Imperio romano y también a Oriente. Este fue el comienzo de la propagación del evangelio del reino al mundo exterior. La obra de Jesús ya no quedaría confinada a Palestina.

2. La ira de Dios

142:2.1 (1597.1) Un rico negociante judío de Creta llamado Jacobo que asistía a las festividades de la Pascua en Jerusalén se acercó a Andrés pidiendo ver a Jesús en privado. Andrés concertó este encuentro secreto con Jesús para la tarde siguiente en casa de Flavio. Jacobo no alcanzaba a comprender las enseñanzas del Maestro y quería saber más sobre el reino de Dios, así que le preguntó: «Rabino, Moisés y los antiguos profetas nos dicen que Yahvé es un Dios celoso, un Dios iracundo de cólera temible. Los profetas dicen que odia a los malhechores y se venga de los que no obedecen su ley. Tú y tus discípulos nos enseñáis que Dios es un Padre amable y compasivo que ama tanto a todos los hombres que está deseando recibirlos en este nuevo reino de los cielos que tú proclamas tan cercano».

142:2.2 (1597.2) Cuando Jacobo terminó de hablar Jesús le dijo: «Jacobo, has expuesto muy bien las enseñanzas de los antiguos profetas que instruyeron a los hijos de su generación según las luces de su época. Nuestro Padre que está en el Paraíso es inmutable, pero el concepto de su naturaleza se ha ampliado y ha crecido desde los días de Moisés hasta los tiempos de Amós y también hasta la generación del profeta Isaías. Y ahora he venido yo en la carne a revelar al Padre en nueva gloria y a dar a conocer su amor y su misericordia a todos los hombres de todos los mundos. A medida que el evangelio de este reino se extienda por el mundo con su mensaje de buen ánimo y buena voluntad para todos los hombres, surgirán unas relaciones mejoradas y superiores entre las familias de todas las naciones. A medida que pase el tiempo los padres y sus hijos se amarán más entre sí, y esto suscitará una mayor comprensión del amor del Padre del cielo por sus hijos de la tierra. Recuerda, Jacobo, que un buen padre no solo ama a su familia como un todo —como una familia— sino que ama también de verdad y cuida con cariño a cada uno de sus miembros».

142:2.3 (1597.3) Después de hablar mucho sobre el carácter del Padre celestial, Jesús se interrumpió para decir: «Tú, Jacobo, como padre de una familia numerosa, bien sabes que lo que digo es verdad». Jacobo se sorprendió: «Pero Maestro, ¿quién te ha dicho que soy padre de seis hijos? ¿Cómo sabes eso de mí?». Y el Maestro respondió: «Baste con decir que el Padre y el Hijo conocen todas las cosas, pues en verdad lo ven todo. Puesto que amas a tus hijos como un padre de la tierra, tienes que aceptar ahora como una realidad el amor del Padre celestial por ti; no solo por todos los hijos de Abraham, sino por ti, por tu alma individual».

142:2.4 (1597.4) Jesús siguió diciendo: «Cuando tus hijos son muy jóvenes e inmaduros y tienes que reprenderlos, pueden pensar que su padre está enfadado y lleno de ira y rencor. Su inmadurez no les permite ir más allá del castigo para percibir el afecto correctivo y previsor del padre. Pero cuando estos mismos hijos se hacen mayores ¿no sería insensato por su parte aferrarse a esa primera imagen infantil de su padre? Como hombres y mujeres adultos, deberían apreciar el amor de su padre en todas las medidas educativas de su infancia. Y con el paso de los siglos ¿no debería la humanidad llegar a comprender mejor la verdadera naturaleza y el carácter amoroso del Padre del cielo? ¿Qué provecho podréis sacar de la iluminación espiritual de las generaciones sucesivas si persistís en ver a Dios como lo veían Moisés y los profetas? Yo te digo, Jacobo, que a la luz clara de esta hora deberías ver al Padre como ninguno de los que han vivido antes que tú lo ha visto nunca. Al verlo de esta manera deberías regocijarte de entrar en un reino donde rige un Padre tan misericordioso y deberías buscar que, en adelante, su voluntad de amor domine tu vida».

142:2.5 (1598.1) Jacobo contestó: «Rabino, creo; deseo que me conduzcas al reino del Padre».

3. El concepto de Dios

142:3.1 (1598.2) Casi todos los apóstoles presenciaron esta conversación sobre el carácter de Dios, y aquella noche hicieron muchas preguntas a Jesús sobre el Padre del cielo. Presentaremos las respuestas del Maestro en fraseología moderna mediante el resumen siguiente.

142:3.2 (1598.3) Jesús reprendió suavemente a los doce diciéndoles en esencia: ¿Acaso no conocéis las tradiciones de Israel relacionadas con el crecimiento de la idea de Yahvé e ignoráis la enseñanza de las Escrituras sobre la doctrina de Dios? Y luego el Maestro procedió a instruir a los apóstoles sobre la evolución del concepto de la Deidad durante todo el desarrollo del pueblo judío. Llamó la atención sobre las siguientes fases del crecimiento de la idea de Dios:

142:3.3 (1598.4) 1. Yahvé —el dios de los clanes del Sinaí— era el concepto primitivo de la Deidad que Moisés exaltó al nivel más alto de Señor Dios de Israel. El Padre del cielo nunca deja de aceptar la adoración sincera de sus hijos de la tierra, por muy burdo que sea su concepto de la Deidad o el nombre que simbolice para ellos su naturaleza divina.

142:3.4 (1598.5) 2. El Altísimo. Este concepto del Padre del cielo fue proclamado por Melquisedec a Abraham, y desde Salem fue llevado muy lejos por los que creyeron posteriormente en esta idea ampliada y expandida de la Deidad. Cuando el culto al Sol se estableció en Ur, Abraham y su hermano se marcharon de allí y se hicieron creyentes en El Elyón —el Dios Altísimo— predicado por Melquisedec. Su concepto de Dios era una combinación de sus antiguas ideas mesopotámicas con la doctrina del Altísimo.

142:3.5 (1598.6) 3. El Shaddai. Durante aquellos primeros tiempos muchos hebreos adoraban a El Shaddai, el concepto egipcio del Dios del cielo que habían conocido durante su cautiverio en la tierra del Nilo. Mucho después de los tiempos de Melquisedec, estos tres conceptos de Dios se fundieron en uno para formar la doctrina de la Deidad creadora, el Señor Dios de Israel.

142:3.6 (1598.7) 4. Elohim. La enseñanza sobre la Trinidad del Paraíso ha perdurado desde los tiempos de Adán. ¿No recordáis que las Escrituras empiezan afirmando que «En el principio los Dioses crearon los cielos y la tierra»?. Esto indica que cuando se escribió este pasaje el concepto trinitario de tres Dioses en uno había encontrado lugar en la religión de nuestros antepasados.

142:3.7 (1598.8) 5. El Yahvé supremo. En tiempos de Isaías estas creencias sobre Dios se habían expandido hasta el concepto de un Creador Universal que era a la vez todopoderoso y plenamente misericordioso. Este concepto de Dios, en su proceso de evolución y ampliación, suplantó prácticamente todas las ideas sobre la Deidad que existían antes en la religión de nuestros padres.

142:3.8 (1598.9) 6. El Padre del cielo. Y ahora conocemos a Dios como nuestro Padre del cielo. Nuestra enseñanza presenta una religión en la que el creyente es hijo de Dios. Esta es la buena nueva del evangelio del reino de los cielos. El Hijo y el Espíritu coexisten con el Padre, y la revelación de la naturaleza y el ministerio de estas Deidades del Paraíso se seguirá ampliando e iluminando durante las eras sin fin de la eterna progresión espiritual de los hijos de Dios ascendentes. En todas las edades y todos los tiempos, la adoración verdadera de cualquier ser humano —en lo referente al progreso espiritual individual— es reconocida por el espíritu que mora en su interior como un homenaje que se rinde al Padre del cielo.

142:3.9 (1599.1) Este relato del crecimiento del concepto de Dios en las mentes judías de las generaciones anteriores dejó sin habla a los apóstoles; nunca se habían sentido tan desconcertados y estaban demasiado confusos para hacer preguntas. Permanecieron sentados en silencio delante de Jesús, y el Maestro continuó: «Habríais conocido estas verdades si hubierais leído las Escrituras. ¿No habéis leído a Samuel donde dice: ‘Y la ira del Señor se encendió contra Israel de tal manera que incitó a David contra ellos diciéndole que hiciera un censo de Israel y de Judá’? Y esto no era extraño porque en tiempos de Samuel los hijos de Abraham creían realmente que Yahvé creaba tanto lo bueno como lo malo. Pero más adelante otro escritor narró estos acontecimientos cuando ya se había ampliado el concepto judío sobre la naturaleza de Dios. Este escritor no se atrevió a atribuir nada malo a Yahvé, y por lo tanto dijo: ‘Y Satanás se levantó contra Israel e incitó a David a hacer un censo de Israel’. ¿No os dais cuenta de que estos pasajes de las Escrituras muestran claramente cómo el concepto de la naturaleza de Dios iba creciendo de una generación a otra?

142:3.10 (1599.2) «Y además deberíais haber observado que el aumento de la comprensión de la ley divina está en perfecta consonancia con estos conceptos de la divinidad que se van ampliando. Cuando los hijos de Israel salieron de Egipto en tiempos anteriores a la revelación ampliada de Yahvé, tenían diez mandamientos que les sirvieron de ley hasta la época en que acamparon frente al Sinaí. Estos diez mandamientos eran:

142:3.11 (1599.3) «1. No adoraréis a ningún otro dios, pues el Señor es un Dios celoso.

142:3.12 (1599.4) «2. No haréis imágenes fundidas de dioses.

142:3.13 (1599.5) «3. No dejaréis de guardar la fiesta del pan ácimo.

142:3.14 (1599.6) «4. De todos los machos de hombres y ganado, los primogénitos son míos, dice el Señor.

142:3.15 (1599.7) «5. Seis días podéis trabajar, pero en el séptimo descansaréis.

142:3.16 (1599.8) «6. No dejaréis de observar la fiesta de las primicias y la fiesta de la cosecha al final del año.

142:3.17 (1599.9) «7. No ofreceréis la sangre de ningún sacrificio con pan leudado.

142:3.18 (1599.10) «8. No se dejará que el sacrificio de la fiesta de la Pascua se quede allí hasta la mañana siguiente.

142:3.19 (1599.11) «9. Llevaréis la primera de las primicias de la tierra a la casa del Señor vuestro Dios.

142:3.20 (1599.12) «10. No herviréis un cabrito en la leche de su madre.

142:3.21 (1599.13) «Entonces, entre los truenos y relámpagos del Sinaí, Moisés les dio los nuevos diez mandamientos, y todos coincidiréis conmigo en que son expresiones más dignas de acompañar la ampliación de los conceptos de Yahvé como Deidad. ¿Y no os habéis dado cuenta nunca de que hay dos versiones de estos mandamientos en las Escrituras? En la primera se presenta la liberación de Egipto como el motivo para guardar el sabbat, mientras que en una versión posterior las creencias religiosas más avanzadas de nuestros antepasados impusieron el descanso sabático como un reconocimiento del hecho de la creación.

142:3.22 (1599.14) «Recordaréis además que hubo otro cambio en tiempos de Isaías. En ese momento de mayor iluminación espiritual estos diez mandamientos negativos se convirtieron en la gran ley positiva del amor, en el precepto de amar a Dios de manera suprema y a vuestro prójimo como a vosotros mismos. Y yo también os declaro que todo el deber del hombre consiste en esta ley suprema de amar a Dios y a los hombres.»

142:3.23 (1600.1) Cuando hubo terminado de hablar nadie le preguntó nada. Todos se fueron a dormir.

4. Flavio y la cultura griega

142:4.1 (1600.2) El judío griego Flavio era un prosélito de la puerta, pues no había sido ni circuncidado ni bautizado. Cuando residía en Jerusalén vivía en un hermoso edificio porque era gran amante de la belleza en arte y escultura. Esta casa estaba exquisitamente decorada con tesoros inestimables que había ido reuniendo en sus viajes por el mundo. Cuando pensó por primera vez en invitar a Jesús a su casa temía que esas llamadas imágenes pudieran ofender al Maestro, pero se llevó una agradable sorpresa porque, en lugar de reprenderlo por tener esos objetos supuestamente idólatras esparcidos por toda la casa, Jesús mostró gran interés por toda la colección y le hizo muchas preguntas elogiosas sobre cada objeto mientras Flavio lo acompañaba de cuarto en cuarto mostrándole sus estatuas favoritas.

142:4.2 (1600.3) El Maestro se dio cuenta de que su actitud favorable hacia el arte había sorprendido a su anfitrión, y cuando hubo terminado de ver toda la colección le dijo: «¿Por qué iba yo a reprocharte que aprecies la belleza de las cosas creadas por mi Padre y modeladas por las manos artísticas del hombre? ¿Por qué han de rechazar todos los hombres la reproducción de la gracia y la belleza solo porque en otra época Moisés intentara combatir la idolatría y la adoración a los falsos dioses? Yo te digo, Flavio, que los hijos de Moisés le han entendido mal, y ahora convierten en falsos dioses sus prohibiciones de imágenes y retratos de las cosas del cielo y de la tierra. Aunque Moisés impusiera esas restricciones a las mentes oscurecidas de aquellos tiempos, ¿qué tiene eso que ver con el tiempo presente en el que el Padre del cielo es revelado como el Regidor Espíritu universal de todas las cosas? Yo te afirmo, Flavio, que en el reino venidero ya no habrá prohibiciones de: ‘No adoréis esto y no adoréis aquello’, ya no habrá órdenes de abstenerse de esto ni de evitar aquello, sino que todos estarán dedicados a un solo deber supremo. Este deber del hombre se expresa en dos grandes privilegios: la adoración sincera al Creador infinito, el Padre del Paraíso, y el servicio de amor a nuestros semejantes. Si amas a tu prójimo como a ti mismo, sabes realmente que eres hijo de Dios.

142:4.3 (1600.4) «En una época en la que mi Padre no era bien comprendido, los intentos de Moisés de resistir a la idolatría estaban justificados, pero en la edad venidera el Padre habrá sido revelado en la vida del Hijo, y esta nueva revelación de Dios hará que no se pueda confundir nunca más al Padre Creador con ídolos de piedra o imágenes de oro y plata. De aquí en adelante los hombres inteligentes podrán disfrutar de los tesoros del arte sin confundir la apreciación material de la belleza con la adoración y el servicio al Padre que está en el Paraíso, el Dios de todas las cosas y de todos los seres.»

142:4.4 (1600.5) Flavio creyó en todas las enseñanzas de Jesús. Al día siguiente se dirigió a Betania allende el Jordán para ser bautizado por los discípulos de Juan. Hizo esto porque los apóstoles de Jesús no bautizaban aún a los creyentes. A su vuelta a Jerusalén, Flavio dio un gran festín para Jesús e invitó a sesenta de sus amigos. Muchos de estos invitados se hicieron también creyentes en el mensaje del reino venidero.

5. El discurso sobre la certeza

142:5.1 (1601.1) Uno de los grandes sermones que Jesús predicó en el templo durante esta semana de Pascua fue en respuesta a una pregunta que le hizo uno de sus oyentes, un hombre de Damasco. Este hombre preguntó a Jesús: «Pero, Rabino, ¿cómo sabremos con certeza que has sido enviado por Dios y que podemos entrar realmente en ese reino que tú y tus discípulos decís que está tan cerca?». Jesús le contestó:

142:5.2 (1601.2) «En cuanto a mi mensaje y a las enseñanzas de mis discípulos, debéis juzgarlos por sus frutos. Si os proclamamos las verdades del espíritu, el espíritu atestiguará en vuestro corazón que nuestro mensaje es auténtico. Respecto al reino y a la certeza de que seréis aceptados por el Padre celestial, os pregunto: ¿qué padre entre vosotros que sea digno de ese nombre y tenga buen corazón mantendría a su hijo en estado de dudosa ansiedad sobre su situación en la familia o la seguridad del afecto de su padre? ¿Acaso vosotros, los padres terrenales, disfrutáis torturando a vuestros hijos con la duda de si ocupan un lugar de amor permanente en vuestro corazón humano? Tampoco vuestro Padre del cielo deja a sus hijos nacidos en el espíritu por la fe en la incertidumbre sobre su situación en el reino. Si recibís a Dios como vuestro Padre, sois de hecho y en verdad hijos de Dios. Y si sois sus hijos, estáis seguros de la posición y la situación de todo lo que concierne a la filiación eterna y divina. Si creéis en mis palabras creéis en Aquel que me ha enviado, y al creer así en el Padre, habéis asegurado vuestro estatus en la ciudadanía celestial. Si hacéis la voluntad del Padre del cielo, no dejaréis nunca de alcanzar la vida eterna de progreso en el reino divino.

142:5.3 (1601.3) «El Espíritu Supremo testificará junto con vuestro espíritu que sois verdaderamente hijos de Dios. Si sois hijos de Dios habéis nacido del espíritu de Dios, y cualquiera que ha nacido del espíritu tiene en sí mismo el poder de superar toda duda. Esta es la victoria que supera todas las incertidumbres: vuestra propia fe.

142:5.4 (1601.4) «Hablando de esta época, el profeta Isaías dijo: ‘Cuando el espíritu se derrame sobre nosotros desde lo alto, el trabajo de la rectitud se convertirá en paz, tranquilidad y certeza para siempre’. Y para todos los que creen verdaderamente en este evangelio, yo me convertiré en la garantía de que serán recibidos en las bendiciones eternas y en la vida perpetua del reino de mi Padre. Por eso los que escucháis este mensaje y creéis en este evangelio del reino sois hijos de Dios y tenéis vida para siempre. La prueba para el mundo entero de que habéis nacido del espíritu es que os amáis sinceramente los unos a los otros.»

142:5.5 (1601.5) La multitud de oyentes se quedó muchas horas con Jesús haciéndole preguntas y escuchando atentamente sus reconfortantes respuestas. Incluso los apóstoles se sintieron impulsados por las enseñanzas de Jesús a predicar el evangelio del reino con más fuerza y seguridad. Esta experiencia en Jerusalén fue una gran inspiración para los doce. Era su primer contacto con un público tan enorme, y aprendieron muchas valiosas lecciones que les sirvieron de gran ayuda en su trabajo posterior.

6. La conversación con Nicodemo

142:6.1 (1601.6) Un día al anochecer, un tal Nicodemo fue a ver a Jesús a casa de Flavio. Este rico y anciano miembro del Sanedrín judío había oído hablar mucho sobre las enseñanzas del galileo, así que fue a verlo enseñar una tarde en los patios del templo. Hubiera querido ir más veces a escuchar las lecciones de Jesús pero temía ser visto en público, pues los dirigentes de los judíos estaban ya tan en contra de Jesús que ningún miembro del Sanedrín quería ser identificado abiertamente con él. En vista de eso Nicodemo había concertado con Andrés una entrevista privada con Jesús esa tarde tras la puesta de sol. Pedro, Santiago y Juan estaban en el jardín de Flavio cuando empezó la entrevista, y luego todos entraron en la casa para seguir hablando.

142:6.2 (1602.1) Jesús recibió a Nicodemo sin ninguna deferencia especial; tampoco le hizo concesiones ni se mostró excesivamente persuasivo al hablar con él. El Maestro no intentó rechazar a su visitante clandestino ni fue sarcástico con él. Estuvo digno, serio y tranquilo en todo su trato con su distinguido interlocutor. Nicodemo no era un delegado oficial del Sanedrín; solo fue a ver a Jesús por interés personal sincero en las enseñanzas del Maestro.

142:6.3 (1602.2) Tras ser presentado por Flavio, Nicodemo dijo: «Rabino, sabemos que eres un maestro enviado por Dios porque un simple hombre no podría enseñar así a menos que Dios estuviera con él. Quisiera conocer mejor tus enseñanzas sobre el reino venidero».

142:6.4 (1602.3) Jesús le respondió: «Nicodemo, en verdad, en verdad te digo que el que no nace de arriba no puede ver el reino de Dios». Nicodemo preguntó: «Pero, ¿cómo puede un hombre volver a nacer cuando es viejo? No puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre para nacer».

142:6.5 (1602.4) Jesús dijo: «Y sin embargo te declaro que quien no nazca del espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del espíritu, espíritu es. Pero no deberías maravillarte de que haya dicho que tienes que nacer de arriba. Cuando sopla el viento oyes el susurro de las hojas pero no ves el viento —de dónde viene ni a dónde va— y así es con todo el que nace del espíritu. Con los ojos de la carne puedes contemplar las manifestaciones del espíritu, pero no puedes percibir realmente el espíritu».

142:6.6 (1602.5) Nicodemo respondió: «No lo entiendo, ¿cómo puede ser eso?». Dijo Jesús: «¿Es posible que seas maestro de Israel y desconozcas todo esto? En ese caso es obligación de los que conocen las realidades del espíritu revelar estas cosas a los que solo perciben las manifestaciones del mundo material. Pero ¿nos creerás si te hablamos de las verdades celestiales? Nicodemo, ¿tienes el valor de creer en alguien que ha descendido del cielo, en el propio Hijo del Hombre?».

142:6.7 (1602.6) Nicodemo dijo: «Pero ¿cómo puedo empezar a acogerme a este espíritu que ha de rehacerme como preparación para entrar en el reino?». Jesús contestó: «El espíritu del Padre del cielo mora ya dentro de ti. Si te dejas conducir por este espíritu que viene de arriba, empezarás muy pronto a ver con los ojos del espíritu. Cuando esto ocurra y tú elijas de todo corazón seguir la guía del espíritu, nacerás del espíritu, puesto que el único propósito de tu vida será hacer la voluntad de tu Padre que está en el cielo. Y al verte nacido así del espíritu y feliz en el reino de Dios, empezarás a producir los frutos abundantes del espíritu en tu vida diaria».

142:6.8 (1602.7) Nicodemo era totalmente sincero. Estaba profundamente impresionado pero se marchó perplejo. Nicodemo había logrado un buen desarrollo personal, dominio de sí mismo e incluso altas cualidades morales. Era refinado, egocéntrico y altruista, pero no sabía cómo someter su voluntad a la voluntad del Padre divino como un niño pequeño acepta someterse a la guía y la dirección de un padre terrenal sensato y amoroso, y convertirse así realmente en hijo de Dios y heredero progresivo del reino eterno.

142:6.9 (1603.1) Y sin embargo Nicodemo reunió suficiente fe como para acogerse al reino. Protestó levemente cuando sus colegas del Sanedrín intentaron condenar a Jesús sin una vista. Más tarde reconoció audazmente su fe y se unió a José de Arimatea para reclamar el cuerpo de Jesús cuando incluso la mayoría de los discípulos habían huido aterrados del escenario final de sufrimiento y muerte de su Maestro.

7. La lección sobre la familia

142:7.1 (1603.2) Tras una activa semana de enseñanza y trabajo personal durante la Pascua en Jerusalén, Jesús pasó el miércoles siguiente descansando con sus apóstoles en Betania. Aquella tarde Tomás hizo una pregunta que suscitó una larga e instructiva respuesta. Dijo Tomás: «Maestro, el día que fuimos distinguidos como embajadores del reino nos dijiste muchas cosas y nos diste instrucciones sobre nuestro modo personal de vivir, pero ¿qué enseñaremos a la multitud? ¿Cómo han de vivir estas gentes cuando el reino se haya manifestado con más plenitud? ¿Tendrán esclavos tus discípulos? ¿Buscarán tus creyentes la pobreza y evitarán poseer bienes? ¿Imperará solo la misericordia y dejará de haber tribunales y leyes?». Jesús y los doce pasaron toda la tarde y toda la noche después de cenar debatiendo las preguntas de Tomás. A efectos de esta narración, resumiremos las instrucciones del Maestro como sigue.

142:7.2 (1603.3) Antes que nada, Jesús quiso dejar claro a sus apóstoles que él estaba en la tierra viviendo una vida única en la carne, y que ellos, los doce, habían sido llamados a participar en esa experiencia de otorgamiento del Hijo del Hombre. En su calidad de colaboradores, ellos tenían que compartir también muchas de las restricciones y obligaciones especiales de toda la experiencia de otorgamiento. Hizo una velada alusión al hecho de que el Hijo del Hombre era la única persona que había vivido nunca en la tierra con capacidad de ver simultáneamente dentro del corazón mismo de Dios y en las profundidades del alma humana.

142:7.3 (1603.4) Jesús explicó con toda claridad que el reino de los cielos era una experiencia evolutiva que empezaba aquí en la tierra y progresaba a través de las sucesivas estaciones de vida que conducen al Paraíso. Esa noche afirmó categóricamente que en alguna futura etapa de desarrollo del reino volvería a visitar este mundo en poder espiritual y gloria divina.

142:7.4 (1603.5) Siguió explicando que la «idea del reino» no era la mejor manera de ilustrar la relación del hombre con Dios, pero que empleaba esta metáfora porque el pueblo judío estaba esperando el reino y porque Juan había predicado sobre el reino venidero. Jesús dijo: «Las gentes de otra época comprenderán mejor el evangelio del reino si se presenta en términos que expresen la relación de familia; si el hombre entiende la religión como la enseñanza de la paternidad de Dios y la hermandad del hombre, es decir, la filiación con Dios». Después el Maestro habló con cierta amplitud sobre la familia terrenal como ejemplo de la familia celestial y volvió a recordar las dos leyes fundamentales del vivir: el primer mandamiento de amor al padre, al cabeza de familia, y el segundo mandamiento de amor mutuo entre los hijos, de amar a tu hermano como a ti mismo. Explicó que esta cualidad del cariño fraternal se manifestaba invariablemente en un servicio social amoroso y desinteresado.

142:7.5 (1603.6) Luego vino la memorable exposición de las características fundamentales de la vida de familia y su aplicación a la relación que existe entre Dios y el hombre. Jesús declaró que una verdadera familia está fundada en los siete hechos siguientes:

142:7.6 (1604.1) 1. El hecho de la existencia. Las relaciones de la naturaleza y los fenómenos del parecido físico están ligados a la familia: los niños heredan ciertos rasgos parentales. Los hijos tienen su origen en los padres; la existencia de su personalidad depende del acto de los padres. La relación de padre e hijo es inherente a toda la naturaleza y permea todas las existencias vivas.

142:7.7 (1604.2) 2. La seguridad y el placer. Los auténticos padres experimentan un gran placer atendiendo a las necesidades de sus hijos. Muchos padres no se contentan con proporcionarles lo que necesitan sino que disfrutan también satisfaciendo sus placeres.

142:7.8 (1604.3) 3. La educación y la formación. Los padres sensatos planean cuidadosamente la educación y la formación adecuada de sus hijos e hijas. Los preparan cuando son jóvenes para las responsabilidades mayores de la vida adulta.

142:7.9 (1604.4) 4. La disciplina y la contención. Los padres previsores establecen también la disciplina, guía, corrección, y a veces las restricciones, que necesitan sus hijos jóvenes e inmaduros.

142:7.10 (1604.5) 5. El compañerismo y la lealtad. Un padre afectuoso mantiene una relación íntima y amorosa con sus hijos. Escucha siempre sus peticiones y está dispuesto siempre a compartir sus penas y ayudarlos en sus dificultades. El padre se interesa de manera suprema por el bienestar progresivo de su progenie.

142:7.11 (1604.6) 6. El amor y la misericordia. Un padre compasivo perdona generosamente. Los padres no alimentan sentimientos de venganza contra sus hijos. Los padres no se comportan como jueces, enemigos ni acreedores. Las familias verdaderas se construyen sobre la tolerancia, la paciencia y el perdón.

142:7.12 (1604.7) 7. Las disposiciones para el futuro. A los padres temporales les gusta dejar una herencia a sus hijos. La familia continúa de una generación a otra. La muerte solo pone fin a una generación para marcar el comienzo de la siguiente. La muerte pone fin a una vida individual, pero no necesariamente a la familia.

142:7.13 (1604.8) El Maestro estuvo aplicando durante varias horas estas características de la vida de familia a las relaciones del hombre, el hijo terrenal, con Dios, el Padre del Paraíso. Y esta fue su conclusión: «Conozco a la perfección toda esta relación de un hijo con el Padre, pues todo lo que vosotros tenéis que lograr de filiación en el futuro eterno, yo ya lo he logrado. El Hijo del Hombre está preparado para ascender a la diestra del Padre, de manera que a través de mí está ahora aún más abierto el camino para que todos vosotros veáis a Dios y, antes de que hayáis terminado vuestra progresión gloriosa, os hagáis perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto».

142:7.14 (1604.9) Al oír estas palabras tan asombrosas, los apóstoles recordaron las declaraciones de Juan en el momento del bautismo de Jesús. Y guardarían además un vivo recuerdo de esta experiencia durante su predicación y enseñanza posterior a la muerte y resurrección del Maestro.

142:7.15 (1604.10) Jesús es un Hijo divino que cuenta con toda la confianza del Padre Universal. Había estado con el Padre y le comprendía plenamente. Había vivido ahora su vida terrenal a la entera satisfacción del Padre, y esta vida en la carne le había permitido comprender plenamente a los hombres. Jesús era la perfección como hombre; había alcanzado precisamente la misma perfección que todos los verdaderos creyentes están destinados a alcanzar en él y a través de él. Jesús reveló al hombre a un Dios de perfección, y se presentó a sí mismo a Dios como el hijo perfeccionado de los mundos.

142:7.16 (1605.1) Aunque Jesús les estuvo hablando durante horas, Tomás no quedó satisfecho y dijo: «Pero Maestro, no vemos que el Padre del cielo nos trate siempre con bondad y misericordia. Muchas veces sufrimos amargamente en la tierra y nuestras oraciones no siempre son contestadas. ¿Qué es lo que no logramos captar de tus enseñanzas?».

142:7.17 (1605.2) Jesús respondió: «Tomás, Tomás, ¿cuánto tardarás en ser capaz de escuchar con el oído del espíritu? ¿Cuánto tardarás en darte cuenta de que este reino es un reino espiritual y de que mi Padre es también un ser espiritual? ¿No entiendes que os estoy instruyendo como a hijos espirituales de la familia de espíritu del cielo, cuyo jefe paterno es un espíritu infinito y eterno? ¿No me permitirás utilizar la familia terrestre como ejemplo de las relaciones divinas, sin aplicar tan literalmente mi enseñanza a los asuntos materiales? ¿No podéis separar mentalmente las realidades espirituales del reino de los problemas materiales, sociales, económicos y políticos de la época? Cuando hablo el lenguaje del espíritu, ¿por qué insistís en traducir el sentido de lo que os digo al lenguaje de la carne, simplemente porque utilizo las relaciones materiales comunes para ilustrarlo? Hijos, os imploro que dejéis de aplicar la enseñanza del reino del espíritu a los sórdidos asuntos de la esclavitud, la pobreza, las casas y las tierras, y a los problemas materiales de la equidad y la justicia humana. Esos asuntos temporales interesan a los hombres de este mundo, y aunque afectan en cierto modo a todos los hombres, habéis sido llamados para representarme a mí en el mundo igual que yo represento a mi Padre. Sois los embajadores espirituales de un reino espiritual, los representantes especiales del Padre espíritu. A estas alturas yo ya debería poder instruiros como a adultos del reino espiritual. ¿Tendré que hablaros siempre como a niños? ¿No creceréis nunca en percepción espiritual? Sin embargo os amo y tendré paciencia con vosotros hasta el final de nuestra asociación en la carne, e incluso entonces mi espíritu os precederá por todo el mundo».

8. En el sur de Judea

142:8.1 (1605.3) Hacia finales de abril la oposición a Jesús por parte de los fariseos y los saduceos se había radicalizado tanto que el Maestro y sus apóstoles decidieron alejarse por un tiempo de Jerusalén y dirigirse hacia el sur para trabajar en Belén y Hebrón. Pasaron todo el mes de mayo haciendo trabajo personal en estas ciudades y entre los habitantes de las aldeas vecinas. No hubo predicación pública durante este viaje, solo visitas de casa en casa. Mientras los apóstoles enseñaban el evangelio y atendían a los enfermos, Jesús y Abner dedicaron una parte de ese tiempo a visitar la colonia nazarea de En-Gedi. Juan el Bautista había salido de este lugar, y Abner había sido el jefe de este grupo. Muchos miembros de la hermandad nazarea se hicieron creyentes en Jesús, aunque la mayoría de estos hombres ascéticos y excéntricos se negaron a aceptarlo como maestro enviado del cielo porque no enseñaba el ayuno y otras formas de renunciamiento.

142:8.2 (1605.4) La gente que vivía en esta región no sabía que Jesús había nacido en Belén. Daban por hecho, como la inmensa mayoría de sus discípulos, que el Maestro había nacido en Nazaret, pero los doce sabían la verdad.

142:8.3 (1605.5) Esta estancia en el sur de Judea fue una temporada fructífera y tranquila en la que se sumaron muchas almas al reino. Hacia primeros de junio la agitación contra Jesús se había calmado tanto en Jerusalén que el Maestro y los apóstoles regresaron para instruir y confortar a los creyentes.

142:8.4 (1606.1) Aunque Jesús y los apóstoles pasaron todo el mes de junio en Jerusalén y sus alrededores, no enseñaron en público durante este periodo. Vivieron la mayor parte del tiempo en tiendas que montaron en un parque o huerto conocido entonces como Getsemaní. Este parque umbrío estaba situado en la ladera occidental del monte de los Olivos, no lejos del arroyo Cedrón. Solían pasar los sabbat con Lázaro y sus hermanas en Betania. Jesús entró pocas veces dentro de los muros de Jerusalén, pero muchas personas interesadas iban hasta Getsemaní para hablar con él. Un viernes al anochecer Nicodemo y un tal José de Arimatea se aventuraron a ir a ver a Jesús, pero cuando llegaron a la entrada de la tienda del Maestro se volvieron atrás por miedo. Y por supuesto, no eran conscientes de que Jesús estaba enterado de todo lo que hacían.

142:8.5 (1606.2) Cuando los dirigentes de los judíos se enteraron de que Jesús había vuelto a Jerusalén se dispusieron a arrestarlo, pero al ver que no predicaba en público, concluyeron que se había asustado por la campaña de rechazo que habían montado contra él y decidieron permitirle que siguiera enseñando en privado sin molestarlo más. Las cosas estuvieron tranquilas hasta que a finales de junio un tal Simón, miembro del Sanedrín, abrazó públicamente las enseñanzas de Jesús después de haber informado de ello a los dirigentes de los judíos. Esto provocó otra campaña para encarcelar a Jesús, y se hizo tan enconada que el Maestro decidió retirarse a las ciudades de Samaria y la Decápolis.

INFORMACIÓN SOBRE LA FUNDACIÓN

Versión para imprimirVersión para imprimir

Urantia Foundation, 533 W. Diversey Parkway, Chicago, IL 60614, USA
Teléfono: (fuera de EUA y Canada) +1-773-525-3319
© Urantia Foundation. Reservados todos los derechos