Documento 133 - La vuelta de Roma

   
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El libro de Urantia

Documento 133

La vuelta de Roma

133:0.1 (1468.1) JESÚS no se despidió de ninguno de sus amigos al marcharse de Roma. El escriba de Damasco apareció en Roma sin anunciarse y desapareció de la misma manera. Pasaría un año entero antes de que los que lo conocían y lo amaban abandonaran la esperanza de volver a verlo. Antes del final del segundo año se fueron organizando pequeños grupos de personas que lo habían conocido, atraídas entre sí por su interés común en las enseñanzas de Jesús y por los buenos recuerdos de los momentos compartidos con él. Estos pequeños grupos de estoicos, cínicos y miembros de los cultos de misterio siguieron celebrando reuniones esporádicas e informales hasta que hicieron su aparición en Roma los primeros predicadores de la religión cristiana.

133:0.2 (1468.2) Gonod y Ganid habían comprado tantas cosas en Alejandría y Roma que enviaron por delante una recua a Tarento con todas sus pertenencias. Mientras tanto los tres viajeros atravesaron tranquilamente Italia a pie por la gran Vía Apia, y se encontraron con seres humanos de todo tipo durante su viaje. A lo largo de esta calzada vivían muchos nobles ciudadanos romanos y colonos griegos, pero ya empezaba a hacer su aparición la descendencia de un gran número de esclavos inferiores.

133:0.3 (1468.3) Un día pararon a almorzar aproximadamente a medio camino de Tarento, y Ganid preguntó directamente a Jesús su opinión sobre el sistema de castas de la India. Jesús respondió: «Aunque los seres humanos difieren entre sí de muchas maneras, ante Dios y en el mundo espiritual todos los mortales están en igualdad de condiciones. Solo hay dos grupos de mortales a los ojos de Dios: los que desean hacer su voluntad y los que no. Cuando el universo contempla un mundo habitado, distingue igualmente dos grandes clases de mortales: los que conocen a Dios y los que no. Los que no pueden conocer a Dios se cuentan entre los animales de ese mundo. La humanidad se puede clasificar de muchas maneras según diversos criterios, puesto que se puede considerar bajo el punto de vista físico, mental, social, profesional o moral, pero todos esos diferentes tipos de mortales están en igualdad de condiciones ante el tribunal de Dios. Dios, en verdad, no hace acepción de personas. Aunque es inevitable reconocer diferentes aptitudes y dotes humanas en materia intelectual, social y moral, no debería haber ninguna distinción de este tipo en la hermandad espiritual de los hombres cuando se reúnen para adorar en presencia de Dios».

1. La misericordia y la justicia

133:1.1 (1468.4) Una tarde, ya cerca de Tarento, ocurrió un incidente muy interesante cuando vieron a un joven tosco y agresivo atacar brutalmente a un muchacho más pequeño al borde del camino. Jesús corrió en ayuda de la víctima y después de liberarlo, sujetó firmemente al mayor hasta que el más pequeño pudo escapar. En cuanto Jesús soltó al matón, Ganid se abalanzó sobre él y empezó a darle una buena paliza, pero Jesús intervino en el acto, contuvo a su pupilo y el chico huyó despavorido. Ganid no se lo esperaba, y exclamó con vehemencia en cuanto recobró el aliento: «No te entiendo, maestro. Si la misericordia exige que rescates al más débil, ¿no exige también la justicia que se castigue al más fuerte por su agresión?». Jesús le contestó:

133:1.2 (1469.1) «Es verdad, Ganid, no lo entiendes. El ministerio de la misericordia siempre es obra del individuo, pero el castigo de la justicia es función de los colectivos administrativos de la sociedad, del gobierno o del universo. Mi obligación como individuo es practicar la misericordia; debo socorrer al agredido y puedo, con total coherencia, emplear la fuerza suficiente para contener al agresor. Eso es exactamente lo que he hecho: he conseguido liberar al muchacho agredido y ahí termina la función de la misericordia. Solo he retenido por la fuerza al agresor el tiempo necesario para permitir escapar a la víctima y luego me he retirado del asunto. No me he puesto a juzgar al agresor, a examinar sus motivos —evaluar todos los elementos de su ataque a un semejante— y a aplicar el castigo dictado por mi mente como justa retribución por su delito. Ganid, la misericordia puede ser generosa, pero la justicia es precisa. ¿No ves que es poco probable que dos personas estén de acuerdo sobre el castigo que satisfaría las exigencias de la justicia? Una consideraría que merece cuarenta latigazos, otra veinte y otra tercera recomendaría una celda de aislamiento como justo castigo. ¿No comprendes que en este mundo es mejor que esas responsabilidades recaigan sobre el colectivo o sean administradas por representantes designados por el colectivo? En el universo la facultad de juzgar corresponde a quienes conocen plenamente los antecedentes de todos los delitos así como sus motivaciones. En una sociedad civilizada y en un universo organizado, la administración de justicia presupone emitir sentencias justas derivadas de juicios justos, y esas prerrogativas recaen sobre los organismos judiciales de los mundos y sobre los administradores omniscientes de los universos superiores de toda la creación.»

133:1.3 (1469.2) Hablaron durante varios días sobre el problema de la misericordia frente a la justicia, y Ganid comprendió hasta cierto punto por qué Jesús se negaba al combate personal. Sin embargo nunca recibió una respuesta realmente satisfactoria a esta última pregunta que hizo a su tutor: «Pero maestro, si una criatura más fuerte que tú te atacara furiosamente y amenazara con destruirte, ¿qué harías? ¿no intentarías defenderte?». Jesús no podía dar al muchacho una respuesta plena y satisfactoria puesto que no estaba dispuesto a desvelarle que él (Jesús) estaba viviendo en la tierra como exponente del amor del Padre del Paraíso ante todo un universo que lo contemplaba, así que le dijo lo siguiente:

133:1.4 (1469.3) «Ganid, comprendo perfectamente que algunos de estos problemas te desconciertan y procuraré contestar a tu pregunta. Ante cualquier posible ataque contra mi persona determinaría primero si el agresor es o no hijo de Dios, mi hermano en la carne. Si pensara que esa criatura no posee juicio moral ni razón espiritual, me defendería sin dudar con todas mis fuerzas sin preocuparme por las consecuencias para el atacante. En cambio no pelearía así contra un semejante con estatus de filiación, ni siquiera en defensa propia. Dicho de otra manera, no lo castigaría por adelantado y sin juicio por haberme agredido. Utilizaría todas las estrategias posibles para evitar el ataque o para mitigarlo si no lograra disuadir al agresor. Ganid, tengo confianza absoluta en la protección de mi Padre celestial. Estoy consagrado a hacer la voluntad de mi Padre del cielo. No creo que me pueda ocurrir ningún daño real; no creo que ningún ataque de mis enemigos pueda poner realmente en peligro la obra de mi vida, y no hay violencia que temer por parte de nuestros amigos. Estoy plenamente convencido de que todo el universo es amigo mío e insisto en creer en esta verdad todopoderosa con una confianza total a pesar de todas las apariencias en contra.»

133:1.5 (1470.1) Pero Ganid no estaba nada convencido, y siguieron hablando mucho sobre estas cosas. Jesús le contó algunas de sus experiencias de muchacho y le habló también de Jacobo, el hijo del albañil. Al enterarse de cómo Jacobo se había erigido en defensor de Jesús, Ganid dijo: «¡Ahora empiezo a entenderlo! Para empezar, sería muy raro que un ser humano normal quisiera atacar a una persona tan bondadosa como tú, y si alguien fuera tan desconsiderado como para hacerlo, es casi seguro que habría algún otro mortal cerca dispuesto a defenderte igual que tú vas siempre a rescatar a cualquiera que está en apuros. En mi corazón estoy de acuerdo contigo, pero en mi cabeza sigo pensando que si yo hubiera sido Jacobo, habría disfrutado castigando a aquellos brutos que se atrevían a atacarte solo porque pensaban que no te defenderías. Supongo que vas bastante seguro en tu viaje por la vida porque dedicas mucho tiempo a ayudar a los demás y a socorrer a tus semejantes, por eso es muy probable que tengas siempre a alguien a mano para defenderte». Jesús replicó: «Ganid, esa prueba no ha llegado aún, y cuando llegue deberemos atenernos a la voluntad del Padre». Esto fue casi todo lo que el muchacho pudo sacar de su maestro sobre el espinoso asunto de la defensa propia y la no resistencia. En otra ocasión consiguió arrancar de Jesús la opinión de que la sociedad organizada tenía todo el derecho a emplear la fuerza para hacer ejecutar sus mandatos justos.

2. El embarque en Tarento

133:2.1 (1470.2) Mientras esperaban en el embarcadero a que el barco descargara, los viajeros vieron a un hombre maltratar a su mujer, y como de costumbre, Jesús intervino en favor de la persona agredida. Se acercó al iracundo marido por detrás y dándole una palmadita en el hombro le dijo: «Amigo, ¿podemos hablar a solas un momento?». El hombre pasó de la furia al desconcierto; tras un momento de vacilación, balbució: «Eh...¿por qué...? sí, ¿qué quieres de mí?». Jesús lo llevó aparte y le dijo: «Amigo, me figuro que te ha ocurrido algo terrible. Quisiera que me contaras qué le ha podido pasar a un hombre tan fuerte como tú para tener que agredir a su esposa, la madre de sus hijos, y encima aquí, a la vista de todo el mundo. Seguro que crees que tienes motivos para atacarla así. ¿Qué ha hecho ella para merecer semejante trato de su marido? Cuando te miro creo adivinar en tu cara que amas la justicia y practicas la misericordia; me atrevo a decir que si me encontraras asaltado por ladrones al borde de un camino, correrías a ayudarme sin dudarlo, y estoy seguro de que has hecho muchas acciones valientes en tu vida. Amigo, dime qué pasa. ¿Ha hecho ella algo malo o has perdido tontamente la cabeza y la has pegado sin pensar?». Conmovido no tanto por las palabras de Jesús como por su mirada amable y su sonrisa comprensiva, el hombre le dijo: «Veo que eres un sacerdote de los cínicos y te agradezco que me hayas frenado. Mi esposa no ha hecho nada realmente malo; es una buena mujer, pero me irrita su tendencia a provocarme en público y pierdo los estribos. Lamento mucho haber perdido el control y prometo intentar vivir según mi antigua promesa a uno de tus hermanos que me enseñó el mejor camino hace muchos años. Te lo prometo».

133:2.2 (1471.1) Jesús le dijo al despedirse: «Hermano, recuerda siempre que el hombre no tiene autoridad legítima sobre la mujer a menos que ella le haya dado esa autoridad de forma libre y voluntaria. Tu esposa se ha comprometido a ir por la vida contigo, a ayudarte en sus luchas y a asumir la mayor parte de la carga de traer al mundo y criar a tus hijos. A cambio de esta contribución especial, es justo que reciba de ti la protección especial que el hombre puede dar a la mujer como a la compañera que debe llevar dentro, dar a luz y criar a los hijos. La atención y la consideración amorosa que un hombre está dispuesto a ofrecer a su esposa y a sus hijos marcan la medida en que ese hombre ha alcanzado niveles superiores de consciencia creativa y espiritual de sí mismo. ¿No sabes que los hombres y las mujeres son colaboradores de Dios en el sentido de que cooperan para crear seres que llegan a poseer la potencialidad de almas inmortales? El Padre del cielo trata a la Madre Espíritu de los hijos del universo como su igual. Compartir tu vida y todo lo relacionado con ella en términos de igualdad con la compañera y madre que comparte tan plenamente contigo la experiencia divina de reproduciros en las vidas de vuestros hijos es parecerse a Dios. Solo con que ames a tus hijos como Dios te ama a ti, amarás y respetarás a tu esposa como el Padre del cielo honra y exalta al Espíritu Infinito, la madre de todos los hijos del espíritu de un vasto universo».

133:2.3 (1471.2) Al subir a bordo se volvieron para contemplar la escena de la pareja abrazada en silencio con lágrimas en los ojos. Tras haber escuchado la última parte del mensaje de Jesús a aquel hombre, Gonod estuvo todo el día meditando sobre ello y tomó la decisión de reorganizar su hogar en cuanto llegara a la India.

133:2.4 (1471.3) El viaje a Nicópolis, con vientos poco favorables, fue agradable pero lento. Los tres pasaron muchas horas reviviendo sus experiencias de Roma y rememorando todo lo que les había sucedido desde que se conocieron en Jerusalén. Ganid, cada vez más imbuido del espíritu del ministerio personal, empezó a ejercerlo con el despensero del barco, pero al segundo día se metió en las aguas profundas de la religión y tuvo que llamar a Josué para que le sacara de apuros.

133:2.5 (1471.4) Pasaron varios días en Nicópolis, la ciudad fundada unos cincuenta años antes por Augusto como «ciudad de la victoria» en conmemoración de la batalla de Actium, pues fue allí donde acampó con su ejército antes de la batalla. Se alojaron en casa de un tal Jerami, un prosélito griego de la fe judía, a quien habían conocido a bordo. Años más tarde, el apóstol Pablo pasaría todo un invierno con el hijo de Jerami en esa misma casa durante su tercer viaje misionero. Desde Nicópolis navegaron en el mismo barco hasta Corinto, la capital de la provincia romana de Acaya.

3. En Corinto

133:3.1 (1471.5) Para cuando llegaron a Corinto Ganid estaba cada vez más interesado por la religión judía, de modo que al pasar un día por delante de la sinagoga y ver entrar a la gente pidió a Jesús que lo llevara a las ceremonias. Aquel día escucharon a un erudito rabino disertar sobre «El destino de Israel», y después del oficio religioso conocieron a un tal Crispo, el jefe de esa sinagoga. Volvieron muchas veces a las ceremonias de la sinagoga, pero más que nada para encontrarse con Crispo. Ganid llegó a apreciar mucho a Crispo, a su esposa y a sus cinco hijos. Le gustaba observar cómo llevaba un judío su vida de familia.

133:3.2 (1472.1) Mientras Ganid estudiaba la vida de familia, Jesús enseñaba a Crispo los mejores caminos del vivir religioso. Jesús se reunió a hablar más de veinte veces con este judío de miras amplias. Años más tarde Pablo predicaría en esta misma sinagoga, pero los judíos rechazaron su mensaje y decidieron por mayoría prohibirle predicar en la sinagoga. Entonces fue cuando Pablo se dirigió a los gentiles, y no es de extrañar que Crispo y toda su familia abrazaran la nueva religión y se convirtieran en uno de los pilares de la Iglesia cristiana que Pablo organizó después en Corinto.

133:3.3 (1472.2) Durante los dieciocho meses que Pablo estuvo predicando en Corinto, donde luego se unieron a él Silas y Timoteo, se encontró con muchas otras personas que habían sido instruidas por «el tutor judío del hijo de un mercader indio».

133:3.4 (1472.3) En Corinto, la ciudad más cosmopolita del Imperio mediterráneo después de Alejandría y Roma, conocieron a gentes de todas las razas procedentes de tres continentes. Era una ciudad llena de atractivos, y Ganid no se cansaba de visitar la ciudadela que se alzaba casi seiscientos metros por encima del mar. También pasó gran parte de su tiempo libre entre la sinagoga y la casa de Crispo. Al principio le escandalizó el estatus de la mujer en la familia judía pero luego le encantó; fue una revelación para el joven indio.

133:3.5 (1472.4) Otro judío que invitó con frecuencia a Jesús y Ganid a su casa fue Justo, un mercader devoto que vivía junto a la sinagoga. Años más tarde, el apóstol Pablo pasó temporadas en esta misma casa y oyó contar muchas veces las visitas del muchacho indio y su tutor judío. Tanto Pablo como Justo se preguntaron siempre qué habría sido de aquel sabio y brillante maestro hebreo.

133:3.6 (1472.5) Durante la estancia en Roma, Ganid se había dado cuenta de que Jesús evitaba ir con ellos a los baños públicos. Después de eso el joven trató varias veces de inducir a Jesús a opinar más ampliamente sobre las relaciones entre los sexos, pero aunque su tutor contestaba a sus preguntas, nunca parecía estar dispuesto a hablar detenidamente de estos asuntos. Una noche en Corinto, mientras paseaban por la zona donde la muralla de la ciudadela descendía hasta el mar, fueron abordados por dos mujeres públicas. Ganid estaba persuadido, y con razón, de que Jesús era un hombre de ideales superiores que aborrecía todo lo que sonara a impureza o tuviera el sabor del mal, de modo que se dirigió enojadamente a las mujeres e intentó alejarlas con gestos groseros. Jesús al verlo le dijo: «Ganid, tus intenciones son buenas, pero no deberías atreverte a hablar así a unas hijas de Dios aunque dé la casualidad de que sean hijas erradas. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a estas mujeres? ¿Conoces todas las circunstancias que las han llevado a ganarse así la vida? Quedaos aquí conmigo y hablaremos de estas cosas». Las cortesanas al oír esto se quedaron aún más atónitas que Ganid.

133:3.7 (1472.6) Y allí, a la luz de la Luna, Jesús prosiguió: «Dentro de toda mente humana vive un espíritu divino, un don del Padre del cielo. Este espíritu bueno se esfuerza continuamente por conducirnos hacia Dios, por ayudarnos a encontrar a Dios y a conocer a Dios. También existen dentro de los mortales muchas tendencias físicas naturales que el Creador ha puesto en ellos para servir al bienestar del individuo y de la raza. Pero los hombres y las mujeres suelen confundirse a menudo cuando se esfuerzan por comprenderse a sí mismos y lidiar con las múltiples dificultades de ganarse la vida en un mundo tan dominado por el egoísmo y el pecado. Ganid, puedo ver que ninguna de estas mujeres tiene intención de ser mala. Sus caras me dicen que han sufrido mucho a manos de un destino aparentemente cruel. No han elegido intencionadamente esta forma de vivir, sino que se han rendido a la presión del momento. Sumidas en el desaliento y al borde de la desesperación, han aceptado este desagradable modo de ganarse la vida como la mejor solución a una situación que les parecía sin remedio. Es cierto que existen personas realmente malas de corazón que eligen a sabiendas hacer cosas miserables, pero dime, Ganid ¿ves algo malo o perverso en estos rostros ahora bañados en lágrimas?». Mientras Jesús esperaba su respuesta, Ganid solo logró balbucir con un hilo de voz: «No, maestro, no lo veo y me disculpo por mi grosería hacia ellas. Imploro su perdón». Jesús le contestó: «Y yo te digo en su nombre que te han perdonado, como digo en nombre de mi Padre del cielo que él las ha perdonado. Ahora venid todos conmigo a casa de un amigo donde repondremos fuerzas y haremos planes para la vida nueva y mejor que tenemos por delante». Las mujeres, estupefactas, no habían pronunciado palabra; se miraron y siguieron a los hombres en silencio.

133:3.8 (1473.1) Podéis imaginar la sorpresa de la esposa de Justo cuando vio llegar a Jesús a esa hora intempestiva con Ganid y dos desconocidas diciendo: «Perdónanos por aparecer a estas horas, pero Ganid y yo quisiéramos comer algo y compartirlo con estas nuevas amigas que también lo necesitan. Además venimos a verte para pedir tu consejo sobre la mejor manera de ayudar a estas mujeres a empezar una nueva vida. Ellas pueden contarte su historia, pero me figuro que han tenido muchos problemas. Su misma presencia aquí, en tu casa, prueba que están deseando conocer a gente buena y decididas a aprovechar la oportunidad de mostrar a todo el mundo —e incluso a las ángeles del cielo— la clase de mujeres nobles y valientes que pueden llegar a ser».

133:3.9 (1473.2) Cuando Marta, la esposa de Justo, hubo puesto la comida en la mesa, Jesús se despidió de ellos inesperadamente diciendo: «Se ha hecho tarde y el padre de este joven nos estará esperando, así que rogamos nos disculpéis. Os dejamos aquí juntas a tres mujeres —hijas amadas del Altísimo— y rezaré por vuestra orientación espiritual mientras hacéis planes para una vida nueva y mejor en la tierra, y para la vida eterna en el gran más allá».

133:3.10 (1473.3) Así se despidieron Jesús y Ganid de las mujeres. Las dos cortesanas no habían dicho nada hasta ese momento, y Ganid también se había quedado sin habla. A Marta le ocurrió lo mismo por unos instantes, pero enseguida se puso a la altura de las circunstancias e hizo por aquellas desconocidas todo lo que Jesús había esperado. La mayor de las dos murió al poco tiempo con brillantes esperanzas de supervivencia eterna; la más joven trabajó en el negocio de Justo y más tarde se unió de por vida a la primera Iglesia cristiana de Corinto.

133:3.11 (1473.4) Jesús y Ganid se encontraron varias veces en casa de Crispo con un tal Gayo, que se convertiría más tarde en un leal seguidor de Pablo. Durante los dos meses que pasaron en Corinto tuvieron conversaciones íntimas con decenas de personas de valía, y como resultado de estos contactos aparentemente casuales, más de la mitad de esas personas se unirían a la comunidad cristiana posterior.

133:3.12 (1473.5) La primera vez que Pablo fue a Corinto no tenía intención de quedarse mucho tiempo, pero no sabía lo bien que el tutor judío había preparado el terreno para su labor. Por otra parte, descubrió que Aquila y Priscila, una pareja de refugiados judíos procedentes de Roma, ya habían despertado un gran interés por su doctrina en Corinto. Aquila era uno de los cínicos con los que se había relacionado Jesús cuando estuvo en Roma. Aquila y Priscila abrazaron rápidamente las enseñanzas de Pablo, además de alojarlo y trabajar con él porque eran también fabricantes de tiendas. Estas circunstancias hicieron que Pablo prolongara su estancia en Corinto.

4. La instrucción personal en Corinto

133:4.1 (1474.1) Jesús y Ganid vivieron muchas más experiencias interesantes en Corinto. Tuvieron conversaciones íntimas con un gran número de personas que se beneficiaron mucho de la instrucción de Jesús.

133:4.2 (1474.2) A un molinero le enseñó a moler los granos de la verdad en el molino de la experiencia viva para hacer que las cosas difíciles de la vida divina fueran fáciles de aceptar incluso por nuestros semejantes mortales más débiles y limitados. Se lo dijo así: «Da la leche de la verdad a los que están en la infancia de la percepción espiritual. En tu ministerio vivo y amoroso, sirve el alimento espiritual bajo una forma atractiva y adecuada a la capacidad de recepción de cada uno de los que te preguntan».

133:4.3 (1474.3) Al centurión romano le dijo: «Da al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. El servicio sincero a Dios y el servicio leal al César no están en conflicto, a menos que el César se atreva a reclamar para sí el homenaje que solo puede ser debido a la Deidad. La lealtad a Dios, si llegaras a conocerlo, te haría aún más fiel y leal en tu servicio a un emperador digno».

133:4.4 (1474.4) Al líder sincero del culto mitraico le dijo: «Haces bien en buscar una religión de salvación eterna, pero te equivocas si esperas encontrar esa gloriosa verdad entre misterios hechos por los hombres y filosofías humanas. ¿No sabes que el misterio de la salvación eterna mora dentro de tu propia alma? ¿No sabes que el Dios del cielo ha enviado a su espíritu para que viva dentro de ti, y que este espíritu conducirá a todos los mortales que amen la verdad y sirvan a Dios más allá de esta vida y a través de los portales de la muerte hasta las alturas eternas de la luz donde Dios está esperando para recibir a sus hijos? Y no olvides nunca que vosotros, los que conocéis a Dios, sois hijos de Dios si anheláis verdaderamente ser como él».

133:4.5 (1474.5) Al maestro epicúreo le dijo: «Haces bien en elegir lo mejor y apreciar lo bueno, pero ¿eres sabio cuando no eres capaz de percibir elementos superiores de la vida mortal que están encarnados en los ámbitos del espíritu derivados del reconocimiento de la presencia de Dios en el corazón humano? El elemento superior de toda experiencia humana es el reconocimiento de ese Dios cuyo espíritu vive dentro de ti y quiere guiarte en el largo y casi interminable viaje de alcanzar la presencia personal de nuestro Padre común, el Dios de toda la creación, el Señor de los universos».

133:4.6 (1474.6) Al contratista y constructor griego le dijo: «Amigo, al tiempo que construyes las estructuras materiales de los hombres, edifica en ti un carácter espiritual a semejanza del espíritu divino que está dentro de tu alma. No pongas tus éxitos como constructor temporal por delante de tus logros como hijo espiritual del reino de los cielos. Mientras construyes las mansiones del tiempo para otros, no dejes de asegurarte tu propio derecho a las mansiones de la eternidad. Recuerda siempre que hay una ciudad cuyos cimientos son la verdad y la rectitud, y cuyo constructor y hacedor es Dios».

133:4.7 (1474.7) Al juez romano le dijo: «Cuando juzgues a los hombres, recuerda que tú mismo comparecerás un día ante el tribunal de los Regidores de un universo. Juzga con justicia e incluso con misericordia, igual que algún día tú también anhelarás la consideración misericordiosa del Árbitro Supremo. Juzga como quisieras ser juzgado en circunstancias similares, y así serás guiado tanto por el espíritu como por la letra de la ley. En la medida en que impartas una justicia dominada por la equidad a la luz de las necesidades de quienes comparecen ante ti, tendrás derecho a esperar una justicia atemperada por la misericordia cuando comparezcas en su día ante el Juez de toda la tierra».

133:4.8 (1475.1) A la dueña de la posada griega le dijo: «Dispensa tu hospitalidad como quien recibe a los hijos del Altísimo. Eleva la pesadez de tu faena diaria hasta el nivel de un arte mediante la consciencia creciente de que sirves a Dios en las personas en cuyo interior mora su espíritu, que ha descendido a vivir dentro del corazón de los hombres para transformar su mente y llevar su alma a conocer al Padre del Paraíso de todos estos dones otorgados del espíritu divino».

133:4.9 (1475.2) Jesús tuvo muchas conversaciones con un mercader chino y se despidió de él con estos consejos: «Adora solo a Dios, que es tu verdadero antepasado en el espíritu. Recuerda que el espíritu del Padre vive siempre dentro de ti y orienta siempre a tu alma hacia el cielo. Si sigues las directrices inconscientes de este espíritu inmortal, estarás seguro de ir por el camino elevado que lleva a encontrar a Dios. Y cuando logres alcanzar al Padre del cielo será porque al buscarlo te habrás hecho cada vez más como él. Chang, ahora nos despedimos pero solo por un tiempo, porque nos volveremos a encontrar en los mundos de luz donde el Padre de las almas de espíritu ha provisto muchas deliciosas paradas para los que viajan rumbo al Paraíso».

133:4.10 (1475.3) Al viajero que venía de las islas británicas le dijo: «Hermano, percibo que estás buscando la verdad y creo que es muy posible que el espíritu del Padre de toda verdad habite dentro de ti. ¿Te has esforzado alguna vez sinceramente por hablar con el espíritu de tu propia alma? Es algo muy difícil, y casi nunca llegamos a ser conscientes de haberlo logrado. En realidad, siempre que la mente material intenta sinceramente comunicarse con el espíritu que mora en su interior, lo consigue, aunque la mayoría de esas magníficas experiencias humanas tengan que permanecer durante mucho tiempo como registros superconscientes en el alma de esos mortales conocedores de Dios».

133:4.11 (1475.4) Al muchacho fugitivo Jesús le dijo: «Recuerda que hay dos cosas de las que no puedes escapar: Dios y tú mismo. Vayas donde vayas te llevas a ti mismo y al espíritu del Padre celestial que vive dentro de tu corazón. Hijo, deja de intentar engañarte, acostúmbrate a enfrentarte con valor a las realidades de la vida, aférrate a la seguridad de la filiación con Dios y a la certeza de la vida eterna como yo te he enseñado. Proponte ser en adelante un hombre auténtico, un hombre decidido a afrontar la vida con inteligencia y valentía».

133:4.12 (1475.5) Al criminal condenado le dijo en su última hora: «Hermano, has pasado por malos tiempos. Perdiste el buen camino y te enredaste en las redes del crimen. Después de hablar contigo sé que no planeaste hacer lo que está ahora a punto de costarte la vida temporal, pero lo hiciste, y tus semejantes te han declarado culpable; han decidido que debes morir. Ni tú ni yo podemos negarle al Estado el derecho a defenderse de la manera que elija. Parece que no hay forma humana de escapar al castigo de tu delito. Tus semejantes deben juzgarte por lo que hiciste, pero hay un Juez a quien puedes apelar en busca de perdón y que te juzgará por tus motivos reales y tus mejores intenciones. Si de verdad te arrepientes y tu fe es sincera, no tienes por qué temer el juicio de Dios. El hecho de que tu error lleve consigo la pena de muerte impuesta por el hombre no priva a tu alma de la oportunidad de obtener justicia y gozar de misericordia ante los tribunales del cielo».

133:4.13 (1476.1) Jesús tuvo conversaciones íntimas con muchas almas hambrientas, tantas que no cabrían en este relato. Los tres viajeros disfrutaron de sus dos meses de estancia en Corinto. A excepción de Atenas, que tenía más fama como centro educativo, Corinto era entonces la ciudad más importante de Grecia, y un floreciente centro comercial que proporcionó experiencias muy valiosas a los tres. Fue una de las escalas más interesantes en su camino de vuelta de Roma.

133:4.14 (1476.2) Gonod tenía muchos intereses en Corinto, y cuando por fin hubo terminado de despachar todos sus negocios, se embarcaron hacia Atenas. Viajaron en un pequeño barco que podía ser transportado dieciséis kilómetros por vía terrestre desde uno de los puertos de Corinto al otro.

5. Disertación sobre la ciencia en Atenas

133:5.1 (1476.3) Tardaron poco en llegar al antiguo centro griego de la ciencia y el saber. A Ganid le entusiasmaba la idea de estar en Atenas, de estar en Grecia, en el centro cultural del antiguo Imperio alejandrino que había extendido sus fronteras hasta su propio país de la India. Como Gonod tenía pocos negocios allí, pasó casi todo el tiempo con Jesús y Ganid visitando los muchos lugares de interés y escuchando las interesantes conversaciones entre el muchacho y su polifacético maestro.

133:5.2 (1476.4) Florecía aún en Atenas una gran universidad, y los tres visitaron muchas veces sus aulas. Jesús y Ganid ya habían tratado a fondo sobre las enseñanzas de Platón cuando asistieron a las conferencias en el museo de Alejandría. Todos admiraron las manifestaciones del arte griego que aún podían verse dispersas por la ciudad.

133:5.3 (1476.5) Tanto el padre como el hijo disfrutaron mucho con una conversación sobre la ciencia entre Jesús y un filósofo una noche en la posada. Cuando el pedante griego hubo terminado de disertar durante casi tres horas, Jesús, en términos adaptados al pensamiento moderno, dijo lo siguiente:

133:5.4 (1476.6) Puede que los científicos midan algún día la energía o las manifestaciones de la fuerza, de la gravedad, de la luz y de la electricidad, pero esos mismos científicos nunca podrán deciros (científicamente) qué son estos fenómenos del universo. La ciencia trata sobre las actividades de la energía física, la religión sobre los valores eternos. La verdadera filosofía nace de la sabiduría, que hace lo que puede para correlacionar estas observaciones cuantitativas y cualitativas. Existe siempre el peligro de que el científico puramente físico llegue a estar aquejado de soberbia matemática y de egotismo estadístico, por no mencionar la ceguera espiritual.

133:5.5 (1476.7) La lógica es válida en el mundo material y las matemáticas son de fiar cuando su aplicación se limita a las cosas físicas, pero ninguna de las dos se puede considerar totalmente fiable o infalible cuando se aplican a los problemas de la vida. La vida abarca fenómenos que no son enteramente materiales. La aritmética dice que si un hombre puede esquilar una oveja en diez minutos, diez hombres pueden esquilarla en un minuto. Esto es matemáticamente correcto pero no es verdad; los diez hombres no podrían hacerlo porque se estorbarían tanto que tardarían mucho más.

133:5.6 (1477.1) Las matemáticas afirman que si una persona representa una unidad de valor intelectual y moral determinado, diez personas representarían diez veces ese valor. Pero al tratarse de la personalidad humana, la realidad es que una asociación de personalidades equivale más bien al cuadrado del número de personalidades involucradas que a su simple suma aritmética. Un grupo social de seres humanos que actúa coordinadamente en armonía supone una fuerza mucho mayor que la simple suma de sus partes.

133:5.7 (1477.2) La cantidad puede ser identificada como un hecho, y se convierte así en un factor científico uniforme. La calidad, al estar sujeta a la interpretación de la mente, representa una estimación de valores y por lo tanto nunca dejará de ser una experiencia del individuo. Cuando tanto la ciencia como la religión se vuelvan menos dogmáticas y más tolerantes a la crítica, la filosofía empezará a conseguir una unidad en la comprensión inteligente del universo.

133:5.8 (1477.3) Solo con que pudierais percibir su funcionamiento de hecho, comprobaríais que hay unidad en el universo cósmico. El universo real es amable para cada uno de los hijos del Dios eterno. El verdadero problema está aquí: ¿cómo puede conseguir la mente finita del hombre una unidad de pensamiento lógica, verdadera y correspondiente? Esta mente solo puede alcanzar ese estado de conocimiento del universo si concibe que el hecho cuantitativo y el valor cualitativo tienen una causalidad común en el Padre del Paraíso. Esta concepción de la realidad genera una comprensión más amplia de la unidad intencionada de los fenómenos del universo, e incluso revela una meta espiritual que la personalidad puede alcanzar de modo progresivo. Este es un concepto de unidad que puede percibir el trasfondo inmutable de un universo vivo donde las relaciones impersonales cambian y las relaciones personales evolucionan sin cesar.

133:5.9 (1477.4) La materia, el espíritu y el estado intermedio entre ellos son tres niveles interrelacionados e interasociados de la verdadera unidad del universo real. Por muy divergentes que puedan parecer los fenómenos de los hechos y valores del universo, están unificados en último término en el Supremo.

133:5.10 (1477.5) La realidad de la existencia material conlleva energía no reconocida así como materia visible. Cuando las energías del universo se desaceleran hasta adquirir la lentitud necesaria, entonces, en condiciones favorables, esas mismas energías se convierten en masa. Y no olvidéis que la mente, la única que puede percibir la presencia de las realidades aparentes, es también ella misma real. La causa fundamental de este universo de masa-energía, mente y espíritu, es eterna: existe y consiste en la naturaleza y las reacciones del Padre Universal y de sus iguales absolutos en rango.

133:5.11 (1477.6) Todos estaban más que atónitos ante las palabras de Jesús, y el griego se despidió diciendo: «Por fin han visto mis ojos a un judío que piensa en algo más que en la superioridad racial y que habla de algo más que de religión». Con esto se retiraron por esa noche.

133:5.12 (1477.7) La estancia en Atenas fue agradable y provechosa aunque no muy fructífera en contactos humanos. Demasiados atenienses de aquel tiempo se mostraban intelectualmente orgullosos de su reputación del pasado o eran mentalmente estúpidos e ignorantes, pues descendían de esclavos inferiores traídos en épocas anteriores, cuando había gloria en Grecia y sabiduría en la mente de sus habitantes. A pesar de ello se podían encontrar aún muchas inteligencias agudas entre los ciudadanos de Atenas.

6. Disertación sobre el alma en Éfeso

133:6.1 (1477.8) Los viajeros fueron de Atenas a Éfeso, la capital de la provincia romana de Asia, pasando por Troas. Hicieron muchas visitas al famoso templo de Artemisa de los Efesios situado a unos tres kilómetros de la ciudad. Artemisa era la diosa más famosa de toda Asia Menor y perpetuaba el culto anterior a la diosa madre de la antigua Anatolia. Se decía que el tosco ídolo que se exhibía en el enorme templo había caído del cielo. Ganid, educado en el respeto a las imágenes como símbolos de la divinidad, conservaba aún vestigios de su primera formación, así que decidió comprar un pequeño relicario de plata en honor de esta diosa de la fertilidad de Asia Menor. Aquella noche hablaron durante largo rato sobre la adoración a las cosas fabricadas por manos humanas.

133:6.2 (1478.1) Al tercer día de su estancia anduvieron río abajo para observar el dragado de la desembocadura del puerto. A mediodía hablaron con un joven fenicio desalentado que sentía nostalgia de su país y, sobre todo, envidia de otro joven que había sido ascendido por encima de él. Jesús le dijo unas palabras de consuelo y citó el antiguo proverbio hebreo: «El don del hombre le abre camino y lo lleva ante la presencia de los grandes».

133:6.3 (1478.2) De todas las grandes ciudades que visitaron en su gira por el Mediterráneo, fue aquí donde menos pudieron hacer por el trabajo posterior de los misioneros cristianos. Si el cristianismo arraigó en Éfeso fue principalmente gracias a los esfuerzos de Pablo, que viviría allí durante más de dos años fabricando tiendas para ganarse la vida y dando conferencias sobre religión y filosofía todas las noches en el aula principal de la escuela de Tirano.

133:6.4 (1478.3) Había un pensador progresista vinculado a esta escuela local de filosofía, y Jesús tuvo varias entrevistas muy provechosas con él. En estas conversaciones Jesús solía repetir mucho la palabra «alma», hasta que un día el erudito griego acabó preguntándole qué entendía él por «alma». Jesús le respondió:

133:6.5 (1478.4) «El alma es la parte del hombre que reflexiona sobre sí misma, reconoce la verdad y percibe el espíritu, y que eleva para siempre al ser humano por encima del nivel del mundo animal. La consciencia de uno mismo, en y por sí misma, no es el alma. La consciencia moral de uno mismo es la verdadera autorrealización humana y constituye el fundamento del alma humana. El alma es la parte del hombre que representa el valor potencial de supervivencia de la experiencia humana. La elección moral y el logro espiritual, la aptitud para conocer a Dios y el anhelo de ser como él, son las características del alma. El alma del hombre no puede existir sin pensamiento moral y sin actividad espiritual. Un alma estancada es un alma moribunda. Pero el alma del hombre es distinta del espíritu divino que mora dentro de la mente. El espíritu divino llega simultáneamente con la primera actividad moral de la mente humana, y entonces nace el alma.

133:6.6 (1478.5) «La salvación o la perdición de un alma dependen de que la consciencia moral alcance o no el estatus de supervivencia a través de una alianza eterna con su dotación asociada de espíritu inmortal. La salvación es la espiritualización de la autorrealización de la consciencia moral, que adquiere así valor de supervivencia. Todos los conflictos del alma consisten en una falta de armonía entre la consciencia moral o espiritual de uno mismo y la consciencia puramente intelectual de uno mismo.

133:6.7 (1478.6) «Cuando el alma humana madura, se ennoblece y se espiritualiza, se aproxima al estatus celestial porque llega casi a ser una entidad intermedia entre lo material y lo espiritual, entre el yo material y el espíritu divino. El alma en vías de evolución de un ser humano es difícil de describir y aún más difícil de demostrar porque no puede ser descubierta ni por los métodos de investigación material ni por los de comprobación espiritual. La ciencia material no puede demostrar la existencia de un alma, ni tampoco lo puede la prueba puramente espiritual. A pesar de que ni la ciencia material ni los criterios espirituales pueden descubrir la existencia del alma humana, todo mortal moralmente consciente conoce la existencia de su alma como una experiencia personal real y actual.»

7. Disertación sobre la mente en Chipre

133:7.1 (1479.1) Al poco tiempo, los viajeros zarparon hacia Chipre con escala en Rodas. Tras una larga y agradable navegación llegaron a su isla de destino muy descansados de cuerpo y renovados de espíritu.

133:7.2 (1479.2) Como su gira por el Mediterráneo se acercaba a su fin, habían previsto darse unos días de recreo y descanso en su visita a Chipre. En cuanto desembarcaron en Pafos empezaron a hacer acopio de provisiones para pasar varias semanas en las montañas cercanas. Al tercer día de su llegada salieron hacia las colinas con sus animales bien cargados.

133:7.3 (1479.3) Llevaban dos semanas disfrutando al máximo de estas vacaciones cuando, de pronto, el joven Ganid cayó gravemente enfermo. Pasó dos semanas de fiebre altísima con delirios frecuentes, y tanto Jesús como Gonod se dedicaron por completo a atender al muchacho enfermo. Jesús cuidó de él con acierto y ternura, y dejó asombrado al padre tanto por la dulzura de sus cuidados como por su eficacia. Estaban lejos de los núcleos humanos habitados y el muchacho estaba demasiado enfermo como para ser trasladado, así que decidieron hacer todo lo posible para que se recuperara allí mismo, en las montañas.

133:7.4 (1479.4) Durante las tres semanas de convalecencia de Ganid, Jesús le contó muchas cosas interesantes sobre la naturaleza y sus diversas manifestaciones. Se divirtieron mucho vagando por las montañas con el muchacho preguntando, Jesús respondiendo y el padre maravillado por todo lo que ocurría.

133:7.5 (1479.5) La última semana que pasaron en las montañas, Jesús y Ganid tuvieron una larga conversación sobre las funciones de la mente humana. Después de varias horas hablando, el muchacho preguntó: «Pero maestro, ¿qué quieres decir cuando afirmas que el hombre experimenta una forma de consciencia de sí mismo más alta que la que experimentan los animales superiores?». Dicho en lenguaje moderno, Jesús contestó:

133:7.6 (1479.6) Hijo, te he hablado ya mucho sobre la mente del hombre y sobre el espíritu divino que vive en ella, pero déjame ahora insistir en que la consciencia de uno mismo es una realidad. Cuando un animal se vuelve consciente de sí mismo se convierte en un hombre primitivo. Este logro es el resultado de una coordinación de funciones entre la energía impersonal y la mente capaz de concebir el espíritu, y es el fenómeno que justifica el otorgamiento de un punto focal absoluto para la personalidad humana, el espíritu del Padre del cielo.

133:7.7 (1479.7) Las ideas no son un simple registro de sensaciones, las ideas son sensaciones más las interpretaciones reflexivas del yo personal; y el yo es más que la suma de sus sensaciones. Una yoidad que evoluciona empieza a manifestar cierto acercamiento a la unidad, y esa unidad proviene de la presencia interior de una parte de la unidad absoluta que activa espiritualmente a esa mente de origen animal consciente de sí misma.

133:7.8 (1479.8) Un simple animal no puede tener consciencia de sí mismo en el tiempo. Los animales poseen una coordinación fisiológica capaz de asociar el reconocimiento de las sensaciones con su recuerdo, pero ningún animal experimenta un reconocimiento de sensaciones que tenga significado ni muestra una asociación intencionada de estas experiencias físicas combinadas como la que se manifiesta en las conclusiones de las interpretaciones humanas inteligentes y reflexivas. Este hecho de su existencia autoconsciente, unido a la realidad de su experiencia espiritual subsiguiente, hace del hombre un hijo potencial del universo y prefigura su logro futuro de la Unidad Suprema del universo.

133:7.9 (1480.1) Tampoco el yo humano es la mera suma de los estados sucesivos de consciencia. Sin el funcionamiento eficaz de un factor clasificador y asociador de la consciencia, no existiría una unidad suficiente como para justificar la denominación de yoidad. Una mente no unificada no podría alcanzar los niveles conscientes del estatus humano. Si las asociaciones de consciencia fueran meros accidentes, las mentes de todos los hombres mostrarían las asociaciones incontroladas y aleatorias de ciertas fases de la locura mental.

133:7.10 (1480.2) Una mente humana desarrollada únicamente a partir de la consciencia de las sensaciones físicas no podría alcanzar nunca niveles espirituales. Una mente material de este tipo carecería por completo del sentido de los valores morales y del sentido de orientación dominado por el espíritu, que es tan esencial para lograr una unidad armoniosa de la personalidad en el tiempo y que es inseparable de la supervivencia de la personalidad en la eternidad.

133:7.11 (1480.3) La mente humana empieza a manifestar cualidades supramateriales desde muy pronto. El intelecto humano verdaderamente reflexivo no está ligado por completo a los límites del tiempo. El hecho de que las personas individuales sean tan diferentes en las actuaciones de su vida no solo muestra las diversas dotaciones hereditarias y las distintas influencias del entorno, sino también el grado de unificación alcanzado por el yo con el espíritu del Padre que mora en su interior, la medida en que están identificados el uno con el otro.

133:7.12 (1480.4) La mente humana no soporta bien el conflicto de la doble lealtad. La experiencia de esforzarse por servir a la vez al bien y al mal es una tensión muy fuerte para el alma. La mente supremamente feliz y bien unificada es la que está dedicada por entero a hacer la voluntad del Padre del cielo. Los conflictos no resueltos destruyen la unidad y pueden dar lugar a trastornos de la mente. Pero el carácter de supervivencia de un alma no se promueve intentando obtener la paz mental a cualquier precio a base de renunciar a las aspiraciones nobles y transigir con los ideales espirituales. Esa paz se logra más bien afirmando incondicionalmente el triunfo de lo que es verdadero, y esta victoria se consigue venciendo al mal con la fuerza poderosa del bien.

133:7.13 (1480.5) Al día siguiente salieron hacia Salamina donde embarcaron para Antioquía, en la costa siria.

8. En Antioquía

133:8.1 (1480.6) Antioquía era la capital de la provincia romana de Siria y residencia del gobernador imperial. Era la tercera ciudad del Imperio en tamaño, con medio millón de habitantes, y la primera en perversidad y flagrante inmoralidad. Gonod tenía muchos negocios que tratar, de modo que Jesús y Ganid recorrieron esta ciudad políglota por su cuenta. Vieron todo lo que había que ver excepto el bosquecillo de Dafne, y cuando Gonod y Ganid fueron a visitar este conocido santuario de la indecencia, Jesús se negó a acompañarlos. A los indios no les escandalizaban tanto esas escenas, pero eran repulsivas para un hebreo idealista.

133:8.2 (1480.7) Jesús se iba poniendo serio y reflexivo a medida que se acercaba a Palestina y al final de su viaje. Habló con poca gente en Antioquia y paseó muy poco por la ciudad. Sorprendido por esta falta de interés, Ganid no paraba de hacerle preguntas hasta que Jesús acabó por contestar: «Esta ciudad no está lejos de Palestina; puede que vuelva aquí alguna vez».

133:8.3 (1481.1) Ganid tuvo una experiencia muy interesante en Antioquía. El joven había demostrado ser un alumno aventajado y ya empezaba a poner en práctica algunas de las enseñanzas de Jesús. Un empleado indio relacionado con los negocios de su padre en Antioquía se había vuelto tan desagradable y malhumorado que estaban a punto de despedirlo. Cuando Ganid se enteró fue al establecimiento de su padre y tuvo una larga conversación con su compatriota. El hombre no estaba de acuerdo con el puesto que le habían asignado. Ganid le habló del Padre del cielo y amplió su visión de la religión en muchos sentidos. Pero de todo lo que dijo Ganid, lo que más le ayudó fue la cita de un proverbio hebreo con este mensaje de sabiduría: «Todo lo que tenga que hacer tu mano, hazlo con todas tus fuerzas».

133:8.4 (1481.2) Después de preparar su equipaje para la caravana de camellos, siguieron su camino hasta Sidón y desde allí a Damasco. Tres días después se prepararon para la larga caminata a través de las arenas del desierto.

9. En Mesopotamia

133:9.1 (1481.3) El viaje en caravana por el desierto no era una experiencia nueva para estos hombres tan viajeros. Ganid estuvo observando cómo su maestro ayudaba a cargar los veinte camellos, y cuando le oyó ofrecerse voluntario para conducir su propio animal, no pudo por menos que exclamar: «Maestro, ¿hay algo que no sepas hacer?». Jesús se limitó a sonreír, diciendo: «Un maestro siempre tiene méritos a los ojos de un alumno aplicado». Y así se pusieron en camino hacia la antigua ciudad de Ur.

133:9.2 (1481.4) Jesús se interesó mucho por la historia antigua de Ur, el lugar donde nació Abraham, y tanto le fascinaron las ruinas y tradiciones de Susa que Gonod y Ganid decidieron quedarse tres semanas más en esa zona para darle tiempo de hacer sus investigaciones. Ellos también querían darse tiempo para encontrar la manera de convencerlo de volver con ellos a la India.

133:9.3 (1481.5) Fue en Ur donde Ganid tuvo una larga conversación con Jesús sobre la diferencia entre conocimiento, sabiduría y verdad. Este dicho del sabio hebreo le encantó: «Lo principal es la sabiduría; adquiere, pues, sabiduría. En toda tu búsqueda de conocimiento adquiere comprensión. Estima la sabiduría y ella te engrandecerá. Te honrará si tú la abrazas».

133:9.4 (1481.6) Al fin llegó el día de la separación. Todos, y especialmente el muchacho, se armaron de valor, pero fue una dura prueba. Tenían lágrimas en los ojos y valentía en el corazón. Ganid se despidió así de su maestro: «Adiós, maestro, pero no para siempre. Cuando vuelva a Damasco te buscaré. Te amo porque creo que el Padre del cielo debe parecerse algo a ti; al menos sé que tú te pareces mucho a lo que me has contado de él. Recordaré tus enseñanzas, pero por encima de todo, nunca te olvidaré a ti». El padre dijo: «Adiós a un gran maestro que nos ha hecho mejores y nos ha ayudado a conocer a Dios». Jesús respondió: «La paz esté con vosotros, y que la bendición del Padre del cielo permanezca siempre con vosotros». Jesús se quedó en la orilla contemplando la pequeña barca que los llevaba hasta el barco anclado. Y así se separó el Maestro en Charax de sus amigos de la India para no volver a verlos en este mundo. Ellos tampoco supieron nunca, en este mundo, que el hombre que aparecería más tarde como Jesús de Nazaret era este mismo amigo del que acababan de despedirse: su maestro Josué.

133:9.5 (1481.7) En la India Ganid llegó a convertirse en un hombre influyente, digno sucesor de su eminente padre, y difundió por todas partes muchas de las nobles verdades que había aprendido de Jesús, su amado maestro. Años más tarde, cuando Ganid oyó hablar del extraño maestro de Palestina que terminó su carrera en una cruz, aunque reconoció la similitud entre el evangelio de ese Hijo del Hombre y las enseñanzas de su tutor judío, nunca se le ocurrió pensar que los dos fueran la misma persona.

133:9.6 (1482.1) Así terminó el capítulo de la vida del Hijo del Hombre que bien podría denominarse: La misión del maestro Josué.

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