Lo que El libro de Urantia significa para mí - Jeannie Vázquez de Abreu
Lo que El libro de Urantia significa para mí - Jeannie Vázquez de Abreu
De Jeannie Vázquez de Abreu (Uruguay)
Cuando era niña, experimentaba de vez en cuando una breve sensación de percibir una realidad que estaba más allá de lo que podía ver y oír. Durante unos segundos percibía una realidad tan bella, pacífica y feliz que parecía que se había abierto una puerta a otro mundo.
Al llegar a la adolescencia y a la primera juventud, pasé por un período de rebelión contra la religión de mis padres, lo que me llevó a sentir angustia por la vida. Todo se me hacía cuesta arriba, difícil, arduo. Empecé a preguntarme si existía un Dios; si era cierto que había una alma y una vida después de la muerte.
A pesar de mis cavilaciones, no hice nada para buscar activamente las respuestas. Pero un día mi compañera de piso compró un libro de oraciones. Como era una lectora ávida, le pedí que me dejara leerlo. Las oraciones que contenía eran diferentes a las de mis padres y su congregación, que eran repetitivas y no expresaban de forma espontánea los anhelos del alma.
Las oraciones de este libro se centraban en las necesidades y problemas de la vida cotidiana. Eran como conversaciones con Dios, en las que se le hablaba de las angustias y dificultades, y se le pedía ayuda para mejorar la calidad de vida. Era la primera vez que me llamaba la atención la existencia de ese tipo de oraciones, nunca se me había ocurrido que fueran posibles. Empecé a rezar algunas de ellas cada mañana de camino al trabajo y cada noche antes de acostarme. Al principio, mi progreso en la consecución de la paz interior era como subir una colina en bicicleta: lento, laborioso, difícil. Pero poco a poco mi vida fue cambiando, mejorando.
Motivada por mi descubrimiento de la oración personal, comencé a leer libros sobre ángeles, Jesús, Dios y diversas religiones. Ninguno de ellos ofrecía respuestas satisfactorias y convincentes a mis preguntas. También asistí a conferencias sobre diversos temas esotéricos. Nada me dio paz ni me inspiró confianza o certeza sobre la verdad que seguía buscando.
Y así fue hasta que una tarde, hace unos 25 años, abrí una revista que había estado en un estante de mi salón durante meses. En sus páginas había un breve artículo sobre El libro de Urantia, en el que se decía que este libro contenía toda la vida de Jesús, incluidos sus «años perdidos». Eso fue suficiente para que quisiera leerlo. Corrí a la librería más cercana y lo compré.
¡Por fin había encontrado las respuestas fiables y claras que necesitaba! Lo reconocí inmediatamente como una verdadera revelación divina. Leer y estudiar El libro de Urantia ha sido una experiencia cada vez más satisfactoria, que me ha enseñado algo nuevo cada día. Sin embargo, aunque me fascinaba lo que leía, y aunque lo creía sin lugar a dudas, fue un proceso lento entender sus enseñanzas, encontrar la respuesta a la pregunta «¿qué debo hacer para salvar mi alma y crecer en espíritu?».
Una persona muy querida, que ahora es mi compañero de vida y de servicio, me ayudó a comprender las instrucciones para el crecimiento personal. Vivir las enseñanzas de la revelación se convirtió en una fuente de alegría y paz. Mantener la comunión de adoración con el Padre ha sido una fuente de crecimiento espiritual personal.
Las enseñanzas de El libro de Urantia son edificantes y transformadoras cuando las vivimos de todo corazón. La felicidad de haber encontrado las respuestas a mis preguntas no puede compararse con la experiencia del profundo impacto del amor del Padre, que sentí unos años después de conocer la revelación, el día que decidí consagrar mi vida a hacer su voluntad con todo mi corazón.
Mi vida había sido complicada y difícil, llena de altibajos. Me esforzaba por alcanzar lo que creía que debían ser mis objetivos, pero las cosas no salían como yo quería. Me sentía una víctima de la vida y de las circunstancias. Entonces, un día me di cuenta de que todo lo que estaba viviendo era el resultado de mis propias decisiones, y que podía cambiar si quería, así que lo hice.
Decidí hacer borrón y cuenta nueva, mudarme de casa, cambiar de relaciones, empezar de nuevo. Cuando terminé de concretar las decisiones que había tomado, me senté a orar y le dije al Padre: «Padre mío, hasta hoy he hecho mi voluntad. A partir de ahora, te doy mi vida para hacer tu voluntad y solo tu voluntad».
En ese instante sentí una invasión de amor que llenó todo mi ser con la felicidad más maravillosa que jamás haya experimentado, y que sigue bendiciéndome hasta el día de hoy. Cada día vivo la maravillosa experiencia de sentir el amor del Padre dentro de mí. Ese amor es la fuerza que me impulsa a seguir las huellas de Jesús con todo mi corazón, buscando servir a mis hermanos con lo mejor que tengo para dar.
Vivir la relación interior con nuestro Padre es una experiencia maravillosa que me ha traído todo lo que anhelaba y más. Ahora lo único que quiero es servirle y ayudar a otros a encontrar el mayor tesoro que todos llevamos dentro: nuestro Padre que nos ama infinitamente.
¡Que Dios los bendiga a todos!