12 de octubre de 1955

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Carolyn Kendall
Edmond Kulieke
Edmond Kulieke

De Carolyn Kendall (Illinois, Estados Unidos)

Nota de la redacción: Carolyn Kendall, miembro del Foro y estudiante veterana de El libro de Urantia, comparte su punto de vista sobre los acontecimientos que llevaron a la primera versión impresa del libro, hace casi sesenta años.

Han pasado sesenta años desde que una nueva revelación que marca época apareció en nuestro mundo, Urantia. Un pequeño grupo de humanos realizaron el servicio de grabar las palabras dichas por los reveladores, aunque en algunos casos se proporcionaron por escrito. Se usaron herramientas comunes y cotidianas para crear los Documentos Urantia: lápices, papel, una máquina de escribir manual y una imprenta. No se materializaron tablas de oro ni piedras talladas.

El proyecto de El libro de Urantia necesitó casi cincuenta años desde el comienzo hasta la publicación del libro. Los primeros veinte años transcurrieron entre los reveladores superhumanos invisibles y los seis humanos, conocidos como los miembros de la comisión de contacto, en los que se convencieron mutuamente de la realidad y la fiabilidad del otro grupo. La entrega del libro incluyó a otro grupo más grande llamado el Foro, que actuó como tabla de resonancia de oyentes humanos. El Foro estaba compuesto por gente normal que escuchaban la lectura de los documentos todos los domingos por la tarde. Enviaban preguntas, cuyas respuestas proporcionaban una mayor perspicacia ante los nuevos y complejos conceptos que se presentaban. La perspectiva humana era vital; el contenido del texto tenía que ser comprensible para un rango de humanos, no solo para los proveedores superhumanos y su pequeño grupo de socios humanos. A medida que la revelación evolucionaba, algunos de los documentos se reescribieron varias veces, hasta que los reveladores quedaron satisfechos con su contenido.

La Fundación Urantia se estableció en 1950, y los fideicomisarios comenzaron a planificar la protección legal del texto y a registrar el símbolo de los tres círculos concéntricos, siguiendo las instrucciones de los reveladores en cada caso. Los socios humanos revisaron el texto final antes de que se enviara a la imprenta buscando errores ortográficos y erratas. Los reveladores indicaron sus preferencias en cuanto al diseño, la fuente de letra y la encuadernación.

Después de la Segunda Guerra Mundial, mientras evaluaban los peligros del armamento nuclear y contemplaban la probabilidad de la caída del comunismo, los reveladores anunciaron que los miembros de la comisión de contacto podían comenzar el proceso de la publicación. En 1953, los reveladores aprobaron publicar a primeros de 1955; la fecha real de publicación fue octubre de 1955.

Mientras tanto, se estableció la Hermandad Urantia como una organización de asistencia. Al principio solo se contempló una organización. Pero pronto se vio que había varias funciones que necesitaban considerarse y quizás separarse. La Fundación asumió la responsabilidad de publicar, traducir y proteger el texto, mientras que la Hermandad asumió todas las actividades públicas, sociales y de asistencia.

Finalmente llegó el gran día, el miércoles 12 de octubre de 1955. Los asistentes al grupo de estudio nocturno del miércoles, los “Setenta”, recibieron sus libros esa noche. También participaron en una Cena del Recuerdo dirigida por Edmond Kulieke, que dio una breve charla. Le ayudó Lee Miller Jones, Lulu Steinbeck y Clarence Bowman. A todos los presentes se les entregaron los ejemplares de El libro de Urantia que habían encargado previamente. Los miembros del Foro recibieron sus libros el siguiente domingo por la tarde, también en el 533 W Diversey Parkway de Chicago.

Resultó que la publicación coincidió con el aniversario del descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492. Ese año del siglo XV marcó también el fin tradicional de la Edad Media. Fue en aquellos tiempos, según los miembros de la comisión de contacto, que los intermedios de Urantia enviaron una petición formal a los gobernantes del superuniverso, los Ancianos de los Días, en la que solicitaban impartir una nueva revelación a nuestro mundo, Urantia. Deseaban incluir más sobre Jesús de lo que estaba contenido en los cuatro evangelios del Nuevo Testamento. No fue hasta los tiempos de la quinta revelación de época que los intermedios recibieron la respuesta a su petición previa: el permiso para incluir la cuarta parte de El libro de Urantia: la vida y las enseñanzas de Jesús.

Poder tocar el libro por primera vez fue una emoción que estaba más allá de la imaginación. Ahí estaban todos los documentos en su orden correcto. El índice de contenidos era una sorpresa placentera. La calidad del papel – de tipo Biblia -, según Bill Sadler Jr., era “exquisita”. Era de color blanco opaco. El papel de la parte de en medio era más ligero, mientras que en los documentos iniciales y finales del libro era más grueso. Un hombre joven, cuyo nombre no conocía, se sentó en las escaleras frontales y comenzó a leer su ejemplar del libro. Otro hombre fue fotografiado llevando una caja de libros en la cabeza mientras su esposa llevaba algunos libros en los brazos para aligerar su carga.

Había satisfacción entre los miembros más antiguos del Foro, que agradecían haber vivido lo suficiente para tener el libro en sus manos. Pero también había algo de ansiedad. ¿Cómo compartirían el libro con los demás? ¿Qué diría su pastor? ¿Y si eran ridiculizados por sus amigos y parientes? Dos comités de la Hermandad hicieron listas de individuos bien conocidos a los que se les envió un ejemplar. Ninguno de esos destinatarios respondió, lo que hizo que surgiera la política de presentar el libro de persona a persona.

Dos años después de la publicación, me di cuenta de que algunos de los libros que se llevaban a las reuniones estaban manoseados. Estaban desgastados, tenían referencias anotadas en los márgenes y estaban forrados con plástico. Otros libros estaban todavía en perfectas condiciones.

Al principio, el Dr. William Sadler nos instó a “infiltrarnos en las iglesias”. Pero pronto cambió de opinión, después de que una pareja de lectores fuera demasiado insistente en sus tácticas de diseminación. A la larga, las cosas se fueron poniendo en orden. Los que eran buenos presentando el libro lo hicieron, y los demás reafirmaban su valor y rezaban para tener una guía.

Los primeros libros llegan al 533
Los primeros libros llegan al 533
Bill Sadler Jnr
Bill Sadler Jnr
El Foro, en 1933
El Foro, en 1933

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