Cómo ser un hijo de Dios

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Alice Wood y Huck

De Alice Wood, Green Bay (Wisconsin, EEUU)

Los seres humanos sienten de manera innata “el amor de la aventura, la curiosidad y el horror a la monotonía.” (159.6) 14:5.10. Antes de que naciera mi hijo Huck, consideraba mi propia vida – los hábitos que había desarrollado, las rutinas en las que había caído – y quería hacer algo nuevo. Irónicamente, embarcarme en la aventura de la maternidad me llevó a la monotonía de la maternidad. Cuando me siento agobiada porque tengo que reprimir mi deseo de aventuras (el Gran Cañón me ha estado llamando durante meses), me consuela saber que mi experiencia como madre tiene un valor inagotable, pues comprendo mejor la relación entre Dios y sus hijos. El libro de Urantia afirma: “una verdadera familia — una buena familia — revela a los padres procreadores la actitud del Creador hacia sus hijos” [942.1] 84:7.30. Esta afirmación me ha dado un propósito que me afecta diariamente. Todo momento me proporciona una oportunidad de aprender una actitud ideal, como la de un niño, hacia el Padre.

Hace unos meses, estaba hablando con una budista y con otro lector de El libro de Urantia. La budista dijo que no quería tener hijos porque quería centrarse en alcanzar la iluminación. Mi respuesta inmediata fue asentir con la cabeza, pensando que, como al aprender a tocar el violín, lograr la iluminación sería dejar para más tarde tener hijos. El lector de El libro de Urantia, sin embargo, le planteó la pregunta: “¿No crees que la experiencia de tener hijos te ayudaría a alcanzar la iluminación?”.

Sí, cantar canciones infantiles todo el día puede ser monótono, y cuando tengo un niño llorón y puré de guisantes en el pelo, me aferro a la idea de que el efecto general de ser madre será iluminador.

No puedo calcular cuánto tiempo he pasado sin hacer nada de valía espiritual, forzando a mi Ajustador del Pensamiento a esperar hasta que lleguen las comedias de situación del jueves por la noche, y resistiéndome – estoy segura que en demasiadas ocasiones – a las incitaciones de mi Ajustador. Pero Dios sigue amándome y anima sin descanso mi crecimiento. Como yo, Huck tiene mucho que aprender sobre confianza, y es más fácil para él en algunas situaciones que en otras. Recientemente ha comenzado a caminar, y me he quedado sorprendida de lo fácil que puede ser conseguir que camine por donde quiero. Si bajo a su nivel, señalo y le digo: “Vamos por ahí”, él camina justo a mi lado. No sabe por qué vamos por ahí; todo lo que sabe es que se le ha dicho que “por ahí” es un buen lugar para estar. Por otro lado, casi todo cambio de pañales llega con una buena cantidad de pataleos y gritos. ¿No sería más fácil la vida si Huck simplemente aceptara el cambio de pañales y confiara en que es por su bien? ¿No sería más fácil la vida si simplemente aceptáramos la voluntad de Dios y confiáramos en que nos lleva por el mejor camino?

Ojalá pueda recordar esta experiencia con satisfacción y disfrutar de una amistad con Huck largo tiempo esperada. Desde un punto de vista universal, habrá un finalitario más para embarcarse en la aventura gloriosa de los niveles del espacio exterior, un finalitario más que contribuirá al crecimiento del Supremo. Con todo lo bello que es, lo que me mantiene a través de la vigésima interpretación de “Old McDonald” es el conocimiento de que, a través de este cambio, desarrollaré un mayor entendimiento de cómo ser una hija de Dios.

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