Jesús Y Ganid

Versión para imprimirVersión para imprimir Mo and Jen Siegel outside Jerusalem
Mo & Jen Siegel. Jerusalem

De Mo Siegel, presidente de la Fundación Urantia, Colorado (EEUU)

Durante los últimos años mi mujer, Jen, y yo hemos planeado un viaje especial para mi 60 cumpleaños. Decidimos hacer parte del viaje que Jesús hijo con el joven indio Ganid y su padre Gonod desde el 26 de abril del 22 a.C. hasta el 10 de diciembre del 23 a.C. Además de visitar muchas de sus paradas en el Mediterráneo, también visitamos Jerusalén y Galilea.

Como esperábamos, nuestra visita a Jerusalén y Galilea tuvo mucho significado para nosotros. Tuvimos los pies colgando en el mar de Galilea y pisamos el terreno de Betsaida en el que el Maestro alimentó a 5.000 personas, ordenó a los evangelistas y al cuerpo de mujeres, y mucho más. Exploramos las zonas montañosas donde el Maestro dio el sermón de la ordenación y deambulamos por las colinas cercanas al hogar de su infancia en Nazaret. A veces parecía como un sueño estar donde Miguel de Nebadon pasó su vida en la tierra como Jesús de Nazaret. Mientras visitábamos los diferentes lugares de Israel, leíamos en mi iPOD El libro de Urantia, que descargué de la tienda de Apps de ITunes. Nuestro guía finalmente se guardó su Nuevo Testamento y escuchaba mientras leíamos las historias emocionantes y los detalles vívidos de lo que él llamaba “la Biblia del iPod”.

Antes de realizar el viaje, Jen y yo sabíamos que nuestros días en Israel dejarían una huella profunda en nuestra comprensión de la vida de Jesús. Poco esperábamos que las visitas a Alejandría, Egipto, y Chipre nos proporcionarían las mayores lecciones. Aunque las paradas en Atenas, Rodas e Italia fueron interesantes, fue mientras estábamos en el lugar donde un día estuvieron el faro y la biblioteca de Alejandría cuando comenzamos a comprender realmente por qué Jesús empleó 19 meses en ese viaje. Más tarde visitamos Chipre y deambulamos por las tierras altas donde el Maestro pasó cinco semanas de su vida. Fue en esas colinas donde Jesús se ocupó “hábil y tiernamente” del gravemente enfermo Ganid.

El libro de Urantia dice que el verdadero objetivo de su recorrido alrededor de la cuenca del Mediterráneo era conocer a los hombres. Estuvo en estrecho contacto con centenares de seres humanos en este viaje. Conoció y amó a toda clase de hombres, ricos y pobres, poderosos y humildes, negros y blancos, instruidos e iletrados, cultos e incultos, brutos y espirituales, religiosos e irreligiosos, morales e inmorales. [1424.3, 129:3.8]

El hecho es que Jesús pasó cerca de 550 días de su vida viajando con dos indios y su séquito. Mientras deambulábamos por las escarpadas montañas de Chipre, nos preguntábamos dónde comieron y durmieron durante las tres semanas que duró la enfermedad de Ganid. Construimos una imagen de cómo esta escena debió haberse visto desde los otros mundos – el Creador de Nebadon cuidando de su joven indio para que se recuperara en una montaña situada en medio de la nada. ¿Qué tipo de visualización amorosa fue creada para que la vieran todos los mundos?

Cuando descendíamos de las montañas, sonreíamos mientras pasamos por las pequeñas iglesias cristianas que salpican las montañas en Chipre. Algún día se maravillarán al saber que el mismo Jesús sobre el que enseñan pasó cinco semanas en sus colinas.

De vuelta a la Urantia de hoy, vivimos en un mundo en el que la población india, en rápido crecimiento, es de más de 1.100 millones de personas. Creo que no es casualidad que Jesús pasara más de un año y medio con el joven indio y su padre. Creo que un día los indios sabrán del viaje de Jesús por el mundo romano con los dos indios, y que este conocimiento traerá esperanza a millones de almas hambrientas, que creen hoy que las enseñanzas de Jesús sólo iban dirigidas a occidente. ¡Menudo ministerio de misericordia exhibió Jesús al elegir a Gonod y a Ganid como sus compañeros de viaje!

Estoy escribiendo este artículo mientras vuelo de regreso a casa tras este viaje maravilloso. La verdad es que Jen y yo hicimos este viaje porque queríamos conocer mejor a Jesús de Nazaret, y porque queríamos escapar de la realidad de haber llegado al 60. Cumplir 60 estuvo bien; no se rompió nada. Lo que pasó inesperadamente fue el descubrimiento de otro tesoro en El libro de Urantia. Cuando el Maestro dijo que su evangelio era para pobres y ricos, judíos y gentiles, hombres y mujeres, y para gentes de todas las razas, países y religiones, demostró su amor cuando, en las colinas de Chipre, cuidó de un joven indio gravemente enfermo.

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