El Secreto De Una Civilización Mejor

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Seppo Kanerva

De Seppo Kanerva, presidente de la Fundación Urantia

Nuestro mundo está acosado por las guerras, los conflictos armados, las contiendas, el terror, la destrucción y la devastación. Nuestro mundo está infestado de todo lo que implican los conflictos armados: masacres, asesinatos, homicidios, pérdida de vidas, mutilaciones, heridas intencionadas, pérdida de toda perspectiva de la vida en personas y pueblos. En resumen: miseria, tragedia y desesperación. Parece que no hay final para los conflictos armados: tan pronto como, con mucho tiempo y esfuerzo, se ha resuelto un conflicto, hay al menos otro más preparándose o desencadenándose. Las guerras y los conflictos son obra del hombre. También son obra del hombre las soluciones que se intentan conseguir para los conflictos; el hombre está recurriendo a métodos de resolución de conflictos que él concibe. A veces funciona hasta cierto punto, pero en la mayoría de casos son inútiles. Las guerras y los conflictos van a seguir. Aunque hay un camino –que además es el único- para poner fin a la guerra y a los conflictos armados y para construir una civilización mejor.

El libro de Urantia revela este camino en muchos pasajes. Cito uno de ellos: A lo largo de su historia, Urantia ha sufrido las devastaciones de grandes guerras destructivas. Todos los que participaron en estas luchas terribles encontraron la derrota... El secreto de una civilización mejor está encerrado en las enseñanzas del Maestro sobre la fraternidad de los hombres, la buena voluntad del amor y de la confianza mutua [2064:4; 194:3.12]. La manera de poner fin a la guerra y a la lucha armada es muy sencilla. La humanidad ha intentado y probado muchas formas y métodos de resolución de conflictos, pero nunca ha intentado o probado la única solución defendible y permanente. Nunca se le ha dado una oportunidad en serio a la hermandad de los hombres, la buena voluntad del amor y la confianza mutua.

¿Por qué no? Porque la humanidad no confía en Dios. La humanidad no confía en el espíritu. El concepto de Dios de la humanidad está distorsionado, es grotesco y erróneo. Se ha adoctrinado a la humanidad para creer que no todos los humanos son hijos e hijas de Dios. La humanidad rechaza ser gobernada por el espíritu, el espíritu de la hermandad de los hombres. La humanidad prefiere ser gobernada por la mente, los intereses materiales, el egoísmo, la necesidad de dominar al resto de seres humanos, el impulso de imponer y dominar, y –con un verdadero espíritu de cruzado- obligar a ciertas formas de pensamiento y de vida. Todo eso es enmascarado como algo noble, como algo distinto de lo que en realidad es.

La revelación nos dice todo lo anterior. El Libro de Urantia revela a nuestro Dios como un Padre amante y a nuestro hermano hombre como un hijo de ese mismo Dios, como hermano. La esperanza y el secreto de una civilización mejor dependen de comprender esto. No hay otra explicación, teoría o concepto que pueda llevarnos a un mundo o a una civilización mejor, ni que puedan poner fin a las guerras. Un día esta hermandad de los hombres será pensada como soberanía global que evitará las guerras, los conflictos, los asesinatos y la destrucción. La soberanía global impedirá las guerras globales —ninguna otra cosa puede hacerlo [1490:7; 134:6.4].

Las enseñanzas del Maestro de la paternidad de Dios y de la hermandad de los hombres están expresadas en El libro de Urantia como una de sus enseñanzas más esenciales, pero pueden encontrarse también en las mejores doctrinas de las religiones institucionalizadas y personales. Podemos imaginarnos un día en el que millones y miles de millones de personas habrán abrazado e interiorizado ese sencillo evangelio. Entonces nunca más verán a un enemigo, alguien que tenga que ser asesinado, en un ser humano hermano. Serán los albores de una civilización mejor.

La revelación desempeñará un papel crucial para que esta visión se haga realidad. Debido al papel central de la revelación en esta transformación de la humanidad, es importante que los que profesamos haber abrazado las verdades reveladas también seamos conscientes de que tenemos ciertas responsabilidades para contribuir a que esta visión se haga realidad. Si el mundo nos sigue viendo como una comunidad enfrentada, preparada para infligir heridas, dedicada al odio, que se regodea en el conflicto e imbuida en una mentalidad de cruzada, el mundo nos aborrecerá. Si fallamos en producir los frutos del espíritu, traicionamos la responsabilidad que se nos ha confiado. Si rechazamos que el espíritu nos gobierne, si seguimos afirmando que hemos abrazado las enseñanzas reveladas pero fallamos al actuar en armonía con las enseñanzas y no producimos los frutos del espíritu; si preferimos ser dominados por la mente, el egoísmo, la rivalidad y el temor (en lugar de la confianza), no somos más que un fracaso.

He tratado desde varios aspectos este mismo tema: la necesidad de mejorar considerablemente la interacción y las relaciones dentro de nuestra comunidad de lectores y creyentes, y espero que no haya sido un ejercicio vano, sin sentido o inútil.

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