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Documento 138 - La formación de los mensajeros del reino

Esta es una revisión de 2021 de El libro de Urantia. Este texto está actualmente bajo revisión.
Otras ediciones disponibles: El libro de Urantia, latinoamericana (1993), El libro de Urantia, europea (2009)

El libro de Urantia

Documento 138

La formación de los mensajeros del reino

138:0.1 (1538.1)DESPUÉS de predicar el sermón sobre «el Reino», Jesús reunió aquella tarde a los seis apóstoles y les empezó a contar sus planes para visitar las ciudades de la costa e inmediaciones del mar de Galilea. A sus hermanos Santiago y Judá les dolió mucho no ser convocados a esta reunión. Hasta ese momento se habían sentido parte del círculo íntimo de los compañeros de Jesús, pero Jesús había decidido no tener parientes cercanos en este grupo de directores apostólicos del reino. El hecho de no incluir a Santiago y Judá entre los pocos elegidos, unido a su aparente desapego hacia su madre desde el episodio de Caná, empezó a abrir una brecha cada vez mayor entre Jesús y su familia. Esta situación de desencuentro se mantuvo durante todo su ministerio público —casi llegaron a rechazarlo— y solo se superó del todo después de su muerte y resurrección. Su madre fluctuaba constantemente entre actitudes de fe y esperanza alternando con emociones cada vez más fuertes de desilusión, humillación y desaliento. Solo Rut, la más joven, se mantuvo inquebrantable en su lealtad a su hermano y padre.

138:0.2 (1538.2)La familia de Jesús participó muy poco en su ministerio hasta después de la resurrección. Nadie es profeta en su tierra ni tampoco en su propia familia.

1. Las instrucciones finales

138:1.1 (1538.3)Al día siguiente, el domingo 23 de junio del año 26 d. C., Jesús dio las últimas instrucciones a los seis. Les mandó que salieran de dos en dos a enseñar la buena nueva del reino. Les prohibió bautizar y les recomendó que no predicaran en público. Añadió que más adelante les permitiría predicar en público, pero quería, por muchas razones, que pasaran primero por un periodo de experiencia práctica en el trato personal con sus semejantes. Jesús se propuso hacer que la primera gira de sus apóstoles fuera enteramente una labor personal. Esta decisión fue algo decepcionante para ellos, aunque comprendieron, al menos en parte, las razones de Jesús para empezar así la proclamación del reino, y salieron con buen ánimo, entusiasmo y confianza. Los envió de dos en dos, Santiago y Juan a Queresa, Andrés y Pedro a Cafarnaúm, Felipe y Natanael a Tariquea.

138:1.2 (1538.4)Antes de que empezaran sus dos primeras semanas de servicio, Jesús les anunció que deseaba ordenar a doce apóstoles para continuar el trabajo del reino después de que él se marchara, y autorizó a cada uno de ellos a elegir entre sus primeros conversos a un hombre para formar parte del proyectado cuerpo de apóstoles. Juan tomó la palabra para preguntar: «Pero, Maestro, ¿esos seis hombres estarán entre nosotros y compartirán todas las cosas en igualdad con nosotros, que hemos estado contigo desde el Jordán y hemos escuchado todas tus enseñanzas de preparación para este primer trabajo nuestro a favor del reino?». Y Jesús respondió: «Sí, Juan, los hombres que elijáis serán uno con nosotros, y vosotros les enseñaréis todo sobre el reino, tal como yo os lo he enseñado». Dicho esto, Jesús se marchó.

138:1.3 (1539.1)Antes de separarse para cumplir su misión, los seis debatieron mucho sobre este mandato de Jesús de que cada uno eligiera un nuevo apóstol. Por fin prevaleció el consejo de Andrés y se pusieron en marcha. En esencia, Andrés dijo lo siguiente: «El Maestro tiene razón; somos demasiado pocos para este trabajo. Se necesitan más maestros, y el Maestro ha mostrado una gran confianza en nosotros al encargarnos de elegir a los seis nuevos apóstoles». Esa mañana todos ocultaban cierto abatimiento cuando se despidieron para emprender su trabajo. Sabían que iban a echar de menos a Jesús y, aparte de su miedo y su timidez, esta forma de inaugurar el reino de los cielos no era la que ellos habían imaginado.

138:1.4 (1539.2)Se había acordado que los seis trabajarían durante dos semanas y luego volverían a reunirse en casa de Zebedeo para hablar. Mientras tanto Jesús fue a Nazaret para ver a José, a Simón y a otros miembros de su familia que vivían en la zona. Jesús hizo todo lo humanamente posible, y compatible con su dedicación a hacer la voluntad de su Padre, para conservar la confianza y el afecto de su familia. En este aspecto cumplió con todo su deber, y más.

138:1.5 (1539.3)Mientras los apóstoles estaban fuera dedicados a su misión, Jesús pensó mucho en Juan encarcelado. Estuvo muy tentado de utilizar sus poderes potenciales para liberarlo, pero se resignó una vez más a «cumplir la voluntad del Padre».

2. La elección de los seis

138:2.1 (1539.4)La primera gira misionera de los seis fue todo un éxito. Todos descubrieron el gran valor del contacto directo y personal con los hombres. Cuando volvieron a reunirse con Jesús eran mucho más conscientes de que, en última instancia, la religión es única y exclusivamente una experiencia personal. Empezaban a percibir lo hambrienta que estaba la gente común de oír palabras de consuelo religioso y aliento espiritual. Todos querían hablar a la vez cuando se reunieron en torno a Jesús, pero Andrés asumió el mando y fue dándoles la palabra uno a uno para que presentaran formalmente sus informes al Maestro y sus candidaturas para los seis nuevos apóstoles.

138:2.2 (1539.5)A medida que cada uno presentaba a su candidato a apóstol, Jesús sometía la propuesta a la votación de todos los demás, y así los seis nuevos apóstoles fueron aceptados formalmente por los seis más antiguos. Hecho esto, Jesús anunció que irían todos a visitar a los candidatos para confirmarles el llamamiento al servicio.

138:2.3 (1539.6)Los seis nuevos apóstoles fueron:

138:2.4 (1539.7)1. Mateo Leví, el recaudador de aduanas de Cafarnaúm que tenía su oficina justo al este de la ciudad, cerca de la frontera con Batanea. Fue elegido por Andrés.

138:2.5 (1539.8)2. Tomás Dídimo, pescador de Tariquea y anteriormente carpintero y albañil en Gadara. Fue elegido por Felipe.

138:2.6 (1539.9)3. Santiago Alfeo, pescador y agricultor de Queresa. Fue elegido por Santiago Zebedeo.

138:2.7 (1539.10)4. Judas Alfeo, hermano gemelo de Santiago Alfeo y también pescador. Fue elegido por Juan Zebedeo.

138:2.8 (1540.1)5. Simón Zelotes era un alto cargo de la organización patriótica de los zelotes y renunció a este puesto para unirse a los apóstoles de Jesús. Antes de hacerse zelote, Simón había sido mercader. Fue elegido por Pedro.

138:2.9 (1540.2)6. Judas Iscariote era el hijo único de unos ricos judíos que vivían en Jericó. Sus padres saduceos lo habían repudiado porque se había unido a Juan el Bautista. Estaba buscando empleo en la zona cuando se encontró con los apóstoles de Jesús, y Natanael lo invitó a unirse a ellos principalmente por su experiencia financiera. Judas Iscariote era el único judeo entre los doce apóstoles.

138:2.10 (1540.3)Jesús pasó un día entero con los seis respondiendo a sus preguntas y escuchando sus informes con todo detalle, pues tenían muchas experiencias interesantes y provechosas que contarle. Entonces comprendieron lo que el Maestro había acertado al enviarlos a trabajar de forma callada y personal antes de lanzarse a esfuerzos públicos más ambiciosos.

3. El llamamiento de Mateo y Simón

138:3.1 (1540.4)Al día siguiente Jesús y los seis fueron a ver a Mateo, el recaudador de aduanas. Mateo los estaba esperando después de haber cuadrado sus cuentas y traspasado a su hermano la gestión de la oficina. Cuando estuvieron cerca de la oficina de peaje Andrés se adelantó con Jesús, que miró de frente a Mateo y le dijo: «Sígueme». Mateo se levantó y llevó a Jesús y los apóstoles a su casa.

138:3.2 (1540.5)Mateo dijo a Jesús que había organizado un banquete para esa noche, pues deseaba al menos ofrecer una cena a su familia y sus amigos si Jesús daba su aprobación y aceptaba ser el invitado de honor. Jesús asintió con la cabeza. Entonces Pedro se hizo a un lado con Mateo y le explicó que había invitado a un tal Simón a unirse a los apóstoles, para asegurarse de que Simón fuera también convidado a la fiesta.

138:3.3 (1540.6)Después de almorzar a mediodía en casa de Mateo, se fueron todos con Pedro a ver a Simón el Zelote y lo encontraron en su antiguo centro de trabajo, dirigido ahora por su sobrino. Cuando Pedro condujo a Jesús hasta Simón, el Maestro saludó al ardiente patriota y solo le dijo: «Sígueme».

138:3.4 (1540.7)Todos volvieron a casa de Mateo donde hablaron mucho sobre política y religión hasta la hora de la cena. La familia Leví se dedicaba desde antiguo a los negocios y a la recaudación de impuestos, por eso muchos de los invitados por Mateo a este banquete habrían sido calificados de «publicanos y pecadores» por los fariseos.

138:3.5 (1540.8)En aquel tiempo, cuando se honraba a una persona prominente con banquete formal de este tipo, era costumbre que todo el que estuviera interesado merodeara por la sala del banquete para ver comer a los convidados y escuchar la conversación y los discursos de los invitados de honor. En esta ocasión la mayoría de los fariseos de Cafarnaúm acudieron como espectadores para observar la conducta de Jesús en esta reunión social tan poco corriente.

138:3.6 (1540.9)A medida que avanzaba la cena los comensales se iban animando y el ambiente se volvió cada vez más festivo. Lo estaban pasando todos tan bien que los espectadores fariseos empezaron a criticar a Jesús en su fuero interno por participar en un acto tan alegre y divertido. Cuando llegó el momento de los discursos, uno de los fariseos más malintencionados llegó hasta el punto de criticar la conducta de Jesús diciendo a Pedro: «Cómo te atreves a enseñar que este hombre es recto, cuando come con publicanos y pecadores y se presta a placeres tan frívolos». Justo antes de que Jesús pronunciara la bendición de despedida de la reunión, Pedro le informó en voz baja de estas críticas. Jesús tomó la palabra y dijo: «Al venir aquí esta noche para dar la bienvenida a Mateo y Simón en nuestra hermandad, he presenciado con gusto vuestra alegría y vuestro buen humor, pero deberíais regocijaros aún más porque muchos de vosotros entraréis en el reino venidero del espíritu, donde disfrutaréis más abundantemente de las cosas buenas del reino de los cielos. Y a los que estáis ahí criticándome en vuestro corazón porque he venido a divertirme con estos amigos, os digo que he venido a proclamar gozo a los oprimidos de la sociedad y libertad espiritual a los cautivos morales. ¿Tendré que recordaros que no son los sanos los que necesitan al médico sino los enfermos? No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores».

138:3.7 (1541.1)Era realmente extraño para la sociedad judía ver a un hombre de carácter recto y sentimientos nobles mezclarse libre y alegremente con la gente común, e incluso con una muchedumbre irreligiosa de publicanos y presuntos pecadores amigos de placeres. A Simón Zelotes le hubiera gustado hacer un discurso en esta reunión en casa de Mateo, pero Andrés, sabiendo que Jesús no quería que el reino venidero se confundiera con el movimiento de los zelotes, le convenció de que se abstuviera de hacer comentarios públicos.

138:3.8 (1541.2)Jesús y los apóstoles se quedaron esa noche en casa de Mateo, y la gente solo hablaba de una cosa al volver a sus casas: de la bondad y la amabilidad de Jesús.

4. El llamamiento de los gemelos

138:4.1 (1541.3)A la mañana siguiente los nueve fueron en barca a Queresa para hacer el llamamiento formal a los dos apóstoles siguientes, Santiago y Judas, los hijos gemelos de Alfeo propuestos por Santiago y Juan Zebedeo. Los gemelos pescadores contaban con la llegada de Jesús y sus apóstoles, y los estaban esperando en la orilla. Santiago Zebedeo presentó al Maestro a los pescadores de Queresa. Jesús fijó en ellos su mirada, asintió con la cabeza y dijo: «Seguidme».

138:4.2 (1541.4)Pasaron esa tarde juntos y Jesús les habló mucho sobre la asistencia a reuniones festivas. Concluyó sus instrucciones diciendo: «Todos los hombres son mis hermanos. Mi Padre del cielo no desprecia a ninguna de las criaturas que hemos hecho. El reino de los cielos está abierto a todos los hombres y a todas las mujeres. Nadie puede cerrar la puerta de la misericordia a un alma hambrienta que intenta entrar en él. Nos sentaremos a comer con todos los que quieran oír hablar del reino. A los ojos de nuestro Padre del cielo todos los hombres son iguales. No os neguéis por lo tanto a partir el pan con fariseos o pecadores, saduceos o publicanos, romanos o judíos, ricos o pobres, esclavos o libres. La puerta del reino está abierta de par en par a todos los que deseen conocer la verdad y encontrar a Dios».

138:4.3 (1541.5)Aquella noche durante una sencilla cena en casa de Alfeo, los hermanos gemelos fueron recibidos en la familia apostólica. Más avanzada la noche, Jesús impartió a sus apóstoles su primera lección sobre el origen, la naturaleza y el destino de los espíritus impuros, aunque no pudieron comprender el sentido de lo que les decía. Les resultaba muy fácil amar y admirar a Jesús, pero muy difícil entender muchas de sus enseñanzas.

138:4.4 (1542.1)Después de una noche de descanso todos los miembros del grupo, que ya eran once, embarcaron hacia Tariquea.

5. El llamamiento de Tomás y Judas

138:5.1 (1542.2)Tomás el pescador y Judas el errante se encontraron con Jesús y los apóstoles en el atracadero de pesca de Tariquea. Tomás vivía muy cerca, y llevó al grupo a su casa. Una vez allí, Felipe presentó a Tomás como su candidato para el apostolado y Natanael presentó al suyo, el judeo Judas Iscariote. Jesús miró a Tomás y le dijo: «Tomás, te falta fe, y sin embargo te recibo. Sígueme». A Judas Iscariote el Maestro le dijo: «Judas, todos somos de la misma carne, y al recibirte entre nosotros rezo para que seas siempre leal a tus hermanos galileos. Sígueme».

138:5.2 (1542.3)Después de reponer fuerzas, Jesús se llevó aparte a los doce para rezar con ellos y darles instrucción sobre la naturaleza y la acción del Espíritu Santo, pero una vez más, no lograron comprender casi nada de las maravillosas verdades que se esforzaba por enseñarles. Uno captaba un punto y otro entendía otro, pero ninguno de ellos conseguía abarcar el conjunto de su enseñanza. Cometían siempre el error de intentar encajar el nuevo evangelio de Jesús en sus antiguas formas de creencia religiosa. No podían captar la idea de que Jesús había venido a proclamar un nuevo evangelio de salvación y a establecer una nueva manera de encontrar a Dios. No percibían que él era una nueva revelación del Padre del cielo.

138:5.3 (1542.4)Al día siguiente Jesús dejó a sus doce apóstoles completamente solos. Quería que se conocieran y que pudieran comentar entre ellos lo que les había enseñado. El Maestro volvió para la cena. En la sobremesa les habló sobre el ministerio de las serafines, y algunos de los apóstoles comprendieron su enseñanza. Descansaron esa noche y al día siguiente salieron en barca hacia Cafarnaúm.

138:5.4 (1542.5)Zebedeo y Salomé se habían ido a vivir con su hijo David para poner su amplia casa a disposición de Jesús y sus doce apóstoles. Jesús pasó en ella un sabbat tranquilo con sus mensajeros elegidos. Les describió con detenimiento sus planes para proclamar el reino e insistió mucho en hacerles comprender la importancia de evitar todo enfrentamiento con las autoridades civiles. Les dijo: «Si hay que reprender a los dirigentes civiles, dejádmelo a mí. Cuidaos de no hacer acusaciones contra el César ni sus servidores». Esa misma noche Judas Iscariote llevó aparte a Jesús para averiguar por qué no se hacía nada por sacar a Juan de la cárcel. Y Judas no se quedó del todo satisfecho con la actitud de Jesús.

6. La semana de formación intensiva

138:6.1 (1542.6)La semana siguiente estuvo dedicada a un intenso programa de formación. Cada uno de los apóstoles antiguos se hacía cargo diariamente del apóstol que había presentado para repasar a fondo todo lo que habían aprendido y experimentado como preparación para el trabajo del reino. Los seis apóstoles más antiguos repasaron cuidadosamente en beneficio de los seis más nuevos las enseñanzas impartidas por Jesús hasta ese momento. Por la noche se reunían todos en el jardín de Zebedeo para ser instruidos por Jesús.

138:6.2 (1542.7)Fue por esta época cuando Jesús instituyó un día de vacación a media semana, y ellos mantuvieron este programa de descanso y recreo semanal durante todo el resto de la vida material de Jesús. Los miércoles, por regla general, se suspendían todas las actividades regulares y Jesús solía apartarse de ellos diciendo: «Hijos, hoy tenéis el día libre. Descansad del duro trabajo del reino y disfrutad volviendo a vuestras antiguas ocupaciones o descubriendo nuevas formas de diversión». En realidad Jesús no necesitaba este día de descanso durante esa fase de su vida terrenal, pero se amoldó a este plan porque sabía que era lo mejor para sus compañeros humanos. Jesús era el maestro —el Maestro— y sus compañeros eran sus alumnos, sus discípulos.

138:6.3 (1543.1)Jesús se esforzó por aclarar a sus apóstoles la diferencia entre sus enseñanzas y su vida entre ellos, y las enseñanzas que pudieran surgir sobre él en el futuro. Les dijo: «Mi reino y el evangelio relacionado con él serán la esencia de vuestro mensaje. No os desviéis predicando sobre mí y sobre mis enseñanzas. Proclamad el evangelio del reino y describid mi revelación del Padre del cielo, pero no os extraviéis creando leyendas y elaborando un culto dedicado a creencias y enseñanzas sobre mis creencias y enseñanzas». Una vez más, ellos no entendieron por qué les hablaba así, y ninguno se atrevió a preguntarle por qué les decía esas cosas.

138:6.4 (1543.2)En estas primeras enseñanzas Jesús trató de evitar en lo posible controversias con sus apóstoles, excepto cuando tenían conceptos equivocados sobre su Padre del cielo. En todos estos casos no vaciló nunca en corregir las creencias erróneas. Había un único propósito en la vida de Jesús en Urantia tras su bautismo, y era hacer una revelación mejor y más verdadera de su Padre del Paraíso. Él era el pionero del camino nuevo y mejor hacia Dios, el camino de la fe y el amor. Siempre exhortaba así a sus apóstoles: «Id a buscar a los pecadores; encontrad a los abatidos y confortad a los angustiados».

138:6.5 (1543.3)Jesús captaba perfectamente la situación. Poseía un poder ilimitado que podría haber utilizado para impulsar su misión, pero se conformaba con unos medios y unas personalidades que la mayoría de la gente habría considerado inadecuados e incluso insignificantes. Tenía entre manos una misión de enormes posibilidades teatrales, pero eligió ocuparse de los asuntos de su Padre de la manera más callada y menos espectacular, evitando cuidadosamente cualquier despliegue de poder. Se propuso trabajar sin ruido con sus doce apóstoles en las proximidades del mar de Galilea al menos durante varios meses.

7. Otra decepción

138:7.1 (1543.4)Jesús había proyectado una tranquila campaña misionera de cinco meses de labor personal. No dijo a los apóstoles cuánto duraría; trabajaban semana a semana. El primer día de la semana por la mañana temprano, justo cuando estaba a punto de desvelar estos planes a sus doce apóstoles, Simón Pedro, Santiago Zebedeo y Judas Iscariote fueron a hablar con él en privado. Pedro se hizo a un lado con Jesús y se atrevió a decirle: «Maestro, venimos a petición de nuestros compañeros para averiguar si no ha llegado ya el momento de entrar en el reino. ¿Proclamarás el reino en Cafarnaúm o hemos de trasladarnos a Jerusalén? ¿Cuándo sabremos, cada uno de nosotros, los puestos que vamos a ocupar contigo en el establecimiento del reino…» Pedro habría seguido preguntando pero Jesús levantó una mano reprobatoria, y después de indicar por señas a los demás apóstoles que se acercaran, les dijo: «Hijitos, ¡cuánta paciencia habré de tener con vosotros! ¿No os he dejado claro que mi reino no es de este mundo? Os he dicho muchas veces que no he venido a sentarme en el trono de David, ¿por qué preguntáis por el lugar que ocupará cada uno de vosotros en el reino del Padre? ¿No os dais cuenta de que os he llamado como embajadores de un reino espiritual? ¿No entendéis que pronto, muy pronto, me representaréis en el mundo y en la proclamación del reino como yo represento ahora a mi Padre que está en el cielo? ¿Cómo es posible que os haya elegido e instruido como mensajeros del reino, y que sin embargo no comprendáis aún la naturaleza ni la relevancia de este reino venidero de preeminencia divina en el corazón de los hombres? Amigos, escuchadme una vez más. Desterrad de vuestra mente la idea de que mi reino es un imperio de poder o un reinado de gloria. En verdad, todos los poderes del cielo y de la tierra serán puestos pronto en mis manos, pero no es voluntad del Padre que utilicemos esta dotación divina para glorificarnos durante esta edad. En otra edad os sentaréis conmigo en poder y gloria, pero nos corresponde ahora someternos a la voluntad del Padre y salir con humilde obediencia a ejecutar su mandato en la tierra».

138:7.2 (1544.1)Una vez más, sus colaboradores se quedaron consternados, estupefactos. Jesús los envió a orar de dos en dos y les pidió que se reunieran con él al mediodía. Esa mañana crucial cada uno de ellos trató de encontrar a Dios, cada uno de ellos se esforzó por dar ánimos y fortaleza al otro, y luego volvieron a reunirse con Jesús como les había pedido.

138:7.3 (1544.2)Entonces Jesús rememoró para ellos la venida de Juan, el bautismo en el Jordán, la boda en Caná, la reciente elección de los seis y el distanciamiento de sus propios hermanos en la carne, y les advirtió que el enemigo del reino trataría de alejarlos a ellos también. Tras estas breves pero sentidas palabras de Jesús, todos los apóstoles se levantaron liderados por Pedro para afirmar su entrega imperecedera a su Maestro y prometer lealtad inquebrantable al reino; en palabras de Tomás: «a ese reino venidero, sea lo que sea e incluso sin comprenderlo del todo». Todos ellos creían en Jesús de verdad aunque no comprendieran plenamente sus enseñanzas.

138:7.4 (1544.3)Jesús les preguntó después cuánto dinero tenían entre todos, y quiso saber también cómo pensaban mantener a sus familias. Cuando se vio que apenas tenían fondos suficientes para mantenerse durante dos semanas, dijo: «No es voluntad de mi Padre que empecemos nuestra misión en estas condiciones. Nos quedaremos aquí dos semanas junto al mar para pescar o trabajar en lo que encontremos. Mientras tanto os iréis organizando bajo la dirección de Andrés, el primer apóstol elegido, para que podáis disponer de todo lo que necesitéis en vuestro trabajo futuro, tanto en el ministerio personal que ejercéis ahora como cuando os ordene más adelante predicar el evangelio e instruir a los creyentes». Todos se alegraron muchísimo con estas palabras; era la primera vez que Jesús les indicaba de forma clara y positiva que proyectaba emprender más adelante una actividad pública más activa y ambiciosa.

138:7.5 (1544.4)Los apóstoles pasaron el resto del día organizándose y preparando las barcas y las redes para salir a pescar al día siguiente. Todos habían decidido que se dedicarían a la pesca porque la mayoría habían sido pescadores, incluso Jesús era un pescador experto además de fabricante de embarcaciones. Muchas de las embarcaciones que utilizaron en los años siguientes habían sido construidas por Jesús con sus propias manos. Y eran embarcaciones buenas y seguras.

138:7.6 (1544.5)Jesús los animó a dedicarse a la pesca durante dos semanas y añadió: «Más adelante os convertiréis en pescadores de hombres». Se dividieron en tres grupos, y Jesús salía a pescar con un grupo diferente cada noche. ¡Cuánto disfrutaban todos de la compañía de Jesús! Era un buen pescador, un compañero alegre y un amigo inspirador. Cuanto más trabajaban con él, más lo amaban. Como dijo un día Mateo: «Cuanto más entiendes a algunas personas menos las admiras, pero a este hombre cuanto menos lo entiendo más lo amo».

138:7.7 (1545.1)Este plan de pescar durante dos semanas y salir a hacer trabajo personal en favor del reino durante otras dos se mantuvo durante más de cinco meses, hasta finales de ese año 26 d. C., cuando cesaron las persecuciones dirigidas contra los discípulos de Juan tras el encarcelamiento del Bautista.

8. El primer trabajo de los doce

138:8.1 (1545.2)Después de vender el producto de las dos semanas de pesca, Judas Iscariote, elegido como tesorero de los doce, dividió los fondos apostólicos en seis partes iguales, una vez provistos los fondos necesarios para el mantenimiento de las familias a su cargo. Entonces, hacia mediados de agosto del año 26 d. C., salieron de dos en dos a las campañas de trabajo asignadas por Andrés. Las dos primeras semanas Jesús salió con Andrés y Pedro, las dos segundas, con Santiago y Juan, y así sucesivamente con las otras parejas en el orden en que habían sido elegidos. De este modo pudo salir al menos una vez con cada pareja antes de reunirlos para empezar su ministerio público.

138:8.2 (1545.3)Jesús les enseñó a predicar el perdón de los pecados a través de la fe en Dios, sin sacrificios ni penitencias, y que el Padre del cielo ama a todos sus hijos con el mismo amor eterno. Insistió mucho a sus apóstoles que evitaran hablar sobre:

138:8.3 (1545.4)1. La obra y el encarcelamiento de Juan el Bautista.

138:8.4 (1545.5)2. La voz que se oyó en el bautismo. Dijo Jesús: «Solo los que oyeron la voz pueden hablar de ella. Hablad solo de lo que habéis escuchado de mí; no habléis de rumores».

138:8.5 (1545.6)3. La transformación del agua en vino, en Caná. Jesús les encareció muy seriamente: «No contéis a nadie lo del agua y el vino».

138:8.6 (1545.7)Durante esos cinco o seis meses, los apóstoles pasaron muy buenos momentos. Trabajaban como pescadores cada dos semanas alternas y ganaban así dinero suficiente para mantenerse las otras dos semanas de campaña misionera para el reino.

138:8.7 (1545.8)La gente corriente se maravillaba con las enseñanzas y el ministerio de Jesús y sus apóstoles. Los rabinos habían enseñado durante mucho tiempo a los judíos que los ignorantes no podían ser ni piadosos ni justos. Pero los apóstoles de Jesús eran piadosos y justos, y sin embargo ignoraban alegremente gran parte del saber de los rabinos y de la sabiduría del mundo.

138:8.8 (1545.9)Jesús dejó muy clara a sus apóstoles la diferencia entre el arrepentimiento mediante las llamadas buenas obras, como enseñaban los judíos, y el cambio producido en la mente por la fe —el nuevo nacimiento— que él exigía como precio de entrada en el reino. Enseñó a sus apóstoles que la fe era el único requisito para entrar en el reino del Padre. Juan había predicado: «Arrepentíos, huid de la ira por venir», pero Jesús enseñaba que «la fe es la puerta abierta para entrar en el amor presente, perfecto y eterno de Dios». Jesús no hablaba como un profeta, como alguien que viene a proclamar la palabra de Dios. Parecía hablar de sí mismo como alguien que tiene autoridad. Jesús quería apartar sus mentes de la búsqueda de milagros y llevarlas a descubrir de forma real y personal la satisfacción y la seguridad de que el espíritu de amor y gracia salvadora de Dios moraba en ellos.

138:8.9 (1545.10)Los discípulos aprendieron muy pronto que el Maestro sentía profundo respeto y cordial estima por todos los seres humanos que conocía, y les impresionaba sobremanera la consideración uniforme e invariable que mostraba sistemáticamente hacia toda clase de hombres, mujeres y niños. A veces se paraba en medio de un profundo discurso para salir a la carretera y decir unas palabras de aliento a una mujer que pasaba cargada con el peso de su cuerpo y de su alma. Interrumpía una importante conversación con sus apóstoles para charlar con un niño inoportuno. No parecía haber nada tan importante para Jesús como el ser humano individual con quien se encontraba. Era instructor y maestro pero era más: un amigo, un buen vecino, un camarada comprensivo.

138:8.10 (1546.1)Aunque la enseñanza pública de Jesús consistía principalmente en parábolas y discursos breves, siempre instruía a sus apóstoles mediante preguntas y respuestas, y siempre interrumpió sus discursos públicos posteriores para responder a preguntas sinceras.

138:8.11 (1546.2)Al principio a los apóstoles se escandalizaban por la manera en que Jesús trataba a las mujeres, pero pronto se acostumbraron. Les explicó muy claramente que en el reino se otorgaría a las mujeres los mismos derechos que a los hombres.

9. Los cinco meses de prueba

138:9.1 (1546.3)Este periodo algo monótono de alternancia entre la pesca y el ministerio personal resultó ser una experiencia agotadora para los doce apóstoles, pero aguantaron la prueba. Con todas sus quejas, dudas e insatisfacciones pasajeras, fueron fieles a su promesa de entrega y lealtad al Maestro. Fue su asociación personal con Jesús durante estos meses de prueba lo que despertó en ellos un cariño tan grande que todos (salvo Judas Iscariote) permanecieron leales y fieles a su persona incluso en las horas oscuras del juicio y la crucifixión. Unos hombres cabales no podían de ninguna manera abandonar a un maestro venerado que había vivido tan cerca de ellos y se había entregado a ellos tanto como Jesús. Durante las horas sombrías de la muerte del Maestro, el corazón de estos apóstoles dejó de lado toda razón, todo juicio y toda lógica para dar paso a una única y extraordinaria emoción humana: el sentimiento supremo de amistad leal. Estos cinco meses de trabajo con Jesús indujeron a sus apóstoles, a cada uno de ellos, a considerarlo como el mejor amigo que tenían en el mundo. Fue este sentimiento humano, y no sus magníficas enseñanzas ni sus hechos maravillosos, lo que los mantuvo unidos hasta después de la resurrección y de la proclamación renovada del evangelio del reino.

138:9.2 (1546.4)Los apóstoles superaron la prueba de estos meses de trabajo callado, pero este periodo de inactividad pública supuso además un gran conflicto para la familia de Jesús. Cuando se disponía a emprender su obra pública, Jesús había sido prácticamente abandonado por toda su familia (excepto Rut). Más adelante intentarían comunicarse alguna vez con él, pero solo para persuadirlo de volver a casa con ellos, pues sospechaban que había perdido el juicio. Eran sencillamente incapaces de interpretar su filosofía o captar sus enseñanzas; todo ello era demasiado para los de su propia carne y sangre.

138:9.3 (1546.5)Los apóstoles prosiguieron su labor personal en Cafarnaúm, Betsaida-Julias, Corazín, Gerasa, Hipos, Magdala, Caná, Belén de Galilea, Jotapata, Ramá, Safed, Giscala, Gadara y Abila. Además de actuar en estas ciudades, trabajaron en muchos pueblos y también en el campo. Al final de este periodo los doce habían establecido planes bastante satisfactorios para atender a las necesidades de sus respectivas familias. Casi todos los apóstoles estaban casados y algunos tenían varios hijos, pero organizaron el mantenimiento de sus familiares de tal forma que, con alguna pequeña asistencia de los fondos apostólicos, pudieron dedicar todas sus energías al trabajo del Maestro sin tener que preocuparse por el bienestar económico de sus familias.

10. La organización de los doce

138:10.1 (1547.1)Los apóstoles se organizaron muy pronto de la siguiente manera:

138:10.2 (1547.2)1. Andrés, el primer apóstol elegido, fue designado presidente y director general de los doce.

138:10.3 (1547.3)2. Pedro, Santiago y Juan fueron nombrados acompañantes personales de Jesús. Habían de asistirlo día y noche, atender a sus diversas necesidades materiales y acompañarlo en las vigilias nocturnas de oración y comunión misteriosa con el Padre del cielo.

138:10.4 (1547.4)3. Felipe fue nombrado administrador del grupo. Era el responsable del avituallamiento y debía asegurarse de que los visitantes, y a veces incluso las multitudes de oyentes, tuvieran algo que comer.

138:10.5 (1547.5)4. Natanael velaba por las necesidades de las familias de los doce. Recibía informes regulares sobre las necesidades de la familia de cada apóstol, pedía los fondos a Judas, el tesorero, y los enviaba cada semana.

138:10.6 (1547.6)5. Mateo era el agente financiero del cuerpo apostólico, el encargado de velar por que el presupuesto estuviera equilibrado y la tesorería abastecida. En caso de falta de fondos, si no se recibían donaciones suficientes para mantener al colectivo, Mateo estaba facultado para ordenar a los doce que volvieran a sus redes durante un tiempo. Esto nunca fue necesario tras el comienzo del ministerio público, pues hubo siempre tesorería suficiente para financiar las actividades.

138:10.7 (1547.7)6. Tomás organizaba los itinerarios. Se encargaba de gestionar el alojamiento y seleccionar de manera general los lugares donde enseñar y predicar, para asegurar un programa de desplazamientos coordinado y eficaz.

138:10.8 (1547.8)7. A Santiago y Judas, los hijos gemelos de Alfeo, se les encomendó la gestión de las multitudes. Su tarea consistía en reclutar un número suficiente de controladores entre los asistentes para mantener el orden público durante la predicación.

138:10.9 (1547.9)8. Simón Zelotes era el encargado del descanso y la diversión. Organizaba los programas de los miércoles e intentaba también proporcionar unas horas diarias de recreo.

138:10.10 (1547.10)9. Judas Iscariote fue nombrado tesorero. Portaba la bolsa. Pagaba todos los gastos y llevaba la contabilidad. Presentaba los presupuestos semanales a Mateo y los informes semanales a Andrés. Judas hacía los pagos previa autorización de Andrés.

138:10.11 (1547.11)Así funcionó la organización original de los doce hasta el momento en que tuvieron que reorganizarse por la deserción de Judas, el traidor. El Maestro siguió viviendo de esta manera sencilla con sus apóstoles-discípulos hasta que los reunió el domingo 12 de enero del año 27 d. C. y los ordenó formalmente como embajadores del reino y predicadores de su buena nueva. Poco después se prepararon para salir hacia Jerusalén y Judea en su primera gira de predicación pública.