Documento 149 - La segunda gira de predicación

   
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El libro de Urantia

Documento 149

La segunda gira de predicación

149:0.1 (1668.1) LA segunda gira de predicación pública por Galilea empezó el domingo 3 de octubre del año 28 d. C. y duró casi tres meses, hasta el 30 de diciembre. Participaron en esta empresa Jesús y sus doce apóstoles asistidos por el cuerpo recién reclutado de 117 evangelistas y muchas otras personas interesadas. En esta gira visitaron Gadara, Tolemaida, Jafia, Dabarita, Meguido, Jezreel, Escitópolis, Tariquea, Hipos, Gamala, Betsaida-Julias y otras muchas aldeas y ciudades.

149:0.2 (1668.2) Antes de emprender la marcha ese domingo por la mañana, Andrés y Pedro pidieron a Jesús que asignara a los nuevos evangelistas sus obligaciones definitivas, pero el Maestro les dijo que a él no le correspondían las cosas que otros podían hacer aceptablemente. Tras las debidas deliberaciones Santiago Zebedeo quedó encargado de hacer las asignaciones. Cuando Santiago concluyó sus comentarios Jesús dijo a los evangelistas: «Id ahora a hacer el trabajo que os ha sido encomendado, y más adelante, cuando hayáis demostrado vuestra competencia y fidelidad, os ordenaré para que prediquéis el evangelio del reino».

149:0.3 (1668.3) En esta gira solo Santiago y Juan viajaron con Jesús. Pedro y los demás apóstoles se llevaron consigo a unos doce evangelistas cada uno y permanecieron en estrecho contacto con ellos mientras llevaban a cabo su trabajo de enseñanza y predicación. En cuanto los creyentes estaban preparados para entrar en el reino, los apóstoles les administraban el bautismo. Jesús y sus dos acompañantes viajaron constantemente durante estos tres meses, y muchas veces visitaban dos ciudades el mismo día para observar el trabajo de los evangelistas y animarlos en sus esfuerzos por establecer el reino. El objetivo principal de esta segunda gira de predicación era proporcionar experiencia práctica al cuerpo de 117 evangelistas recién instruidos.

149:0.4 (1668.4) Durante estos tres meses y los posteriores, hasta que Jesús y los doce hicieron su último viaje a Jerusalén, David Zebedeo estableció un cuartel general permanente para la obra del reino en la casa de su padre en Betsaida. Era la sede central de las operaciones de Jesús en la tierra y la estación de relevo del servicio de mensajeros organizado por David para coordinar a los evangelistas que trabajaban en las distintas zonas de Palestina y regiones adyacentes. Todo esto lo hizo por iniciativa propia pero con la aprobación de Andrés. David empleó entre cuarenta y cincuenta mensajeros en este departamento de inteligencia al servicio de la obra del reino que se expandía rápidamente. Y mientras se dedicaba a esto, se ganaba parcialmente la vida con su antiguo oficio de pescador.

1. El renombre de Jesús

149:1.1 (1668.5) Cuando se desmontó el campamento de Betsaida la fama de Jesús, sobre todo como sanador, ya se había extendido por todas las regiones de Palestina y por toda Siria y los países vecinos. Durante muchas semanas siguieron llegando enfermos a Betsaida pero el Maestro ya no estaba. Al no encontrarlo, se enteraban por David de su paradero y se iban tras de él. En esta gira Jesús no realizó de forma deliberada ninguno de los llamados milagros de curación. Sin embargo numerosos afligidos recuperaron la salud y la felicidad como resultado del poder reconstituyente de la intensa fe que los impulsaba a buscar la curación.

149:1.2 (1669.1) Hacia la época de esta misión empezaron a aparecer —y continuaron durante el resto de la vida de Jesús en la tierra— una serie de fenómenos peculiares e inexplicables de curación. Durante esta gira de tres meses más de cien hombres, mujeres y niños de Judea, Idumea, Galilea, Siria, Tiro y Sidón, y de más allá del Jordán se beneficiaron de estas curaciones realizadas por Jesús de forma inconsciente, y al volver a sus casas contribuyeron a aumentar la fama del Maestro. Y lo hicieron a pesar de que Jesús, cada vez que observaba uno de estos casos de curación espontánea, advertía directamente al beneficiario que «no se lo contara a nadie».

149:1.3 (1669.2) Nunca se nos ha revelado qué ocurría exactamente en estos casos de curación espontánea o inconsciente. Como única explicación sobre cómo se efectuaban estas curaciones, el Maestro se limitó a decir varias veces a sus apóstoles: «Percibo que ha salido poder de mí». En una ocasión fue tocado por un niño enfermo y comentó: «Percibo que ha salido vida de mí».

149:1.4 (1669.3) A falta de información directa del Maestro sobre la naturaleza de estos casos de curación espontánea, sería un atrevimiento por nuestra parte intentar explicar cómo se llevaron a cabo, pero sí es permisible que dejemos constancia de nuestra opinión sobre todos estos fenómenos de curación. Creemos que muchos de los aparentes milagros de curación que ocurrieron durante el ministerio de Jesús en la tierra fueron el resultado de la coexistencia de estas tres poderosas influencias asociadas:

149:1.5 (1669.4) 1. La presencia de una fe fuerte, dominante y viva en el corazón del ser humano que buscaba con insistencia la curación, unida al hecho de desear dicha curación más por sus beneficios espirituales que por un restablecimiento puramente físico.

149:1.6 (1669.5) 2. La existencia, concomitante con esta fe humana, de una gran solidaridad y compasión en el Hijo Creador de Dios encarnado y dominado por la misericordia, que poseía realmente en su persona prerrogativas y poderes creativos de curación casi ilimitados e independientes del tiempo.

149:1.7 (1669.6) 3. Junto con la fe de la criatura y la vida del Creador, hay que tener presente además que este Dios-hombre era la expresión personificada de la voluntad del Padre. Si al entrar en contacto la necesidad humana con el poder divino capaz de satisfacerla, el Padre no deseaba otra cosa, los dos se hacían uno y la curación se producía de forma inconsciente para el Jesús humano, aunque era reconocida en el acto por su naturaleza divina. Por lo tanto, la explicación de muchos de estos casos de curación tiene que estar en una gran ley conocida por nosotros desde hace mucho, a saber: lo que el Hijo Creador desea y el Padre eterno quiere ES.

149:1.8 (1669.7) Opinamos, pues, que ante la presencia personal de Jesús, ciertas formas de fe humana profunda forzaban literal y verdaderamente a que se manifestara la curación mediante ciertas fuerzas y personalidades creativas del universo muy íntimamente asociadas al Hijo del Hombre en aquel momento. Y así queda constatado el hecho de que Jesús permitía con frecuencia que los hombres se curaran a sí mismos en su presencia gracias a la poderosa fe personal de esos enfermos.

149:1.9 (1670.1) Otros muchos buscaban la curación con propósitos puramente egoístas. Una rica viuda de Tiro apareció con su séquito buscando la curación de sus enfermedades, que eran muchas. Iba siguiendo a Jesús por toda Galilea y ofreciéndole cada vez más dinero, como si el poder de Dios pudiera comprarse al mejor postor. Pero nunca se llegó a interesar por el evangelio del reino, solo buscaba la curación de sus dolencias físicas.

2. La actitud de la gente

149:2.1 (1670.2) Jesús entendía la mente de los hombres y sabía lo que había en el corazón del hombre. Si sus enseñanzas se hubieran dejado como él las presentó, con la interpretación inspiradora de su vida terrenal como único comentario, todas las naciones y todas las religiones del mundo habrían abrazado rápidamente el evangelio del reino. Los esfuerzos bienintencionados de los primeros seguidores de Jesús por reformular sus enseñanzas a fin de hacerlas más aceptables para ciertas naciones, razas y religiones solo consiguieron hacer dichas enseñanzas menos aceptables para todas las demás naciones, razas y religiones.

149:2.2 (1670.3) El apóstol Pablo, en su esfuerzo por atraer a ciertos colectivos de su tiempo hacia las enseñanzas de Jesús, escribió muchas cartas de instrucciones y consejos. Otros maestros del evangelio de Jesús hicieron lo mismo, aunque ninguno sospechó que algunos de estos escritos serían reunidos más adelante y presentados como la materialización de las enseñanzas de Jesús. Y así, aunque el llamado cristianismo contiene más del evangelio del Maestro que ninguna otra religión, contiene también mucho que Jesús no enseñó. Con independencia de la incorporación de muchas enseñanzas de los misterios persas y mucha filosofía griega al cristianismo primitivo, se cometieron dos grandes errores:

149:2.3 (1670.4) 1. El esfuerzo por conectar la enseñanza del evangelio directamente con la teología judía, como se ilustra en las doctrinas cristianas de la expiación: la enseñanza de que Jesús era el Hijo sacrificado para satisfacer la severa justicia del Padre y aplacar la ira divina. Estas enseñanzas, nacidas del loable esfuerzo de hacer el evangelio del reino más aceptable para los judíos incrédulos, no lograron su objetivo de ganarse a los judíos y consiguieron confundir y alejar a muchas almas sinceras de todas las generaciones posteriores.

149:2.4 (1670.5) 2. El segundo gran error de los primeros seguidores del Maestro, error perpetuado por todas las generaciones posteriores, fue organizar tan enteramente la enseñanza cristiana en torno a la persona de Jesús. Este énfasis excesivo de la teología del cristianismo en la personalidad de Jesús ha contribuido a oscurecer sus enseñanzas. Todo esto ha hecho cada vez más difícil que los judíos, los mahometanos, los hindúes y otras personas religiosas orientales acepten las enseñanzas de Jesús. No queremos restar importancia al lugar que ocupa la persona de Jesús en una religión que podría llevar su nombre, pero tampoco podemos admitir que dicha consideración eclipse su vida inspirada o suplante su mensaje salvador: la paternidad de Dios y la hermandad del hombre.

149:2.5 (1670.6) Los maestros de la religión de Jesús deberían acercarse a otras religiones reconociendo las verdades que tienen en común (muchas de las cuales vienen directa o indirectamente del mensaje de Jesús) en vez de subrayar las diferencias.

149:2.6 (1671.1) La fama de Jesús en aquel momento se basaba principalmente en su reputación como sanador, pero eso no significa que fuera siempre así. Con el paso del tiempo era buscado cada vez más por su ayuda espiritual, aunque el atractivo más directo e inmediato sobre la gente común lo ejercieran las curaciones físicas. Las víctimas de la esclavitud moral y el acoso mental recurrían cada vez más a Jesús, y él les mostraba invariablemente el camino de la liberación. Los padres le pedían consejo sobre la dirección de sus hijos y las madres ayuda para guiar a sus hijas. Los que estaban sumidos en las tinieblas acudían a él, y él les revelaba la luz de la vida. Prestaba siempre oídos a los pesares de la humanidad y ayudaba a todo el que buscaba su ministerio.

149:2.7 (1671.2) Cuando el Creador mismo estuvo en la tierra encarnado a imagen y semejanza de carne mortal, fue inevitable que sucedieran algunas cosas extraordinarias, pero nunca deberíais acercaros a Jesús a través de esos acontecimientos llamados milagrosos. Aprended a acercaros al milagro a través de Jesús, pero no cometáis el error de acercaros a Jesús a través del milagro. Esta recomendación está justificada a pesar de que Jesús de Nazaret es el único fundador de una religión que realizó actos supramateriales en la tierra.

149:2.8 (1671.3) La característica más sorprendente y revolucionaria de la misión de Miguel en la tierra fue su actitud hacia las mujeres. En una época y generación en la que estaba mal visto que un hombre saludara incluso a su propia esposa en un lugar público, Jesús se atrevió a llevar consigo a mujeres como maestras del evangelio en su tercera gira por Galilea. Y tuvo el consumado valor de hacerlo frente a la enseñanza rabínica que declaraba que era «mejor quemar las palabras de la ley que entregárselas a mujeres».

149:2.9 (1671.4) En una sola generación Jesús sacó a las mujeres del olvido irrespetuoso y la penosidad servil de siglos. La gran vergüenza de la religión que se atrevió a tomar para sí el nombre de Jesús es que le haya faltado el valor moral de seguir este noble ejemplo en su actitud posterior hacia las mujeres.

149:2.10 (1671.5) Cuando Jesús se mezclaba con la gente se mostraba totalmente libre de las supersticiones de aquella época. Carecía de prejuicios religiosos; no era nunca intolerante. No había lugar en su corazón para el antagonismo social. Aunque acataba lo que había de bueno en la religión de sus padres, no vacilaba en prescindir de las tradiciones de superstición y sometimiento creadas por el hombre. Se atrevió a enseñar que las catástrofes de la naturaleza, los accidentes del tiempo y otros acontecimientos calamitosos no son escarmientos del juicio divino ni decretos misteriosos de la Providencia. Denunció la devoción servil a ceremoniales vacíos y desenmascaró la falacia del culto materialista. Proclamó audazmente la libertad espiritual del hombre y se atrevió a enseñar que los mortales que viven en la carne son, de hecho y en verdad, hijos del Dios vivo.

149:2.11 (1671.6) Jesús superó todas las enseñanzas de sus antepasados cuando sustituyó audazmente las manos limpias por corazones limpios como signo de la religión verdadera. Puso la realidad en el lugar de la tradición y barrió todas las pretensiones de la hipocresía y la vanidad. Y sin embargo este intrépido hombre de Dios no cayó nunca en la crítica destructiva ni mostró total desdén hacia los usos religiosos, sociales, económicos y políticos de su época. No fue un revolucionario militante; fue un evolucionista progresivo. Solo se proponía destruir lo que era cuando podía ofrecer simultáneamente a sus semejantes la cosa superior que debía ser.

149:2.12 (1672.1) Jesús inspiraba obediencia a sus seguidores sin exigirla. Solo tres hombres que recibieron su llamada personal se negaron a aceptar la invitación a ser discípulos suyos. Ejercía un especial poder de atracción sobre los hombres sin ser dictatorial. Inspiraba confianza y nadie se molestó nunca por una orden suya. Tenía autoridad absoluta sobre sus discípulos y ninguno puso nunca ninguna objeción. Permitía que sus seguidores lo llamaran Maestro.

149:2.13 (1672.2) Todos los que conocían al Maestro lo admiraban, excepto los que tenían prejuicios religiosos muy arraigados o los que creían percibir un peligro político en sus enseñanzas. Los hombres se asombraban por la originalidad y la autoridad de su enseñanza. Se maravillaban de su paciencia ante las preguntas de personas molestas o retrasadas. Inspiraba esperanza y confianza en el corazón de todos los que recibían su ministerio. Solo le temían los que no lo conocían, y solo fue odiado por los que veían en él al paladín de una verdad destinada a destruir el mal y el error que estaban decididos a mantener a toda costa en sus corazones.

149:2.14 (1672.3) Ejercía una influencia poderosa y particularmente fascinante tanto sobre sus amigos como sobre sus enemigos. Las multitudes lo seguían durante semanas solo para escuchar sus palabras benévolas y contemplar su vida sencilla. Hombres y mujeres leales amaban a Jesús con un afecto casi sobrehumano, y cuanto más lo conocían más lo amaban. Todo esto sigue siendo verdad. Incluso hoy en día y en todas las edades futuras, cuanto más llegue el hombre a conocer a este hombre-Dios más lo amará y lo seguirá.

3. La hostilidad de los líderes religiosos

149:3.1 (1672.4) Mientras la gente común acogía favorablemente a Jesús y sus enseñanzas, crecía la alarma y la hostilidad entre los líderes religiosos de Jerusalén. Los fariseos habían formulado una teología sistemática y dogmática. Jesús enseñaba cuando se presentaba la ocasión; no era un maestro sistemático. Jesús enseñaba no tanto a partir de la ley como a partir de la vida, mediante parábolas. (Y cuando empleaba una parábola para ilustrar su mensaje, solo utilizaba un rasgo de la historia con esa finalidad. Es posible llegar a muchas conclusiones erróneas sobre las enseñanzas de Jesús si se intenta interpretar sus parábolas como alegorías.)

149:3.2 (1672.5) Los líderes religiosos de Jerusalén se estaban poniendo frenéticos tras la reciente conversión del joven Abraham seguida por la deserción de los tres espías, que habían sido bautizados por Pedro y se habían unido a los evangelistas en esta segunda gira de predicación por Galilea. Los líderes judíos, cada vez más cegados por el miedo y los prejuicios, endurecían sus corazones a fuerza de rechazar a las atrayentes verdades del evangelio del reino. Cuando los hombres se cierran a la llamada del espíritu que mora en su interior, poco se puede hacer para modificar su actitud.

149:3.3 (1672.6) La primera vez que Jesús se reunió con los evangelistas en el campamento de Betsaida terminó su discurso con estas palabras: «No olvidéis que tanto en cuerpo como en mente —es decir, a nivel emocional— cada hombre reacciona individualmente. La única cosa uniforme que hay en los hombres es el espíritu que mora en su interior. Aunque los espíritus divinos pueden variar algo en cuanto a la naturaleza y el grado de su experiencia, reaccionan uniformemente a todas las llamadas espirituales. Solo a través de este espíritu, y apelando a él, puede la humanidad alcanzar algún día la unidad y la hermandad». Pero muchos de los líderes de los judíos habían cerrado las puertas de su corazón a la llamada espiritual del evangelio. Desde ese día no dejaron de planear y conspirar para destruir al Maestro. Estaban convencidos de que Jesús tenía que ser detenido, condenado y ejecutado como delincuente religioso, como violador de las enseñanzas cardinales de la ley sagrada de los judíos.

4. El progreso de la gira de predicación

149:4.1 (1673.1) Jesús hizo muy poco trabajo público durante esta gira de predicación y se dedicó principalmente a dirigir clases vespertinas para los creyentes en la mayoría de las ciudades y pueblos donde residía a la sazón con Santiago y Juan. En una de estas sesiones vespertinas uno de los evangelistas más jóvenes hizo a Jesús una pregunta sobre la ira, y el Maestro le respondió entre otras cosas:

149:4.2 (1673.2) «La ira es una manifestación material que representa de modo general la medida en que la naturaleza espiritual no logra ejercer control sobre la combinación de las naturalezas física e intelectual. La ira es la demostración de vuestra falta de amor fraternal tolerante unida a vuestra falta de dignidad y autocontrol. La ira consume la salud, envilece la mente y obstaculiza al maestro de espíritu que hay en el alma del hombre. ¿No habéis leído en las Escrituras que ‘al necio lo mata la ira’ y que el hombre ‘se desgarra a sí mismo en su ira’? ¿Que ‘el que tarda en airarse es grande en entendimiento’, mientras que ‘el que es irascible enaltece la necedad’? Todos sabéis que ‘la suave respuesta aparta el furor’, y que ‘la palabra áspera hace subir la ira’. ‘La discreción del hombre retrasa la ira’, mientras que ‘como ciudad derribada y sin muro es el hombre que no domina su espíritu’. ‘Cruel es la ira e impetuoso el furor’. ‘El hombre iracundo levanta contiendas, y el furioso abunda en transgresiones’. ‘No te apresures en tu espíritu, porque la ira reposa en el seno de los necios’.» Jesús concluyó diciendo: «Haced que vuestro corazón esté tan dominado por el amor que vuestro guía de espíritu pueda liberaros fácilmente de la tendencia a dejaros llevar por esos ataques de ira animal que son incompatibles con el estatus de filiación divina».

149:4.3 (1673.3) En esta misma ocasión el Maestro les habló sobre la conveniencia de poseer un carácter equilibrado. Reconoció que la mayoría de los hombres necesitan dedicarse a dominar alguna profesión, aunque deploraba toda tendencia a la especialización excesiva que pudiera estrechar las miras y circunscribir las actividades de la vida. Llamó la atención sobre el hecho de que cualquier virtud llevada al extremo puede convertirse en vicio. Jesús predicaba siempre templanza y enseñaba coherencia: el ajuste proporcionado de los problemas de la vida. Precisó que un exceso de piedad y compasión puede degenerar en una grave inestabilidad emocional; que el entusiasmo puede llevar al fanatismo. Habló de uno de sus antiguos compañeros cuya imaginación lo había conducido a empresas visionarias e inviables, y les previno al mismo tiempo contra el peligro de estancarse en una mediocridad demasiado conservadora.

149:4.4 (1673.4) Jesús les habló después sobre los peligros de la fe y la valentía, que pueden conducir al alma no reflexiva a la temeridad y la arrogancia. Les mostró asimismo que la prudencia y la discreción llevadas demasiado lejos conducen a la cobardía y al fracaso. Exhortó a sus oyentes a ser originales, pero evitando siempre toda tendencia a la excentricidad. Defendió la compasión sin sentimentalismos, la piedad sin mojigatería. Enseñó a venerar sin miedos ni supersticiones.

149:4.5 (1674.1) Lo que más impresionaba a los compañeros de Jesús no era tanto lo que enseñaba sobre el carácter equilibrado como el hecho de que su propia vida fuera un ejemplo tan elocuente de su enseñanza. Vivió entre tormentas y tensiones, pero no vaciló nunca. Sus enemigos le tendían continuas trampas, pero nunca cayó en ellas. Los sabios y eruditos intentaban ponerle zancadillas, pero no tropezó. Trataban de enredarlo en controversias, pero sus respuestas eran siempre esclarecedoras, dignas y definitivas. Cuando interrumpían sus discursos con innumerables preguntas, sus respuestas eran siempre concluyentes y significativas. No recurrió nunca a tácticas innobles para afrontar la continua presión de sus enemigos, que no dudaban en emplear todo tipo de ataques falsos, injustos y tramposos contra él.

149:4.6 (1674.2) Es cierto que muchos hombres y mujeres deben concentrase asiduamente en una actividad determinada como medio de ganarse la vida, pero no deja de ser muy deseable que los seres humanos cultiven una amplia variedad de conocimientos culturales sobre la vida tal como se vive en la tierra. Las personas verdaderamente cultas no se conforman con permanecer en la ignorancia sobre la vida y las actividades de sus semejantes.

5. La lección sobre el contentamiento

149:5.1 (1674.3) Cuando Jesús fue a visitar al grupo de evangelistas supervisado por Simón Zelotes, durante la charla nocturna Simón preguntó al Maestro: «¿Por qué algunas personas están mucho más felices y contentas que otras? ¿Qué tiene que ver el contentamiento con la experiencia religiosa?». Jesús le respondió entre otras cosas:

149:5.2 (1674.4) «Simón, algunas personas son por naturaleza más felices que otras. Eso depende muchísimo de la buena disposición del hombre a dejarse guiar y dirigir por el espíritu del Padre que vive dentro de él. ¿No has leído en las Escrituras las palabras del sabio: ‘El espíritu del hombre es la vela del Señor que escudriña lo más profundo de su ser’? Y también que estos mortales conducidos por el espíritu dicen: ‘Las cuerdas cayeron para mí en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado’. ‘Mejor es lo poco del justo que la abundancia de muchos impíos’, pues ‘el hombre bueno encuentra satisfacción dentro de sí mismo’. ‘El corazón alegre hermosea el rostro y es una fiesta constante. Mejor es lo poco con el temor al Señor, que el gran tesoro donde hay turbación. Mejor es la comida de legumbres donde hay amor, que de buey engordado donde hay odio. Mejor es poco con justicia que gran ganancia con injusticia.’ ‘El corazón alegre es buena medicina.’ ‘Es mejor un puñado con serenidad que una sobreabundancia con penas e irritación del espíritu.’

149:5.3 (1674.5) «Gran parte de la pena del hombre nace de la frustración de sus ambiciones y de las heridas de su orgullo. Aunque los hombres se deben a sí mismos llevar la mejor vida posible en la tierra, una vez que lo han intentado con todo empeño, deberían aceptar su suerte alegremente y ejercitar su ingenio para sacar el máximo partido a lo que ha caído en sus manos. El origen de muchísimos problemas de los hombres está en el fondo de miedo que tiene por naturaleza su propio corazón. ‘Huye el impío sin que nadie lo persiga.’ ‘Los impíos son como un mar agitado, que no puede estar quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo; no hay paz, dice Dios, para los impíos.’

149:5.4 (1674.6) «No busquéis, pues, la paz falsa y el gozo pasajero sino la seguridad de la fe y las garantías de la filiación divina que dan serenidad, contentamiento y gozo supremo en el espíritu.»

149:5.5 (1675.1) Jesús no consideraba este mundo precisamente como un «valle de lágrimas». Lo veía más bien como la esfera de nacimiento de los espíritus eternos e inmortales destinados a ascender al Paraíso, como «el valle donde se hacen las almas».

6. El «temor al Señor»

149:6.1 (1675.2) Fue en Gamala, durante la charla vespertina, donde Felipe preguntó a Jesús: «Maestro, ¿por qué nos enseñan las Escrituras a ‘temer al Señor’ mientras tú nos dices que miremos al Padre del cielo sin temor? ¿Cómo podemos armonizar estas enseñanzas?». Jesús respondió a Felipe, diciendo:

149:6.2 (1675.3) «Hijos, no me sorprende que hagáis estas preguntas. Al principio el hombre solo podía aprender a venerar por miedo, pero yo he venido a revelar el amor del Padre de forma que os sintáis llevados a adorar al Eterno mediante el poder de atracción del reconocimiento afectuoso de un hijo y la reciprocidad del amor profundo y perfecto del Padre. Quisiera liberaros del cautiverio de sentiros obligados por la esclavitud del miedo al servicio fastidioso de un Dios-Rey celoso e iracundo. Quisiera instruiros en la relación de Padre a hijo entre Dios y el hombre para que podáis ser conducidos alegremente a la libre adoración sublime y superna a un Padre-Dios amoroso, justo y misericordioso.

149:6.3 (1675.4) «El ‘temor al Señor’ ha tenido diferentes significados a través de los tiempos; empezó como miedo, pasó por la angustia y el terror, y llegó hasta el pavor y la veneración. Ahora yo quisiera elevaros desde la veneración hasta el amor mediante el reconocimiento, la comprensión y la apreciación. Cuando el hombre solo reconoce las obras de Dios, es inducido a temer al Supremo; pero cuando empieza a entender y experimentar la personalidad y el carácter del Dios vivo, es llevado a amar cada vez más a este Padre bueno y perfecto, universal y eterno. Y es precisamente este cambio de relación entre el hombre y Dios lo que constituye la misión del Hijo del Hombre en la tierra.

149:6.4 (1675.5) «Los hijos inteligentes no temen a su padre para poder recibir buenos dones de sus manos. Una vez que ya han recibido en abundancia las cosas buenas otorgadas por los dictados del afecto del padre hacia sus hijos e hijas, estos hijos muy amados se sienten inducidos a amar a su padre como respuesta de reconocimiento y apreciación por su generosa beneficencia. La bondad de Dios conduce al arrepentimiento; la beneficencia de Dios conduce al servicio; la misericordia de Dios conduce a la salvación; mientras que el amor de Dios conduce a la adoración inteligente y espontánea.

149:6.5 (1675.6) «Vuestros antepasados temían a Dios porque era poderoso y misterioso. Vosotros lo adoraréis porque es magnífico en el amor, abundante en la misericordia y glorioso en la verdad. El poder de Dios engendra temor en el corazón del hombre, pero la nobleza y la rectitud de su personalidad provocan veneración, amor y adoración voluntaria. Un hijo cumplidor y afectuoso no tiene miedo ni terror a su padre por muy poderoso y noble que sea. He venido al mundo a poner amor en lugar de temor, alegría en lugar de tristeza, confianza en lugar de terror, servicio por amor y adoración agradecida en lugar de esclavitud servil y ceremonias sin sentido. Para los que están en tinieblas sigue siendo verdad que ‘el temor al Señor es el principio de la sabiduría’, pero cuando la luz venga más plenamente, los hijos de Dios serán conducidos a alabar al Infinito por lo que es, en lugar de temerlo por lo que hace.

149:6.6 (1675.7) «Cuando los hijos son pequeños y no razonan hay que obligarles necesariamente a respetar a sus padres; pero cuando crecen y empiezan a apreciar mejor los beneficios del cuidado y la protección de sus padres, se va desarrollando en ellos un respeto comprensivo y un afecto creciente que los elevan hasta un nivel de experiencia en el que aman realmente a sus padres por lo que son más que por lo que han hecho. El padre ama de manera natural a su hijo, pero el hijo debe desarrollar su amor por el padre empezando por el temor a lo que el padre pueda hacer, pasando por el respeto reverencial, el terror, la dependencia y la veneración, hasta llegar a la consideración agradecida y afectuosa del amor.

149:6.7 (1676.1) «Se os ha enseñado que debéis ‘temer a Dios y guardar sus mandamientos, pues ese es todo el deber del hombre’. Pero yo he venido a daros un mandamiento nuevo y más alto. Quisiera enseñaros a ‘amar a Dios y aprender a hacer su voluntad, pues ese es el máximo privilegio de los hijos liberados de Dios’. A vuestros padres les enseñaron a ‘temer a Dios, al Rey Todopoderoso’. Yo os enseño: ‘Amad a Dios, al Padre infinitamente misericordioso’.

149:6.8 (1676.2) «En el reino de los cielos que he venido a proclamar no hay ningún gran rey poderoso; este reino es una familia divina. El centro y cabeza universalmente reconocido y adorado sin reservas de esta extensa hermandad de seres inteligentes es mi Padre y vuestro Padre. Yo soy su Hijo, y vosotros sois también sus hijos. Por eso es eternamente cierto que vosotros y yo somos hermanos en el estado celestial, y mucho más desde que nos hemos convertido en hermanos en la carne en la vida terrenal. Dejad pues de temer a Dios como a un rey o de servirle como a un amo; aprended a venerarlo como al Creador, a honrarlo como al Padre de vuestra juventud en el espíritu, a amarlo como a un defensor misericordioso y a adorarlo en última instancia como al Padre amoroso e infinitamente sabio de esta fase más madura de vuestra comprensión y apreciación espiritual.

149:6.9 (1676.3) «De vuestros conceptos equivocados del Padre del cielo nacen vuestras ideas falsas sobre la humildad y surge gran parte de vuestra hipocresía. El hombre puede ser un gusano de tierra por su naturaleza y origen, pero cuando pasa a ser habitado por el espíritu de mi Padre, ese hombre se hace divino en cuanto a su destino. El espíritu otorgado de mi Padre regresará con toda seguridad a la fuente divina y al nivel de su origen en el universo, y el alma humana del hombre mortal, que se habrá convertido en la hija renacida de este espíritu que mora en su interior, ascenderá ciertamente con el espíritu divino hasta la presencia misma del Padre eterno.

149:6.10 (1676.4) «La humildad es una actitud conveniente en el hombre mortal que recibe todos estos regalos del Padre del cielo, aunque sin perder de vista que hay una dignidad divina incorporada a todos esos candidatos por la fe al ascenso eterno al reino celestial. Las prácticas serviles y carentes de sentido de una humildad falsa y ostentosa son incompatibles con el debido aprecio a la fuente de vuestra salvación y con el reconocimiento del destino de vuestras almas nacidas del espíritu. Es muy apropiado que seáis humildes ante Dios en el fondo de vuestro corazón; la mansedumbre ante los hombres es encomiable, pero la hipocresía de una humildad estudiada para llamar la atención es infantil e indigna de los hijos esclarecidos del reino.

149:6.11 (1676.5) «Hacéis bien en ser mansos ante Dios y ecuánimes ante los hombres, pero que vuestra mansedumbre sea de origen espiritual y no un alarde autoengañoso de pretendida superioridad moral. El profeta habló con acierto cuando dijo: ‘Caminad humildemente con Dios’, porque el Padre del cielo, a pesar de ser el Infinito y el Eterno, mora también ‘en aquel que tiene una mente contrita y un espíritu humilde’. Mi Padre desdeña el orgullo, detesta la hipocresía y aborrece la iniquidad. Precisamente para recalcar el valor de la sinceridad y de la confianza perfecta en el sostén amoroso y la guía fiel del Padre celestial, me he referido tantas veces a los niños pequeños como ilustraciones de la actitud de la mente y la respuesta del espíritu que son tan esenciales para que el hombre mortal entre en las realidades de espíritu del reino de los cielos.

149:6.12 (1677.1) «El profeta Jeremías describió bien a muchos mortales cuando dijo: ‘Estáis cerca de Dios con los labios, pero lejos en el corazón’. ¿Y no habéis leído también la grave advertencia del profeta que dijo: ‘Sus sacerdotes enseñan por precio y sus profetas adivinan por dinero. Al mismo tiempo, profesan piedad y proclaman que el Señor está con ellos’? ¿No se os ha advertido claramente contra los que ‘hablan de paz con sus vecinos mientras hay maldad en su corazón’, contra los que ‘hablan con labios lisonjeros y doblez de corazón’? De todas las penas de un hombre confiado, ninguna es tan terrible como ‘ser herido en la casa de un amigo en quien confía’.»

7. De vuelta a Betsaida

149:7.1 (1677.2) Tras consultar con Simón Pedro y con la aprobación de Jesús, Andrés había encargado a David en Betsaida que enviara mensajeros a los diversos grupos de predicación con instrucciones de terminar la gira y regresar a Betsaida durante la jornada del jueves 30 de diciembre. A la hora de la cena de aquel día lluvioso, todo el equipo apostólico y los instructores evangelistas habían llegado a casa de Zebedeo.

149:7.2 (1677.3) Siguieron todos juntos hasta el día del sabbat alojados en casas de Betsaida y de la cercana Cafarnaúm, y después todo el grupo tuvo dos semanas libres para estar con sus familias, visitar a sus amigos o ir a pescar. Los dos o tres días que estuvieron juntos en Betsaida fueron verdaderamente estimulantes e inspiradores; hasta los maestros más antiguos se sintieron edificados al oír a los predicadores jóvenes contar sus experiencias.

149:7.3 (1677.4) De los 117 evangelistas que participaron en esta segunda gira de predicación por Galilea, solo unos setenta y cinco superaron la prueba de la experiencia y estuvieron disponibles para nuevos cometidos al final de las dos semanas de descanso. Jesús se quedó en casa de Zebedeo con Andrés, Pedro, Santiago y Juan, y pasaron mucho tiempo hablando del bienestar y la expansión del reino.

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